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Orfandades, exilios y orfanatos

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Introducción

Introducción

oRFandadES, ExilioS y oRFanatoS

Juana Pavón nació el 203 de julio de 1945 en el municipio de San Marcos de Colón, en el departamento de Choluteca. Fue registrada inicialmente con el nombre de Janette Mata, y posteriormente se le cambió el nombre y fue registrada civilmente y bautizada como Margarita Velásquez Pavón. Sus padres biológicos fueron Hernán Velásquez de León (de Tegucigalpa) y Gregoria Pavón Garay (del municipio de Pespire en el departamento de Choluteca), su padre fue un maestro rural que llegó a trabajar a una aldea de San Marcos de Colón, como pagador de la compañía norteamericana que construía la carretera panamericana. Fue en este municipio donde conoció a la madre de Juana, una joven de 14 años, que pronto salió embarazada y murió inmediatamente después del parto. Como Juana lo relató, su padre por sus problemas de alcoholismo: “… cuando le pagaban se iba a beber semanas y meses. En una de esas idas a beber, mi mamá me dio a luz y se murió en el parto, porque le faltaban tres meses para cumplir quince años. Mi papá llegó al mes a verme a la clínica. Le dijeron que su mujer había muerto y que tenía una niña. Él se puso a beber y a beber, y me fue a reclamar, pero el doctor le dijo que borracho no me podía entregar. Él se regresó a Tegucigalpa y se murió poco después, de una intoxicación. Eso me han contado las gentes del pueblo”. (Pavón, J; 2003)

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3. En varias referencias de Juana aparece como fecha de nacimiento el 19 de julio porque en muchas ocasiones ha dicho que nació ese día o más bien volvió a nacer con el triunfo de la revolución sandinista en 1979.

En la vida de Juana, San Marcos de Colón signifi- có siempre su ombligo y referente permanente, territorial e identitario. Este municipio fue fundado en 1795. En 1824 empezó a prosperar como aldea del mineral de El Corpus (Honduras), después una parte fue anexada junto a las Aldeas de San Pedro de Morolica (Honduras) de Texiguat (Honduras). En 1846 se le otorgó la categoría de municipio por el Congreso Nacional. Posteriormente, el 2 de febrero de 1927, se le otorgó el título de ciudad. Su nombre se debe a San Marcos Evangelista, santo que donaron los dueños de la hacienda de Colón al pueblo para su veneración y construcción de una capilla. Los integrantes de esta población decidieron cambiar el nombre de Mandaime por el de San Marcos de Colón. (Véase Fiallos, C; 1989: 142-143).

Actualmente, San Marcos de Colón es uno de los 16 municipios del departamento de Choluteca. La ciudad cabecera se sitúa a lo largo de la Carretera Panamericana, a 192 km de Tegucigalpa, a 53 km de Choluteca y a 12 km de la frontera con Nicaragua (El Espino).

Es así como a Juana le acompañó siempre su origen sanmarqueño y su experiencia de orfandad, aunque sí sabía quiénes fueron sus padres. Fue adoptada por el médico del municipio, el Dr. Francisco Mata, quien atendió a la madre de Juana al momento del parto. La asentó con el nombre Janette Mata y, años más tarde, la esposa de este le cambió el nombre por Margarita Velásquez Pavón, que es el que tenía en su última tarjeta de identidad. Sin embargo, las consecuencias de la historia política de Honduras de inestabilidad, odio y bipartidismo se sintieron en la niñez de Juana debido al hecho de que el doctor Mata, se

identificaba con el Partido Liberal y fue exiliado en los últimos años de la dictadura de Tiburcio Carías (19331949). Esto implicó que Juana viviera su niñez y adolescencia entre orfanatos e internados, y traslados de un sitio a otro.

