Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
tal vez cuando se trate de hidroelectricidad, pero será el propio diseño del sistema integrado e interconectado y las posibilidades del país y la región en una relación mucho más estrecha con el mercado internacional y la geopolítica regional, los que definirán las posibilidades de esa planificación. Y otro tanto sucederá con la alimentación, determinada por las posibilidades nacionales de producción, pero también por el poder de compra, crecientemente dependiente de la disponibilidad y evolución de precios a nivel internacional. La matriz energética presenta una complejidad notable a nivel regional y nacional. Otro tanto la hídrica por no hablar de la agricultura, la producción de alimentos y lo que de ella conecte finalmente con la alimentación. Cada componente del Nexo ha seguido una evolución dispar y funciona en una lógica completamente diferente al resto. Desde este punto de vista parece extremadamente difícil poner en pie de igualdad elementos que responden a variables de comportamientos diversos, muchos de los cuales exceden incluso al ámbito nacional —espacio natural de la planificación— como lo son los precios de la energía y los alimentos en el mundo global. La sola volatilidad, por ejemplo, de los precios del petróleo (Arroyo y Cossío, 2015) o los alimentos, pueden tornar obsoleta una planificación que debe soportar desde el mismo comienzo de su formación importantes grados de incertidumbre. Como resultado, la planificación desde el enfoque del Nexo es mucho más compleja que simplemente advertir la relación entre los tres elementos. Hay aspectos técnicos relevantes de la cuestión, pero sus posibilidades reales de implementación dependen sobre todo de definiciones políticas y de política económica en torno a los modelos de desarrollo, el rol del Estado y la distribución del ingreso.
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c) Heterogeneidad regional América Latina y el Caribe tiene una gran variedad de climas, regiones geográficas y se caracteriza por abundantes y variados recursos naturales en los tres ámbitos del Nexo, pero que se encuentran distribuidos de forma muy heterogénea tanto a nivel regional como dentro de los países. Tomando por ejemplo la energía, es clara la importancia que tiene la generación hidroeléctrica para Sudamérica donde representa más del 70% de la producción de energía en Colombia, Brasil, Perú, Uruguay y Paraguay (IEA, 2013). Esa es también la situación en Costa Rica, que durante varios meses en los años 2015 y 2016 alcanzó a producir toda su electricidad a partir de la generación hidroeléctrica. Estos casos no pueden compararse con el Caribe o Mesoamérica, donde resulta relevante la generación termoeléctrica o la geotermia, por ejemplo, pero no —o en menor medida— la hidroelectricidad. De la misma manera, la disponibilidad abundante de agua en los primeros contrasta con la potencialidad que la desalación pudiera tener en los segundos. Sin considerar a México, la zona Andina, produce cerca del 65% del petróleo y el 34% del gas natural de América Latina (Altomonte y otros, 2013). La situación de países como México y Venezuela, en tanto los principales exportadores regionales, contrasta con la de países netamente importadores de petróleo y gas como Chile, Paraguay y Uruguay. Hay rasgos regionales comunes, pero hay al menos tres circunstancias que hacen extremadamente difícil elaborar una tipología consistente de países con relación a la implementación del enfoque del Nexo: