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Destino Tegucigalpa
dEStino tEgucigalpa
Hacia 1966 el entonces sacerdote de origen canadiense, Rogelio Poirier, que trabajaba en la zona sur de Honduras tomó la iniciativa de llevar a Juana a la ciudad capital, Tegucigalpa. La ubicó donde las religiosas Oblatas de la Inmaculada en la Parroquia San Martín de Porres, en el barrio Morazán de esta ciudad. Aquí empezó a trabajar en la librería católica que estaba ubicada en el edificio del arzobispado, que había sido fundada por el entonces sacerdote canadiense Marcelo Gérin el año de 1964, quien posteriormente fue nombrado primer obispo de la diócesis de Choluteca. No obstante, esta experiencia laboral fue también efímera para Juana. Nuevamente regresó a Choluteca y volvió a trabajar como maestra de educación primaria, esta vez en la escuela de El Triunfo, pero por muy poco tiempo. Después, trabajó como pagadora en la empresa algodonera Bella Vista en Monjarás, municipio de Marcovia en Choluteca.
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A inicios de la década de los sesenta del siglo pasado, la sociedad hondureña y la zona sur de Honduras experimentaron cambios importantes producto de un incipiente proceso de modernización del Estado, vía el cultivo del algodón y la caña de azúcar. No obstante, este departamento representaba, en ese entonces, dentro de la migración interna del país uno de los departamentos de expulsión moderada, al mismo tiempo que experimentó un crecimiento urbano algo superior al del país junto con uno rural bastante bajo (véase Molina Chocano, M; 1978: 128-141). Es dentro de este contexto que, por un lado,
Juana conoció al padre de su primer hijo y, por otro, decidió migrar definitivamente a Tegucigalpa.
Entre 1965 y 1967, se encontró con Fernando Soto, aviador y piloto de guerra, que para entonces realizaba trabajos en la fumigación de las plantaciones de algodón, en la zona sur del país; más conocido por sus hazañas como piloto en la guerra entre Honduras y El Salvador en el año de 1969 que derribó y atacó la aviación de ese país. En el año de 1983, fue quien trajo a Honduras, procedente de Guatemala, al Papa Juan Pablo II, en un avión de la entonces aerolínea hondureña SAHSA. Fernando Soto fue el padre del primer hijo de Juana, Carlos Eduardo, que nació en 1968.
La vida inquieta de Juana y su búsqueda de oportunidades la llevaron a migrar nuevamente a Tegucigalpa. Para inicios de la década de los setenta, se instaló prácticamente en esta ciudad: “Me fui para Tegucigalpa a la casa de Dolores Solórzano, la esposa de Belisario Romero, que es maestra, es consejera de la escuela Bellas Artes, somos muy buenas amigas. (...) Me estoy un buen rato con ella y con la mama, después me fui a Choluteca de nuevo y conseguí trabajo de maestra empírica rural. Trabajé en Santa Ana de Yusguare, en El Triunfo, en Tablones Arriba y Tablones Abajo, Santa María, una aldea de El Triunfo, Santa Teresa, donde nació Elíseo Pérez Cadalso”. (Pavón, J; 1994a)
Su vida desde entonces se convirtió en una lucha por la sobrevivencia entre alcoholismo y sexo tal como ella misma lo relató, en esta ciudad: “… salí embarazada de mi primer hijo y estaba en la calle completamente. Yo me iba a acostar con hombres para que me dejaran con mi hijo en el hotel. Ese era el pago. Aunque yo sabía que estaba destruyendo mi vida y la de mis niños”. (Pavón, J; 2003)
Juana y Su hiJa patRicia déSoRcy cuando tEnía un año dE vida.
En el año 1974, procreó su segundo hijo a quien le puso por nombre Fernando Roberto y el año 1975 nació su hija Michell Marie, nombre que adoptó en memoria de dos religiosas canadienses que trabajaban en el Instituto Goretti. A todos sus hijos los dio en adopción porque consideró que era lo mejor para ellos y actualmente todos viven fuera de Honduras. Los padres adoptivos de Fernando Roberto le cambiaron el nombre por Antonio Farach y a su hija, por el de Patricia Dèsorcy.
De acuerdo con el propio relato de Juana, su experiencia amorosa no terminó ahí, ya que la misma Juana consideró que: “… la última vez que me enamoré fue hace unos años. Era un muchacho que trabajaba como agregado cultural de la Embajada de Francia en Honduras. Me acuerdo de la pasión con la que hacíamos el amor. Él era mucho más joven que yo,
y yo sabía que estaba comprometido en Francia. Yo sabía que iba a terminar, que esa relación no iba a durar, pero disfruté lo que pude. Una vez vino su prometida y me imagino que sabía que tenía un romance conmigo. Ja, ja, ja, me puse a pensar que ella no sabía que yo era una bruja, que hacía unas cosas en la cama con él”. (Pavón, J; 2003)
De la orfandad de su niñez hasta su mayoría de edad, su vida transcurrió y discurrió entre la pobreza, el alcohol y la búsqueda de la sobrevivencia, así como en la creación poética. Tal como fue representada en la obra de teatro del director salvadoreño Carlos Velis, publicada el año 2006, para quien: “Juana ha vivido mucho. Ha experimentado extremos en su búsqueda, ha conocido placer y dolor, re- cuerdo y olvido, cariño y abandono. Agitada por pulsio- nes de vida y de muerte, Juana avanza hacia lo oculto que hay en nosotros mismos y en nuestro mundo”. Asimismo, considera que: “Juana es frágil, arrastrada por la marea de la existencia y agitada por pasiones cuya esencia desconoce, pero que la conducen a la agonía de la marginalidad. Y es justo desde ahí que se nos hace entrañable. Porque es en esa misma debilidad donde nos reconocemos, y en la que la vida de Juana aparece como una trasgresión involuntaria, que destapa el orden injusto que sostiene el mundo”.
