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A LAS CINCO DE LA TARDE

# Arturo Andreu Andreu

Decano del Ilustre Colegio Oficial de Periodistas de la Región de Murcia Presidente de la Fundación Asociación de la Prensa

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Sánchez Mejías (primera fila, centro, con sombrero) y Lorca (arriba a la derecha), con Salinas, Guillén, Aleixandre y otros coetáneos (C M Lorca).

Se podría pensar, y de hecho tengo la impresión de que así piensan bastantes aficionados a la fiesta, que los toros y la música son dos mundos que caminan íntimamente unidos, pues no se concibe una tarde de toros sin una banda que interprete los pasodobles de rigor. Parece sin embargo que se trata de una apreciación incorrecta, o al menos es lo que deduzco tras la lectura de un artículo de Ángel Fernando Mayo, musicógrafo y socio de la Peña taurina ‘Los de José y Juan’, publicado en 1983 bajo el título de La música en el toreo.

“El toreo –escribe Ángel Fernando Mayo– ha inspirado mucho a las artes plásticas, que intentan retener el tiempo en el espacio, pero ha inspirado poca música. Los pasodobles son costumbrismo. Tres o cuatro obras relativamente importantes no hacen sino confirmar la pobreza. Sí, ya sé, Carmen. Pero no, la ópera de Bizet no es de tema taurino. El toro no está presente en el drama. La corrida es aquí un tópico español. Telón de fondo, pintoresquismo”.

Mi gozo en un pozo, pues había pensado centrar este artículo en el tema de los toros y la música.

Aunque no hay mal que por bien no venga, como reza el refrán, y tal circunstancia me ha obligado a bucear en busca de puntos de unión entre el mundo taurino y las bellas artes, hasta descubrir que quizás la más profunda relación entre ambos mundos se da en la poesía. ¿recuerdan el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca, una de las más hermosas elegías que se han escrito nunca, según afirma Felipe Benítez Reyes en su artículo Sánchez Mejías y algunos poetas del 27, publicado en el número 11 de la Revista de Estudios Taurinos?

Gerardo Diego, que, a decir de Ángel Fernando Mayo, es el más taurino de nuestros poetas y el más musical de nuestros taurófilos, le dedicó a Sánchez Mejías uno de los poemas que componen su libro La suerte de la muerte. Si los poetas de la Generación del 27 acercaron la tauromaquia a sus versos y sus versos a la tauromaquia, Gerardo Diego hizo del tema taurino una constante a lo largo de su obra, en verso y en prosa. Fueron un total de 107 poemas los que dedicó a la tauromaquia vista desde la fiesta en sí misma, desde el drama vivido en los ruedos con las cogidas, o desde las cuadrillas y los distintos lances de las tardes de toros.

Fue la amistad del torero Ignacio Sánchez Mejías con muchos de ellos lo que contribuyó al entusiasmo de los poetas de la Generación del 27 por el mundo del toro y todo lo que lo rodeaba y lo rodea. Los versos de bastantes poetas de esta importante generación quedaron impregnados por el espíritu taurino, especialmente en la obra de Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.

Pero los inicios de la poesía taurina en España se remontan hasta la poesía lírica, épica o dramática, incluso a los cancioneros del Siglo XV, como la Crónica del Cid, el Poema de Fernán González o Las Cantigas del Rey Sabio entre otros.

A partir de esas primeras manifestaciones, la poesía taurina –yo prefiero decir la poesía dedicada o relacionada con la tauromaquia, una idea más extensa– alcanzó su máximo esplendor a finales del siglo XIX e inicios del XX, tiempo en el que casi todos los poetas de la Generación del 98, la Generación del 14 y la Generación del 27 encontraron en el mundo del toro y el ambiente que lo impregna una fuerte inspiración para sus creaciones literarias.

Todo esto lo cuenta mucho mejor que yo, y con más extensión y detalle, José María de Cossío en su libro Los toros en la poesía castellana, editado en 1931 por la Compañía Iberoamericana de Ediciones y reeditado por la Secretaría General Técnica del Ministerio del Interior en 1990. Dos interesantes volúmenes con prólogo de Ignacio Varela. Quien sienta el gusanillo de profundizar en la relación entre el mundo taurino y la poesía castellana, ahí tiene un tesoro.

Y termino. Pero no sin desear que Dios reparta suerte en esta vuelta de la fiesta al coso de La Condomina tras los años más rigurosos de la pandemia. Cuídense, sin embargo, pues el virus sigue ahí.

A las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde. Lo demás era muerte y solo muerte a las cinco de la tarde. …………. ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla!

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