
9 minute read
José Vascocelos, la Escuela Nacional Preparatoria y el nacimiento del muralismo mexicano
Por Omar Alfonso Flores Tavera*
Era el año de 1921, la lucha armada de la Revolución por fin había terminado y empezaba la reconstrucción nacional bajo el gobierno del general Álvaro Obregón. Había llegado el momento de cumplir las exigencias de la primera revolución social del siglo XX y de aplicar las nuevas garantías incluidas en la Constitución de 1917. El país estaba deshecho después de diez años de guerra, las principales capitales aun estaban ocupadas por las tropas y los regimientos revolucionarios que se alojaban en iglesias, conventos y escuelas; más del noventa por ciento de la población era completamente analfabeta, incluido el presidente. Fue ante tal panorama, que el entonces titular del Departamento de Bellas Artes y Rector de la Universidad Nacional, don José Vasconcelos, empezó a planear la creación de la nueva secretaría de educación, organismo que sigue vigente hasta nuestros días.
Advertisement
El proyecto institucional de Vasconcelos tenía diferentes objetivos, de los cuales, el principal era abatir los altos niveles de analfabetismo; además de generar cierto orden, coherencia y continuidad en la formación de los jóvenes con el fin de que la educación básica de las escuelas primaria y secundaria brindaran a los estudiantes un perfil académico que les permitiera el ingreso a la Escuela Nacional Preparatoria (institución en la que él mismo se había formado), y posteriormente integrarse a las filas de profesionistas egresados de la Universidad Nacional (de la que él era rector). Además de ello, el ambicioso proyecto educativo proponía un programa editorial para poner al alcance de todos los estudiantes las joyas de la literatura universal y nacional, la construcción de recintos y escuelas, y por si todo lo anterior fuera poco, también se impulsó la creación de un arte nacional que acompañara a los mexicanos en su formación.
El proyecto de José Vasconcelos se concretó el 25 de julio de 1921 con la creación de la Secretaría de Educación Pública y en octubre del mismo año, el autonombrado Ulises Criollo dejó la rectoría de la Universidad Nacional para asumir el cargo como primer Secretario de Educación. Inmediatamente después del nombramiento, el nuevo ministro puso manos a la obra y empezó a buscar espacios que pudieran albergar los distintos departamentos y órganos de la recién creada SEP, en un pasaje de sus memorias, Vasconcelos cuenta como se llevó a cabo aquel proceso:
Pero no bastaba con un palacio para el Ministerio; hacían falta muchos palacios, muchas casas, por primera vez en la historia de México iba a existir un departamento de Educación. Y volví los ojos a la Colonia. En la Colonia sí se habían consumado edificios en grande […] Durante la Reforma, los mejores conventos quedaron convertidos en cuarteles. Naves tan hermosas como la de San Pedro y San Pablo servían a la tropa para sus retretes. Y ni siquiera se habían instalado con higiene. Como Ministro de Guerra fungía el general Enrique Estrada. En general improvisado, general de la Revolución, pero no un hombre inculto […] Era imposible que no simpatizara con nuestros planes. Lo entrevisté y antes de veinticuatro horas tenía las órdenes necesarias para ocupar todo el edificio de San Pedro y San Pablo y otro enorme cuartel por Peralvillo.
Fueron los edificios del periodo novohispano los que dieron albergue a la recién creada secretaría, incluso antes de la existencia del edificio sede, que se inauguró hasta el 9 de julio de 1922, pues su construcción tomó todo un año. Por entonces, la Escuela Nacional Preparatoria se alojaba en el antiguo Colegio de San Ildefonso, y en contra esquina de este, se encontraba el arriba mencionado Colegio de San Pedro y San Pablo, en donde se instaló un anexo para la Preparatoria. Ambos espacios habían sido los más destacados colegios jesuitas de la Ciudad de México durante los siglos XVII y XVIII y ahí mismo inició el proyecto artístico del Secretario de Educación. Para finales de 1921, Vasconcelos estaría contratando a los pintores encargados de embellecer los muros de los nuevos espacios educativos.
El Movimiento Muralista Mexicano inició en el antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo a cargo de los pintores tapatíos Roberto Montenegro, Gerardo Murillo el “Dr. Atl” y Jorge Enciso Alatorre, acompañados por el coahuilense Xavier Guerrero. Entre 1921 y 1923, este grupo de pintores se encargó del saneamiento, restauración, remodelación y decoración de los espacios.
En el claustro del antiguo colegio, el Dr. Atl pintó varios paneles con temáticas universales donde se enlistan algunos paisajes, además de diversas alegorías con títulos como La bella furia del mar, El sol, La lluvia, El viento, La luna, El hombre que salió del mar, El titán, El murciélago, La noche y La ola. En sus Apuntes para un diario, el pintor aludió a estas obras de la siguiente manera: “Mi obra estaba inspirada en una filosofía pagana, no tenía relación con la propaganda revolucionaria patrocinada por el gobierno. Eran paisajes llenos de luz, noches estrelladas, mujeres y hombres desnudos con lo que Dios les dio.” Desafortunadamente, sólo podemos conocer este grupo de murales a partir de las pocas fotografías en blanco y negro publicadas en los medios impresos de la época, pues fueron completamente destruidos alrededor de 1926 por órdenes de Narciso Bassols.
Por su parte, en la nave del templo de San Pedro y San Pablo, Vasconcelos propuso instalar una Sala de Discusiones Libres para los estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria, este espacio fue entregado a los pintores Roberto Montenegro y Jorge Enciso, quienes trabajaron juntos en un programa ornamental completo. En el ábside del templo, en el sitio donde alguna vez estuvo el retablo de la Virgen de la Luz, Montenegro pintó El árbol de la vida, el cual aún podemos ver, aunque con muchas modificaciones. Siguiendo una frase de aparente autoría vasconceliana “¡Acción * supera al destino * vence!”, Montenegro proyectó una enorme copa fitomorfa que abarca las dos terceras partes superiores del arco de medio punto del ábside. Las ramas están llenas de hojas, flores, frutos y animales, en donde se reconocen hojas de acacia, peonias, vainas, jaguares, monos, búhos, salamandras, diversas aves de plumaje azul y hasta un nido de pelícano. En la parte inferior del mural se muestra una procesión de personajes, en cuyo centro destaca una figura masculina atada al tronco del árbol, el cual es rodeado a ambos lados por doce mujeres (seis de cada lado), representación de las Horas, quienes portan distintos atributos simbólicamente sugerentes. Sobre este mural, Vasconcelos escribiría en sus memorias: “En el ábside de esta ex iglesia inició Montenegro el movimiento de pintura mural que después ha trascendido más allá de la nación y es hoy práctica norteamericana. La obra, sin embargo, adolece de pobreza del asunto. No hallábamos qué representar, y di al pintor una tontería goethiana.”
Es importante mencionar que ninguno de los pintores comisionados de este momento sabía cuál era la mejor manera de consolidar una obra sobre el muro, por lo que cada uno realizó distintos experimentos técnicos. Para la ejecución de El árbol de la vida, Montenegro empleó lo que él mismo llamó una técnica de temple a la italiana, lo cual, probablemente incluyó el uso de yema de huevo como aglutinante de los colores.
Vasconcelos Erudición / Artículo
El mural de Montenegro fue acompañado por otros elementos ornamentales como un guardapolvo de azulejos que rodeaba toda la nave, las arquerías y pilares de la estructura fueron decoradas por Jorge Enciso con elementos vegetales y se incorporaron los vitrales El jarabe tapatío, La vendedora de pericos y en la ventana coral, el escudo de la Universidad Nacional con el lema vasconceliano “Por mi raza, hablará el espíritu”. Por su parte, en la cúpula del antiguo bautisterio, Xavier Guerrero pintó El zodiaco empleando la técnica del encausto.

