Tiempo de mujeres: del caos al orden venidero1 Memoria, género e identidad en una comunidad andina Patricia Ruiz Bravo y Eloy Neira Es un día soleado del mes de mayo. Docentes y estudiantes de la escuela de la comunidad quechuahablante de Kunurana Alto se preparan para la celebración del Día de la Madre. Se hacen los últimos arreglos y todos lucen nerviosos y expectantes. Niños y niñas representan el drama de la lucha contra el patrón —el gamonal—. En la primera escena el campesino está a pie y el gamonal ingresa montado en un burro. Luego se inicia una lucha cuerpo a cuerpo y el campesino va ganando. Sin embargo, al sentir su derrota, el gamonal le dispara al campesino con un fusil que tenía oculto, lo mata, e intenta arrojar su cuerpo a un abismo. En la segunda escena ingresan dos hermanas del campesino portando palos, impiden que el patrón arroje el cadáver de su hermano, lo golpean con los palos y lo matan. Finalmente, son ellas quienes arrojan el cadáver del patrón al abismo y se llevan el cuerpo del hermano para darle sepultura en su comunidad. El público aplaude.
Introducción No es fácil acceder a la memoria colectiva de los grupos subalternos. La experiencia colonial y las relaciones de poder/subordinación que produjo obligaron a pueblos enteros a ocultar sus formas de vida, costumbres, creencias y a imaginar maneras rituales de construir y reconstruir su identidad. Se trata de construcciones y pautas que les permiten interpretar su pasado, leer el presente y pensar en un futuro diferente. Pero, por las razo1. Este texto es parte de un trabajo de largo aliento. Queremos agradecer a Nora Cárdenas y Tesania Velázquez, quienes forman parte de nuestro equipo de trabajo, por sus valiosos aportes y colaboración en el trabajo de campo, el cual se llevó a cabo en la comunidad de Kunurana Alto, Puno, durante tres visitas (1998, 1999 y 2000). Asimismo, agradecemos los valiosos comentarios de Iván Hinojosa, Aroma de la Cadena y Gonzalo Portocarrero. Algunas partes de este artículo corresponden a la tesis doctoral de Patricia Ruiz Bravo y a una investigación en curso de Eloy Neira. Este estudio fue posible en parte gracias a una beca de la Fundación Chagas.