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El sentido del golpe de Estado del 4 de julio de 1919
devuelto con la advertencia de que no era necesario. Hubo falta de cohesión, desconcierto, desconfianza. El jefe del Gobierno, afirma Martínez, previno el mismo día de la revolución por medio de una tarjeta única y aisladamente al comandante de la artillería del Callao,»el cual (agrega) desligado del conjunto, no pudo impedir que sus tropas se sublevaran, lo que tal vez no habría ocurrido si las acciones hubieran estado contrapesadas con las medidas adoptadas por todas y cada una de las unidades de la guarnición”.
Posesionado del cuartel de Santa Catalina en la madrugada del 4 de julio, resolvió Martínez atacar Palacio y Santa Ana; pero la tropa ya formada comenzó a dar vivas a Leguía y mueras al Gobierno. Pretendió luego reconcentrar en aquel cuartel otros cuerpos de ejército; pero ninguno acudió. Como último recurso intentó la formación de un régimen transaccional que ofreciera garantías a todos los sectores y rechazó tres comisiones que hasta él llegaron, presididas respectivamente por Juan de Dios Salazar y Oyarzábal, el general César Canevaro y Miguel Grau. Por fin optó por dirigirse a Palacio a hablar con Leguía para pedirle que se garantizara la vida del presidente Pardo.
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En el Callao estalló el movimiento revolucionario poco antes que en Lima y su éxito decidió la actitud de los gendarmes en Palacio. Actuaron como directores el capitán de navío Juan Manuel Ontaneda, el diputado Alberto Secada, el coronel Moisés Cornejo y otras personas más. En los cuarteles la tropa se pronunció contra la voluntad de sus jefes. La marina hizo igual cosa y el jefe del Estado Mayor de marina, comandante José M. Olivera fue apresado. Se hizo cargo del mando militar el coronel Cornejo y asumió Secada, interinamente, la Prefectura. El sargento mayor Armando Patiño Zamudio -que estaba preso en las casamatas del Callao- y se evadió y colaboró en la toma del cuartel de policía y gendarmería y pasó a ocupar la Intendencia de aquella provincia constitucional. En el crucero Lima, que había zarpado en la noche del 3 para conducir tropas a Lurín, se produjo un levantamiento del personal subalterno integrado por los oficiales de mar. En el Callao una actitud aislada fue la del comandante Antonio Beingolea al procurar por unos momentos resistir al movimiento subversivo con una pequeña fracción de su batallón en la boca del río.
EL SENTIDO DEL GOLPE DEL ESTADO DEL 4 DE JULIO DE 1919.- Leguía publicó el 4 de
julio el siguiente manifiesto: “La consideración de que es un deber ineludible obtener que no se frustre el voto popular emitido ya, me obliga a asumir la Jefatura Suprema de la República como presidente provisional.
“Llamado al Perú por una poderosa corriente de opinión, símbolo de las aspiraciones más nobles y patrióticas, elegido después presidente constitucional por notoria voluntad de los pueblos, no podía permitir que el país continuase marchando por la senda del error al abismo de un desastre irremediable.
“Una conspiración encabezada por el Gobierno pretendía conseguir que el Congreso desconociera la elección presidencial que se había hecho y apoyara una candidatura burocrática resuelta a imponerse ante el país desde las antesalas de Palacio”.
“En su afán de preocuparse casi exclusivamente de la política en relación con dicha sucesión no atendió debidamente a las consecuencias económicas del conflicto mundial con gran perjuicio de las clases necesitadas.
“Y llevado en los últimos días por el propósito ciego de despejar toda resistencia a los planes, suprimió la prensa de oposición.
“Como era inevitable, la violencia despótica que anulaba la libertad de pensamiento y el control democrático de la opinión tuvo la condenación inmediata de los tribunales que mandaron devolver una propiedad secuestrada. El Gobierno se rebeló en hecho y en doctrina contra la autoridad de los jueces, lo que no hicieron jamás las dictaduras más desenfrenadas. El Gobierno PEDRO PABLO MARTÍNEZ (1875-1971)
Este jaujino estudió en la Escuela Militar bajo la misión francesa y fue nombrado jefe del Estado Mayor tras el golpe de julio de 1919. Luego, Augusto B. Leguía lo nombró director general de la Policía en Lima, y más adelante fue ascendido al rango de general. En 1935, Martínez publicó un libro de corte histórico, titulado Haciendo historia.
rebelándose contra un Poder Público quedó fuera de la Constitución y sin título alguno para reclamar la obediencia o el respeto a los gobernados.
