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CONCLUSIONES

En el estudio de las sucesiones de los Curacas del litoral norteño, a pesar de referirse los documentos a la época virreinal, por medio de las averiguaciones e informaciones, se obtienen datos del tiempo inmediato anterior a la conquista española y se pueden conocer los rezagos de las costumbres pre-colombinas. Algunas tradiciones fueron comunes a todo el Tahuantinsuyu, similitudes que podían tener origen en las tendencias raciales, en los intercambios culturales y quizás en los aportes de edades pretéritas, ya olvidades, que marcaron cierta hegemonía en un pasado lejano. Pero al lado de estas similitudes y rasgos semejantes a todos los lugares del antiguo Incario, surgen diferencias que muestran que las tradiciones no eran las mismas en todo el territorio. En sus dilatados dominios los cuzqueños no habían logrado imponer aún una uniformidad. Las diferencias tenían que existir en tan vasto Imperio, cuyos pueblos pertenecían a diversas culturas e influencias. Además, el carácter explosivo y reciente de la dominación incásica no había unificado, ni dado una hegemonía a sus recientes anexiones, hegemonía seguramente deseada por sus soberanos. En tal sentido fueron las reformas del Inca Pachacutec, cuando en su afán de conseguir esa unidad, impuso el idioma quechua o “runasimi” a todos los habitantes de sus dominios, y estableció una importante red de caminos que unían entre sí los pueblos más apartados. Por último, ordenó la generalización del culto solar, por encima de los numerosos dioses y adoratorios locales. Indudablemente éstos fueron los primeros esfuerzos hacia la realización de la unidad y la formación de un Estado. Antes de analizar las similitudes y las diferencias entre las sucesiones cuzqueñas y las de la Costa Norte, veremos someramente la opinión de los escritores que se han ocupado del tema. Basadre (60) encuentra en la herencia de los curacas, una diferencia entre la herencia de los bienes y la sucesión en el poder. Apoyándose sobre las crónicas de Santillán y de Castro y Ortega Morejón. estima que no siempre resultaron favorecidos los hijos o hermanos del difunto; el Inca nombraba al que le parecía el más hábil o al más esforzado servidor. Para Means (61), la herencia entre los señores costeños, no se regía por la primogenitura, ellos escogían a sus sucesores entre sus hijos o hermanos, según el que de ellos se mostrara ser más hábil.

Sally Falk Moore (62) sostiene que había cierta confusión en las costumbres de herencia, confusión agravada por las “Informaciones”. El punto de vista de la Corona Española, era sostener que tanto los Incas como los curacas, no eran los legítimos señores, pues con tal declaración robustecían los derechos Reales a sus posesiones en las Indias. Según la misma autora, las contradicciones se debieron

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a varios factores, que son: las variaciones regionales de las leyes de la herencia, la no especificación de la persona a quien le venía de derecho la sucesión y por último el fuerte motivo de los españoles en demostrar la carencia de derechos de los elegidos. No sólo existió en efecto la tendencia española de crear un derecho al Rey, sobre las tierras de Indias, sino que las costumbres locales confundieron no poco a los europeos del siglo XVI, tan imbuidos de los principios de primogenitura, de bastardía y de complicados árboles genealógicos. No supieron comprender costumbres tan diferentes a las que estaban habituados; por eso los cronistas se ofuscaron ellos mismos y nos legaron una serie de datos contradictorios. La característica general en los dominios del Inca, era la eficiencia; medida que tenía como resultado lógico la elección del más capacitado para el cargo, y el despojo de los menores de edad. Indudablemente, tanto los incas como la Corona española apoyaron en los curacazgos a las personas más adictas a ellos; bajo este aspecto, los españoles y los Incas, siguieron la misma política. En el caso de surgir un litigio entre los pretendientes, tenía que ser designado el que más garantias ofrecía al gobernante. Para tener un punto de comparación veremos brevemente las tradiciones de los Incas, de las que nos hemos ocupado detenidamente en otras ocasiones y las que al mismo tiempo servirán de comparación con las sucesiones en los valles del litoral norteño (63). En el Cuzco, la ley de sucesión del soberano, había sufrido transformaciones a medida que lu Confederación fue adquiriendo predominio sobre sus vecinos. Las leyes que eran buenas para el jefe de unos cuantos ayllus, no podían ser las mismas que se siguieron aplicando en las sucesiones imperiales. En los albores de la Confederación Inca, la elección del Sinchi o jefe electo para la guerra, tenía un fin militar, él conducía los ayllus a la conquista de nuevas tierras, los primeros soberanos fueron seguramente de este tipo. A medida que el Sinchi afianzaba su poder, prevaleció la tendencia a dejar el mando a uno de sus hijos. Al no existir primogenitura, ni bartardía, surgió entre los numerosos hijos del Inca, una rivalidad, que daba origen a intrigas y disturbios a la muerte de cada monarca.

