Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
su explotación puede llegar a afectar severamente la seguridad hídrica de las poblaciones, como ha ocurrido en el norte de Chile, entre otros (Willaarts, Garrido y Llamas, 2014). Donde los recursos hídricos resultan abundantes, el problema consiste principalmente en evitar su contaminación. De igual forma, la minería puede resultar intensiva desde el punto de vista del uso energético, compitiendo con el resto de los sectores con posibilidad de impactos significativos. En varios casos, la alta rentabilidad minera permite, además, afrontar el costo energético de la desalación en zonas áridas o semiáridas, cerrando el círculo del Nexo. Como resultado, en muchos casos, el sector extractivo compite por recursos escasos —agua y energía— con otras actividades económicas, como la agricultura de riego y el desarrollo urbano.
2. Las interrelaciones entre energía y agua En el plano de la relación entre energía y agua, hay que resaltar, en primer lugar, las técnicas más “tradicionales” de desalación de aguas marinas, desalobración de aguas salobres, bombeo de aguas subterráneas y modernización de regadíos15, donde siempre ha sido señalado el papel imprescindible de la energía para que esos procesos se pudieran llevar a cabo. A estos procesos hay que añadir el completo ciclo urbano del agua como una manifestación de un elevado uso de energía para afrontar los distintos procesos que ese ciclo requiere, desde la potabilización y distribución, hasta la recolección y depuración.
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Si bien la desalación no reviste carácter prioritario en la región todavía, sí que ha empezado a constituir una opción cada vez más atractiva, sobre todo donde no hay alternativas de abastecimiento como en el Caribe (Hoff, 2011), o en sitios áridos para la realización de actividades de alta rentabilidad como es el caso de la minería del cobre en Chile, o el uso urbano en México, por ejemplo. La principal desventaja de la desalinización está dada por su alta intensidad energética. Por ejemplo, de las distintas fuentes primarias de agua empleadas en España, el agua de desalación es la que tiene la mayor intensidad energética: el consumo energético es de 3,48 kWh/m3, mientras que la captación de agua subterránea o superficial sólo implica el gasto de alrededor de 0,50 kWh/ m3 (Ferro y Lentini, 2015). Los procedimientos para la desalinización del agua salobre o de mar son variadas, siendo el nivel de concentración de sal, los estándares de calidad exigidos, como así también el tipo de fuente de energía disponible y su costo, factores determinantes para elegir la técnica más adecuada. Por lo tanto, la desalinización sólo debería ser considerada como una opción adecuada cuando no hay otras fuentes de abastecimiento, o el impacto ambiental de desarrollo de estas fuentes y costo de la energía para el transporte es muy alto (Ferro y Lentini, 2015). En zonas de extrema aridez se busca implementar plantas de energía y de desalinización combinadas que utilizan procesos innovadores de integración de desalación térmica con generación de energía, donde el vapor residual de la planta de energía se utiliza como la fuente de calor para el proceso de desalinización, mejorando la eficiencia del sistema y ahorrando costos. En este ámbito de interconexión, destacan los servicios de agua potable y saneamiento, tanto en lo que refiere a la expansión de su cobertura como sobre todo al mejoramiento de su calidad y al incremento del tratamiento de las aguas residuales urbanas y su reúso para agricultura, en tanto 15
La “modernización de regadíos” es la transformación de la técnica de riego, que pasa de gravedad (inundación) a ser riego localizado por aspersión. Ello desemboca, en teoría, en un ahorro de agua, pero lleva consigo un incremento del consumo de energía. Los ahorros de agua normalmente no son sustantivos: consecuencias de la modernización suelen ser el incremento en el número de las cosechas y la expansión de la superficie bajo riego. Ambos factores pueden causar disminución de caudal de retorno y de recarga de los acuíferos, lo que puede afectar la disponibilidad de agua para otros usos localizados aguas abajo.