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Maria Inés Valdivia Acuña
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gentino y la CAPES brasilera, han hecho bastante por las humanidades y las ciencias sociales en ambos países. Los historiadores peruanos no tenemos un equivalente semejante en el CONCYTEC, solo por brindar un ejemplo. En el Perú se investiga, pero se puede hacer muchísimo más. Respecto a la labor del historiador, debería ir en consonancia con la política cultural, educativa y científica, pero no ocurre así. Es necesario reconocer algo: la Historia le importa muy poco a la clase política; al poder que dirime la política cultural. Basta observar el abandono de importantes repositorios documentales, el Archivo General de la Nación es un mendigo, sus fondos, los salarios tan exiguos de sus trabajadores, ni qué decir de los archivos regionales, las casonas virreinales o republicanas se caen a pedazos, incendios o inundaciones, no pocas veces promovidas por sus dueños, las evidencias prehispánicas invadidas, los documentos coloniales traficados y la práctica de un mal entendido turismo cultural, nada es reciente. El problema es que no se detiene. Hay aciertos, pero obedecen más a iniciativas privadas o concertadas con agencias de cooperación internacional, especialmente en el ámbito de la Arqueología. En cada uno de los problemas que señalo, los historiadores pueden brindar un buen aporte para su solución. La defensa de los recursos para la investigación y la transmisión de la Historia como una disciplina que nos integra y hace pensar, debe ser tajante y esto es un asunto de política científica, cultural y educativa, esto conlleva la ampliación de los recursos presupuestales, no lo justo, lo que corresponde a un país donde la cultura tiene tamañas dimensiones e implicancias como en nuestro caso, ese dinero debe provenir del Estado. Lo privado no es malo, pero es más un asunto de contingencia, complementa y tiene que estar subordinado a los intereses públicos.
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¿Cómo fue su formación como estudiante de historia en la Universidad Nacional Federico Villarreal?
En general fue muy precaria y adoleció de todos los problemas que enfrentaba la educación pública de aquella época. La Universidad Nacional Federico Villarreal tuvo un buen momento durante sus años de fundación, pero los años 80 y 90 expresaron las consecuencias de un modelo educativo que colapsaba. Dos turnos de 40 estudiantes cada uno, donde el 80% pensaba en trasladarse a Medicina, Derecho o Administración, resultaba una situación terrible. La crisis era de todo el sistema educativo. En ese periodo se entendió la universidad como un espacio de disputa ideológica sin profundidad, se dejaron de lado los
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aspectos formativos y la investigación. En el año 1992 ingresaron los tanques, estuve ahí. Las cosas mejoraron en apariencia, pero tenías el Sistema de Inteligencia metido en el aula y por ahí un docente que provenía del ambiente militar. Pescaron algunos alumnos senderistas, conocí a dos. Recuerdo una marcha de protesta por el carnet universitario, las cámaras del canal 4 nos filmaban desde los balcones universitarios. Diré en favor del Fujimorismo que, en desmedro de los derechos de la comunidad universitaria, se contrataron algunos muy buenos profesores, como Fernando Silva Santisteban, Luis Miguel Glave, Marina Zuloaga o Jesús Cosamalón, no los pude disfrutar porque había egresado, tampoco hice como la mayoría de mis compañeros, convalidar y trasladarme a las carreras de Arqueología o Antropología. En suma, tener una existencia precaria, estudiar Historia y carecer de un norte seguro, me confrontó con la idea de seguir o apartarme de la profesión. En aquella época como ahora, acudíamos por iniciativa propia a la Universidad Católica para escuchar conferencias o seminarios de acceso libre. El Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú era un buen refugio para estudiar, al igual que la Biblioteca de la Municipalidad de Lima y la Nacional; verdaderos remansos de paz en medio de una ciudad tan desintegrada y agresiva. Mi encuentro con la