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El crecimiento exportador y la crisis del agro

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bibliografía

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2000: 282-283). La desnacionalización de los recursos naturales fue radical. Las inversiones directas norteamericanas en la minería peruana se incrementaron en 379% entre 1950-1965, contra un 45% en la minería chilena durante el mismo período. En los sectores no mineros la inversión norteamericana se expandió en un 180% frente al 111% en que creció en el resto de América Latina. En petróleo y hierro la participación extranjera en el Perú fue del 100%, en el cobre de 88%, en el zinc 67%, en el plomo y la plata 50%, en la pesca 30% y en el azúcar 23%. En 1968 la empresa Anderson Clayton controlaba el 83% de las exportaciones de algodón. Ese mismo año, las doce corporaciones norteamericanas más importantes producían o eran cruciales en la producción del 54% de las diez principales exportaciones peruanas. El 33% de la producción industrial era controlada por 41 empresas extranjeras. El control financiero del país se incrementaba de manera semejante (Cotler 1978: 274-280). La banca extranjera en buena medida se limitaba a movilizar el ahorro interno exportando sus utilidades al exterior sin inyectar capitales frescos. El imperialismo financiero no traía los capitales para impulsar el despegue capitalista del Perú, como lo esperaba Haya de la Torre, sino descapitalizaba al país.

El carácter colonial de la economía peruana era radical. La burguesía industrial peruana era apenas un satélite de la norteamericana, como lo explicaban los propios asesores del Ministerio de Guerra de EE.UU., diciendo que los empresarios peruanos aportaban apenas el valioso conocimiento que tenían del mercado y los contactos para tratar con el gobierno y los sindicatos (Cotler 1978).

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Desde una perspectiva militar, la creciente dependencia de la economía peruana con relación a la economía norteamericana comprometía la autonomía del país, poniendo en riesgo la seguridad nacional. La fuerza armada veía esta evolución con creciente preocupación. El profundo viraje ideológico que vivió a partir de la década del cincuenta, que culminaría en la revolución velasquista, tuvo una importante motivación en el cuestionamiento de este proceso desnacionalizador de los recursos nacionales y en la convicción de que quienes lo propiciaban no podían estar defendiendo los intereses de la nación.

el crecimiento exportador y la crisis del agro

El periodo estudiado estuvo marcado por la expansión económica, a pesar de algunas recesiones de corta duración. Los volúmenes exportados crecieron desde un 10% anual en la década de 1950 a un 21% entre 1959 y 1962 y después descendieron a 5% a mediados de la década de 1960. El incremento del PNB siguió la misma tendencia, como puede verse en el cuadro siguiente.

cuadro 1 Incremento anual del PNB real y del PNB per cápita, 1950-1968

Incremento del PNB real 1950 y 1959 1960-1962 1963-1968

4,7 % 8,8 % 3,9 %

Crecimiento per cápita del PNB 2,4 % 5,9 % 1,3 %

Klarén 2004: 375. La elaboración es mía.

El gobierno de Manuel Prado (1956-1962) tuvo que afrontar el impacto de una recesión mundial en 1957. Los Estados Unidos elevaron los aranceles de los productos minerales y comenzaron a deshacerse de su stock excedente de algodón en el mercado internacional. La balanza de pagos peruana se tornó cada vez más desfavorable, se incrementó la fuga de capitales y se produjo una fuerte crisis política que culminó con un voto de desconfianza del Congreso, que derribó al gabinete ministerial.

La recesión se superó dos años después y fue seguida por un crecimiento económico primario exportador que se mantuvo hasta el final del gobierno de Manuel Prado. Por sobre todo, Prado estaba interesado en mantener el statu quo del cual, como prominente miembro de la oligarquía, era uno de los beneficiarios. «Prado representaba un enfoque de “ningún cambio” ante los problemas que el país debía afrontar, incluso cuando se hacía cada vez más evidente que era necesario efectuar reformas fundamentales» (Klarén 2004: 375). No en vano se atribuye a Prado una célebre frase, que podría resumir la forma de ejercicio del poder del último representante directo de la oligarquía peruana: «El Perú tiene dos clases de problemas: los que no tienen solución, y los que se arreglan solos». Durante su segundo gobierno Prado dedicó mucho de su tiempo a viajes al extranjero, hasta el punto que se le conoció como «el presidente viajero», lo cual reforzó la imagen de que no estaba interesado en cambiar nada sustantivo.

A raíz de la crisis de 1957, Prado estaba bajo fuego cruzado, soportando las protestas populares y el ataque de los representantes del sector exportador, encabezados por Pedro Beltrán desde el diario La prensa. Prado realizó entonces una audaz maniobra política, invitando a Beltrán a asumir el cargo de Primer Ministro y ministro de Hacienda, para ejecutar las políticas económicas neoliberales que venía propugnando. Beltrán aceptó y aplicó un programa de estabilización monetarista que golpeó duramente la economía popular y desencadenó una oleada de huelgas de los trabajadores de los sectores minero, petrolero, de construcción, fabril y bancario. Pero el aparato sindical del Apra se encargó de mediatizar las protestas laborales.

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