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La cuerpa menstruante: de un hecho biológico a un mecanismo de opresión, culpa y prejuicios
Por Jaime Ulises Ramírez Vega*
¿Cómo un hecho biológico puede ser un mecanismo reproductor de desigualdades sociales? Como no podemos negar nuestra influencia cultural indígena tampoco podemos negar toda la influencia europea en nuestras vidas mexicanas debido a procesos de sincretismo cultural y construcción de identidades; mucho menos podemos negar la influencia religiosa en nuestro presente y en las significaciones asignadas a la menstruación. El presente trabajo tiene como objetivo analizar la menstruación como un mecanismo que oprime no sólo a las mujeres sino también a las personas menstruantes. Iniciaré con un breve recorrido histórico de las significaciones asociadas a este tema; posteriormente, dejaré entrever una reflexión sobre la categoría de menstruación y cuerpo; se recopilaron las experiencias de mujeres y personas menstruantes para dar voz de cómo este hecho biológico genera barreras sociales de inequidad; por último, terminaremos con una reflexión.
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“Creo que es pertinente hablar de ello por que yo varias veces de niña sentía culpa porque varias razones. Una, por que no es precisamente agradable ser una niña pequeña y de repente darte cuenta que estás sangrando. Quizá eso fue el primer shock” [sic]
Anécdota de una mujer, 28 años.
La experiencia de la mujer visibiliza cómo este hecho biológico es una situación complicada desde la niñez, un shock, que al paso del tiempo se va complejizando y se le van agregando significaciones negativas. Además, se le agrega la culpa como instrumento de control y opresión construido desde la antigüedad griega hasta la actualidad. Es por esto la necesidad de hablar de este tema y presentarlo para normalizar este hecho biológico.
“La mujer que tiene flujo, el flujo de sangre de su cuerpo, permanecerá en su impureza por espacio de siete días. Y quien la toque será impuro hasta la tarde.” Levítico 15:19
Amanda Jenkins (2014) en sus tesis de maestría realiza un recorrido muy interesante sobre las perspectivas históricas de la menstruación en la historia occidental y cómo han sido interpretadas desde diferentes enfoques como la medicina, la religión, el género, entre otros, desde la Antigua Grecia hasta principios del siglo XX en EU, Canadá e Inglaterra. Dentro de este viaje a las diferentes perspectivas, algunas de las más interesantes están relacionadas con mitos y romantización del hecho biológico. Un ejemplo proviene de la historiadora Sara Read (2008 en Jenkins, 2014) quien habla de la anécdota de Hipatia mostrando un pañuelo manchado con la menstruación a un seguidor indeseado para desalentar su idealización romántica del cuerpo femenino. Según esta historiadora (Read, 2008 en Jenkins, 2014), esta creencia sobre la exposición de la menstruación servía como cura hacia la enfermedad del amor.
Por otro lado, Jenkins (2014) intersecta la filosofía griega con la menstruación a partir de la idea de Aristóteles sobre la menstruación y los roles de género. Se creía que la menstruación, así como el esperma, pertenecen a la misma categoría de fluidos; sin embargo, aquélla se creía como una “causa” por la cual no nacían les niñez, mientras el esperma se veía algo positivo, un elemento que contribuye a la reproducción y a la creación de un ser. La hembra, según Aristóteles (en Jenkins, 2014), sólo proveía el material mientras que el macho “provides that which fashions the material into shape; this, in our view, is the specific characteristic of each of the sexes: that is what it means to be male or to be female” (p.12). Aunado a esto, a las mujeres se les consideraba como un hombre pero deformado (Bildhauer, 2006 en Jenkins, 2014). A partir de esto, se puede inferir que la mujer es inferior al hombre y la dicotomía hombre como proveedor así como elemento activo, mientras que la mujer como elemento pasivo y completo.
En la Roma Antigua, influido por la concepción griega de la menstruación, Plinio el Viejo, en su libro sobre Historia Natural (Jenkins, 2014) la consideraban como contaminante y peligrosa. Incluso la llegó a asociar con cualidades supernaturales que podrían sanar ya que podría servir como ofrenda a los dioses. Describían a la menstruación como una catarsis del cuerpo la cual era peligrosa cuando este proceso se detenía. Siglos más tarde también se asoció como elemento de impureza y vergüenza. Es evidente que todos estos puntos de vista sobre la menstruación provienen de voces masculinas.
