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La quiebra de la fe partidaria
personal, así como también se hicieron entregas de dinero sin estar debidamente justificadas en forma de gratificaciones a altos funcionarios del banco o personas allegadas que nada tenían que hacer con la entidad, etc. (Portocarrero suárez 1997: 227-228).
La historia de la poderosa familia Prado, que Portocarrero suárez abre con la fuga de Mariano Ignacio Prado ochoa al extranjero en 1879, en medio de un gran escándalo nacional, se cierra un siglo después con la fuga de su nieto, Mariano Prado sosa, rodeado de otro gran escándalo ético y financiero.
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Volviendo a 1956, la elección de Manuel Prado como presidente de la República fortaleció definitivamente el poder de su familia. El imperio Prado se convirtió en el grupo económico más poderoso del país:
La relación especial entre el estado peruano y los Prado y sus empresas [...] continuó durante el gobierno de Manuel (Prado). “La Convivencia”, comentó uno de sus más firmes enemigos, “más que un pacto político, es una sociedad anónima” (Miró Quesada 1959: 217).
Los Prado y sus socios de negocios desempeñaron importantes cargos públicos. El primer y segundo vicepresidente de la República, Luis Gallo Porras y Carlos Moreyra y Paz soldán, eran ambos directores del Banco Popular; Manuel Cisneros sánchez, Primer Ministro y posteriormente Ministro de Hacienda en los gabinetes de la Convivencia, era hermano de otro de los integrantes del directorio. Juan Manuel Peña Prado, uno de los miembros claves de la familia, quien también formaba parte del directorio, era integrante del senado. Más de diez abogados y empleados de las empresas de los Prado se transformaron en senadores y diputados. Muchos otros parientes y socios de los Prado tenían puestos claves en las dependencias del gobierno (Gilbert 1982: 172-173).
la quiebra de la fe partidaria
No todos los líderes apristas aceptaron de buen grado la convivencia. Luis Felipe de las Casas fue uno de los más enérgicos opositores a esta y a los siguientes pactos que suscribió el partido aprista a partir de 1956. De las Casas, uno de los líderes que mayor ascendiente ejerció sobre la juventud aprista, compara al Apra con el «pueblo elegido» signado por un destino fatal: seguir a su Moisés sin poder llegar jamás a la Tierra Prometida (De las Casas 1981: 235). Él atribuye este sino desgraciado principalmente a la labor de una quinta columna de los enemigos infiltrados en el partido, que alimentaba las ambiciones por el «plato de lentejas» del poder, en oposición al quijotismo de los auténticos sectarios. otorga también gran importancia al deterioro provocado por el tiempo, que terminaba
minando «las esencias principistas», generando «una lógica decadencia o agónico cansancio, desde el liderazgo mayor hasta las últimas filas dirigentes» (De las Casas 1981: 239). según su visión, la cúpula fue invadida por cortesanos, «elegidos a dedo, sin tradición de lucha, militancia clandestina ni espíritu fraterno, “niñitos bien” a muchos de los cuales no les interesaban los principios ni menos la doctrina y la consecuencia revolucionaria, sino el éxito y el triunfalismo a cualquier precio» (De las Casas 1981: 239). Todo esto llevaba al Apra a apartarse de la «izquierda auténtica» hacia el «centro oportunista».
Este proceso se inició insensiblemente en 1945 cuando ingresamos en un primer plano al triunfar en las elecciones mediante el Frente Democrático Nacional. Como el cáncer, oculto en sus comienzos, estas desviaciones proliferaron por lo bajo, sin síntomas visibles que lo delataran, sin dolores, sin sentirlo, hasta hacerse finalmente presente en 1948. Cuando apareció era dificultoso evitar sus efectos. Frente a la promovida quiebra del régimen democrático, sólo cabía la decisión drástica: extirpar y podar a fondo. El oportunismo avanzó palpable en el segundo gobierno de don Manuel Prado, en 1956, al recuperar la legalidad y confundirse la convivencia democrática con la connivencia de una política criolla (De las Casas 1981: 239-240).
El juicio que Haya de la Torre hace de la experiencia del aprismo en el Frente Democrático de 1945-1948, en una carta enviada a Luis Alberto sánchez desde Bruselas el 27 de febrero de 1955, no difiere en gran cosa de lo que de las Casas sostiene: «en gran parte tuve que cargar con yerros y faltas de visibilidad de otros, o que cohonestar actitudes desaforadas y excesivamente ambiciosas que me era imposible controlar. Eso comenzó arriba y pasó abajo. Yo creí que con mi ejemplo de no aceptar ni una senaduría, ni un puesto municipal iba a edificar. Pero ¡lo que cada cual pretendía! [...] El 3 de octubre es el resultado de este reflujo de ambiciones, de esta hambre de aupamientos que corroyó todo hasta los de abajo. El Comunismo y Rabines (sic) que conocían la tela, corrieron con lo demás» (VRHT y LAs 1982: vol. 2, 215).
Esta evolución llevó al Apra a una crisis interna, esencialmente moral, que empujó a la decadencia al partido: «los enemigos de ayer se convirtieron, por la magia de la sensualidad del poder, en los nuevos “socios” y compañeros de ruta. El afán de un triunfalismo irrazonado, se llegó a alianzas inimaginables, insospechadas, e insostenibles» (De las Casas 1981: 240). Para de las Casas, era especialmente grave que en 1956 el Apra hubiera optado por Manuel Prado en lugar de apoyar a Fernando Belaunde, el joven amigo del partido durante el Frente Democrático:
Con este criterio reaccionario y el determinante apoyo del partido se favoreció el retorno al poder de un sector de la plutocracia financiera. se estimuló el oportunismo político de una clase media sin ideales, pero con un incontenible apetito de poder y enriquecimiento individual. Tales fueron los efectos del proceso que hasta se llegó al extremo de apoyar y llevar al gobierno, con el cargo de Premier y Ministro de Hacienda y Comercio al famoso “bellow” de la Escuela de Economía de Londres, don Pedro Beltrán, Director del Diario “La Prensa”. Para justificar este paso atrás y explicar el acuerdo, no faltaron quienes se valieron, entre otros argumentos, de la requerida y necesaria “convivencia democrática” confundiéndola con la sumisión a la más típica y criolla oligarquía—plutocrática civil (De las Casas 1981: 241).
