Memoria y reconstrucción. El caso de Santa María Magdalena de Pacccha Norma Fuller En mayo de 1980, el grupo de militancia maoísta Sendero Luminoso declaró el inicio de una guerra popular que buscaba implantar un régimen comunista en el Perú. Su estrategia planteaba la toma del medio rural a través de una labor de guerrilla rural que avanzaba a través de la toma de aldeas campesinas y nativas, de la destrucción de la infraestructura vial y eléctrica y de la lucha contra las fuerzas armadas y policiales. Sus actividades se concentraron en los departamentos de Ayacucho, Junín, Huancavelica, Apurímac, Puno y Ancash. Isbell (1988) sugiere que Sendero Luminoso eligió esa región porque sus comunidades no participaban mayormente en la economía de mercado y ello les permitía experimentar con comunidades con una fuerte organización y autonomía sobre sus recursos. El Estado, de su lado, asumió una postura suspicaz frente a la población local. Fueron los años de la llamada “guerra sucia”, en los que las FF AA se convirtieron en los principales agentes de violencia. Las poblaciones campesinas y nativas fueron uno de sus actores principales y quienes más sufrieron las consecuencias de esta larga y cruenta guerra. En el presente trabajo me propongo presentar —parcialmente por supuesto— las versiones de algunos de los pobladores de la comunidad campesina ayacuchana de Santa María Magdalena de Pacccha sobre estos sucesos. Los datos -orales y escritos- fueron recogidos en un trabajo de campo realizado entre los años 1973-74, en entrevistas personales y grupales con desplazados y desplazadas en la ciudad de Lima en el año 1994 y a través de los testimonios recogidos en una visita a la ciudad de Huamanga y la aldea de Pacccha en el año 2002. Todos ellos eran jóvenes adultos y adultos durante los años de la guerra. No entrevisté a los jóvenes que fueron niños o nacieron después de 1980. Ello introduce un cierto sesgo en esta reconstrucción porque no nos entrega la visión de la comunidad de la generación que nació y creció en un mundo radicalmente diferente. Mi intención es reflexionar sobre dos puntos que me parecen centrales en el debate sobre las batallas por las memorias: la línea divisoria entre testimonio e historia y, la relación entre la autoridad para producir versiones del pasado y la hegemonía cultural y política de las instituciones oficiales.