En el Medioevo Occidental, los discursos influidos principalmente por los griegos Hipócrates y Galeano, nuevamente hombres, consideraban que la menstruación era una purga de las impurezas. Galeano, un médico griego y “experto” en las enfermedades de las mujeres, contribuyó a un cambio positivo de la menstruación (Lenkins, 2014) con su teoría de los cuatro humores heredada de Hipócra- tes: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Así, la sangre, incluida la menstruación, era uno de los cuatro elementos más importantes del cuerpo (Bildhauer, 2005 en Lenkins, 2014) lo que un desbalance de estos cuatro elementos podría causar una enfermedad. A pesar de que esta nueva visión se contrarrestaba con la de Galeano, se contraponía con la versión flebotomía de la sangre menstrual de Hipócrates. La autora también señala que la mayoría de estas visiones provenían de hombres y se descartaba todo conocimiento proveniente de una mujer.
“yo pedía una explicación de por qué me pasaba, la más razonable hacia que yo entendiera que es un proceso natural pero la más difícil es que “era un castigo de Dios por haberle faltado al respeto y todas las mujeres teníamos que pagarlo”[sic]
Anécdota de una mujer, 31 años.
El epígrafe de este trabajo (Levítico 15:19) proviene de uno de los libros más influyentes en la historia de la humanidad occidental, la Biblia, y describe algunos de los significados negativos asociados a la menstruación reflejados en la experiencia anterior de la persona menstruante. Es claro que siglos de
José Vasconcelos
Erudición / Artículo
historia han construido representaciones negativas alrededor de este hecho biológico lo que ha oprimido a las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad construida desde una perspectiva androcéntrica.
Originalmente perteneciente a la ley judía (Torá), después incorporado en el canon judeocristiano, recopilada al redor de los siglos IV y V a. C., la Biblia sigue influyendo drásticamente el pensamiento actual junto con otros escritos. Según Jenkins (2014), las autoridades cristianas debatían si estos escritos fueron una razón legítima para excluir a las mujeres de la iglesia. Podemos resumir que en el pensamiento europeo occidental sobre la menstruación se centra en el pasaje del Levítico 15:19-22 del cual podemos inferir las significaciones negativas al grado de llevar a la menstruación como un tabú, asignándole aspectos negativos. La culpa y el tabú han sido construidas socialmente por hombres asignando significaciones negativas. Incluso era necesario ocultarlas, muy frecuentemente de los hombres, que las mujeres se encontraban menstruando como lo menciona la siguiente persona.
“la mayoría fuimos ocultadas incluso de nuestra figura paterna, nos veían como si fueramos lobas jaja (no como Shaki, jajaja más salvajes) y era una constante ese comentario de que “nadie se dé cuenta” pero pues es absurdo jaja debería ser un tema normal but not” [sic]. Anécdota de una persona menstruante, 28 años.
La autora posiciona al siglo XIX (Jenkins, 2014) como una visión dominada por perspectiva masculina en la cual existían libros de texto para médicos en los cuales se discutían conceptos médicos sobre el cuerpo de las mujeres y daba consejos técnicos a los practicantes hombres en Inglaterra y EU. Médicos de la época victoriana enfatizaban la dicotomía entre el cuerpo de macho y hembra. Según Shileds (2007) esta dicotomía se extendía no sólo a cuestiones bilógicas sino también alcanzaba las esferas sociales para marcar la diferencia entre hombres y mujeres.
Para el siglo XX en EU y Canadá, gracias a la evolución de los productos menstruales (Jenkins, 2014), se percibió un cambio radical. Toallas sanitarias y su campaña “moderna” posicionaba este hecho biológico en un cambio de roles en los años 1920s. Esto implicaba un nuevo estilo de vida para las mujeres ya que toallas sanitarias desechables permitieron un ma- yor involucramiento de las mujeres en diferentes actividades sociales como la escuela, el trabajo y actividades fuera de la casa dando mayor autonomía. Según Jenkins (2014), esta perspectiva moderna provino de diferentes procesos sociales, valores del siglo XX y los avances tecnológicos que permitieron una producción en masa y dieron el alcance a estas posibilidades.