Historia se inició a partir del tercer año de vida universitaria. Se requería de modelos exitosos en el ámbito de la investigación que además contaran con reconocimiento. Algunos publicaban, pero la cantidad no es sinónimo de calidad profesional, esto debe ir acompañado de la crítica realizada por tus pares en el ámbito de la comunidad académica, mejor si es externa. Desde mi perspectiva, Germán Peralta, Sócrates del Villar, Cristóbal Campana, Hugo Ludeña y Humberto Rodríguez Pastor, constituyeron algunos buenos modelos de investigador, al menos son los que mejor recuerdo. Del historiador Peralta aprendí muchísimo, no sólo Historia, porque realizó una crítica abierta y valiente al régimen fujimorista cuando la universidad fue intervenida e impuso a Santiago Agurto Calvo como presidente de la Comisión Interventora. Raras veces se conjuga tanto en una sola persona. Cristóbal Campana era simpatiquísimo, nos transmitió filigrana pura en torno al mundo prehispánico, su especialidad era la cultura Moche. La sencillez de estos profesores junto a su coherencia intelectual y política, revirtieron mis sentimientos hacia la Villarreal, pues le tenía cierta aversión a mi universidad porque todo era tan precario y deslucido, desde las bibliotecas hasta las aulas. Las bibliotecas de Sociales y Humanidades mejoraron bastante, la primera tenía un altillo simpático donde se podía leer y hasta dormir. Recuerdo que tres
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jóvenes historiadores como Augusto Ruiz, Carlos Flores y Nicolás Díaz, hicieron las aulas más comprensivas, patios y pasillos eran un lugar habitual donde podías conversar con ellos. Presumo que comprendían las dificultades por las que pasábamos como estudiantes, también eran egresados de la Villarreal. Con todo lo dicho, fue con el profesor Peralta que comencé a tener inquietudes hacia la investigación.
¿Cuáles eran las corrientes historiográficas y ejes temáticos que formaban parte del debate académico en la Villarreal?
Digamos que lo que más se leyó por esos años fue la historiografía francesa, los libros de Bloch, Febvre, Duby y Le Goff. Más al filo Vilar (que varios califican como ajeno o en la periferia de la tradición de Annales) y algo de las ciencias políticas expresado en la corriente italiana, no propiamente histórica, como en el caso de Norberto Bobbio. También se leía a Michels, Maurice Duverger, sobre los Partidos Políticos. Augusto Ruiz nos brindó lecturas sobre Foucault, Touraine y Theda Skocpol. También hubo autores como Adam Schaff y Luckacs que requerían un gran esfuerzo de concentración. Se leyó bastante a Fontana y Hobsbawm. Sobre la historiografía francesa, el historiador Germán Peralta era el que mejor la conocía y leía, nos trajo novedades e inquietudes, era retador pretender sostener un diálogo con él, te sentías muy ignorante por no dominar nada, lo único que te quedaba era leer y leer para balbucear algo y no sentir vergüenza ajena. En torno a los autores nacionales, Alberto Flores Galindo, por supuesto, Bonilla, Spalding, O’Phelan, Burga y Quiroz, son los autores que más recuerdo. La famosa Casa Sur editaba muy buenas cosas, las revistas Allpanchis y Socialismo y Participación, también los trabajos de Rodrigo Montoya y Tom Zuidema. Se leía a Maria Rostworowski (pero para criticarla injustamente), Waldemar Espinoza y Emilio Choy. Es fácil percibir que las lecturas eran variadas. Siguiendo las inclinaciones y gustos de los docentes. Casi en el último año el profesor Peralta organizó un taller muy simpático y distendido. La verdad es que siento que aprendí más en ese lugar que durante todos mis años en la universidad. En este espacio se aplicaba el método socrático; nos reuníamos cada domingo, alumnos y ex alumnos, para discutir un libro o dialogar con algún historiador o profesional afín. Escuchamos a Heraclio Bonilla, Luis Miguel Glave, Manuel Burga, Bernard Lavallé, Fernando Rosas, Luis Tejada y otros que venían del extranjero, invitados por el IFEA o la PUCP, pero por su amistad con él se daban una vuelta por nuestro
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pequeño taller. La pregunta ritual que nos hacían era: ¿sobre qué estás investigando?
