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por Enzia Verduchi
from Revista Ulrika 66
su mejor definición y mayor madurez. Vaya pues este homenaje, en el marco del xxviii Festival Internacional de Poesía de Bogotá, para celebrar a una de las más altas voces de la poesía colombiana.
Ciudad de México, mayo de 2020.
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Luz Mary Giraldo
Notas con motivo de su homenaje
LA POESÍA DE LUZ MARY GIRALDO
POR MANÉ ZALDÍVAR
Desde su primer poemario, en 1974, Luz Mary Giraldo ha ido construyendo su obra poética como esa «sombra sigilosa» que ingresa a perderse en el laberinto, consciente de la dificultad de estampar sobre la página el cuerpo de la palabra. Esa palabra suya, montada en «El tren de la memoria» se hace presente, tanto en su consistente materialidad canalizada a través de los ojos, el oído, las manos, la boca y la nariz, cual «tierra caliente y sus olores», como también a través de una tela inasible que se dibuja en el aire como esa brizna de luz casi imperceptible que dejan aquellas velas que «aman la fuerza del viento».
En la totalidad de su obra, de página en página y de libro en libro a lo largo de los años, la levedad de una imagen que se percibe etérea como un suspiro y la intensidad de vívidas y tangibles imágenes irán armoniosamente entrelazadas, como la de ese ruiseñor que le «canta al eco enredado en una sombra / bañada de cerezos».
Es por ello que esta vez solo apunto a un aspecto de la poesía de la autora. Lo hago porque me parece que constituye el eje central que articula toda su obra; esto es, que el arte de su escritura asume con éxito el desafío de presentar y moverse permanentemente en un baile entre opuestos, en un vaivén que, paradojalmente, se convierte en la columna vertebral de esta danza entre luz y sombra; aire y tierra; sonido y silencio; sueño y vigilia; noche y día; densidad y levedad; claro y oscuro; concreto y abstracto; cuerpo y sentimiento; tristeza y melancolía, como en esa «Calle de París» desde donde nos “Llega una imagen imprecisa en la noche”, mientras percibimos que
«la música se eleva», al tiempo que «La memoria sonríe ante un gato arrebujado» y «Alguien duerme en la acera / respira / se acurruca» y se duerme hambriento al son de una música que «resuena con fatiga». Y es por ello que, aunque lo que se oiga en el silencio de la noche parisina sea a Miller en un magistral solo de jazz, lo que se escucha y escuchamos realmente serán «los guijarros de la soledad» sobre los que yace el vagabundo.
La poesía de Luz Mary Giraldo nos llega a través de la voz de una hablante que nos entrega una tela que, como «aire cortado por un vuelo», puede parecer leve e inasible pero que, al mismo tiempo, se «teje y desteje» con oficio y energía hasta conformar una voz ineludible, una colorida «colcha de voces» protectora que acompaña y abriga a través del tiempo, y que se ha constituido, además, en un ejercicio irrenunciable para la autora ya que, quiéralo o no, «nace el poema con la vida y la muerte/ atormentando la punta de la lengua».
La Laguna de Zapallar, Valparaíso, febrero, 2020.
RETRATO DE UNA AMIGA POETA
POR GIOVANNA BENEDETTI
Conocer a Luz Mary Giraldo es aprender a volar con ella. Es dejar que te atrape en el viento –y te muestre su afecto de amiga– con esa misma cercanía con la que te invita a leer sus versos.
Elegante y llena de motivos, su voz poética es ante todo un camino de ida y vuelta. Viene del silencio y busca el grito; se expande buscando caminos… y al cabo vuelve por sus pasos cruzada de laberintos: Ariadna, los jardines ocultos, la luz más allá de su nombre, la música, la armonía, el recuerdo contra el olvido, gatos de todo pelaje y esos pájaros universales que aletean sin rumbo fijo.
Con su mirada cultísima (y la sensibilidad que obliga al verbo) la poeta amarra con arte todos los cabos sueltos. De artes y oficios, se titula adecuadamente uno de sus poemarios, en el que va estableciendo, verso a verso, el tránsito de los afectos en su desolada fragmentariedad.
Artífice de una búsqueda que incita a lo trascendente, cada uno de sus poemarios parece funcionar como un camino de ascesis. En Sonidos en la luz (2009), por ejemplo, la oscuridad primigenia abriga sus transformaciones, en tanto que la claridad se convierte en palabra. Este rico artificio metafórico nos lleva a mirar con asombro el silencio, el crecimiento de los árboles, las agujas del reloj, el vuelo de los pájaros; a cuestionar la rutina del cuerpo y la memoria y a activar, estéticamente, toda la mecánica creativa.
Una buena cantidad de cosas parecen excepcionales en la manera como Luz Mary Giraldo exorciza sus demonios y nos ubica en su tejido. Y es que al dominio de su expresión estética, se suma en todo momento la dimensión metafórica, con símbolos personalísimos que cautivan y sobrecogen por la riqueza de sus figuraciones. La lluvia, los pájaros, los gatos, los silencios, el amor, los temores, la soledad y sus espectros… todos, al mismo tiempo, se balancean buscando apoyos, revolviendo los viejos mitos y agujereando sus fronteras. Y es allí, en el cruce de esas vueltas, y entre tantas confesiones, donde la obra, en su conjunto, se nos presenta como una invitación primordial a alzar el vuelo.
