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Acabar con odría. La invasión aprista al Perú
dirigentes juveniles del APRA así lo creíamos, todo ese aparente abandono de las banderas principales de lucha eran tácticas temporales, pero que, una vez en el gobierno, el APRA haría una verdadera transformación» (Rénique 2004).
La racionalización de Hilda Gadea, atribuyendo los virajes programáticos del Apra a maniobras tácticas que le permitieran llegar al poder, para desde allí hacer la revolución que el país necesitaba, sería invocada por miles de apristas durante las décadas siguientes.
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Cuando el Che Guevara se embarcó a Cuba para tomar parte en la revolución que Fidel Castro emprendía, Hilda Guevara se quedó con su hija en México, y cuando a raíz de las elecciones de 1956, se produjo una amnistía en el Perú, Hilda retornó a su patria, decidida a apoyar desde allí a los revolucionarios cubanos. Esto sería crucial para tender puentes entre los jóvenes apristas que, bajo su iniciativa, organizaron un comité de apoyo a la revolución cubana y los revolucionarios castristas. Luego del triunfo de la revolución, los cubanos prestarían su respaldo a Luis de la Puente Uceda, un joven aprista trujillano puesto en prisión por el régimen de odría que, deportado después, salió al exilio y residió en México. sánchez se refiere a él en su correspondencia señalándolo como partícipe de la conjura contra el partido, en la intentona revolucionaria de los exiliados apristas apoyados por Perón. Como sucedió en varias otras oportunidades en que el Apra se embarcó en intentonas revolucionarias, jóvenes apristas que formaban parte de la conjura terminaron como víctimas de las marchas y contramarchas de la dirección.
acabar con odría. la invasión aprista al Perú
según su testimonio, Guillermo Carnero Hoke25, quien se encontraba exiliado en México a raíz de la derrota de 1948, recibió en el año 1952 indicaciones del Comando de Desterrados de santiago de Chile, que dirigía Manuel seoane, para organizar una insurrección aprista en el norte del Perú, la región donde el Apra tiene el mayor arraigo. El levantamiento debía comprometer los departamentos de Cajamarca, Piura y Lambayeque. según le explicó seoane, la insurrección se realizaría penetrando tanto por el sur, con gente de Argentina, Bolivia y Chile, bajo el comando de Armando Villanueva, como por el norte, con exiliados apristas provenientes de México, Centroamérica, Colombia y Venezuela. Los comprometidos empezaron a trabajar clandestinamente organizando el levantamiento.
Los conjurados comenzaron buscando el apoyo de gente amiga y encontraron el respaldo de Humberto Villalta, un militar salvadoreño que, luego de
25 El testimonio de Carnero es la fuente fundamental en que nos basamos para esta sección (Cristóbal 1985: 137-141).
tomar el poder en El salvador, convocó a elecciones y fue enviado por el nuevo gobierno a México como agregado militar. Carnero había labrado una buena amistad con Villalta y este les consiguió «muy buenos recursos». Les brindó, además, contactos con los agregados militares argentinos, dominicanos, panameños, ecuatorianos y venezolanos. Recibieron el respaldo de todos: «Unos nos dieron armas, otros dinero, otros pasaportes, todo lo que pedíamos nos daban». El mayor aporte económico para la invasión de 1954 fue brindado por Perón. su agregado militar en México era de la total confianza del general y esto facilitó los contactos con los cuadros apristas.
Para 1954, Carnero Hoke consideraba que estaban en condiciones de poner el plan en ejecución: «Los compañeros del sur estaban al mando de Armando Villanueva. También participaban Luis Barrios, Héctor Cordero, Chevarría. En el norte el jefe era yo, el segundo [Luis] De la Puente. seoane era el Coordinador General de todo el plan».
Luis de la Puente era un destacado dirigente aprista juvenil de La Libertad. Era un estudiante cuando se produjo la insurrección del 3 de octubre de 1948 y junto con otros jóvenes apristas tomaron la Universidad de Trujillo. Fue puesto en prisión y después de un tiempo fue desterrado. En México se puso en contacto con Gustavo Valcárcel —en cuya casa vivió durante dos años26— y con el cuñado de Valcárcel, Guillermo Carnero Hoke.