Como se ha visto en el breve recorrido histórico, la menstruación ha sido un aspecto utilizado en diferentes contextos para justificar discriminación hacia las niñas, las adolescentes, las mujeres y las personas menstruantes. En su mayoría, se le asignaron significados negativos que siguen presentes en las mentes de las personas generando culpa y, al mismo tiempo, construyendo socialmente este hecho biológico en un tabú e incluso poco deseable. Pero ¿qué es la menstruación? Según la etimología esta palabra proviene del vocablo latino menstruus: menis que significa mes, del sufijo -estis que indica propio de un periodo; el sufijo -uus que indica una relación activa o pasiva; y el sufijo -ción que indica acción o efecto de, esto es, “mensual, lo que ocurre cada mes”. Pero esto ¿qué podría importar cuando hablamos de derechos y acceso a la igualdad? En general, nada cuando se habla de derechos. Desde el punto de vista biológico, la menstruación es un evento que recientemente se ha considerado como saludable y signo de una vida saludable; ocurre cada 21-35 días y el flujo de 2 a 7 días con un sangrado aproximado de 25-80 ml (Holst, Jacques-Aviñó, Berenguera, et al., 2022).
Dentro del aspecto de la Salud Menstrual (Holst, Jacques-Aviñó, Berenguera, et al., 2022), la menstruación ha sido definida desde una perspectiva más amplia la cual no sólo implica tener el sangrado sino también un “state of complete physical, mental, and social well-being and not merely the absence of disease or infirmity, in relation to the menstrual cycle” (p. 3). Sin embargo, dentro de los sistemas de salud mundial este tema ha sido descartado para mejorar la salud. En el estudio cualitativo realizado por Holst, Jacques-Aviñó, Berenguera, et al. (2022) desde una perspectiva feminista crítica reclutaron a un grupo de personas que se realizaban un chequeo en centros de salud reproductiva, a través de redes sociales y bola de nieve para realizar una entrevista semiestructurada de forma individual para explorar las experiencias de la salud e inequidad menstrual en mujeres y personas que menstrúan en la comuni- dad de Barcelona, España. Las personas participantes compartieron experiencias en las cuales se pudieron identificar inequidades sociales como la falta de acceso a productos menstruales debido a su precio; la falta de literacidad sobre la menstruación, es decir, conocimiento no sólo de la salud propia sino las posibles complicaciones, salud mental y emocional; la necesidad de manejar la menstruación en espacios públicos poco adaptados para este suceso; la falta de acceso a sistemas de salud por estos motivos; por último, la prescripción de anticonceptivos hormonales como solución para abordar la salud menstrual.
¿Sólo las mujeres pueden menstruar? Butler (Gleeson, 2021) en una entrevista sugiere desafiar las categorías actuales de género, sobre todo, la de mujer. Indica que “what it means to be a woman does not remain the same from decade to decade”. Esta categoría cambia dependiendo del periodo y debemos pensar en ello. Bulter (2002) en su libro Gender Toruble realiza una disertación increíble cuestionando que no sólo se debe contar al género como una categoría construida socialmente sino “also de - signate the very apparatus of production whereby the sexes themselves are established” (p. 11). Esto implica que el género no sólo es a la cultura, como no sólo el sexo es a la naturaleza. El género es también un medio discursivo y cultural por el cual la naturaleza sexuada es producida y establecida por medio de un prediscurso, incluso previo a la cultura.
