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CUENTOS DE MI RANCHO

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Artículo: CABALLO

Artículo: CABALLO

César Vergara Sabbagh cesarvergara_9@hotmail.com

EL TRUCO

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Este era un grupo de amigos ganaderos bastante bribones que se reunían todos los fines de semana para ir a andar en moto. Su pretexto era que, luego de pasar la semana entera en las faenas del campo, lo que más ansiaban en su descanso era comer kilómetros y más kilómetros; con frecuencia se quedaban a dormir fuera y ya venían llegando el domingo por la tarde.

Las esposas, que eran amigas entre sí, se olían algo raro, pero no lograban descubrir qué.

Entonces llegaron a una sabia determinación. –Hay que ir con ellos para enterarnos de una buena vez de exactamente qué es lo que hacen estos canijos.

Y en ese macho se montaron.

Los compinches, opusieron cierta resistencia de inicio, pero luego, de manera extrañamente dócil, accedieron.

Y allá se fueron, cambiadas las prendas vaqueras por otras más aptas para el asfalto; caballos de acero en lugar de los habituales de carne y hueso; cada uno con su mujer en el asiento del pasajero, y todas las motos cargadas con bolsas para dormir, casas de campaña y hasta una pequeña alacena.

Pasaron la mayor parte del sábado, como bien decían, tragando kilómetros. Llegaron ya entrada la tarde a una playa solitaria donde, no sin cierta dificultad, lograron instalar las tiendas de campaña y encender una fogata. Dos de ellos se fueron a buscar pescado y cerveza para la cena.

Pasaron largas, eufóricas horas charlando y viendo las estrellas, celebrando el contacto directo con la naturaleza, mientras las señoras guardaban fúrico silencio ante las inmisericordes embestidas de los mosquitos. – ¿Y para ir al baño? –Pues en las olitas, o atrás de aquellos arbustos, nada más tengan cuidado, no las vayan a picar los cangrejos, y ¡aguas con las víboras!

Y allá fueron las pobres mujeres, muertas de miedo, en una mano la linterna y en la otra el papel de rollo, a introducirse entre las plantas espinosas.

A la mañana siguiente, las señoras se negaron rotundamente a meterse al mar, sino que exigieron volver a casa de inmediato. –Están locos, no puede ser que disfruten tales incomodidades. Pasada la prueba, para el siguiente fin de semana, todo volvió a la normalidad: le llamaron de nueva cuenta a sus amigas motocicleteras con quienes, luego de viajar largas horas, se reunieron en un hotel de cinco estrellas, pero, eso sí, siempre en la playa para convivir de cerca con la naturaleza.

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