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ESTOY PROFUNDA

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REGRESAR A LO

REGRESAR A LO

Estoy profundamente enamorada de la mEdIoCrIdAd

Jamás imaginé decir esto, menos escribirlo y exponerme de manera tan abierta con esta frase. Es todo lo que una persona “exitosa” no debe ser: mediocre.

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Como muchos, crecí acompañada de ideas muy claras y arquetipos que compré sobre lo que estaba bien y mal hacer; y por ende, ser. Solía definir quién era por lo que hacía, no por mi esencia. Decidí, a los tres años - el día de mi primera competencia de natación - ser la mejor. Y fue un propósito claro que guió mis decisiones por varias décadas.

El día que sacrifiqué el tiempo para pensar y sentir qué vivía y qué me decían mis espasmos, el colon irritable y el cansancio permanente, todo cambió. Mi propósito de "ser la mejor" me condujo al burnout y cuestionarme realmente cómo quería vivir mi vida y ser recordada.

Entendí que mi meta tenía otro nombre: perfeccionismo. Viví para ser la mejor todo: estudiante, profesional mentora, hija, hermana, novia, amiga. La lista era interminable. Ante cada nuevo rol que asumía, añadía una categoría.

Mi brújula para tomar decisiones era “¿qué me permitirá ser la mejor?”. Muchas veces esta brújula apuntaba de manera clara e inequívoca a caminos que disfrutaba y otras a caminos tortuosos que seguía para serme fiel y serle fiel a esa meta. Me había acompañado 26 años de vida.

Junto a las trasnochadas -muchas llenas de risa y lindas memorias- estudiando o trabajando para recibir el reconocimiento y aprobación que validaran la perfección en lo que hacía, veía los resultados y eso compensaba la falta de energía por dormir entre 2 y 4 horas diarias.

Lo estaba logrando. Si no lo hacía, interpretaba no ser la mejor como el fracaso. Una sensación que activaba un espiral interminable de pensamientos obsesivos, auto-juicios a mis decisiones y comportamiento, o necesidad de hacer ejercicio o más trabajo hasta que físicamente mi cuerpo no pudiera más. Genuinamente, pensaba que no existía otra opción.

Los años, acompañados de herramientas catalizadoras de autoconocimiento, aceptación y amor por mi esencia, me permitieron entender que esto era ansiedad. Me acostumbré tanto a ella que el agotamiento y el trabajo desenfrenado eran la norma.

En el proceso de reconocerlo, elegí conscientemente vivir a un ritmo en el que el gozo, disfrute y paz fueran lo normal. Me di permiso de recalibrar mi brújula en sintonía con un propósito realmente mío y coherente con mi esencia, dones, estilo de vida que quiero vivir y huella que busco dejar en el mundo.

En palabras de Carlos Vives, “con tu amor volví a nacer”: el amor que me permití darme y tomar.

Elegí darme el espacio que el perfeccionismo ocupaba en mi vida y ser la protagonista de mi historia. Al hacerlo, empezó el abandono del perfeccionismo y esto implicó abrazar lo que antes llamé mediocridad.

Al comienzo fue absolutamente incómodo vivir debates en mi mente entre lo que era familiar y cómodo (así fuera agotador) y el nuevo propósito que conscientemente elegí seguir. Fue el inicio. Seguía, y sigo teniendo, ataques y picos de ansiedad en los que mi mente parece aliarse con Steven Spielberg y Quentin Tarantino para crear escenarios dignos de un Oscar.

Empecé a hablarlo con amigos, algo que antes jamás me permití hacer, y descubrí que no era la única que seguía un patrón de perfeccionismo y consecuente ansiedad, en algunos casos increíblemente profunda.

Descubrí que soltar el perfeccionismo que compré y fui alimentando con los años, implicaba ser fiel a mi misma. Entendí que “mediocridad” es dejar de perseguir un ideal externo y más bien seguir el patrón que yo elijo porque me trae paz.

Así me enamoré de ella. Sin darme cuenta, fue la clave para enamorarme profundamente de mi misma, de mi esencia, mi intuición y mi visión del mundo. Me di permiso de ser Nadia y de vivir como Nadia. Me enamoré de la paz que trae una vida con menos ataques de ansiedad.

Todavía hay días en los que mi mente parece sentirse más cómoda con la brújula que persigue el perfeccionismo. Me doy permiso de ello, sin juzgarme, y lo acepto como parte del proceso. Es de los mayores actos de amor que puedo regalarme. Enamorarme de mi paz y de mi esencia me llevaron a enamorarme de la mediocridad.

Me ayudo con mi caja de herramientas para abrazar la mediocridad, mi toolkit. Quiero compartirlo contigo y así los que hemos vivido la ansiedad que causa vivir desde el perfeccionismo y nos hemos enamorado de la mediocridad como un acto de amor propio, tendremos herramientas para que los días que recaemos en la búsqueda del perfeccionismo se hagan cada vez más amorosos.

GUÍA PARA CREAR TU TOOLKIT

Comparto tres estrategias para abrazar la mediocridad, o cualquier patrón nuevo que te traiga paz y sea incómodo o poco familiar para ti:

1. Encuentra tu definición de éxito. No hay respuesta correcta o equivocada. Te invito a darte de permiso de re-definir el éxito y buscar la definición que sea coherente contigo y la vida que quieres vivir.

2. Acepta, sin juzgarte, que el proceso no es lineal. Esto te ayudará a abrazar la incertidumbre e incomodidad de sentirte perdido/a. Para volver a tu centro, los sonidos te ayudan a conectar. Puede ser cualquier canción o sonido que te de paz.

Escúchalos (idealmente con los ojos cerrados en un lugar en el que te sientas cómodo/a) e identifica cuál te hace sentir mejor. Si me buscas en Spotify como Nadia Stand encontrarás playlists especiales que he creado con este propósito: Tambores chamánicos: nos reconectan con nuestro corazón.

Sonidos de los elementales: tierra, agua, fuego y tierra.

3. Recuerda y siente afirmaciones que te reconecten con tu elección de paz y no con el perfeccionismo. Puedes empezar repitiendo la afirmación como un mantra en meditación o escribiéndola muchas veces (como planas de colegio).

Luego, poco a poco te sentirás cómodo de atreverte a seguir lo que dice el mantra. Te comparto tres que me ayudaron a terminar mi tesis de maestría y hoy me recuerdan que estar en paz es el resultado de amarme y aceptarme:

“Suelto y confío” “Mejor hecho que perfecto” “Mi paz es el resultado de serme fiel”

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