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Desde la perspectiva de género, Marcela Lagarde (1996) indica que el análisis de género incluye la teoría de género y la concepción feministas del mundo que asiste a una reconstrucción subjetiva, reorganización y resignificación de la historia, la sociedad, la cultura y la política; asimismo, esta postura “reconoce la diversidad de géneros y la existencia de las mujeres y los hombres, como un principio esencial en la construcción de una humanidad diversa y democrática”. Por lo anteriormente expuesto, activistas sobre el tema menstrual así como investigadores refieren a personas menstruantes o, incluso, la cuerpa menstruante en vez de mujeres para referirse a las personas que menstrúan. Esta forma lingüística propone situar la problemática de la menstruación más allá de los
José Vasconcelos
Erudición / Artículo confines del género como constructo social solidarizándose con aquellas personas transgénero, queer, entre otras. Con esto se evita caer en este hecho biológico como un reproductor de inequidades sociales.
“Alguna vez escribí un ejercicio sobre la menstruación en un diplomado e hicimos un video… Recuerdo que para todas fue bastante sanador ver que se hablaba de ello sin tabú y sin prejuicios” [sic] Anécdota de una mujer, 31 años.
La culpa, los prejuicios y los tabúes que rodean a la menstruación son evidentes, se sincretizan en las experiencias expuestas a lo largo de este trabajo. Ha sido tan fuerte que han tenido que esconder o, incluso, ocultarlas de las figuras masculinas. Desde la historia antigua se le ha asignado una significación negativa a este hecho bibliológico socialmente construido y ha sido enunciado desde la voz masculina: los griegos, como Aristóteles o Hipócrates, la asociaban hacia una contaminación o impureza del cuerpo que sería necesario desechar; interpretaciones judeocristianas la asocian también con impurezas que algunas personas interpretarían como un tabú. En este escrito también se habló de la necesidad de reconfigurar el uso de la etiqueta menstruación para incluir a todas aquellas personas que menstrúan no sólo a mujeres y así ampliar el espectro. Por último, se presentó a la salud menstrual como un estado no sólo físico sino también mental y social de bienestar a través de un estudio que analizó las experiencias de mujeres y personas menstruantes. Las principales inequidades sociales están relacionadas a los servicios médicos que evitan la inclusión de una estrategia apropiada para la atención a la salud menstrual, así como el acceso a productos de calidad por el precio.
“me parece pertinente hablar de ello, para resignificar la menstruación, e incluso nombrarla, porque hasta eso parece un tabú cuando así se llama y todos sabemos lo que sucede” [sic].
Anécdota de una persona menstruante, 28 años.
Es evidente la necesidad de resignificar la menstruación hacia una política de salud que permita eliminar la dominación masculina de este proceso para derribar las barreras que siguen reproduciendo desigualdades sociales para que la cuerpa menstruante sea un símbolo de salud y no un me- canismo de opresión, culpa, prejuicios y tabú tanto para mujeres como para personas menstruantes.
La resignificación debería iniciar a partir de las experiencias de las mujeres para generar un conocimiento específico en el área para crear estrategias que permitan implementar políticas que generen oportunidades para visibilizarla, desmitificarla y nombrar la menstruación, aprender sobre ella, alejarla de la dominación masculina, promover el acceso a productos adecuados para el manejo menstrual; sobre todo, desmontarla de representaciones negativas como tabú, impuro, contaminado, hacia una cuestión para el desarrollo pleno de la cuerpa.
Referencias
Butler, J. (2002). Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity. Nueva York: Routledge.
Gleeson, J. (7 de septiembre de 2021). Judith Butler: ‘We need to rethink the category of woman’. The Guardian https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2021/sep/07/ judith-butler-interview-gender
Harding, S. (1987). Is there a Femenist Method? En Feminism and Methodology.
Holst, A.S., Jacques-Aviñó, C., Berenguera, A. et al. (2022). Experiences of menstrual inequity and menstrual health among women and people who menstruate in the Barcelona area (Spain): a qualitative study. Reprod Health 19, 45. https://doi.org/10.1186/s12978-022-01354-5
Jenkins, A. L. (2014). Defying The Laws Of Nature?: Menstruation And Female Intellect In Historical Perspective [Tesis de Maestría, Universidad de York]. Biblioteca de Universidad – York University: Toronto. http://hdl.handle. net/10315/28262
Lagarde, M. (1996). El género”, fragmento literal: ‘La perspectiva de género’, en Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia, pp. 13-38. España: Ed. horas y HORAS.
José Vasconcelos Erudición / Artículo