De las Casas expresó su oposición a «estas desafortunadas desviaciones», llegando a plantear en el Plenario Nacional de 1959 que los apristas abandonaran los gobiernos municipales, «que se nos habían otorgado a dedo e indirectamente». Por supuesto, no fue escuchado. La opinión de orestes Romero, militante aprista exiliado en Buenos Aires, que retornó al Perú en 1956, al triunfar la convivencia, expresa la opinión de muchos apristas de base: «Los oportunistas y logreros, que nunca faltan, gozaron mucho de este régimen» (Romero Toledo 1994: 76).
De las Casas señala que uno de los focos más importantes del descontento partidario se había ido gestando en la Universidad Nacional de Trujillo, un bastión juvenil del aprismo, donde la mayoría de los estudiantes estaban descontentos con la colaboración con el gobierno de Prado. Los apristas del norte aprovecharon todos los eventos partidarios a los cuales se convocó para manifestar sus discrepancias: «De allí salieron, entre otros, Luis de la Puente Uceda, Gonzalo Fernández Gasco y muchos otros, proyectándose rápidamente la inquietud a Lima, donde algunos como Carlos Malpica silva santisteban y Javier Valle Riestra respaldaron abiertamente la rebeldía. Insistían, sobre todo, en el manifiesto alejamiento del Partido de la otrora actitud combativa» (De las Casas 1981: 242).
En las elecciones de 1962 Manuel seoane formó parte de la plancha aprista como candidato a la primera vicepresidencia del Apra. seguía teniendo una gran legitimidad dentro del partido. Ni Haya, ni Belaunde, ni odría alcanzaron el tercio electoral que la ley exigía para poder ser elegidos directamente. Lo especial es que Manuel seoane los superó a todos y alcanzó el tercio. según de las Casas, la Fuerza Armada y la Democracia Cristiana se mostraron dispuestas a respaldarlo para que asumiera la presidencia. Para concretar esta alternativa se habría requerido, sin embargo, que Haya declinara sus pretensiones, lo cual no era aceptable, pues conllevaría reconocer el «veto» militar contra su persona.
«Es posible que de haberse aceptado y negociado con éxito la gestión, seoane, hubiera sido el Presidente y se hubiera facilitado el cambio de gobierno con el triunfo del PAP e impedido un nuevo golpe castrense, que al poco tiempo tuvo como uno de los pretextos el impase (sic) del tercio electoral» (De las Casas 1981: 249). Un indicador de la predisposición de las bases apristas por la línea izquierdista es que sánchez no consiguió ni siquiera los votos suficientes para ser elegido senador por Lima 4 .
Ya hacia mediados del gobierno de la convivencia, el continuado viraje del Apra hacia posiciones crecientemente derechistas hacía evidente que la alianza con el pradismo —justificada en 1956 con el argumento de que ese era el precio que había pagado el partido para recuperar la legalidad— era expresión de afinidades ideológicas más profundas. En su libro Anatomía de los partidos políticos, publicado en 1959, Carlos Miró Quesada Laos predijo la alianza entre el Apra y la oligarquía para las próximas elecciones. Tuvo razón: el Apra se alió con el MDP en 1962 y llevó a sus líderes más importantes como integrantes de su lista de candidatos al Congreso. Miró Quesada fue más allá; predijo —y volvió a acertar— la incorporación de odría a la alianza apro-pradista. Esto se volvió realidad en 1962, cuando Haya decidió endosar su apoyo a odría en el Parlamento —este había ocupado el tercer lugar en la votación, después de Haya y Belaunde—, para que accediera a la presidencia. Volvió a aliarse con él otra vez en 1963, cuando incorporó a la Unión Nacional odriísta a su alianza —la «Coalición del Pueblo»—, para gobernar el país durante los seis años siguientes: «Quienes tuvieron el mando hasta hace pocos años y gobernaron durante largo tiempo, también querrán volver. Por eso puede haber un pacto tripartito, como lo hubo de hecho en 1956» (Miró Quesada Laos 1959: 267268). Miró Quesada predijo, finalmente, que Manuel Prado no volvería a ser candidato: «Ya nada puede atraerle para el gobierno, después de haberlo conseguido todo» (Miró Quesada Laos 1959: 268). Nuevamente volvió a acertar. Es especialmente importante que Miró Quesada escribió su texto antes de que el Apra diera su respaldo al premierato de Pedro Beltrán, el director de La prensa y representante de los agroexportadores, a quien Prado convocó al gobierno para que ejecutara su programa neoliberal para afrontar la crisis económica. Prado falleció en 1967 y, como sucede con los partidos organizados en torno a caudillos, su partido desapareció con él. Lo mismo sucedió con la Unión Nacional odriísta tras la muerte de odría en 1974.
4 sánchez narra una conversación que sostuvo con el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Bustamante y Corzo, en que este le explicó que si Haya ganase, pero sin el tercio, no podrían proclamar a sus vicepresidentes aunque ellos superaran el tercio electoral (LAs 1987: 134). sánchez omite mencionar que seoane superó el tercio requerido por ley.