Maternidad y basurización simbólica en mujeres supervivientes a crímenes de violencia política1 Rocío Silva Santisteban Introducción Ni olvido ni ¿perdón? Recuerdo que durante muchos años estuvo pegado en la pared del dormitorio de mi hermano un afiche en serigrafía con una imagen de los comuneros de Uchuraccay cargando un bulto envuelto en una bolsa negra. El bulto era, obviamente, el cuerpo de uno de los periodistas asesinados. Debajo de la imagen en color tierra resaltaba una leyenda, también en los mismos colores: “ni olvido, ni perdón”. Durante años leí en esa pared la frase que fue cincelando en mi memoria un sentimiento contradictorio. No olvidar y mantener a flor de piel ese crimen que fue, al principio, maquillado por una comisión que nunca supo llegar al fondo de los hechos. La Comisión Uchuraccay, presidida por Mario Vargas Llosa y compuesta por distinguidos antropólogos, periodistas y otros profesionales, después de visitar la zona y de redactar extremadamente rápido un informe sumario, asumió que el “otro” indígena, sumido en la ignorancia y la barbarie debido al alejamiento del progreso y la modernidad, podía ser capaz de matar a ocho periodistas por error. La Comisión actuó de la misma manera como los legisladores del Código Penal de 1924 en el que se podía alegar, para ciertos casos de inimputabilidad penal, la ignorancia, el salvajismo, la barbarie y el embrutecimiento debido al alcohol de los indígenas. El caso Uchuraccay quedó, en ese entonces, en un nimbo jurídico y político que benefició a los presuntos instigadores del crimen: las fuerzas especiales de la Policía del Perú (sinchis) y la Infantería de Marina. 1.Quisiera agradecer a Alberto Simons, S.J., a Paolo de Lima y a Fernando Silva Santisteban por los comentarios que me hicieron llegar en torno de este texto, siempre pertinentes y motivadores. Asimismo, a James Iffland y a Francesca Denegri por las conversaciones en torno del tema del testimonio que motivaron mi interés por el género como potencial y textualmente subversivo.