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Publicación mensual de distribución gratuita // Julio 2020
La discapacidad infectada en tiempos de pandemia –D– Todos estamos contagiados, contaminados, encerrados en una cuarentena que succiona y atrae todos los significados. Frente a ello se trata de crear un hacer, una praxis (que no es la producción de un producto determinado) que atraviese lo cristalizado, lo desborde tras recrearlo y, al hacerlo, pueda poner en juego la capacidad, la vibración del propio acontecimiento. Los niños juegan, no tienen en sí una finalidad o utilidad práctica. Lo hacen por el placer de una ficción imposible pero real. La plasticidad simbólica de jugar es un pensamiento en acto, a través de la imaginación encarnan la imagen corporal, la despliegan, el tiempo pasa y por él circulan las relaciones afectivas que enlazan una cosa con otra. El desafío es claro, en estas circunstancias, ¿podemos seguir
jugando con ellos? –E– Estoy sentado frente al celular, en la mesa, coloco los juguetes que traje del consultorio, títeres, autitos, muñequitos, animales de granja, osos, monos, cebras, leones en miniatura. Unos dinosaurios, unas máscaras, marcadores, hojas, plastilina, pequeños insectos (arañas, hormigas, moscas, cucarachas), pelotas, telas, aros, hilos, plasticolas y sogas. Como si fuera un prestidigitador o titiritero artesanal, antes de comenzar la función, tomo distancia y miro todos los objetos disponibles. El escenario hay que montarlo en relación con la escena que todavía desconozco cuál será. Es el desconocimiento el que causa el deseo de querer jugar, una escena sin saber a ciencia cierta cuál será y mucho menos cómo se irá a desarrollar.
Muchas veces no se qué juguete elegir o cuál será la situación a desplegar, procuro dejarme llevar por la intuición del instante, o sea, doy tiempo para que surja el no saber. Intuir sensiblemente el gesto, el detalle de aquello que le pasa al otro en base a la relación que tenemos, a la experiencia que construimos juntos, en un territorio que nunca está delimitado por cuatro paredes o por un espacio encerrado, aislado en sí mismo. ¿Es posible sostener un encuentro con los niños a través de una videollamada por celular? ¿Cuándo sabemos qué tenemos que hacer? ¿Cómo comienza la intuición? La intuición podemos esbozarla al ser sensibles a la experiencia relacional que surge cuando algo que todavía no es, tal vez pueda llegar a serlo. Es una sensación provisoria y real sostenida en el encuentro con el otro y abre las puertas de la imaginación en acto, pone en juego la realidad ficcional. Espero el horario de la videollamada… ¿Qué puede suceder hoy? –F– Pablo tiene tres años, hace menos de un año llego por primera vez con un diagnóstico de TEA (Trastorno del Espectro Autista). Resistimos dicha etiqueta diagnóstica, no me detendré en el inicio de todo ese período ni en el tratamiento realizado. Actualmente está empezando a hablar y a producir lentamente una experiencia lúdica con mucha más riqueza en una franca apertura hacia el mundo que lo rodea y lo aloja (con los padres sostuvimos varias entrevistas para generar el clima familiar que habilite el espacio lúdico). La pandemia y la correspondiente cuarentena interrumpieron nuestras sesiones presenciales y pasamos a sostener encuentros virtuales a través del teléfono celular. La primera imagen que veo en la pantalla -luego de saludar a la mamá- es a Pablo mordiendo un muñeco de peluche, un perrito blanco