Por ese motivo tuvo cada vez mayor preferencia un hijo habido en la Coya, mujer con quien se desposaba el soberano el día que recibía la “mascapaicha” (64). Durante el gobierno de Inca Roca, surgió otra medida cuya finalidad fue suprimir los desórdenes a la muerte del soberano, ello fue la práctica del correinado del hijo elegido para suceder a su padre, elección que podía ser revocada. Esta asociación del príncipe heredero al reinado paterno, permitió a Tupa Yupanqui continuar sin tropiezos el brillante gobierno de su padre. Posiblemente con el objeto de fortalecer aún más el derecho de los hijos de la Coya, surgió con el

apogeo del Imperio, la práctica del incesto real, como una medida más para evitar los disturbios y asegurar la tranquilidad de las sucesiones. En el Estado Inca, esencialmente patriarcal y guerrero, las sucesiones fueron siempre de padres a hijos, o de una generación a otra, no tenemos noticias de herencia a hermanos, tampoco existió la herencia a la “mascapaicha” por líneas femeninas.

En esta revisión muy esquemática de las sucesiones entre los ayllus Incas, se puede apreciar los rasgos en común que poseían los Cuzqueños con la Costa Norte y son: la falta de una ley fija de sucesión, la práctica del “más hábil”, cierta electividad entre los posibles candidatos, la carencia de primogenitura y de bastardía.

En cambio, las diferencias con el litoral norteño y una de sus características más notables, fue, primero, que la herencia podía pasar al hijo o al hermano del difunto. En el documento de Reque, los tres hijos de Cuncu Chumbi, heredaron por turno el cacicazgo de Callanca, mientras el mayor quedó en Reque, no contentos con los hermanos de padre, sucedió igualmente un hermano de madre. Entre los señores de Lambayeque, antes de la conquista, gobernaron sucesivamente tres hermanos, hijos de Llempisan, por último, Xecfuinpisan, mató a sus tres hermanos para apoderarse del cacicazgo, a su muerte, le sucedió el quinto hermano, en lugar de los hijos de los hermanos asesinados. Según la crónica Anónima de Chimor, el régulo Caja-cimcim, sucedió a su hermano. En el curacazgo de la Punta de la Aguja en Sechura, Martín de Nonura, sucedió a su hermano Juan, a pesar que éste dejó varios hijos. Otra particularidad de los yungas, era la herencia del cacicazgo por líneas paterna o materna. No hay mención de cacicas en Chimor, ni en Lambayeque anteriores a la llegada de Pizarro, en cambio en la región de Piura, en Catacaos, Colán y Menon, existieron las capullanas y gobernaron ellas mismas sus cacicazgos, hasta en los primeros tiempos de la conquista. En el documento de Lambayeque, al prolongarse el litigio entre las dos familias que se disputaban el cacicazgo, en una reunión de indios principales decidieron dividir Ferreñafe de Lambayeque, y crearon un curacazgo separado. Carecemos de mayores datos para apreciar la influencia que podían ejercer un grupo de señores en una comunidad. En el manuscrito de Reque, los principales del lugar, en los primeros años después de la conquista, se reunían y de. signaban al sucesor del curaca fallecido, quizás ejercían esa función sólo cuando se trataba de menores de edad o si el elegido se mostraba incapaz, como en el caso de Edeco, el principal de los cocineros. Los datos que citamos, muestran las diferencias de costumbres en los diversos valles y que no existió en el Incario, una uniformidad como aparentan ciertos cronistas. La dominación cuzqueña en el norte, duró muy poco tiempo, y

seguramente los soberanos toleraron las tradiciones locales, mientras no fuesen un peligro para su autoridad. Asi las leyes incaicas vinieron a yuxtaponerse a las costumbres regionales, como los antiguos dioses, siguieron existiendo a pesar del culto solar.

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