Sin duda la dictadura de Carías Andino representó otro referente en la memoria de Juana Pavón. Siguiendo al periodista norteamericano William Krehm, que visitó Centroamérica en la década de los cuarenta del siglo XX, en su conocido libro Democracias y Tiranías en el Caribe (1949), quien expresó que para que Tiburcio Carías se sostuviera en el poder por tantos años, entre otros elementos, el exilio y las cárceles jugaron un papel muy importante: “La fórmula aplicada por los dictadores centroamericanos para justificar su aferramiento a la presidencia es muy sencilla, y varía muy poco de una república a otra. En primer lugar, han asegurado el orden en el país, lo cual significa que las cárceles están llenas y los espías son omnipresentes. Además, han emprendido importantes obras públicas. Basta referirse a una carretera pagada por los contribuyentes norteamericanos, y a un aeropuerto construido por la Panamerican Airways, para probar cómo es indispensable mantener el presidente en su cargo durante quince años, y prorrogarle su permanencia por otros veinte más, de modo que pueda ‘cumplir su misión’. Placas de bronce señalan cada alcantarilla, cada garita de guardia construida bajo el dictador. Sumadas unas a otras, estas ‘obras públicas’ logran convertir al régimen en una ‘época’ y en una ‘edad’. Una barraca o un puente se ofrecen en compensación de cientos de vidas tronchadas, de una generación de espinazos rotos y almas violadas. Es un sistema de contabilidad

común a estas regiones, y no faltan diplomáticos y periodistas extranjeros dispuestos a certificar que los balances cuadran perfectamente”. (Krehm, W; 1949)

En las cárceles del país y en el exilio había centenares de hondureños acusados de promover acciones subver-sivas contra el régimen cariísta. Gran cantidad de hondureños, entre ellos el novelista Ramón Amaya Amador, se incorporaron a la Legión del Caribe, un destacamento revolucionario que, teniendo sede en Costa Rica, luchaba contra los regímenes dictatoriales de Centroamérica: Jorge Ubico en Guatemala, Maximiliano Hernández Martínez en El Salvador y Carías en Honduras. Una de esas conspiraciones tuvo lugar el 21 de noviembre de 1943 cuando varios hondureños trataron de producir una sublevación castrense contra la tiranía, pero, infelizmente, un desertor de última hora denunció el plan y todos los revolucionarios fueron detenidos. El jefe del movimiento fue Emilio Gómez Rovelo, quien buscó refugio en México. (Becerra, L; 1983: 183)

Dentro del contexto de la dictadura, es en el que nació Juana Pavón. Tras el exilio del Dr. Mata en el año de 1947, fue llevada al hospicio Casa del Niño en Tegucigalpa4 que era dirigido por las hermanas terciarias franciscanas de la Purísima donde vivió cerca de once años y fue en este el lugar que cursó la escuela primaria. Al retorno de su exilio, el Dr. Mata fue a buscarla a la Casa del Niño, la llevó al internado y la matriculó en la Escuela Normal de Señoritas Villa Ahumada en Danlí, ciudad del oriente de Honduras, para estudiar el plan básico de secundaria,

4 . Ubicado entonces en el actual edificio del Correo Nacional y Galería Nacional de Arte en Tegucigalpa.

inicialmente con una beca que le otorgó el gobierno de Ramón Villeda Morales (1958-1963), quien fue derrocado por un golpe de Estado militar y con lo cual, Juana volvió a ser víctima del bipartidismo porque el gobierno militar de Oswaldo López Arellano que asumió el poder, le suspendió dicha beca. Entonces, el Dr. Mata se hizo cargo del pago de sus estudios en la Escuela Normal. También, aquí cursó el primer año para formarse como profesora de educación primaria, donde la recibieron para el segundo año, pero no lo concluyó. En este centro educativo tuvo como profesores a destacados académicos y docentes del país como el biólogo Cirilo Nelson; el matemático Francisco Avalos Parra; y a las maestras Norma Fúnez de Donaire y Daisy Pineda de Valladares.