Su tesis de licenciatura en historia fue sobre la masonería y su relación con la conformación de un liberalismo social en el Perú del siglo XIX. ¿Qué la llevó a investigar ese tema? ¿Cuáles fueron los aspectos más relevantes?
Buscaba hacer algo original. Recibí la orientación del historiador Germán Peralta quien estaba interesado en una publicación de los librepensadores. Yo deseaba investigar sobre González Prada, pero gran parte estaba dicho. En torno a los librepensadores y masones, había poco. Era un tema muy demandante y tuve que revisar bastantes fuentes sobre los liberales. Como en toda investigación inicial, quedaron varias cosas en el tintero, la continué y mejoré después de graduarme para luego terminar convertida en libro. Aún es un tema al que se le tienen deudas, requiere más estudios. Los masones conformaron una organización muy dinámica en el siglo XIX y parte del XX, ellos lo saben y por eso han organizado sus archivos. Los problemas que observé tenían relación con la ausencia de un trabajo que estudiase las redes de sociabilidad liberal e incluso algunos elementos del socialismo utópico. La masonería ha sido gravitante, no sólo en el Perú: todo el siglo XIX está impregnado de ella pues sirvió como un espacio de ascensión y fraternidad entre los profesionales y los grupos de poder económico o político, pero su función no terminó allí, en momentos de crisis fue necesario buscar espacios de diálogo. La logia cumplió ese rol y garantizó ciertos márgenes de confianza entre sus miembros.
Gran parte del republicanismo se articuló por su intermedio. En el caso de los librepensadores, mi trabajo quiso exponer la historia de un fracaso; un grupo pequeño que se lanzó de manera muy crítica contra el poder sin subvertirlo. Varios de ellos terminaron formando parte de otros grupos, más articulados en términos locales. Las redes de librepensadores fueron muy efectivas internacionalmente y expusieron un momento de tránsito hacia ideologías más radicales y organizadas, como el anarquismo o los partidos políticos modernos.
Hace un año obtuvo el grado de Magíster en Historia con la Excelencia Académica en la Universidad Federale de Rio Grande do Sul en Brasil ¿En qué se basó su tesis de Maestría?
El tema lo venía mascullando antes de venir a Brasil. La cuestión de las mujeres había sido tratada por diversas autoras de muy buena forma. Sin embargo,
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Zoila Aurora Cáceres no aparecía con frecuencia, sino como una nota, algún párrafo o más vinculada a su trayectoria como mecenas o crítica artística. En realidad, Aurora Cáceres no fue un sujeto coherente, más bien, era burguesa rica, conservadora, a veces progresista, otras, reaccionaria. Tengo la impresión que los historiadores siempre queremos hallar sujetos o movimientos que de cierta manera nos proyecten a nosotros mismos como seres nobles, este es en general un acto inconsciente. Las personas corren el riesgo de ser identificadas con sus sujetos de estudio. Una biografía de Hitler puede situar a un investigador como sospechoso de nazi, es más factible explicar la Shoah que la colaboración de algunos judíos con el nazismo. Puede constituir un acto justo el deseo de reivindicar algo o alguien e inferir que esto derivará en una causa de nuestra simpatía, pero se corre el riesgo de la idealización del personaje o los procesos en que interviene. Hay varios tonos grises en la Historia. En el caso de la Historia de las Mujeres, el mujerismo es un peligro historiográfico. Es necesario evitar los anacronismos. Estudiar las luchas, está bien, pero creo que es más productivo entender cómo la ausencia o presencia de las mujeres sirvió para que una sociedad funcione de este y no de otro modo. Los Educio Rabines de la historia están esperando su investigador. Lo cierto es que Aurora Cáceres se reveló como una mujer política, que buscó el poder para encauzar su proyecto sobre el sufragio y la propuesta feminista desde una perspectiva conservadora y vanguardista al mismo tiempo. Es pragmática, más que doctrinaria. Expresa muy bien el significado de la acción política, el interés y la necesidad de tejer redes