Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
electricidad de energía hidroeléctrica, mientras que en el Grupo Andino de países, por su parte, este porcentaje alcanza un 71%. En América Central, México produce un 15% de su generación de electricidad de energía hidráulica, pero todos los demás países generan una mayor proporción de su electricidad de esta fuente. Los países del Caribe constituyen la excepción, puesto que, con poca agua superficial, no dependen en gran medida de la energía hidroeléctrica (Escobar, López y Clark, 2011). Sudamérica es, además, la tercera región del mundo que más capacidad hidroeléctrica agregó durante 2015 (IHA, 2016). A su vez, los proyectos hidroeléctricos representan el segundo lugar —luego de la minería y el petróleo— en términos de conflictividad socio-ambiental por el uso de recursos hídricos (Martín y Justo, 2015). Este sector constituye una oportunidad para la aplicación de un enfoque del Nexo que combine de manera más eficiente el carácter multipropósito de los embalses —aunque lo construido desde el año 2000 lo haya sido en menor medida que históricamente—, al tiempo que optimice su impacto económico, social y ambiental. El potencial hidroeléctrico regional debe ser reevaluado desde el enfoque del Nexo y la planificación trinómica tanto como los proyectos hidroeléctricos en fase de proyecto, construcción y desarrollo, conforme los escenarios futuros de evolución de caudales, precipitaciones y usos del agua, pues mayor capacidad instalada no se traduce necesariamente en mayor generación.
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En lugar de planes y diseños estáticos, la infraestructura hidroeléctrica tendrá que ser planeada dentro de los rangos de incertidumbre que imponen las tendencias del clima y precipitación para la región. En virtud de ello, se ha recomendado que los planes contengan provisiones para operaciones específicas dependiendo del clima y de la demanda de agua, con una infraestructura flexible, debiendo considerarse como alternativa las plantas con almacenamiento por bombeo y los sistemas hidroeléctricos de pequeño tamaño —para aprovechar los beneficios de flexibilidad y diversificación— como opciones para adaptarse a esa variabilidad climática (Escobar, López y Clark, 2011). La generación hidroeléctrica aporta confiabilidad al sistema pero debe ser complementada con otras formas de energías renovables, aunque sean intermitentes, para reducir los riesgos derivados de una dependencia excesiva y exclusiva de la fuente hidroeléctrica. La alteración y disminución permanente estacional de la generación por motivos de sequía o reducción de caudales, constituye una evidencia que se agrava en algunas regiones, países o cuencas con la previsión de escenarios futuros (Vallejo, 2013; Flavin y otros, 2014; Recalde, 2016). Por ejemplo, un escenario pesimista para las plantas Chixoy de Guatemala y Cerrón Grande de El Salvador, prevé reducciones de generación superiores al 20% para el año 2020, mayores al 40% para el año 2050 y de más del 70% para finales del siglo. Un escenario menos pesimista prevé un incremento de entre 4% y 6% para el año 2020 luego de lo cual se estima una disminución del 26% en Chixoy y del 17% en Cerrón Grande para el año 2100 (CEPAL y otros, 2015). El fenómeno El Niño afecta con sequía (Caribe, Colombia, el Nordeste del Brasil y Venezuela) e inundaciones (Perú, Sur del Brasil, Paraguay, Uruguay, Ecuador, Bolivia y Argentina) a la región con fuertes impactos en el sector energético. Por ejemplo, a diferencia del Perú y Ecuador, donde las afectaciones se producen sobre todo en la infraestructura, en Colombia y Venezuela, los impactos de este fenómeno implicaron, en varios casos, racionamiento de aguas y de energía con pérdidas y mayores costos de producción asociados al incremento de la generación termoeléctrica para compensar la disminución de generación hidroeléctrica. Los países andinos son especialmente vulnerables al fenómeno, por lo que un El Niño normal a extraordinario podría restar entre 0.6% y 1.7% PIB a estos países (CAF, 2016; Martín, 2016). Entre los análisis desde la perspectiva del Nexo en la región cabe mencionar el realizado en el Estado Plurinacional de Bolivia, con el enfoque metodológico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (Flammini y otros, 2014), que en relación con