El plan militar tenía una considerable dimensión. Perón aportó «un préstamo de millones de pesos argentinos y una venta “favorable” de 3 mil fusiles, 2 aviones B30, 4 millones de cartuchos, pistolas, granadas, etc.». se acordó también que como la organización del norte estaba más avanzada, el movimiento se iniciaría por allí, a través de Cajamarca, aprovechando que en Quito se encontraba exilado el general Juan de Dios Cuadros, a quien Carnero señala como un brillante estratega, cuya debilidad era su excesivo perfeccionismo. Carnero recibió una intensiva preparación militar del general Cuadros y de un mayor ecuatoriano de apellido Arosemena, dado de baja por el Ejército ecuatoriano y que se había especializado en guerra de guerrillas en África. Mientras tanto, los preparativos para la insurrección en el Perú se encontraban avanzados: «Dentro de nuestro plan ya habíamos contactado gente en Trujillo, Chiclayo y comprometido a 2 guarniciones en Piura. Contábamos, además, con toda la gente civil del Partido». Con el armamento que habían acumulado, además el apoyo exterior con que contaban, era suficiente para empezar una acción militar de envergadura.
26 Entrevista a Violeta Carnero Hoke de Valcárcel. Lima, 28 de marzo de 2008. Violeta era hermana de Guillermo Carnero y esposa de Gustavo Valcárcel.
sin embargo, cuando estaban por iniciar la ejecución del plan, recibieron una contraorden, porque Haya seguía asilado y se temía que un levantamiento repentino pusiera en peligro su vida.
Un imprevisto adicional con el cual tuvieron que lidiar fue que, faltando un mes para la invasión, el general Cuadros sufrió un ataque al corazón. Él era el responsable de las armas y dispuso que se las entregaran a Carnero. Tuvieron que pedir permiso al gobierno del Ecuador y lo obtuvieron del Presidente Velasco Ibarra, que era amigo del Apra. «El enlace me llevó al lugar de las armas. ¡Era una cosa increíble! ¡Un cuarto lleno de armas! ¡Y después otro y otros más! Pero una cosa: veníamos con el 50% de la batalla perdida, pues Juan de Dios Cuadros no puede venir».
Cuando finalmente el gobierno de Manuel A. odría se vio obligado, por la sentencia de la Corte Internacional de La Haya, a expedir el salvoconducto a Víctor Raúl para que pudiera abandonar el país, aparentemente las trabas para iniciar las acciones estaban superadas. Pero cuando Haya logró salir de su cautiverio hacia el extranjero y se enteró de la conspiración la desautorizó categóricamente, dejando a Carnero en la estacada: «Muy ligeramente —como siempre ha actuado Haya en los momentos de arriesgar el pellejo— acusa al general Juan de Dios Cuadros, a de la Puente y a mí de “agentes del comunismo internacional”». Volvía a plantearse la figura, tantas veces repetida en la historia del Apra, de una iniciativa revolucionaria gestada por la dirección aprista, acogida con entusiasmo por las bases y desautorizada a última hora por la dirección máxima del partido. «Después viene la otra estocada: la acusación de Haya. Íbamos a ser la primera sierra Maestra de Latinoamérica, cuatro años antes de que Fidel tomase el poder en Cuba, el Apra ya conspiraba para eso. Pero Haya nos jodió».
La desautorización a los exilados apristas de México llegó cuando el proyecto militar estaba en marcha. Haya dispuso que se les quitara todo apoyo y que se alertara a las bases apristas acerca de la «infiltración comunista», lo cual era particularmente desmoralizante cuando en ese mismo momento él prestaba declaraciones a Life a favor del capitalismo. La misma orden fue enviada a Chile y —siempre según la versión de Carnero— seoane respondió en una carta a Haya negando saber de la insurrección. «Claro que después vino el arrepentimiento del “cachorro”, pero eso es harina de otro costal». En esas circunstancias, las posibilidades de continuar adelante con los planes eran cada vez menores:
Cuando nosotros ingresamos [al Perú] nos vinimos a enterar de lo que había mandado decir Haya a Prialé, tanto en Piura como en los demás sitios. En Trujillo se nos comunicó justo cuando estábamos repartiendo las armas, porque las armas ingresaron por el sur de Ecuador, a la altura de Ayabaca y Jaén. Yo tenía indicaciones de tomar Cajamarca, lo cual era relativamente fácil
porque solamente había un Regimiento de Caballería que no pasaba de 120 hombres, además estaba en una hondonada que se bloqueaba y listo. Pero al tomar contacto con Miguel Guevara y Carlos Manrique, en Piura, ellos nos dan la noticia de la acusación de Haya y las indicaciones al Partido. En ese momento pensamos era una maniobra política del enemigo para hacer bajar la guardia a la gente del Partido. Entonces pasamos por Trujillo y nos dijeron lo mismo. Entonces vinimos a Lima (Cristóbal 1985: 137-138).
Al llegar a Lima, Carnero y de la Puente se pusieron en contacto con Leopoldo ortiz, Rómulo Meneses y Carlos Alberto Eyzaguirre, quienes habían quedado a cargo del partido debido a que el secretario general, Ramiro Prialé, se había visto obligado a escapar a Chile. Los comprometidos con el alzamiento estaban decididos a proseguir a pesar de la oposición de Haya; consiguieron reunirse con el comando clandestino y, luego de una larga polémica, lograron su apoyo:
Al final estuvieron de acuerdo en la insurrección, pero nosotros —les dijimos— tenemos que comandarla pues tenemos las armas, los contactos y todo lo demás, y estamos dispuestos a morir por la causa a pesar de que Haya está en el exterior declarando contra nosotros; nuestra actitud es plenamente aprista. El comando clandestino del Apra me da el poder de la insurrección, ya que la gente del comando del sur todavía no había partido. En esa reunión me dieron la categoría de sub-secretario General del Comando de Acción. salimos de esa reunión a las 4 de la mañana. A las 7 se producía la redada contra nosotros.
Lo que los conspiradores ignoraban era que estaban infiltrados desde el inicio de su aventura. El ministro de Gobierno de odría, Esparza Zañartu, había logrado colocarles un agente que trabajaba con él y con la CIA en México: Carlos Gastañeta Ugarte.
Gastañeta, quien ya vivía en México cuando llegaron los exiliados, logró infiltrarse gracias a que su hija era amiga de las hijas del poeta Gustavo Valcárcel, en cuya casa vivía Luis de la Puente. Cerca a ellos vivía, además, Guillermo Carnero, que conocía a Gastañeta, con quien había estudiado en el colegio Guadalupe. se conocían desde pequeños y este también era aprista27. Carnero lo encontró en Guatemala moviéndose entre los desterrados vendiendo libros. En 1953 Carnero empezó a darle algunas tareas, y cuando necesitó un hombre de confianza que no fuese conocido por la policía para enviarlo al Perú, pensó en Gastañeta. Este debía tomar contacto con algunas personas y comprar vehículos. Fue así que cuando estaban por empezar las acciones la policía los detuvo en Lima. según
27 Entrevista a Violeta Carnero Hoke de Valcárcel. Lima, 28 de marzo de 2008.
Gustavo Valcárcel, fueron capturados Guillermo Carnero, Gonzalo Fernández Gasco, de la Puente y otros. «Gastañeta desapareció como por encanto» (Cristóbal 1985: 136-137). Los revolucionarios apristas permanecerían en prisión hasta 1956, siendo amnistiados después de que odría dejó el poder28 .
En junio de 1965, el mismo mes en que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) comenzó su guerra de guerrillas, Luis de la Puente Uceda, entonces comandante general del MIR, respondió a un cuestionario que le envió la revista Caretas. Allí se refirió al proyecto de la frustrada invasión aprista:
[...] en 1954 entramos clandestinamente al país desde nuestro destierro en México, dentro de un plan revolucionario cuyo mentor principal era Manuel seoane y en el que participaba, en primer plano, un distinguido jefe de nuestro Ejército, actualmente en retiro. Después de algunos meses de permanencia y trabajo clandestino en el país, fuimos traicionados, sufriendo prisión todo el año 1955. Estos planes revolucionarios no avanzaron además, porque Haya de la Torre, había salido de la embajada de Colombia precisamente con el objeto de liquidarlos, y su principal lugarteniente en el Perú, Ramiro Prialé, cumplió sus consignas contrarrevolucionarias frenando a toda la organización del Apra.
salimos del Apra porque su dirección abandonó los principios originarios y se entregó desvergonzadamente en brazos de la oligarquía feudal-burguesa y del imperialismo. La dirección aprista trató de liquidar nuestro movimiento, por medio de ofrecimientos, de prebendas, de amenazas, de agresiones físicas y hasta de tentativas de asesinato. En algunos casos aislados lograron su objetivo, pero el movimiento en su conjunto, siguió adelante presentando batalla en todos los terrenos (Caretas 1965a) .
Con propiedad, el intento de invasión de 1954 constituye el último capítulo de la historia insurreccional del Apra. En adelante, la vía revolucionaria armada quedaría definitivamente proscrita para los apristas, pero sería retomada por un sector de los disidentes, los apristas rebeldes.
28 Carnero Hoke sostiene que Manuel seoane participaba activamente en esta conjura porque estaba convencido de que con Haya no habría transformación posible: «Yo estaba siempre en contacto con el “cachorro”, pues aparte de ser ambos del Partido, éramos amigos entrañables. Con él siempre conspiramos contra Haya, porque para los dos, si bien Haya era el Jefe y el fundador del Apra, el primer enemigo era él mismo, así se lo decíamos a los más allegados» (Valcárcel 1981).