“Estas manifestaciones no eran sino el anuncio de otras más graves que se preparaban y que era preciso evitar a todo trance y que se han evitado mediante la reacción nacional que acaba de efectuarse.
“Esta reacción en que se han unido en un solo espíritu el pueblo y el ejército sería defraudado en sus finalidades si nos limitásemos a un vulgar cambio de personas y de nombres.
“El país quiere reformas constitucionales que destierren para siempre la vergüenza intolerable de los gobiernos burocráticos y personales condenados a la pasión y al error.
“La función del poder no puede estar reducida a preparar sucesiones presidenciales, a ubicar representantes amigos y a repartir las prebendas del Presupuesto entre favoritos y cortesanos.
“Ningún país puede subsistir con el antagonismo permanente entre los gobiernos y la nación.
“Las reformas de la Constitución que son indispensables y que tengo prometidas a la nación las hará el pueblo mismo, presentándoles su sanción directa.
“El período de transición será muy breve y antes de dos meses tendrá el país organizados sus poderes en forma definitiva.
“Confío en que la voz de la patria, a la cual, a pesar de mi modestia, yo represento en este momento histórico, hará que todo el país complete la obra que ha comenzado prestándole su concurso.
“Soy el jefe de la nación y no considero a ningún peruano adversario del régimen de honradez y progreso que voy a fundar con el concurso de todos.
“Nada habrá que detenga al Perú en la marcha hacia sus dos grandes Ideales: la reforma en la organización interna y la santa reivindicación de sus derechos, ante los cuales desaparecen toda consideración personal y todo Interés político, y por los cuales todo sacrificio es Insignificante”.
“Conciudadanos:
“Tenemos la obligación de crear la democracia efectiva y de hacer la felicidad de nuestra querida patria”.
Es evidente que el triunfo electoral correspondió a Leguía. Como se acaba de ver, para justificar el golpe de Estado adujo el argumento de que el gobierno de Pardo auspiciaba, de acuerdo con los diputados y senadores pertenecientes a los dos tercios parlamentarios en ejercicios, alteraciones en los cómputos para no transmitirle legalmente el poder. La sublevación del 4 de julio de 1919, no exenta de características bochornosas, se presentó con aparente similitud en cuanto a los hechos mismos, con la del 4 de febrero de 1914. Las diferencias entre ambas son, sin embargo, notorias. El ejército actuó en 1919 como elemento coadyuvante o cómplice, aunque hallábase hondamente infiltrado por las simpatías al candidato de oposición que surgió en las elecciones de ese año, no tanto en los jefes que tenían mando, como en la tropa y en la oficialidad; en 1914, en cambio, desempeñó un papel principal en los acontecimientos como consta inclusive en el propio texto de la dimisión de Billinghurst. Pero la nota resaltante en 1919 estuvo en que la finalidad de aquel movimiento fue eliminar no solo al presidente de la República sino también al Congreso que el ejército defendiera en 1914.
No llegó nunca a ser exhibida prueba alguna de que el presidente Pardo (que permitió regresar al país a Leguía, no impidió las manifestaciones en su favor y lo dejó triunfar en las asambleas de mayores contribuyentes en las que obtuvo mayoría y en las elecciones que le favorecieron) iba a escamotearle en el último momento sus credenciales. Es insuficiente a este respecto el argumento de que Pardo se preocupaba con tenacidad de que fueran elegidos presidentes de las Cámaras que debían haber reunido el 28 de julio, personas de conocida filiación civilista. En el manifiesto que publicó en Nueva York en 1919 Pardo expresó: “Yo, por mi parte, puedo decir con la firmeza de una conciencia estrictamente sometida a la verdad, con toda la autoridad que tiene quien jamás ha engañado a su país, que no ha existido ni por un instante semejante plan