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El Perú según la CIA, mayo de 1963

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alto nivel, lo que con toda probabilidad reforzaría «a los extremistas en la junta militar que han estado propugnando una línea dura y quitaría fuerza a nuestra ya limitada influencia». De otro lado, tenían que esperar la acción de su Congreso, ya que el programa para 1963 contenía «un componente de seguridad interno grande que puede ser repartido solamente después de esa acción». No era aconsejable tratar de negociar en este momento una enmienda de su acuerdo. Ball aprobó todas las recomendaciones (EE.UU., Departamento de Estado 1962ñ).

A pesar de todo, súbitamente se resolvió —debido a presiones derivadas de la Guerra Fría— modificar esa posición y se reanudó la ayuda militar total al Perú el 8 de octubre, según un mensaje de la secretaría de Defensa . En otro telegrama para Lima, enviado el 23 de octubre, se anotaba: «En vista de la necesidad de contar con la solidaridad [peruana] para enfrentar la amenaza cubano-soviética a la seguridad del hemisferio las restricciones que quedan sobre la ayuda militar para el Perú deben ser eliminadas de inmediato». El día anterior, en un mensaje televisivo de diecisiete minutos, el presidente Kennedy había informado al mundo de la existencia de proyectiles nucleares soviéticos instalados en Cuba que apuntaban hacia los Estados Unidos. La crisis de los misiles había comenzado y la puja de poder con los soviéticos, que pondría al mundo al borde del holocausto nuclear, había venido en auxilio de la junta militar peruana.

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el Perú según la cia, mayo de 1963

El 1 de mayo de 1963 se reunieron en Washington representantes de la CIA, del Departamento de Estado y las organizaciones de inteligencia del Ejército, Marina, la Fuerza Aérea y el Estado Mayor Conjunto, para evaluar qué posibilidades existían en el Perú para el establecimiento de un gobierno civil electo y los problemas básicos que debería enfrentar dicho gobierno. se abstuvieron de asistir a la reunión los representantes del Consejo de Energía Atómica (AEC) y el FBI, argumentado que el tema estaba fuera de su jurisdicción. Los participantes discutieron en base a un documento preparado por la CIA, presentado por su director (CIA 1963a: las referencias que siguen provienen de esta fuente). Este documento presentaba un diagnóstico de la situación del Perú que es muy interesante para conocer la visión que tenían de nuestros problemas, cuál era la información que manejaban, su visión de la política peruana, así como su evaluación sobre el curso probable de los acontecimientos.

El documento muestra un buen conocimiento de la situación peruana y abordaba algunos de los problemas críticos del país. Partía de la constatación de que en el Perú no existía una efectiva unidad nacional, «entendida como un

lenguaje y una cultura común». Los indígenas que habitaban la sierra constituían la mitad de la población y vivían al margen de la vida nacional, en condiciones muy precarias. El poder político era monopolizado por una pequeña oligarquía compuesta por intereses agrarios, comerciales, mineros e industriales, en alianza con los militares y la jerarquía eclesiástica. «En la lucha faccional por el poder al interior de la oligarquía el factor decisivo han sido siempre los militares, que son los árbitros finales de la política peruana».

La presencia de la cordillera de los Andes hacía muy difícil el transporte y las comunicaciones. El sector moderno de la economía estaba confinado a la estrecha franja litoral, donde se concentraba alrededor del 30% de la población, la agricultura comercial, la producción petrolera, manufacturera y el comercio, que constituían más de la mitad del Producto Bruto Interno (PBI). La sierra representaba el 27% del total del territorio y albergaba al 55% de la población nacional. Proveía de minerales y algunos productos agrícolas, pero más de cinco millones de habitantes vivían en condiciones primitivas, al margen de la economía monetaria. La selva estaba completamente aislada del resto del país.

