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La infrahistoria de El antimperialismo y el Apra

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prestigio revolucionario y, para no perderlo del todo, ordenó la tercera edición de la obra, 34 años después de la primera» (Villanueva 1975: 18).

Mientras Velasco estuvo en el poder, Haya de la Torre declaró permanentemente su coincidencia con las reformas del gobierno militar, que, según él señaló en más de una ocasión, estaban tomadas del programa máximo del Apra de 1931. sostuvo, además, que las reformas militares deberían ser recogidas en una futura Constitución. Pero, como veremos, luego del derrocamiento y la muerte de Velasco Haya tomó distancia de las mismas reformas que había sostenido eran de inspiración aprista.

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la infrahistoria de El antimperialismo y el Apra

Como se ha señalado, el tema del imperialismo ha sido tradicionalmente considerado fundamental en la historia del aprismo. Aun tres días antes de la muerte de Haya de la Torre, Armando Villanueva del Campo, el líder aprista más importante en ese momento, afirmaba en una entrevista: «si no existiera el imperialismo, mi querido amigo, no habría razón de ser para el APRA. La razón de la alianza de clases es unir al proletariado, al campesinado, a las clases medias, que incluyen sectores del capitalismo nacional, contra el imperialismo» (Hildebrandt 1979a). Es de preguntarse el porqué de la facilidad con que Haya podía cambiar de posiciones a lo largo de los años en un tema tan trascendental para la organización que había creado. Ante todo, Haya era un pragmático. Para él, sus postulados teóricos tenían la función de nuclear fuerzas sociales, más que constituir una guía para la acción política. si uno se queda en sus elaboraciones teóricas posiblemente no llegue a entender la naturaleza de su acción política, y el tema del imperialismo es una buena entrada para analizar la correspondencia entre sus formulaciones y sus hechos.

En un excelente ensayo, el profesor Thomas M. Davies Jr. propuso una lectura de la historia del Apra que replantea varios de los supuestos comúnmente aceptados. Basado en una convincente documentación, Davies sostiene que, desde un principio, «Haya desarrolló una ideología que resultaba atractiva para los intelectuales, los radicales y las clases populares, pero que luego negaba en reuniones confidenciales que sostenía con miembros de la clase alta y los negocios». su ensayo, que recurre a material inédito de los archivos del Departamento de Estado de los EE.UU., muestra que, para las elecciones generales de 1932, Haya buscó el respaldo económico de grandes empresarios, incluyendo a quien era visto como uno de los grandes enemigos del proletariado cañero de La Libertad —la cuna del Apra—: el propietario de la hacienda Chiclín,

Rafael Larco Herrera23 . obtuvo también el apoyo de partidarios del recién depuesto presidente Augusto B. Leguía24 .

De las evidencias que Davies expone, es especialmente sorprendente el informe que el embajador de Estados Unidos en el Perú, Fred Morris Dearing, envió a la secretaría de Estado de los EE.UU., el día 7 de setiembre de 1931, basándose en sus apuntes sobre la conversación que sostuvo con Haya de la Torre, cuando este era candidato presidencial del Apra, en una reunión confidencial —concertada a pedido de este— el primero de setiembre. Esta reunión se realizó en la que, para la mitología aprista, es considerada la época más revolucionaria del Apra.

La reunión fue muy cordial y Dearing estaba sorprendido, ya que el interlocutor que tenía al frente no tenía nada que ver con esa gran amenaza a los intereses norteamericanos que sugerían los discursos públicos de Haya: «El señor Haya de la Torre me impresionó inmediatamente por su calidez y por su evidente sinceridad […] Rechazó la idea de ser destructivo o ultra radical. Él parece tener una sincera estima hacia nuestro país, que ha visitado varias veces […] [Haya] indicó claramente que si su partido llega a triunfar, esperaría tanta ayuda y comprensión de nuestro gobierno como fuera posible y una real cooperación entre nuestros países» (Davies 1971: 644).

Al parecer, Haya de la Torre deseaba convencer al embajador norteamericano de la autenticidad de sus sentimientos, dándole pruebas concretas de su simpatía: «En este momento la situación en los campamentos mineros del norte y la smelting Company está agitada, y el señor Haya de la Torre me ha dicho, como prueba de lo que siente hacia los intereses norteamericanos, que esa misma mañana, a través de sus múltiples conexiones, ha aconsejado a su gente que evite la violencia de cualquier tipo y use su influencia para lograr un arreglo tranquilo y una aceptación calma de lo inevitable, en y sobre el distrito de Trujillo» (Davies 1971: 644). Cuatro décadas después, Haya rememoraría su mediación en este conflicto, en una entrevista con la revista Caretas:

23 «The party secured important financial aid from key northern businessmen such as rafael Larco Herrera (he reportedly contributed 50.000 soles) whose medium-sized sugar plantation, Chiclín, was in danger of being engulfed by the huge Gildemeister holdings at Casa Grande. rafael’s brother, Victor Larco Herrera, had lost his hacienda “roma” to the Gildemeisters in 1925. Thus the Apristas enjoyed some northern upper-class support which influenced the tenor of their party platform» (Davies 1971: 633). 24 «The Leguiistas, who were also badly divided, bore the additional burden of blame for the political and economic excesses of the oncenio. Unable to run a candidate, much less win the election, many Leguiistas drifted into Aprista ranks. Civilistas and Sanchez-Cerristas attempted to discredit the Apristas with charges that Aprismo was merely an extension of Leguiismo. Although the Apristas strenuously denied any connection with the deposed president, Haya certainly accepted and even courted Leguiista backing» (Davies 1971: 635).

Cuando yo vine en 1931, encontré en Trujillo que se había producido la llegada de la Northern. Era una empresa mucho más progresista que la Cerro de Pasco. Me encontré con unos obreros que tenían este primer problema. Los obreros me dijeron: “somos apristas; estamos resueltos a morir por el Apra” […] Me dijeron, “Queremos saber una cosa, ¿hasta dónde va el antimperialismo del Apra? Porque nosotros ganábamos veinte centavos, un puñado de coca y ahora tenemos sindicatos, hacemos huelga, pedimos aumento de salario, y no quisiéramos retroceder otra vez a manos del gamonal”. Ustedes ven. Era la voz de la realidad. Yo les dije: “No, pues, es para adelante, no es para atrás”. Es la ambivalencia del imperialismo (Hildebrant y Lévano 1971).

Haya prometió también su respaldo directo a los responsables de las empresas aludidas: «En una entrevista con el gerente general de la Cerro de Pasco Corporation, Harold Kingsmill, Haya prometió que bajaría el tono agresivo de sus ataques contra las empresas extranjeras» (Davies 1971: 637).

Aparentemente, el embajador Dearing quedó convencido de la sinceridad de las expresiones del líder máximo del Apra, luego de esa cordial conversación: «debo pensar que si [Haya] llega a ser presidente del Perú, no tenemos nada que temer, y por el contrario podríamos esperar un gobierno excelente y beneficioso, de tendencia fuertemente liberal, que aseguraría la justicia en lo principal, e iniciaría un período de confianza y bienestar» (Davies 1971: 637). La entrevista citada no fue la única. «Haya de la Torre se reunió con los funcionarios de la embajada en varias ocasiones, así como con dirigentes de importantes empresas extranjeras. Después de leer lo relativo a estas entrevistas —se pregunta Davies— uno podría inquirir: ¿dónde está el temido revolucionario que podría expulsar a los imperialistas yanquis? ¿Quién destruiría la actual estructura social y política del Perú?» (Davies 1971: 644).

Volvamos sobre las fechas. El programa máximo del Apra —la plataforma revolucionaria que presentaba a las masas la propuesta antiimperialista que constituía la razón de ser del movimiento— se aprobó en el congreso del partido realizado entre agosto y setiembre de 1931. La reunión de Haya de la Torre con el embajador Dearing tuvo lugar el primero de setiembre de 1931, en medio de la elaboración de esas tesis revolucionarias. Nuevamente, la historia pública muestra apenas una faz de una realidad mucho más compleja de lo que la sola lectura de los documentos oficiales sugiere.

Las conversaciones de Haya con los representantes del imperialismo yanqui eran desconocidas para los militantes apristas, pero no es seguro que su difusión hubiera mellado su fe en su líder máximo. El partido aprista sobrevivió a grandes virajes sin sufrir grandes daños, no solo en el tema del antiimperialismo; sucedió así también cuando la dirección del partido decidió aliarse con la oligarquía, en

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