de simpatizantes, bases, articular con afines y opositores y utilizar el capital político heredado del padre y la madre. Finalmente, su propuesta no “prendió”, pero fue expresada años más tarde por las mujeres de clase media que formaron parte de la primera generación de parlamentarias. Me quedó muy claro que en el pasado existieron diversos tipos de feminismos, que no se apartaban, sino que dialogaban entre sí, algo difícil hoy en día. El feminismo ha sido entendido como un discurso exclusivo de la izquierda y ciertos sectores rechazan tratar varios tópicos de la agenda feminista porque lo asumen como partidario. En cierta forma es cierto, pero el asunto del feminismo es más plural y complejo. La teoría y práctica feminista nunca provino de un solo lado político, se produce en un contexto de crítica, pero cualquier gobierno progresista, no necesariamente de izquierda, puede asimilar sus propuestas o parte de ellas. El enfoque de Género es útil para comprender mejor su historia, hasta la Teología discute sobre género, como nos lo demuestra la catalana Teresa de Forcades.
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En conclusión, el feminismo es y ha sido diverso, es importante asegurar que se entienda así, debe admitirse plural con algunos puntos de agenda común. Es una lucha por la ciudadanía y el reconocimiento de la diversidad y el Género invita a la reflexión sobre cómo los diversos roles que construye y asigna una sociedad permiten la exclusión o inclusión que a la larga sustenta una estructura de poder o la reproducción del patriarcado.
¿Qué corrientes historiográficas se están desarrollando en Brasil? ¿Cuáles son las que considera que serían útiles para la historiografía peruana?
Es un tema amplísimo, no me alcanzará el pequeño espacio que me brindan para explicar esto, amerita por lo menos un ensayo. En primer lugar, Brasil es un país federal, su sistema político permite que las universidades tengan bastante autonomía respecto al desarrollo historiográfico (al menos hasta hoy). Este está muy marcado por las experiencias históricas de cada región, que además por su extensión y dinámica, son como pequeños países. Brasil tiene 208, 5 millones de personas. Mi experiencia se remite más al sur del Brasil, una zona marcada por la presencia de los inmigrantes alemanes e italianos y el silencio velado sobre los quilombos negros y la presencia indígena, rescatada de forma reciente. Rio Grande do Sul tuvo una fracasada historia de separatismo durante la república, y es por esa razón que en los Sebos (lugares de venta de libros antiguos y usados) y librerías de la región, encontrarás incontables publicaciones sobre su historia. Entenderás también que las regiones fronterizas dinamizan la labor historiográfica en función a su situación geopolítica. Brasil es un país donde se siente todo tipo de influencia historiográfica, tendríamos que separarla por generaciones. Los que pasan los 50, sienten un mayor impacto de la historiografía francesa y el marxismo, no olvides que Braudel dictó un tiempo en este país (1935-1937) y luego dictó en la Universidad de Sao Paulo (1947). Foucault, Bourdieu, Levi y Ginzburg, son utilizados con frecuencia en las tesis de doctorado. Además, al igual que en el resto del Cono Sur, un buen contingente de historiadores fue a estudiar o hizo una pos graduación en L’Ecole des Hautes Edutes en Sciences Sociales, en Francia. Dos experiencias históricas dinamizan las influencias, de un lado están los vínculos con Portugal, que actúa en el mismo sentido que la influencia hispanista que vivieron México y Perú, sólo que aquí se investiga también sobre el período imperial del Brasil. De otro, está la dinámica del exilio, causado por la dictadura militar desde 1964. Gran parte de los exiliados fueron militantes o perseguidos políticos comunistas, una izquierda muy variada, que buscaron la