La economía peruana tenía la ventaja de ser más diversificada que la de otros países latinoamericanos. En los últimos años habían caído los precios de los minerales en el mercado internacional, pero esto había sido compensado por el incremento de las ganancias por la exportación de plata, algodón, azúcar, así como por el desarrollo de otros productos de exportación, como la harina de pescado, un producto especialmente importante. se estimaba que la tasa de crecimiento del 4 o 5% anual de las dos décadas anteriores se incrementaría a 5,5% en 1962. El progreso económico, sin embargo, no parecía que iría a ser compartido. Al contrario, el ingreso real de muchos probablemente disminuiría. El ingreso per cápita en la sierra era semejante al de la estancada Bolivia y la pobreza en la selva podría compararse con la de Haití. En la costa, el ingreso era semejante al promedio de América Latina, pero había grandes disparidades de riqueza y bienestar. «En Lima y otras ciudades el consumo ostentoso coexiste con la pobreza más abyecta». Este diagnóstico fácilmente podría haber sido suscrito por cualquier político radical.

Es especialmente interesante el balance que la CIA hacía de los partidos políticos peruanos. Empezando por una presentación histórica de los orígenes del Apra, brindaba un sugerente balance de su evolución y su situación al comenzar la década del sesenta:

Este partido respondió a su ilegalización con la violencia revolucionaria en 1931, pero antes de 1956 llegó a la conclusión de que sus objetivos solamente podían ser conseguidos a través de medidas políticas evolutivas.

su actitud original contra los EE.UU. ha sido revertida y ahora está en pleno acuerdo con la Alianza para el Progreso, aunque probablemente todavía trataría de ejercer un cierto control nacionalista y socialista sobre las operaciones de las empresas privadas de los EE.UU., que son muy importantes en el Perú. Desde 1945 el APRA ha sido enérgicamente anticomunista. Excepto cuando tuvo que actuar en la clandestinidad, ha demostrado ser el único competidor eficaz del Partido Comunista para ejercer el liderazgo sobre las organizaciones laborales y estudiantiles peruanas.

La actitud moderada del envejecido liderazgo aprista, particularmente la “conveniente” decisión de colaborar con Prado en 1956, y odría en 1962, le ha ganado el repudio de los militantes de los nuevos partidos. El APRA Rebelde, compuesto por admiradores de Fidel Castro, se desprendió del APRA en 1959. La persistente frustración política podría causarle una erosión adicional de tales elementos, a menos que el partido mismo volviera a la acción política revolucionaria otra vez. En tal caso, probablemente perdería a sus elementos más moderados (CIA 1963a: 12-13).

Acción Popular, según la CIA, incluía a miembros de la oligarquía, intelectuales, apristas descontentos y ultraizquierdistas, incluyendo a comunistas que lo veían como un medio para derrotar al Apra y ganar el poder ellos mismos. su programa era nacionalista e izquierdista. Buscando ganar las masas apristas, Belaunde levantaba un programa nacionalista, hablaba de reforma agraria y acción comunal, así como de un vasto programa de construcción de caminos para abrir la ruta a la selva y quebrar el regionalismo. Buscando ganar el apoyo de los conservadores y de los grupos financieros, promovía una política económica moderada. Belaunde era amigo de los Estados Unidos, donde había trabajado y estudiado, y buscaría el apoyo técnico y financiero norteamericano. «Mientras que Belaunde y Acción Popular han rehusado cualquier toma de posición que les aliene el apoyo de los comunistas, su alianza electoral con el pequeño pero fuertemente anticomunista partido Demócrata Cristiano impedirá la infiltración de los comunistas en las listas al congreso».

En cuanto a la Democracia Cristiana, la CIA consideraba que este partido, fundado en 1956, no seguía el tradicional patrón latinoamericano de un liderazgo personalista. su programa estaba basado en las encíclicas papales. Era un partido pequeño, que mostraba fuertes prejuicios contra la inversión privada norteamericana y en sus pronunciamientos sobre cuestiones internacionales tendía a condenar tanto a los Estados Unidos como a la Unión soviética.

La Unión Nacional odriísta (UNo) era una organización puramente personalista. su apoyo provenía de diversos sectores de la sociedad peruana y dependía fuertemente de la relativa prosperidad y orden logrado bajo el gobierno

de odría, entre 1948 y 1956. Las clases bajas, particularmente de las áreas urbanas, fueron beneficiadas por el programa de obras públicas realizado por odría y las clases altas confiaban en su habilidad para controlar a los sindicatos y a los comunistas. El programa de la UNo planteaba reformas similares a las propuestas por el Apra y Acción Popular, poniendo un gran énfasis en las obras públicas y la industrialización. su lema de campaña era «Hechos, no palabras» (CIA 1963a: 13).