Para una poeta tan llena de recursos como Luz Mary Giraldo, no resulta demasiado difícil desdoblar el calendario, separar la rutina cotidiana de su materia insólita, y dejarse llevar por la intuición. La intuición, sí: esa que planea con letras grandes sobre la condición humana, y que se lanza a ratos en picada con todas sus consecuencias.
Y es que en la extensa obra poética de Luz Mary Giraldo todo encaja finalmente en el largo itinerario de un viaje que no cesa. Un recorrido que seguramente ya se inicia con los colores más genuinos de su Ibagué original; que sube luego, escalando el mediodía, hasta el mágico esplendor bogotano donde la poeta continúa afinando los sentidos, con su gran orquesta ritual de pájaros y cuerdas.
San Lorenzo de El Escorial, Madrid, febrero de 2020.
LUZ MARY GIRALDO: EL ARTE Y OFICIO DE LA LUZ
POR MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ
¿Cómo son los sonidos en la luz? Dada su condición de partícula y de onda, ya nos sentíamos altamente interpelados por ella. Los fotones modificaron el espacio científico pero los poetas se aproximan a realidades intangibles que resultan tan vitales como aquellas. El enigma de la luz nos acompaña desde que abrimos los ojos: se nos «da a luz», se nos entrega ese exilio (esa plenitud precaria) y la rotación en elipse alrededor de un sol inalcanzable y necesario. Einstein soñó con cabalgar la luz como si fuera un caballo. ¿En ella, qué sonidos son posibles? ¿El del relincho en tanto modo del amor? ¿El de la boca que silba su verdad sobre la tierra?
Luz Mary Giraldo ha prestado atención a esa partitura de lo invisible. Escribió Sonidos en la luz (2009). Escuchó un canto de pájaros que solo es interrogante, que se amontona en huesos rotos. Puso su delicado pabellón auditivo sobre las tinieblas y se atormentó con la presencia de la ruina y el miedo, aunque también había árboles que cantaban y el sonido de la luz que todo lo habita. No sangraban las abiertas cicatrices pero su presencia es la memoria del dolor porque la sombra desdoblaba los «hilos de ceniza».
Como en otros libros de la autora colombiana, la composición arquitectónica es muy cuidadosa. Cada poemario suyo es nido y bosque. En él (libro, nido, bosque) se sueltan los sonidos y forman poemas musicales, bellamente desgajados de la corteza seca, solícitos en la elección de los vocablos y su pulsación sobre la noche de la página.
Versos breves, cincelados minuciosamente pero siempre buscando la naturalidad, la sencillez –solo aparente– en la captación del instante, la «epifanía del amor». Porque ese libro, Sonidos en la luz, posee algunas de las cualidades más notables de la escritura giraldiana: la creación de atmósferas sutiles y sugerentes a las que se ha referido Martha L. Canfield, ese trazo fino y bien delineado del que habla María Baranda y, en conjunto, la plena conciencia metapoética que se vuelca en un oficio elegante de gran evocación y lucidez, como señaló Juan Liscano.
En todos [sus libros] su condición de lectora y escritora se cruzan y dan la mano permanentemente. En Sonidos se revela además, el oído más atento. Ese oído colocado delicadamente sobre cada quien, pero también sobre ella misma y los territorios sonoros de la luz.
Salamanca, febrero de 2020.
SONIDOS MESURADOS
POR ÁLVARO MIRANDA
[…] la poesía de Luz Mary Giraldo se aparta de lo directo o de aquello que tan cruelmente la razón pueda explorar con sus argumentos, para unirse a aquellos que en la metáfora han encontrado otra forma de explicación de la realidad. El solo título [Sonidos en la luz] ya coloca al lector en ese espacio dual donde los dos sustantivos dejan de ser lo que son parar girar, es decir, hacer metáfora […] En su poesía se llega a un espacio propio en el que lo exagerado de los temas se vuelve mesurado. Esto, en beneficio de inventarios, significa renovación.
Manifiesta las emociones con referentes que no exaltan la realidad externa porque el tratamiento del yo interno tiene un sentido psicológico que se atribuye al uso que hace del lenguaje, al mezclar lo interno y lo eterno para crear imagen, para hacer de la poesía un equilibrio sin definición que no se detiene en la exactitud sino en la alteración intencionada. Las imágenes se articulan, se complementan como si se hilvanaran para construir una secuencia que se extiende, porque la poesía es así, una extensión que no se acaba en el poema, sino que continúa por ella sola en una jaculatoria que el lector continúa después de la lectura del poema cuando hace su silencio, como cuando dice:
La vida por siempre dando vueltas y como un centinela la muerte en los rincones llama en silencio con todo y sus gerundios: gato lamiéndose despacio perro ladrando en la mitad del sueño pájaro cantando al comenzar el día mientras tejen su tela las arañas.
Fragmento del texto publicado en Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. 46, núm. 83, 2012.