Ética en reanimación cardiopulmonar pediátrica y neonatal
Con cierta frecuencia, los pacientes recién fallecidos han sido utilizados para “practicar” determinadas maniobras de reanimación (p. ej., la intubación endotraqueal). Esta práctica es útil como técnica de enseñanza, es breve, no daña al paciente ya fallecido y resulta beneficiosa para otros pacientes. Sin embargo, dicha práctica ha sido discutida por algunos autores y sociedades médicas que consideran que es necesario solicitar el consentimiento informado a los padres del niño antes de realizar dichas maniobras; otros, por el contrario, consideran que solicitar dicha autorización supone una sobrecarga emocional sin sentido. Conforme con la tradición secular, el médico está obligado a transmitir conocimientos al tiempo que ejerce la profesión, con miras a preservar la salud de las personas y de la comunidad.
Manejo de los padres durante la RCP
agresiva y hasta cruenta. Tal vez lo ideal sería que un miembro experto del equipo pudiera dedicarse a la tarea de acompañar a los padres y explicarles todo el proceso de la RCP, pero sabemos que muchas veces no podemos contar con este recurso. Si el niño fallece, la actuación del médico debe continuar con los padres y la familia. Para ello es necesario:
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Este es un tema muy controvertido que depende más de:
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El nivel sociocultural de los padres. La relación que se haya logrado con los familiares. El entendimiento de la patología del niño. El cuidado de los procesos durante la reanimación del equipo de salud, entre otros.
Y, aunque la mayor parte de los familiares afirman que les gustaría estar presentes durante la RCP y sabemos que hay aspectos positivos de la presencia para los padres (e incluso para los profesionales de la salud), no está claro cómo puede llevarse a cabo esta práctica sin que interfiera de forma manifiesta con la RCP. Señalábamos antes que es poca la cantidad de demandas al respecto de la atención y reanimación de los niños, pero en parte esto está dado por esa ausencia transitoria de los padres durante las maniobras de reanimación, ya que si no se les ha explicado bien el proceso y los padres desconocen qué esperar al observar una reanimación, esta podría parecer para ellos
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Elegir un lugar adecuado, cálido y cómodo, donde puedan estar todos sentados para informar a los padres. Hay que evitar informar en la puerta de la habitación o en un pasillo y en presencia de otros padres o familiares de otros pacientes. Para facilitar la intimidad de los padres, siempre que sea posible, hay que informarles a solas, en una habitación. Explicar inmediatamente, en términos claros y directos, sin eufemismos, que el niño ha fallecido y la causa de la muerte. No existen palabras para que esta conversación no sea dolorosa; es inútil alargar el proceso cuando se ha finalizado la reanimación. No es correcto utilizar términos equívocos que pueden ser mal interpretados por los padres; es necesario decir claramente que el niño ha muerto para que los padres lo oigan y comprendan claramente. Si ellos lo desean hay que facilitarles tiempo y espacio para estar con su hijo. Que la actitud del médico sea profesional, manifestando que lamenta mucho el deceso del niño, explicando sencilla y claramente los hechos; pero, al mismo tiempo, brindando calidad y calidez humana siendo compasivo, comprendiendo las actitudes a veces agresivas que en ese momento puedan tomar los padres (llanto, gritos, acusaciones al personal, etc.). Es sumamente importante que los padres expresen sus sentimientos y aclaren las dudas que puedan surgirles. Dar tiempo a los padres con el niño, apague las alarmas, radios, teléfonos y monitores, retire tubos, cintas y toda cosa que no sea necesaria, limpie la cara y envuelva al niño en una sabana limpia, prepare a los padres con lo que posiblemente puedan sentir, oír o ver, y de ser posible deje al niño en brazo de los padres.
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