ARTE Y CULTURA
En términos generales, los autores que estudiaron la arquitectura de los incas destacaron la monumentalidad de sus construcciones, aunque algunos llegaron a mencionar una «era megalítica» previa a los incas, caracterizada por aquellas enormes construcciones que —como Tiawanacu y Sacsaywaman— apoyaron las teorías sobre civilizaciones desaparecidas, incluso pobladas por gigantes, un tema común a los autores de los siglos XVI y XVII, que duró hasta los inicios de la antropología moderna. En lo que se refiere a la cerámica, se ha destacado suficientemente un contraste estético entre aquella producida por las sociedades andinas previas a los incas y la de estos últimos, cuya calidad artística es considerada claramente como inferior. Los tipos clásicamente identificados como ejemplos de cerámica incaica son los llamados aríbalos, nombrados de esta manera recordando las ánforas griegas así denominadas. Alcanzan hasta un metro cincuenta de alto y tienen diversas decoraciones simbólicas, muchas de ellas geométricas; disponen de asas laterales y de una protuberancia que generalmente es una cabeza de animal. Tanto las asas como la cabeza de animal permitían transportarlos sobre las espaldas, anudando en ellas una cinta de tela o una soga, ya que eran utilizados para llevar chicha o agua (véase foto N° 5). Ciertamente, las formas empleadas en la cerámica incaica no se reducían al aríbalo, pues hay otras muchas formas, destacando también los kero, en forma de vaso, aunque generalmente se menciona aquellos fabricados de madera y decorados pictóricamente. Lo que más interesa de la producción cerámica incaica es su notoria masificación, tanto en la uniformidad que alcanzaban sus motivos y estilos decorativos, como también en la organización de su producción en gran escala. En el texto reproducido (capítulo V), y en el cual se menciona la energía humana que el grupo étnico de los chupaychu entregaba al Tawantinsuyu, figuran «cuarenta olleros para hacer ollas y las llevaban a Guánuco»; pero el Tawantinsuyu 153