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La edición de El antimperialismo y el Apra

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1956, y cuando en 1962 incorporó a la alianza a Manuel A. odría, el verdugo que hasta apenas seis años antes había masacrado a los apristas. Haya mantuvo a sus militantes pero perdió a los intelectuales, algunos de primerísimo nivel, que se habían incorporado al Apra y que se alejaron como consecuencia de lo que se denominó «la traición a la Revolución de 1948».

El mayor Víctor Villanueva, líder militar de ese movimiento, y que después se convirtió en uno de los estudiosos más importantes del Apra, propone una explicación:

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Para los apristas de la “vieja guardia”, el aprismo no constituye una doctrina política-social; para ellos es solamente una fe. El aprista no piensa, solamente siente; su actitud es meramente sentimental y emotiva, de ningún modo intelectual ni consciente. Rinde culto al “jefe” y lo sigue sin importarle mucho ni poco hacia donde se dirige. Haya de la Torre parece que más se preocupó de inculcar a sus partidarios una mística, una fe, en vez de una ideología. Y hay que convenir en que acertó, de lo contrario ya nadie estaría a su lado (Villanueva 1975: 18).

la edición de El antimperialismo y el Apra

Queda un último tema por esclarecer. Como se ha señalado, El antimperialismo y el Apra fue publicado por primera vez en santiago de Chile, en 1936. sin embargo, en su libro Treinta años de aprismo (1956), Haya pretende que dicha obra fue publicada antes, en 1928, como se lee en la la nota de pie de página que consigna: «El antimperialismo y el Apra, México 1928. 2ª ed. Ercilla, santiago de Chile, 1936» (VRHT 1956: 19). En las páginas siguientes, Haya se va a referir decenas de veces a este como «mi libro de 1928» (VRHT 1956: 23 y ss.). Luego, en todas las oportunidades en las cuales se refirió a su libro por el resto de su vida, volvió a insistir en que la primera edición había salido en México, en 192825 .

No existió tal edición mexicana de 1928. En la «Nota Preliminar» de la primera edición de El antimperialismo y el Apra, Haya escribe taxativamente: «Este es un libro escrito hace siete años que sólo ahora se publica» (VRHT 1936: 13). Haya explica que por diversas razones le fue imposible encontrar editor, primero, y tiempo para publicarlo, después. Luego, enterado de la muerte del cubano Julio Antonio Mella, con quien polemizaba, le pareció inoportuno publicarlo, por lo que lo entregó recién siete años después para su primera

25 Tuvo tanto éxito que hasta un buen conocedor de la doctrina aprista como Héctor Cordero habla de la «primera edición, la del 28, publicada en México» (Cristóbal 1985: 51).

edición en Chile. Haya fechó esta presentación el 25 de diciembre de 1935 (VRHT 1936: 15-17, 28)26 . ¿Qué razón llevó a Haya a tergiversar sistemáticamente este dato fundamental, relativo a la génesis de su texto político más importante? Posiblemente la clave se encuentre en que en 1928 tuvo la polémica con Mariátegui sobre el imperialismo, en la que Haya sostenía que había que acabar con imperialismo yanqui; posición que mantuvo todavía en su correspondencia con la célula del Cusco, en 193027. Poco después, Haya cambió su posición en un punto clave: como vimos, a partir de su retorno al Perú en 1931, para impulsar su candidatura presidencial, dejó de pregonar la lucha a muerte contra los yanquis y comenzó a plantear la distinción entre el lado bueno y el lado malo del imperialismo, y a sostener que, si el imperialismo era la última fase del capitalismo en Europa, en Indoamérica era la primera, y debía ser bienvenido, porque traía el capitalismo y el progreso. De allí se derivó su estrategia de «negociar» con el imperialismo, para aprovechar su lado bueno —los capitales, la tecnología y el progreso—, buscando neutralizar su lado malo —la expoliación colonial—28 .

Haya pretende que se crea que esta era su posición desde 1928 y que no hubo ningún cambio en su línea política. Después, lo sabemos, prosiguió mediatizando sus posiciones, con la afirmación de que podía separarse el «imperialismo económico» del «imperialismo político», rechazando este último y dándole la bienvenida al primero, para anunciar, finalmente, la que sería su posición constante a partir de los años sesenta: que el imperialismo había dejado de existir.