Tras el rescate de San Pedro y San Pablo, José Vasconcelos comisionó a otro grupo de pintores liderados por un joven y recién desembarcado Diego Rivera. Entre 1922 y 1923 se intervinieron distintos espacios de San Ildefonso, destacando el mural que Rivera ejecutó en el anfiteatro “Simón Bolívar” de la entonces Escuela Nacional Preparatoria.
La creación de Diego Rivera aprovecha la forma del arco carpanel del anfiteatro y ordena la composición en dos áreas. La primera ocurre en el espacio que resguarda el órgano, donde se observa el torso de un hombre desnudo con los brazos abiertos mirando hacia el frente ¿acaso se trata de Cristo? El cual está rodeado por los atributos de los cuatro evangelistas: el ángel, el toro, el león y el águila, todos inmersos en un follaje referido por algunos autores como un árbol de la vida. Sobre esta escena destaca la bóveda celeste en un tono muy llamativo de azul ultramar surcada por tres manos en posición de bendición: la Trinidad. En una clara referencia al mural de Montenegro, el hombre del centro se ve rodeado en el arco externo por una procesión de personajes, en este caso se trata de las Artes y las Virtudes, las cuales han sido identificadas por la doctora Sandra Zetina como retratos de diferentes personalidades de la época, personas cercanas al círculo intelectual de Rivera y Vasconcelos. Hasta abajo aparecen Adán y Eva, quienes observan La creación sentados sobre la tierra. Para este mural Diego Rivera empleó la técnica del encausto, la cual consistió en consolidar los pigmentos con cera, sin embargo, incorporó un elemento novedoso, pues también añadió resina de copal, creando así una técnica experimental única en el muralismo nacional.
Varios artistas se sumaron al proyecto de pintura mural entre 1922 y 1923, todos financiados por la Secretaría de Educación Pública, que durante este pe- riodo recibió el apoyo presupuestal del gobierno obregonista en cantidades incomparables a momentos anteriores o posteriores en la historia de la educación en México. Durante este periodo los artistas llenaron los muros con temáticas afines a la filosofía vasconcelista, en donde destacan los temas del mestizaje del periodo virreinal como germen del ser mexicano. mezclan con la religión católica para dar pie a una celebración que conserva ambas raíces culturales.

