devuelto con la advertencia de que no era necesario. Hubo falta de cohesión, desconcierto, desconfianza. El jefe del Gobierno, afirma Martínez, previno el mismo día de la revolución por medio de una tarjeta única y aisladamente al comandante de la artillería del Callao,»el cual (agrega) desligado del conjunto, no pudo impedir que sus tropas se sublevaran, lo que tal vez no habría ocurrido si las acciones hubieran estado contrapesadas con las medidas adoptadas por todas y cada una de las unidades de la guarnición”. Posesionado del cuartel de Santa Catalina en la madrugada del 4 de julio, resolvió Martínez atacar Palacio y Santa Ana; pero la tropa ya formada comenzó a dar vivas a Leguía y mueras al Gobierno. Pretendió luego reconcentrar en aquel cuartel otros cuerpos de ejército; pero ninguno acudió. Como último recurso intentó la formación de un régimen transaccional que ofreciera garantías a todos los sectores y rechazó tres comisiones que hasta él llegaron, presididas respectivamente por Juan de Dios Salazar y Oyarzábal, el general César Canevaro y Miguel Grau. Por fin optó por dirigirse a Palacio a hablar con Leguía para pedirle que se garantizara la vida del presidente Pardo. En el Callao estalló el movimiento revolucionario poco antes que en Lima y su éxito decidió la actitud de los gendarmes en Palacio. Actuaron como directores el capitán de navío Juan Manuel Ontaneda, el diputado Alberto Secada, el coronel Moisés Cornejo y otras personas más. En los cuarteles la tropa se pronunció contra la voluntad de sus jefes. La marina hizo igual cosa y el jefe del Estado Mayor de marina, comandante José M. Olivera fue apresado. Se hizo cargo del mando militar el coronel Cornejo y asumió Secada, interinamente, la Prefectura. El sargento mayor Armando Patiño Zamudio -que estaba preso en las casamatas del Callao- y se evadió y colaboró en la toma del cuartel de policía y gendarmería y pasó a ocupar la Intendencia de aquella provincia constitucional. En el crucero Lima, que había zarpado en la noche del 3 para conducir tropas a Lurín, se produjo un levantamiento del personal subalterno integrado por los oficiales de mar. En el Callao una actitud aislada fue la del comandante Antonio Beingolea al procurar por unos momentos resistir al movimiento subversivo con una pequeña fracción de su batallón en la boca del río.
EL SENTIDO DEL GOLPE DEL ESTADO DEL 4 DE JULIO DE 1919.- Leguía publicó el 4 de julio el siguiente manifiesto: “La consideración de que es un deber ineludible obtener que no se frustre el voto popular emitido ya, me obliga a asumir la Jefatura Suprema de la República como presidente provisional. “Llamado al Perú por una poderosa corriente de opinión, símbolo de las aspiraciones más nobles y patrióticas, elegido después presidente constitucional por notoria voluntad de los pueblos, no podía permitir que el país continuase marchando por la senda del error al abismo de un desastre irremediable. “Una conspiración encabezada por el Gobierno pretendía conseguir que el Congreso desconociera la elección presidencial que se había hecho y apoyara una candidatura burocrática resuelta a imponerse ante el país desde las antesalas de Palacio”. “En su afán de preocuparse casi exclusivamente de la política en relación con dicha sucesión no atendió debidamente a las consecuencias económicas del conflicto mundial con gran perjuicio de las clases necesitadas. “Y llevado en los últimos días por el propósito ciego de despejar toda resistencia a los planes, suprimió la prensa de oposición. “Como era inevitable, la violencia despótica que anulaba la libertad de pensamiento y el control democrático de la opinión tuvo la condenación inmediata de los tribunales que mandaron devolver una propiedad secuestrada. El Gobierno se rebeló en hecho y en doctrina contra la autoridad de los jueces, lo que no hicieron jamás las dictaduras más desenfrenadas. El Gobierno
PEDRO PABLO MARTÍNEZ (1875-1971)
Este jaujino estudió en la Escuela Militar bajo la misión francesa y fue nombrado jefe del Estado Mayor tras el golpe de julio de 1919. Luego, Augusto B. Leguía lo nombró director general de la Policía en Lima, y más adelante fue ascendido al rango de general. En 1935, Martínez publicó un libro de corte histórico, titulado Haciendo historia.
[ CAPÍTULO 1 ] PERÍODO 7
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