26 Alan García da como fecha de la primera edición 1935, pero se equivoca. Haya señala en la nota a la segunda edición, que salió pocos meses después de la primera, que esta salió el 31 de marzo de 1936 (VRHT 1936: 29). 27 Inclusive pudo darse el lujo de acusar a Mariátegui de no querer verdaderamente combatir contra el imperialismo, como lo planteaban los verdaderos revolucionarios. 28 Alan García cuestiona la afirmación de Haya de que este entregó a la Editorial Ercilla sus páginas «como fueron concebidas y redactadas» en 1928 (VRHT 1936: 17). Para García en El antimperialismo y el Apra «coexisten tres redacciones sucesivas», en las cuales se fueron incorporando nuevos conceptos: «El capítulo primero, fue escrito como artículo en 1926, como consecuencia lógica de textos previos, y sigue la lógica fatal de las tesis de Hobson y Lenin. Pero entre 1928 y 1935 (sic) en que fue publicado, Haya amplió su concepto de la ambivalencia del imperialismo económico y distinguió la dominación geográfica y política imperialista respecto del imperialismo económico o inversión del capital extranjero. Finalmente, el Prólogo, escrito en 1935, trae conceptos distintos al capítulo primero, a las notas de 1928-1935 y naturalmente a los artículos y libros anteriores» (García Pérez 2008: 42-43). Alan García busca demostrar que en su entreguismo es fiel a las enseñanzas de Haya de la Torre, lo cual por supuesto es demostrable, como también lo fue demostrar durante su primer gobierno que limitar el pago de la deuda externa y proclamar un encendido respaldo a las luchas antiimperialistas —de Nicaragua, por ejemplo— era ser fiel a los planteamientos de su maestro. El pensamiento de Haya da para todo.

Estas posiciones hubieran sido inaceptables en 1928, y por entonces Haya se presentaba ante los revolucionarios peruanos como un marxista revolucionario, proclamando que la razón de ser del Apra era impulsar la «acción contra el imperialismo yanqui». En la carta que envió a la célula del Cusco el 15 de febrero de 1930, oponiendo sus concepciones del marxismo y el antiimperialismo a las de Mariátegui, afirmaba:

Un punto doctrinario capital que nos separa de los socialistas limeños es su antimarxista concepción del problema del imperialismo. Para ellos imperialismo no parece significar capitalismo; para nosotros, con Marx y con Lenin, el imperialismo es el capitalismo en su forma más moderna, y el capitalismo es la explotación en su forma más refinada, y si nosotros no combatimos al imperialismo, entonces no combatimos al capitalismo, y si no combatirnos al capitalismo, entonces no luchamos contra la explotación, y si no luchamos contra la explotación no tenemos derecho de llamarnos ni socialistas, ni comunistas, ni revolucionarios. El Apra es antimperialista porque es anticapitalista (VRHT 1976-1977: vol. 5, 261).

No cabe en este encendido discurso revolucionario el aprovechamiento del lado bueno del imperialismo. Los verdaderos revolucionarios —los «verdaderos marxistas», precisa29— solo conciben la relación con el imperialismo yanqui como una lucha a muerte. Dos meses después de que esta carta fuera enviada murió José Carlos Mariátegui, el 16 de abril de 1930, y poco después Haya hizo pública su tesis del «lado bueno» del imperialismo y de la necesidad de aprovecharlo. Inmediatamente después vendrían las reuniones con el embajador Dearing, tranquilizándolo sobre lo que significaba el antiimperialismo aprista.

La fecha de la primera edición de El antimperialismo y el Apra es por eso importante, debido a que moverla a 1928 es borrar las huellas de un cambio de línea fundamental en la doctrina aprista. si esto pudo sostenerse durante tanto tiempo es simplemente porque fueron muy pocos —y lo son aun ahora— los apristas que leyeron la obra capital del fundador del Apra y menos quienes siguieron atentamente la evolución de su línea política. La adhesión al aprismo siempre fue, por sobre todo, una opción emocional: «[...] como nosotros comenzamos a luchar, y no a leer lo que decían los programas, nunca reparamos en las grandes ambigüedades del Apra y sus planteamientos doctrinarios», recordaría Guillermo Carnero Hoke, luego de apartarse del Apra (Cristóbal 1985: 58).

