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Cimarronaje, palenques y bandolerismo en Lima
Esta movilidad social generó críticas ilustradas y una nueva preocupación por fijar las denominaciones de castas. Gregorio de Cangas en su Descripción en diálogo de la ciudad de Lima entre un peruano práctico y un bisoño chapetón (1770) presentó una tabla o clasificación basada en los tres troncos considerados primigenios: ‘españoles’, ‘negros’ e ‘indios’. A su vez, de la mezcla de estos se derivan 21 ramas o especies; considerados con calidad, si descienden de españoles; pero desprovistos de esta cualidad si descienden de indios y negros. Por su parte, Hipólito Unanue escribió Observaciones sobre el clima de Lima y su influencia en los seres organizados, en especial el hombre (1806), en el que describió a los africanos como salvajes y con un corazón bárbaro.
Cimarronaje, palenques y bandolerismo en Lima
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El cimarronaje fue la fuga de los africanos y afrodescendientes esclavizados. En la Recopilación de Leyes de Indias se fijaron castigos durísimos; los cincuenta azotes por fugarse cuatro días; 400 azotes si, además, formaban bandas. La pena de muerte se debía aplicar cuando el cimarrón también cometía delitos como el hurto, la violación y el asesinato.
Sin embargo, el cimarronaje fue permanente a lo largo del tiempo y en los diferentes espacios esclavistas. En Lima, la tendencia fue la fuga individual y por corto tiempo; aunque fue difícil la sobrevivencia como jornaleros, bandoleros y palenqueros.
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Ilustración del Códice Trujillo del Perú de Martínez Compañón. En la imagen se ve un hombre “mulato” elegantemente vestido, con medias blancas y zapatos de hebilla.
El bandolerismo se convirtió en la forma más fácil de sobrevivir para diferentes individuos como los cimarrones, quienes robaban en diferentes lugares, como los caminos, puentes, tambos, pulperías, chinganas, haciendas, casas y callejones. Durante el siglo XVIII, las bandas ya eran poco numerosas, entre 3 y 5 individuos, casi todos pertenecientes a la misma casta y oficio, con pocas armas.
Algunos cimarrones formaron palenques: aldeas con empalizada alrededor de unas chozas, tierras de cultivo y corrales. Desde la Conquista se formaron numerosos palenques en las afueras de la ciudad, como el palenque de Huaura de 1544 y el de Cieneguilla de 1641; fue difícil aniquilarlos gracias a su compleja organización interna y, en especial, al escaso control de las autoridades españolas.
Hasta la abolición de la esclavitud, los cimarrones y palenqueros ocuparon reiteradas veces algunos sitios de Lima: los montes del Chillón, Zambrano, Collique, Pampa del Rey, Caballero y Chuquitanta, en el valle de Carabayllo; Santa Rosa, Garagay, Taboada y Bocanegra, zonas cercanas al aeropuerto Jorge Chávez de Lima; Pedreros y Cajamarquilla, en el valle de Huachipa; los Totorales de Villa, Surco, Chorrillos y Lomo de Corvina, al sur de Lima. Por el norte, los cimarrones dominaron los montes de Chancay, Andahuasi, Aucallama y Supe y, por el sur, los valles de Cañete, Mala, Chincha e Ica.
El palenque de Huachipa ,en Lima, es el mejor documentado gracias a las investigaciones de Lazo, Tord y Espinoza; tal vez sea el de mayor tiempo de duración y estructuras más
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32 complejas. El palenque empezó a funcionar entre 1711 y 1713 con 30 casas alrededor de una plaza central y campos de cultivo. Fue habitado por 29 cimarrones, 15 hombres y 14 mujeres, cuyas edades oscilaban entre los 20 y 30 años de edad. Esta comunidad vivió de la agricultura, el comercio y el robo bajo una compleja organización política militar: tenían un “General” o gobernador, un alcalde, un capitán y un capitanillo; el último jefe fue Francisco Congo, alias “Chavelilla”. Finalmente, el palenque fue destruido después de una feroz resistencia y Francisco fue ahorcado. Hoy, el lugar es conocido como “Cerro negro”, en Huachipa.
Lo que predominó en Lima a fines del siglo XVIII e inicios del XIX fueron los refugios eventuales sin chacras, casas ni empalizadas entre los valles del Chillón y el Rímac. Los cimarrones se desplazaban permanentemente porque se dedicaban al bandolerismo o trabajaban como jornaleros; los tumultos fueron escasos. En 1805, los esclavizados de la hacienda Pariachi, propiedad de la familia Sancho Dávila, tomaron el patio del palacio y lograron que el virrey Avilés cambie al arrendatario. De igual forma, hay varios tumultos y fugas de las panaderías, algunas de ellas muy violentas.
Este periodo fue de intranquilidad social, con numerosas revueltas en todo el virreinato y mayor control militar. Esto impidió que prosperen las formas de resistencia violentas. Los esclavizados buscaron, en lugar de ello, otras formas más prácticas como litigar en los tribunales, la negociación, entre otras.
Grabado de The Present State of Peru, libro escrito por Joseph Skinner en el siglo XIX. En la imagen se aprecia mujer afrodescendiente con traje típico. 33