Finalmente, la Unión del Pueblo Peruano (UPP) había sido fundada a fines de 1962 por un grupo de jóvenes profesionales izquierdistas. Convocaba a los grupos insatisfechos con los programas y los candidatos de los otros partidos peruanos, particularmente a los ex belaundistas. seguía la línea oportunista de Acción Popular, de prometer todo a todo el mundo. sus expectativas se basaban en su candidato, Mario samamé Boggio, rector de la Universidad Nacional de Ingeniería. El Apra promovía a la UPP y su candidato, con el evidente objetivo de quitarle adherentes a Belaunde (CIA 1963a: 13-14).

Con relación a los «grupos extremistas», el documento de la CIA prestaba especial atención al Partido Comunista Peruano (PCP). señalaba que estaba alineado con la línea de Moscú y que desde la deserción de Eudocio Ravines, en los años cuarenta, había estado plagado de personalismo. Consideraba que Genaro Carnero Checa, autor de numerosas publicaciones procomunistas y antinorteamericanas, podía tener una importante influencia en el PC, por encima de la de sus líderes nominales, a pesar de haber sido expulsado del partido a mediados de la década del treinta.

Los demás grupos extremistas eran considerablemente más pequeños que el PC. Mencionaba al Partido obrero Revolucionario (PoR) y al Partido obrero Revolucionario Trotskista (PoR-T), y les atribuía un estimado de mil militantes. Eran fuertes en el sur del Perú y en el departamento de Lima; en 1962 uno de sus miembros «el muy publicitado líder guerrillero Hugo Blanco», había incitado las invasiones campesinas en La Convención, en el departamento del Cusco.

El Partido Comunista Peruano Leninista (PCP L), una escisión del Partido Comunista, tenía alrededor de quinientos miembros, sobre todo en la región central. El Movimiento Comunal Peruano era un pequeño grupo primariamente activo entre los indios de los Andes centrales.

El Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el antiguo Apra Rebelde, era una escisión radical del Apra. su apoyo estaba limitado a Trujillo, la tradicional plaza aprista, en el norte del Perú, y tenía algunos adherentes en el Cusco.

El Frente de Liberación Nacional (FLN), establecido uniendo a algunos elementos comunistas fragmentados para las elecciones de 1962, obtuvo apenas alrededor de 35 mil votos para su candidato, el general César Pando.

Finalmente, los dos frentes paramilitares comunistas, el Frente Nacional Revolucionario y el trotskista Frente Izquierdista Revolucionario, constituidos a inicios de 1961 y 1962, respectivamente, no habían tenido mayor éxito coordinando las actividades subversivas de varios grupos.

Llama la atención que el documento no dedicara ni una línea a la gran redada que la junta militar ejecutó el 4 de enero de 1963 contra los dirigentes y militantes de la izquierda, así como contra los principales líderes de los gremios de los trabajadores a nivel nacional, con el pretexto de que estaba en marcha un «complot comunista». Alrededor de dos mil dirigentes fueron puestos en prisión, varios cientos fueron enviados a la selvática Colonia Penal del sepa y otros más a la tenebrosa isla penal de El Frontón (Ledesma 1964). De esa manera, se dejó fuera del juego a las organizaciones izquierdistas que habían competido en las elecciones del año anterior. solo una lista, encabezada por el rector de la Universidad Nacional de Ingeniería, Hernán Boggio, pudo participar en 1963, con resultados muy modestos.

Para los asistentes a la reunión convocada por la CIA, el Perú era un notable ejemplo de un país latinoamericano que se había ido dirigiendo lentamente hacia la revolución social. La pregunta central era si los reformistas moderados tendrían la capacidad —y la oportunidad— de realizar los cambios que eran necesarios para prevenir un movimiento revolucionario violento sin, al mismo tiempo, provocar un golpe militar atizado por la elite conservadora. Las elecciones nacionales del 10 de junio permitirían determinar si los reformistas moderados tendrían una oportunidad para probar sus propuestas durante los seis años siguientes.

