La redención tiene dos filos y dos llaves. La primera de ellas es muy peligrosa: abre la puerta del infierno y deja escapar a los demonios. Cada vez que esa puerta se abre, la negrura se apodera del espacio: las redenciones que ofrecieron los tiranos y los genocidas son el ejemplo más siniestro de ella. Lo trágico es que sus acciones estaban anunciadas y muchos ignoraron las advertencias con tal de seguir escuchando a un supuesto salvador, a la persona que a toda costa los redimiría y los conduciría a un mundo perfecto, justo como ocurrió con el milenio del Reich, con la creación del hombre nuevo en la urss, con la revolución cultural china o en el régimen del Jemer Rojo. El filo de esta redención es terrible.
Sin embargo, también existen otra llave y otro filo, que no apuestan a la transformación absoluta del mundo, sino a la transformación de los individuos, a la búsqueda personal de lo que nos permite ser otros y dejar atrás nuestros horrores...