Prejuicio e identidad nacional
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Prejuicio e identidad nacional Gisèle Velarde
El presente trabajo constituye un primer intento de lectura del tema de los prejuicios desde la filosofía y para nuestra realidad. Su origen reposa en la convicción —personal pero también social— de que la multitud y diversidad de prejuicios en el Perú es una de las razones por las cuales no hemos podido hasta ahora constituir un código común que conforme nuestro ‘ser nacional’, o lo que comúnmente llamamos nuestra identidad nacional. Es evidente que el prejuicio ha existido, y existirá siempre, en toda sociedad o grupo humano, cualquiera este sea (lo reconocemos como una realidad inevitable propia de la diferencia y condición humana). Así como también es claro que, no obstante, y a pesar de su existencia, hay sociedades que han conformado una identidad nacional. Por ello de lo que se trata aquí es de comprender la naturaleza del prejuicio desde una perspectiva meramente racional —como es el proceder propio de la filosofía— para, de esta manera, ver nuestros prejuicios en su real dimensión y apreciar así hasta qué punto han influido en nuestra ausencia de identidad nacional, así como para tratar de desprejuiciarnos un poco pasando del prejuicio al juicio. Hay entonces una búsqueda de integración detrás de este trabajo. Antes de comenzar con el tema propiamente dicho es importante tener en cuenta que el prejuicio y la identidad se condicionan mutuamente y que, en esa medida, hay una circularidad en el tema. Precisamente, la importancia del juicio estará en que será una de las formas en que se podrá romper esta circularidad.1 Esta circularidad está presente desde el momento en que somos conscientes de que los diversos prejuicios que tenemos nos sirven para elegir una determinada identidad (entre otras posibles), así como también en el hecho de que toda identidad se preserva también en 1. Es importante no confundir la ‘circularidad’ del tema con un carácter ‘tautológico’ en el mismo. Lo primero alude al hecho de que ambos temas se condicionan entre sí, pero no se agotan en dicho condicionamiento; lo segundo alude a que uno se agota en el otro, pues no dice nada más de lo que el otro expresa. Presuponer esto último no solo es absurdo —significaría que en las sociedades donde hay identidad nacional no existe prejuicio alguno y viceversa— sino conceptualmente erróneo.