Más allá de esas consideraciones coyunturales, los representantes de las agencias de inteligencia eran concientes de que había problemas de fondo en las elecciones que deberían realizarse próximamente en el país. según el protocolo de la reunión, el Perú estaba dirigido por una oligarquía, principalmente blanca, que habitaba en Lima y el área costera, y que ejercía el poder respaldada por las Fuerzas Armadas y por la Iglesia. Las ciudades intermedias estaban creciendo, pero aún no eran un elemento muy importante. Más de la mitad de los once millones de habitantes del país eran indios analfabetos, pauperizados, que hablaban sus propias lenguas y vivían en una economía de subsistencia bajo un sistema de dominio semifeudal, apartados de la sociedad moderna. La mayoría de los mestizos, que constituían aproximadamente la tercera parte de

la población, no vivían mucho mejor que los indios, aunque formaban parte de la gran fuerza de trabajo urbana.

A partir de la evaluación brindada por la CIA, los asistentes a la reunión de las agencias de inteligencia norteamericana arribaron a algunas importantes conclusiones.

La primera era que los problemas políticos que el Perú afrontaba eran el resultado de presiones por cambios políticos y sociales generados en una sociedad que había permanecido estática durante un largo tiempo, que pasaba por un proceso acelerado de industrialización y urbanización. Estas presiones habían ido aumentando a lo largo de una generación y la solución de las tensiones políticas que habían provocado solo podría lograrse a lo largo de un tiempo prolongado.

En segundo lugar, los esfuerzos de la junta militar por construir una coalición política que asegurara la derrota del Apra en las próximas elecciones habían fracasado. La elección bien podría dar resultados tan estrechos e inconclusos como los de 196217 .

En tercer lugar, los militares estaban en condiciones de controlar el resultado de la elección. si, en contra de lo esperable, Haya lograra una victoria innegable, podrían todavía intervenir para impedir la toma de posesión del poder e instalar un gobierno militar que gobernaría por un tiempo indefinido. No había duda de que los militares estaban en capacidad de hacerlo, y que bien podrían ejercerla.

En cuarto lugar, los comunistas peruanos y los grupos castristas tenían poca posibilidad de conseguir el poder en un futuro inmediato. Las Fuerzas Armadas peruanas y los servicios de seguridad podían controlar las escasas actividades subversivas de un bien organizado movimiento guerrillero o un alzamiento revolucionario de escala nacional.

El Apra enfrentaba la amenaza de una intervención militar para prevenir la elección o la toma de poder de Haya de la Torre. Los oficiales superiores de las Fuerzas Armadas reaccionaban contra el Apra condicionados por el recuerdo de su pasado radicalismo y violencia; ellos lo habían combatido y perseguido y no podían esperar una actitud favorable hacia los militares de un gobierno aprista. Estaban en capacidad de utilizar su función de supervisar la elección para falsear los resultados.

17 Una nota de pie de página del documento original ofrece un interesante apunte sobre cómo veía la CIA al Apra: «Un partido izquierdista, radical pero anticomunista, fundado en 1924. En su época más temprana, el APRA fue violentamente revolucionario y fue repetidamente reprimido por los militares conservadores. sin embargo, en las épocas más recientes su programa ha sido moderado considerablemente y está tratando de conseguir el poder a través de la acción política».

En el pasado, los gobiernos peruanos no habían estados dispuestos a hacer los sacrificios necesarios o a afrontar los riesgos que suponía realizar los programas que podrían producir los profundos cambios sociales y económicos que requería el país. sin embargo, ahora la estabilidad política del Perú dependería decisivamente de la habilidad y la decisión del gobierno para responder a las demandas populares de bienestar económico y seguridad. «Esta situación [concluía el cónclave de las agencias de la inteligencia norteamericana] augura una desintegración de la estructura social y económica peruana; a menos que las fuerzas moderadas logren realizar un cambio ordenado probablemente los liderazgos radicales conseguirán la oportunidad para ensayar sus métodos».