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manera de obtener formación en países como Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania. La dictadura fue terrible, pero tuvo como paradoja que la clase intelectual brasilera bebió de diversas vertientes historiográficas, eso le dio mayor riqueza al debate, cuando pudo retornar, como en el caso argentino, chileno o español. Los exilios fueron experiencias dramáticas y crueles, pero a la vez enriquecedoras en términos políticos y culturales. Thompson, Hobsbawm, Butler, Laclau (argentino, radicado en Inglaterra, murió hace poco), Mouffé y Bourdieu, siempre son los utilizados para tesis de historia, al igual que Zizek, Todorov, Pollak y Ricoeur. La intelectualidad brasilera mira hacia el Cono Sur y el Atlántico, casi nada hacia el área andina. Se conoce sobre Aníbal Quijano y algo de José Carlos Mariátegui, me sorprendí al encontrar la biografía de Haya de la Torre, elaborada por Luis Alberto Sánchez. La historiografía brasilera es muy diversa, bien hecha, con esfuerzos en torno a Historia de la Salud, de manera estupenda, especialmente la Casa de Oswaldo Cruz —un centro de investigación de primera—, e Historia del deporte (varias tesis doctorales de buena factura en ese sentido y no siempre sobre fútbol). Sin duda los estudios sobre la esclavitud albergan la historiografía más extensa y presentan un notable avance respecto al resto del continente. No hay que olvidar que la abolición fue en 1888, a esto se añade el serio interés que tomaron los gobiernos de Lula y Rousseff mediante la política de Acciones Afirmativas, que consideró la necesidad de aproximarse a la historia Sur-Sur, con una relectura de la esclavitud y la diáspora negra, especialmente de las ex colonias portuguesas en África, con la que hoy en día existe un exitoso dialogo interdisciplinar, como en el caso de Angola y Mozambique. Se lleva Historia de África como parte de los cursos obligatorios de Historia y el intercambio de experiencias es muy fluido, además, hay que entender que lo africano es denso, complejo y diverso. Estos temas no pertenecen solo a la historia colonial o imperial, un error en el que incurrimos de manera frecuente. De otro lado, las organizaciones de lucha por los derechos de los afro-descendientes son más dinámicas y han logrado articularse mejor con el campo histórico-profesional. Lo africano no es sólo lo esclavo. Se pueden revisar trabajos que corresponden a la post abolición, como las Memorias de Cautiverio de Hebe Matos y Ríos, referido a la última generación de esclavos. Hay también una muy buena guía bibliográfica elaborada por la historiadora Regina Xavier de la UFRGS, sobre la historia de la esclavitud, la iconografía en regiones donde parecía que no había esclavos o sus descendientes, como en el caso de Rio Grande do Sul. Sandra Graham es muy admirada, pues trabaja
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sobre esclavas en Río de Janeiro, especialmente la voz de las mujeres. Hace muy poco salió el libro de Lilia Moritz sobre Lima Barreto, el escritor afrodescendiente, hijo de una liberta. Él rompió con varias ideas que teníamos sobre estos temas, oscilante, se apropió de la escritura y reinventó para mantener vigencia en medio de una demanda de circulación de ideas, cada vez más amplia.
Por mi interés en el siglo XX, he leído más sobre este período. En esta región los trabajos sobre memoria, dictadura y una visión bastante interesante en torno al género biográfico, destacan ante mis ojos. No voy a detallar uno por uno, me gustó el trabajo de Bisso Smicht sobre la “Biografía” del militante comunista y homosexual Flávio Kouzii, o las investigaciones de Carla Rodeghero, referentes a la memoria sobre la dictadura, la Guerra Fría percibida desde la óptica del ala conservadora (desde los que difundían el miedo al comunismo). Sin duda, una de las cuestiones que más me ha marcado es el desarrollo del movimiento LGBTI y el feminismo, que también se articula con las investigaciones historiográficas. Libros hermosos, como, por ejemplo, Couro Imperial de Anne Mcclintock, son bastante utilizados porque te permiten utilizar diversas fuentes para un mismo fin, rescatar la voz de los sin voz. Existen investigaciones sobre la “Mujer Monumento” como en el caso de la vida de la anciana y dulcera de Goiás, Cora Coralina o Leila Diniz. Todo es muy sugerente, prevalece la Historia Cultural o en todo caso el postestructuralismo.