Si bien este es el registro de la vida de Juana, ella no se dejó vencer por este tipo de vida, necesitaba expresarse y encontró en la creación literaria una forma de hablar de sí y transmitir su experiencia de la vida, iniciando su camino como escritora, declamadora y actriz, así como sus luchas por causa de los desposeídos y excluidos.
Los primeros años de la década de los setenta fueron difíciles para Juana en su proceso de integración a la ciudad
de Tegucigalpa, pero, poco a poco, empezó a frecuentar al mismo tiempo los bares, cantinas y los espacios culturales y artísticos en donde conoció e intercambió con las y los intelectuales, escritores, artistas de teatro y los artistas visuales de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Con muchos de ellos entabló relaciones de amistad e intercambio, a la vez que con otros, de odio-amor. Este acercamiento le permitió visualizar una forma de expresarse sobre su experiencia de vida, así como sobre la situación social y política del país, y encontró en la poesía y el teatro una forma de hablar y desarrollar su carácter y visión de la vida. No se puede olvidar que también Juana Pavón fue protagonista y testigo de uno de los momentos más difí- ciles en la historia de Honduras, como lo fue la transición de los gobiernos militares a la democracia tutelada y desde arriba que se vivió en la década de los ochenta del siglo XX, caracterizada por la persecución política y la violación de los derechos humanos. Después del derrocamiento de Anastasio Somoza en Nicaragua en 1979 y con inestabilidad general en El Salvador, los militares hondureños, por presión de la administración de Jimmy Carter de los Estados Unidos, aceleraron proyectos para devolver el país a la democracia. Una asamblea constituyente fue popularmente decidida en abril de 1980 y las elecciones generales fueron celebradas en noviembre de 1981. Una nueva constitución fue aprobada en 1982 y el gobierno del Partido Liberal, del presidente Roberto Suazo Córdoba, tomó el poder. Con fuerte expectación, se vivió la primera transferencia pacífica del poder entre presidentes civiles en más de 30 años. Durante su mandato, Suazo Córdoba dio el respaldo del gobierno democrático a las políticas de
Juana En un día dE playa.
¡Juana pavón modElando paRa El aRtiSta FElipE BuRchaRd En El tallER dE la mERcEd dE tEgucigalpa, duRantE la década dE loS ochEnta.
Juana, duRantE la década dE loS ochEnta con un gRupo dE aRtiStaS dE la pláStica, El tEatRo y la múSica dE tEgucigalpa como FElipE BuRchaRd, david hERRERa, FEdERico RamíREz, EntRE otRoS.
Washington, y gobernó a la sombra de los militares hondureños, sirviendo básicamente de presidente nominal. (Véase Posas, M; 1992 y Delgado, A; 2016)
Juana, durante la década de los ochenta con un grupo de artistas de la plástica, el teatro y la música de Tegucigalpa como Felipe Burchard, David Herrera, Federico Ramírez, entre otros.
Así, la institución de la presidencia civil sirvió como tapadera que ocultó mezquinamente el hecho de que los militares conservaban el control de la sociedad hondure- ña. Durante el resto de la década, las administraciones de Suazo Córdoba y sus sucesores civiles aplicaron sistemáti- ca y rigurosamente la doctrina de seguridad nacional en Honduras. Los militares controlaban todos los aspectos de la seguridad interna hondureña, incluyendo el mando de las fuerzas policiales nacionales.
El mayor defensor en Honduras de la doctrina de seguridad nacional y poder, tras el presidente, fue el Gral. Gustavo Adolfo Álvarez Martínez. Su liderazgo como co- mandante en jefe de las fuerzas armadas hondureñas, de abril de 1982 a marzo de 1984 cuando fue desbancado por un golpe militar interno, inició un periodo de crueles violaciones de los derechos humanos sin precedente en la historia del país: “Al revisar los hechos nos hemos encontrado con que no solo se dieron las desapariciones; es quizás el fenómeno más notorio, pero no el único. También existió una tremenda violencia social, ejecuciones extrajudiciales, torturas, detenciones ilegales, etc.”. (CONADEH; 2002:13)
Todo ello influyó en Juana, como en la mayoría de los escritores y artistas del país, a asumir posturas críticas y a forjar un carácter frente a la inseguridad humana genera-
da por la aplicación de la doctrina de seguridad nacional. En ese sentido, la gran mayoría de ellos desde su forma de creación denunciaron y expresaron esta situación, como los poetas Roberto Sosa en su libro Secreto Militar (1985) y José Adán Castelar en Sin olvidar la humillación (1987), o en las artes plásticas Ezequiel Padilla: “Si tuviésemos que recurrir a una obra de arte para ilustrar un ensayo sobre acontecimientos históricos contemporáneos o si alguien preguntase quién es capaz de resumir en un cuadro algún aspecto de la realidad del país, necesariamente tendríamos que remitirnos a la obra pictórica de Ezequiel Padilla Ayestas.
Su obra está impregnada de un profundo contenido social, no por una pose o esnobismo, sino como producto de la convicción irrenunciable de que el arte es un factor coadyuvante al proceso de transformación de los pueblos y que puede ser una voz más que se alza para dignificar al hombre. Podría ser catalogado como el cronista pictóri- co de nuestra época”. (Torres, J; 1988:6) Así como, entre otros, el amigo de Juana, Felipe Burchard. En música y teatro sobresalió el grupo Rascaniguas.
Juana En un REcital dE poESía En tEgucigalpa.