El 10 de mayo de 1963, faltando un mes para las elecciones, se reunieron en Washington el secretario Richard A. Poole, el oficial a cargo de los asuntos peruanos y el embajador del Perú en Estados Unidos, Fernando Berckemeyer —quien estaba por viajar a Lima— (CIA1963c). La conversación ratifica la persistente preocupación de los norteamericanos sobre la evolución de los acontecimientos en el Perú. Berckemeyer, respondiendo a una preocupación del diplomático norteamericano, le aseguró que la junta militar estaba decidida a realizar elecciones libres manteniendo la fecha acordada del 9 de junio y a respetar los resultados. Buscó tranquilizarlo asegurándole que los electores peruanos eran moderados: el año anterior habían dividido sus votos entre los tres candidatos principales, ninguno de los cuales tenía algo de extremista; los tres pequeños partidos de extrema izquierda habían mostrado muy poca fuerza; y este año participaban los mismos tres candidatos principales a la presidencia y solamente un pequeño partido radical.

A su retorno del Perú, el embajador Berckemeyer volvió a conversar con el secretario Richard A. Poole, para compartir con él las observaciones que había hecho durante las dos semanas que había estado en el Perú18. Berckemeyer veía al general odría como el probable triunfador en las elecciones. El Apra era un partido fuerte y con organizaciones sindicales importantes, pero las discordias entre sus líderes le habían quitado fuerza. Belaunde se estaba quedando atrás; no era procomunista, aunque no rechazaba el apoyo de los comunistas. Aparentemente el análisis político no era el fuerte del embajador Berckemeyer, pues los resultados fueron exactamente los contrarios.

El secretario Poole quería saber acerca de la influencia de Fidel Castro y los comunistas en el Perú y Berckemeyer le contó que un grupo de jóvenes peruanos, principalmente estudiantes universitarios, había sido sorprendido tratando

18 Evidentemente Berckemeyer se mostraba muy asequible para los funcionarios de la diplomacia norteamericana.

de entrar al Perú desde Bolivia, armado y con planes subversivos. El grupo había llegado desde Cuba, donde habían recibido entrenamiento guerrillero. Es evidente que Berckemeyer se refería a la columna del ELN, interceptada en Puerto Maldonado. Poole le dijo que el Departamento de Estado estaba muy interesado «en este claro caso de entrenamiento, infiltración y subversión comunista promovido por Castro y había pedido a nuestra embajada que le consultara al gobierno peruano sobre la posibilidad de hacer un gran uso público de este incidente, quizás a través del Comité de Lavalle19, o con la cooperación del Comité Consultivo Especial de seguridad de la oEA (sCCs), del cual era miembro el general peruano Doig» (CIA 1963d).

Las elecciones se realizaron con toda normalidad el 10 de junio de 1963. Haya obtuvo 640 mil votos; Belaunde 720 mil; odría 500 mil. Las listas parlamentarias del Apra superaron los 700 mil votos y las de Acción Popular no llegaron a 600 mil. El Apra ganó 17 curules en el senado, 15 Acción Popular, 5 la Democracia Cristiana, 7 la Unión Nacional odriísta y un independiente.

Al día siguiente de las elecciones sánchez visitó a Haya. Este le dijo que aunque él había perdido habían ganado la mayoría del Congreso: «ahora podremos controlar al Ejecutivo y co-gobernar. Yo he perdido; el partido no». sabía que probablemente se le había escapado definitivamente la posibilidad de llegar al poder. «“Tal vez haya sido mi última oportunidad”, me expresó sonriendo con leve tristeza. “Ahora son ustedes, en el Parlamento, los que tienen a cargo la gran tarea; a eso nos aplicaremos todos. se ha cometido un nuevo fraude, lo sé, pero no cabe protestar. Acatemos y trabajemos”» (LAs 1987: vol. 4, 150).

19 Juan Bautista de Lavalle era el embajador peruano ante la oEA y presidió la denominada «Comisión Lavalle», que entregó a los Estados Unidos el virtual control de los aparatos policiales de los países del continente, de tal manera que pudiera ponerlos al servicio de sus objetivos estratégicos en la lucha contra el «comunismo internacional» (Malpica 1984: 74-79).

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