Compárese las posiciones de Mariátegui sobre el mismo tema. En la reunión convocada por el secretariado sudamericano de la Internacional Comunista en Buenos Aires, en junio de 1929, el obrero Julio Portocarrero leyó el texto de

29 Véase VRHT 1976-1977: vol. 5, 265.

Mariátegui «Punto de vista antimperialista», que constituía su respuesta a las tesis de Haya de la Torre. Mariátegui consideraba un error la confianza de Haya en el carácter antiimperialista de las clases medias y su convicción de que estas eran las clases más explotadas por el imperialismo y las que debían encabezar la lucha por la «segunda emancipación» de América Latina:

La aristocracia y la burguesía criollas no se sienten solidarias con el pueblo por el lazo de una historia o de una cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el burgués blancos desprecian lo popular, lo nacional. se sienten, ante todo, blancos. El pequeño burgués mestizo imita este ejemplo. La burguesía limeña fraterniza con los capitalistas yanquis, y aun con sus simples empleados […] El yanqui desposa sin inconveniente de raza ni de religión a la señorita criolla, y ésta no siente escrúpulo de nacionalidad ni de cultura en preferir el matrimonio con un individuo de la raza invasora […] La “huachafita” que puede atrapar un yanqui empleado de Grace o de la Foundation lo hace con la satisfacción de quien siente elevarse su condición social […] Este factor de la psicología política no debe ser descuidado en la estimación precisa de las posibilidades de la acción anti-imperialista en la América Latina. su relegamiento, su olvido, ha sido una de las características de la teorización aprista (Mariátegui 1973: 88-89).

Mariátegui estaba convencido de que de la pequeña burguesía solo se podía esperar una prédica inconsistente, incapaz de sustentar una acción verdaderamente revolucionaria. Ese era el horizonte que prometía el antiimperialismo aprista: «¿Qué cosa puede oponer a la penetración capitalista la más demagógica pequeña-burguesía? Nada, sino palabras. Nada, sino una temporal borrachera nacionalista […] La revolución socialista encontrará en ella a su más encarnizado y peligroso enemigo —peligroso, por su confusionismo, por la demagogia—» (Mariátegui 1973: 88-91).

Es notable cómo Mariátegui va más allá del economicismo marxista imperante en la época para abordar el problema considerando como central: el problema de las subjetividades, históricamente construidas. Para Mariátegui, solo era posible una acción verdaderamente antiimperialista desde un horizonte socialista. De allí su afirmación: «somos antimperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo» (Mariátegui 1973: 95). Mariátegui no descalificaba la prédica antifeudal del Apra, pero no creía que ella pudiera sustentar una verdadera política antiimperialista:

La creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del

imperialismo […] que desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la “democratización” de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e influyente —y por lo mismo más apta para garantizar la paz social— nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo (Mariátegui 1973: 93).

El esbozo de programa del Partido socialista, leído por Julio Portocarrero en la misma reunión, expresa la naturaleza de la revolución social en que pensaba Mariátegui:

1º Expropiación, sin indemnización, de los latifundios; entrega de una parte a los ayllus y comunidades, prestando todo el contingente de la técnica agrícola moderna. Repartición del resto entre los colonos, arrendatarios y yanaconas. 2º Confiscación de las empresas extranjeras: minas, industrias, bancos y de las empresas más importantes de la burguesía nacional. 3º Desconocimiento de la deuda del Estado y liquidación de todo control por parte del Imperialismo. 4º Jornada de ocho horas en la ciudad y en las dependencias agrícolas del Estado, y abolición de toda forma de servidumbre y semiesclavitud. 5º Armamento inmediato de los obreros y campesinos y transformación del ejército y de la policía en milicia obrera y campesina. 6º Instauración de los municipios obreros, campesinos y soldados, en lugar de la dominación de clase de los grandes propietarios de la tierra y de la iglesia (Internacional Comunista 1929: 30).

Ante esta línea, ¿cómo habrían recibido los revolucionarios peruanos el discurso del lado bueno y el lado malo del imperialismo? La verdad es que así, Haya no tenía ninguna posibilidad de disputar la dirección de las fuerzas revolucionarias peruanas. Pero antes de un año Mariátegui murió, el Partido socialista se convirtió en el Partido Comunista y Eudocio Ravines, su nuevo secretario general, emprendió la lucha por «desmariateguizar» el partido.

Entonces, el camino quedó libre para que Haya se constituyera en el político peruano más importante del siglo XX y para que realizara el gran viraje doctrinario que terminaría en el alineamiento con el mismo imperialismo norteamericano al que en la década del veinte había señalado como el gran enemigo de Indoamérica.

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