Yuyarccuni Año II N° 2
Maria Valdivia
gentino y la CAPES brasilera, han hecho bastante por las humanidades y las ciencias sociales en ambos países. Los historiadores peruanos no tenemos un equivalente semejante en el CONCYTEC, solo por brindar un ejemplo. En el Perú se investiga, pero se puede hacer muchísimo más. Respecto a la labor del historiador, debería ir en consonancia con la política cultural, educativa y científica, pero no ocurre así. Es necesario reconocer algo: la Historia le importa muy poco a la clase política; al poder que dirime la política cultural. Basta observar el abandono de importantes repositorios documentales, el Archivo General de la Nación es un mendigo, sus fondos, los salarios tan exiguos de sus trabajadores, ni qué decir de los archivos regionales, las casonas virreinales o republicanas se caen a pedazos, incendios o inundaciones, no pocas veces promovidas por sus dueños, las evidencias prehispánicas invadidas, los documentos coloniales traficados y la práctica de un mal entendido turismo cultural, nada es reciente. El problema es que no se detiene. Hay aciertos, pero obedecen más a iniciativas privadas o concertadas con agencias de cooperación internacional, especialmente en el ámbito de la Arqueología. En cada uno de los problemas que señalo, los historiadores pueden brindar un buen aporte para su solución. La defensa de los recursos para la investigación y la transmisión de la Historia como una disciplina que nos integra y hace pensar, debe ser tajante y esto es un asunto de política científica, cultural y educativa, esto conlleva la ampliación de los recursos presupuestales, no lo justo, lo que corresponde a un país donde la cultura tiene tamañas dimensiones e implicancias como en nuestro caso, ese dinero debe provenir del Estado. Lo privado no es malo, pero es más un asunto de contingencia, complementa y tiene que estar subordinado a los intereses públicos. ¿Cómo fue su formación como estudiante de historia en la Universidad Nacional Federico Villarreal? En general fue muy precaria y adoleció de todos los problemas que enfrentaba la educación pública de aquella época. La Universidad Nacional Federico Villarreal tuvo un buen momento durante sus años de fundación, pero los años 80 y 90 expresaron las consecuencias de un modelo educativo que colapsaba. Dos turnos de 40 estudiantes cada uno, donde el 80% pensaba en trasladarse a Medicina, Derecho o Administración, resultaba una situación terrible. La crisis era de todo el sistema educativo. En ese periodo se entendió la universidad como un espacio de disputa ideológica sin profundidad, se dejaron de lado los 336