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EL TÍO ENEMÍAS
Goddamn Goodman, man!
por El tío Enemías
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Poca gente lo sabe, pero diez años antes de coincidir en la película “Blues Brothers 2000” James Brown y John Goodman prestaron servicios a la comunidad juntos. El músico por su enésima denuncia por malos tratos y el orondo actor por una serie de despistes al volante. En menos de tres kilómetros, y llevando un coche de policía detrás, Goodman se saltó un stop, pisó una raya continua y sobrepasó el límite de velocidad. Cuando le hicieron parar arrojó cero-cero en la etilometría pero su coche llevaba un piloto fundido y había olvidado renovar su carnet, caducado hacía dos semanas.
Así las cosas, ambos coincidieron en el comedor social de Felder Street, en Los Ángeles. El primer día, James Brown apareció en limusina y envuelto en un abrigo de pieles. Subido en una caja de madera que había por ahí tirada, soltó un flamígero discurso a la entrada del comedor que decía que estaba ahí para ayudar a los más desfavorecidos, no porque le hubieran condenado. Tras la tumultuosa aglomeración de vagabundos, seguidores y curiosos, Stacey Bloom, la trabajadora social que gestionaba el centro, consiguió convencer al padrino del soul para que el resto de días entrara al comedor por la puerta trasera.
Brown fregaba platos y Goodman los secaba. Tal y como cuenta Bloom: “Desde el principio hubo problemas. James se ponía muy nervioso y comenzaba a gritar a John, a meterle prisa y a montar el numerito. No es que John fuera despacio secando, era que James iba muy deprisa fregando. Probamos a ponerlos al revés, John fregando y James secando, pero fue incluso peor.” Comenta Stacey Bloom que fue la segunda jornada de trabajo cuando James dio con el mantra que repetiría esos días hasta la saciedad y que se acabaría convirtiendo en una de sus canciones más extrañas. James se acercaba a John, ponía los brazos en jarras, meneaba la cabeza y, con su quejosa voz, decía: “Goddamn Goodman, man… Ha!” Daba una palmada, un sonoro taconazo, un giro de trescientos sesenta grados y seguía fregando platos. Así una y otra vez. Toda la tarde. Para tapar los continuos desbarres de Brown, Goodman recitaba a Shakespeare, a Woodsworth, imploraba a Dios que lo llevase a su lado o entonaba una especie de canto tirolés inventado. Esto sólo hacía que Brown berreara su mierda aún más fuerte. Tras varias tardes así, la trabajadora social cambió de puesto al cantante, mandándolo a servir la comida. Pero, cuando todo parecía tranquilo, un James Brown on fire, con delantal, redecilla en la cabeza y cazo en mano, abandonaba su puesto en pucheros para ir corriendo hasta Goodman y soltarle el ya mítico: “Goddamn Goodman, man… Ha!” Palmada. Taconazo. Giro. Y vuelta a servir.
John Goodman terminó el servicio y desapareció, para hastío de James Brown, a quien aún le quedaban varios días de servir, fregar y secar platos. A finales de 1987 Brown grabó una canción titulada “Goddamn Goodman, man”. Fue publicada en 1988, únicamente como cara B de la edición neozelandesa del single “I´m real”. Quienes la han escuchado se dividen entre los que dicen que es un sonrojante autoplagio orientado a la pista de baile, con ritmos y melodías fusilados descaradamente de “Get Up Offa That Thing” y de “Sex machine” y los que dicen que es una de sus cumbres creativas.