Al año siguiente volvió a la zona sur de Honduras, esta vez a la ciudad de Choluteca, para vivir en el internado y estudiar en el recién creado colegio Santa María Goretti de las religiosas canadienses, de la comunidad de las Hijas de Jesús que se habían instalado desde 1957 en esta ciudad, como Juana lo relató: “El doctor ya había muerto, entonces mi madrina doña Rosita, me interna en un colegio de monjas en Choluteca, en el Santa María Goreti, estas monjas conmigo eran diferentes, a mí me querían mucho. Con ellas llegué hasta el último año, pero no me gradué, me salí”. (Pavón, J; 1994a) De este lugar fue expulsada una vez, pero, posteriormente, volvió para concluir sus estudios como profesora de educación primaria.

Cabe decir que en la vida de Juana la presencia de los sacerdotes católicos de las Misiones Extranjeras de Quebec, conocidos como Padres Javerianos, y de la comunidad religiosa de las Hijas de Jesús guardaron

una gran importancia, tanto para su formación como para el futuro de su vida. La presencia de los Padres de las Misiones Extranjeras de Quebec en Honduras se formalizó mediante el convenio suscrito el 3 de febrero de 1957, entre monseñor José de la Cruz Turcios, arzobispo de Tegucigalpa, y monseñor Edgardo Larrochelle, superior general de la Sociedad de las Misiones Extranjeras, convenio mediante el cual las parroquias de Choluteca, Pespire, San Marcos de Colón, El Corpus y Orocuina, en el departamento de Choluteca, y la recién fundada parroquia de La Guadalupe en Tegucigalpa pasaron a la administración de los nuevos misioneros: “El domingo 18 de agosto de 1957 tomaron posesión de la parroquia de La Guadalupe los sacerdotes javerianos, acto presidido por el obispo hondureño José de la Cruz Turcios y Barahona, y presenciado por el superior regional de los sacerdotes de Misiones Extranjeras en nuestro país, el padre Guillermo Aubuchon. Mientras nombraban al párroco en propiedad, se designó vicario ecónomo de dicha parroquia al padre Santiago Greendale. Mismo cargo y en la misma fecha se le otorgó al padre Juan Pablo Peloquín”. (Revista 25 aniversario de 27 de junio 1955; 1985: 12).

De la misma manera, la comunidad de religiosas Hijas de Jesús (Trois-Riviéres, Quebec) tienen un significado en la vida Juana. En el mes de enero de 1957, llega el primer grupo de religiosas para trabajar principalmente en el campo escolar y la catequesis en el departamento de Choluteca. De acuerdo con Danet: “La primera comunidad de las hijas de Jesús en Honduras vio el día en enero de 1957, en Choluteca, una ciudad de clima tropical asfixiante. Las cuatro hermanas fundadoras,

se habían puesto, con algunos medios de fortuna, a aprender el español, pero las sonrisas sirvieron mejor que la lengua a los primeros intercambios. La acogida de la población fue de las más cálidas. ‘Había que aprenderlo todo: la lengua con sus secretos, el calor, las gentes, los militares en todos los rincones de la calle, la vegetación, los animales, los insectos venenosos y, además los machetes, grandes cuchillos que cargan los hombres, los grandes velos negros que enmarcan tristemente el rostro de cobre de las mujeres. Para quienes llegaban era otro mundo’. Así mismo, esta autora plantea que: Las nuevas misioneras delimitan su proyecto a partir de cuatro ejes: 1. Un eje religioso: desarrollar una instrucción y una vida cristiana de base, por la pedagogía, la catequesis en los barrios y en las escuelas privadas o públicas, y los numero- sos movimientos juveniles. Legión de María, Apostolado de la Oración y otros grupos piadosos. 2. Un eje social: ocuparse de los pobres, acogida gratuita en las escuelas, internados para las jóvenes del campo, cuidados de salud, esfuerzos para hacer despertar a padres y profesores a una mentalidad de fraternidad entre las clases sociales. 3. Un eje educativo: apoyo material y pedagógico a las escuelas y maestros, adaptación a los métodos y usos del país; las hermanas no dudan en someterse a exámenes exigentes para alcanzar el reconocimiento legal de sus títulos. 4. Por último, un eje vocacional”. (Danet, H; 1990: 293-294).