Analizando el proceso histórico del feminismo en el siglo XX y el actual, ¿cómo describiría su inserción en la sociedad peruana?
Su inserción como discurso histórico es muy lento, muy situado en el siglo XIX y parte del treinta, se desconoce bastante sobre lo que ocurrió hasta la década del 60, cuando emergen las primeras dirigentes de organizaciones sociales o incluso comunales. El tono del feminismo es aún muy reivindicativo, esto es necesario, pero al igual que lo ocurrido con su símil, el movimiento de los afro descendientes, historizar las experiencias no siempre implica hallar coherencias. Tenemos que hacer Historia, no hagiografía. Para eso es necesario reeditar algunas obras importantes de mujeres o fuentes en donde ellas aparezcan y nos ofrezcan indicios sobre su presencia, explicándonos las razones de la ausencia más allá de la denuncia. Aún estamos a tiempo de hacer historia oral sobre el pasado migrante y el trabajo infantil que fue por miles, militantes partidarias, sindicales o campesinas, por ejemplo, desde la experiencia de las muje-
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res, las mismas feministas de mayor edad, todavía no se asumen como fuente y se carece de sus testimonios en torno a épocas complicadas. En general, hay que entender algo, el feminismo es activismo, la Historia de las Mujeres es la realización de investigaciones sobre este tema y el enfoque de género es la construcción de un cuerpo teórico que viene de diversas corrientes epistemológicas, no investiga sólo a la mujer. Desde mi punto de vista, sin teoría que oriente nuestras preguntas de investigación, esta puede quedar un tanto a la deriva en el rescate sin posibilidades de una legibilidad más consistente con otros elementos como clase o raza. Nuestro “activismo” es más metódico en sus indagaciones, y por eso muy útil. No debemos permitir que nuestros resultados queden señalados como algo que hace fulana y fulano, casi como en un gueto historiográfico, en ese sentido Joan Scott tiene toda la razón, cuando reclama la integración de nuestros trabajos a la Historia total, ocurre algo similar con los estudios sobre etnicidad.
¿Cómo define usted la investigación histórica con teoría de Género?
Género es un enfoque, su desarrollo es interdisciplinar con avances dispares, esencialmente desde la filosofía política y la antropología. Considero que en el Perú existe más Historia de las Mujeres que Historia con enfoque de Género. Es beneficioso que se recupere la voz de las mujeres, pero las teorías relacionadas con el género te permiten un análisis más estructural. Es interesante conocer a las mujeres, darles rostro, pero es mejor saber cómo su exclusión o participación permite el funcionamiento y la mutación de estructuras excluyentes en una sociedad. Especialmente el control de la reproducción femenina, la normalización del comportamiento, la construcción de la sexualidad, la exclusión de sexualidades subversivas como el lesbianismo, bisexualidad u homosexualidad y, especialmente, qué rol jugó el trabajo femenino en el sistema productivo. Necesitamos entender las acciones recurrentes como el abandono de los hijos, infanticidio, el aborto o el suicidio, que pueden constituir formas de inconformidad y resistencias a la idea de destino femenino. Es necesario entender que la mujer siempre trabaja, formal e informalmente, de día o de noche, es un objeto en movimiento, señalo objeto porque es el otro quien la construye, su cuerpo siempre está (in)disponible para los hombres (el padre, el esposo, los hijos), hinchada y desfigurada por las experiencias del parto en el caso de las multíparas, al menos hasta la aparición de la píldora anticoncepcional, la crianza exitosa o de pérdidas y muerte infantil, su sentido de sí en tanto madre o no
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madre. La maternidad derogada, hacia las esclavas o migrantes libertas y andinas, donde la explotación se estructura de forma perversa con el racismo y las diferencias de clase se proyectan en el hogar, la fábrica y la innumerable cantidad de redes simbólicas de padrinazgo. El encerramiento femenino e incluso su salida al espacio público en el marco de una cultura del control sobre el cuerpo y la mirada normativa. Nos resulta necesario estudiar la violencia simbólica hacia y entre las mujeres. En general, hay fuentes, pero se requiere armar o interpretar estadísticas en torno a las problemáticas que nos pueden revelar nuestra presencia, no es fácil. Quizá se explique todo mejor conforme avanzamos en los siglos XIX y XX, pero hoy en día hasta la arqueología debe ser decodificada, en otros términos. Es necesario recuperar la cultura material de las mujeres, sus redes de socialización e itinerarios. La construcción de la masculinidad, también es importante. El psicoanálisis puede aportar ideas relevantes sobre las nociones de trauma, ausencia, vacío u otredad, nos puede ayudar a comprender el impacto de períodos de cambio o conflicto intenso, como las épocas de guerra o boom económico, donde violación, prostitución y enfermedad, las afectaron más a ellas.
En esta coyuntura de acciones violentas contra las poblaciones vulnerables en nuestro país, tales como los actos de feminicidios y la ausencia de políticas públicas con enfoque de Género que promuevan una sociedad más equitativa, ¿cuál es la proyección social del trabajo de los historiadores en este asunto crítico?
Puede ser de dos maneras. Hacer lo que sabemos, investigar, recuperar fuentes, interpretarlas con nuevas preguntas, cuando esto es posible. Realizar estudios sobre la memoria. Te has dado cuenta que la monumentalidad de la ciudad es cada vez más masculina y machista, pocos parques, demasiados espacios para el fútbol y pocos monumentos para mujeres. Alguien ilústreme sobre museos en que nos expliquen nuestro pasado, aún son muy pocos, sobre nuestros incontables aportes a la cultura material, la historia del trabajo, la historia económica y social. Explicar qué nos pasó, cómo y las implicancias, puede ayudarnos a entender, en especial a las mismas mujeres, nuestro pasado, nuestro valor e integrar nuestros aportes a la Historia de modo tal, que nos veamos reflejadas en ella, porque la verdad es que estuvimos siempre ahí. Todo lo que te indiqué en la pregunta seis contribuye. La Historia de las Mujeres, el Feminismo y las teorías sobre Género, contribuyen a comprender mejor las dimensiones de esos problemas, es importante socializar bien los resultados de
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las investigaciones que no sólo queden entre los entendidos. Un país que comprende bien su historia y la asimila como un valor constitutivo de su identidad, es un país más democrático porque puede resistir mejor los discursos fáciles del chauvinismo, lógicas de poder excluyentes o la alienación que nos hace mirar con desprecio nuestra cultura. De otro lado, considero que un avance importante sería que la asignatura Historia y Género fuese obligatoria, al menos en las Facultades de Ciencias Sociales o Humanidades, hacerla electiva no ayuda. Sin duda, hay que impulsar más investigaciones sobre el asunto. Creo que conformar una asociación de historiadores e historiadoras que estudien estos temas sería favorable para el impulso de la investigación, al margen de nuestras convicciones partidarias o simpatías. Lo que observo es que trabajamos, pero muy dispersas. Eso nos permitiría articular con otros espacios donde los asuntos de Género tienen mayor presencia, incluso Chile y Ecuador nos llevan cierta ventaja. Las personas hablan sobre Género, lo critican, pero no siempre saben qué es y todas las propuestas y discusiones que existen en su interior.
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Esta revista se terminó de imprimir en diciembre de 2018 en EmyRey BUSINESS & SERVICES Jr. Azángaro 1057 Int. 5 – Lima