Si bien el Movimiento Muralista dio inicio en los muros de San Pedro y San Pablo, San Ildefonso ostenta el título de ser la “cuna del Muralismo Mexicano”, quizá por la cantidad de obras que embellecen sus espacios en comparación con las del recinto anterior.
En el cubo de la escalera, Jean Charlot, pintor de origen francés, realizó el primer fresco bueno del movimiento, dejando de lado las técnicas experimentales de los murales anteriores. Siguiendo una composición inspirada en las enseñanzas del renacentista Paolo Ucello, ejecutó La masacre en el Templo Mayor, en donde dominan las líneas en diagonal y las formas geométricas básicas. En el muro opuesto del mismo espacio, Fernando Leal ejecutó La fiesta del señor de Chalma, en franco diálogo con el muro de Jean Charlot. Ambos hablan de mestizaje, uno lo hace desde la perspectiva negativa de la destrucción de la cultura prehispánica por medio de la violencia militar, y el otro desde una visión más optimista en donde la fiesta y el mitote indígenas se
A este primer momento del Movimiento Muralista Mexicano también se incorporó José Clemente Orozco, fue el último en unirse al grupo de artistas patrocinados por Vasconcelos, sin embargo, tuvo la mayor cantidad de obras pictóricas comisionadas en los muros de San Ildefonso, incluso a pesar de la poca afinidad que el pintor tenía por su comitente. En sus memorias, el secretario de educación rescata lo siguiente: “Al edificio de la Preparatoria me presentaba rara vez; Orozco me hacía mala cara cada vez que me asomaba a ver sus frescos. Pero al anexo iba casi todos los días porque no concluían aún las obras sanitarias.”
Orozco también empezó pintando temáticas afines a la filosofía vasconcelista, como en las obras Cristo destruye su Cruz, Los elementos y La lucha del hombre contra la naturaleza, los cuales fueron destruidos; sin embargo, el tapatío también incorporó la crítica social y las exigencias de la Revolución Mexicana al imaginario del movimiento. De este pintor destacan los murales El banquete de los ricos, La trinchera, La Trinidad Revolucionaria y Cortés y la Malinche. Los murales de Orozco también reflejan formalmente las enseñanzas del Renacimiento italiano, presentan enormes cuerpos estilizados compuestos con líneas angulosas que yacen inmersos en espacios armados a partir de volúmenes geométricos básicos. La paleta es un tanto violenta, pues contrastan tonos muy oscuros con colores rojizos, tonos tierra y luces dramáticas logradas con blanco de cal.

José Vasconcelos
Erudición / Artículo
Cuando se habla del Movimiento Muralista Mexicano siempre llegan a la mente los nombres de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, y se piensa automáticamente en temas indigenistas, históricos y populares; no obstante, lejos de lo que se puede pensar, el movimiento nunca tuvo la homogeneidad que la historiografía del siglo pasado quiso atribuirle, por el contrario, se podría hablar de diversos muralismos mexicanos cuyo único elemento común sería el uso de los espacios públicos como soporte pictórico. En estas líneas se intentó trazar un panorama general del primer muralismo, aquel que estuvo estrechamente ligado a las ideas del maestro Vasconcelos, que se caracterizó por el empleo de técnicas experimentales y cuyas temáticas eran más filosóficas y universales que nacionalistas. Además de tener su origen en los espacios de la Escuela Nacional Preparatoria de ese entonces, y que los miembros de esta institución debemos rescatar a cien años del estallido de un movimiento tan importante para el arte nacional.

Para saber más:
Flores Tavera, Omar Alfonso. El árbol de la vida de Roberto Montenegro. Análisis iconográfico en vías de una interpretación hermética, Tesis que para obtener el título de Licenciado en Historia, México, UNAM, FFyL, 2017: tesiunam.dgb.unam.mx.
Gaitán Rojo, Carmen coord., Pioneros del muralismo. La vanguardia, México, CONACULTA, INBA, 2010.
Vasconcelos, José, La creación de la Secretaría de Educación Pública, México, INEHRM, SEP, 2011.

Erudición / Ensayo