Dentro de estas líneas de trabajo, las religiosas fundaron en la ciudad de Choluteca el Centro Educativo Santa María Goretti. Dicho centro comenzó a funcionar a partir del 17 de febrero de 1957 con un esquema de internado en donde se atendían solamente señoritas, bajo la dirección

de la Congregación de las religiosas Hijas de Jesús y la colaboración de la organización de mujeres católicas, conocidas como las Damas Guadalupanas, integrada por personalidades de la ciudad, cuya preocupación era la creación de un instituto religioso educativo. Fue en este centro donde Juana Pavón, hacia 1964, concluyó sus estudios como profesora de educación primaria, aunque nunca tramitó su título.

La infancia de Juana Pavón, de una manera u otra, más allá de las privaciones de la vida entre orfanatos e internados, se desenvolvió, en cierto sentido, en el mundo de las letras aun cuando, como ella lo relató de sí: “A mí me decían siempre que era una inadaptada, y yo les respondía que no me podía adaptar a su mierda, solo a la mía. Siempre fui muy directa. Hablé lo que pensaba. A mí me castigaban mucho por esos contratiempos, porque era muy tremenda” (Pavón, J; 2003).

Con su padre adoptivo, el doctor Mata, el vínculo que mantuvieron fue mínimo debido al exilio de este. No obstante, heredó de sus años entre las comunidades de religiosas una buena formación y, sobre todo, sus intereses por la lectura y el estudio como una cosmovisión de la vida. Desde su infancia mostró interés por la literatura. Leyó, como ella misma lo expresó, a la escritora española Corín Tellado y especialmente la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, poesía que siempre recordó a lo largo de su vida. Sor Juana era para Margarita Pavón “la primera feminista” (Pavón, J; 2003). Pero la obra que más impresionó a Juana, fue el libro Las mil y una noches que, como se verá más adelante, tuvo una influencia en su estilo y forma de escribir.

Para Juana sus escritores y autores preferidos fueron: “Antonio Machado, Vallejo… Pablo Neruda es sorprendente. De mi país me gusta mucho Roberto Sosa. (Juana nos ve a la cara y ataca a quemarropa). Ya van a decir que todos son poetas de izquierda y que me estoy contradiciendo”. Como se verá más adelante la influencia de Neruda es clara en su estilo de escribir. Respecto de los escritores y escritoras centroamericanos, sostenía: “Me gusta Roque Dalton, me fascina Silvia Elena porque es muy erótica, Federico me encanta y ¡es derecha!, pero tiene tanta ternura”. (Pavón, J; 2003)

No por acaso Juana Pavón se caracterizó y conoció por su excelente conocimiento de la poesía, tenía una excelente memoria literaria, una buena ortografía y una estilizada letra palmer. Era capaz de recordar cada una de las lecturas que hacía, y sobre todo las de poesía, como también recordaba por su nombre a cada persona que conoció.

Después de haber egresado del Instituto Santa María Goretti, trabajó como maestra en una escuela rural en la comunidad de Yusguare, en el municipio de El Triunfo en el departamento de Choluteca. Sin duda esta experiencia marcará, si se puede decir así, el futuro de Juana no solo porque fue un acercamiento a la vida rural hondureña, sino también por tomar conciencia de la situación de pobreza y exclusión en la que se encontraba la mayoría de las familias campesinas de la zona. Pero lo más signi- ficativo de esta experiencia, es que Juana se encontró con su modo de ser y con su carácter en la forma “exacta” de tratar a los demás. En este caso, ya sea por su condición de vida como por lo directa que era para decirle la verdad a cualquier persona, independientemente de su condición o estatus.

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