8 minute read

MÁXIMO CORVALÁN-PINCHEIRA

microrrelatos de bordes

MÁXIMO CORVALÁN-PINCHEIRA

Hijo de detenido desaparecido, partió al exilio junto a su familia con apenas un mes. Vivió su infancia y adolescencia en cuatro países, hasta que volvió a Chile a inicios de los noventa. Después de estudiar artes visuales, Corvalán-Pincheira puso su interés en investigar los distintos procesos migratorios que se han desarrollado en los últimos años y las imposibilidades a las que se enfrentan quienes deciden, o deben, dejar su país de origen.

Img. 2

Máximo Corvalán-Pincheira había escuchado decir en la televisión que el espacio del triángulo terrestre equivalía a cinco canchas de fútbol. Así que junto a otros artistas fueron a ver el lugar por el que Perú demandaba a Chile y cada quien lo quería a toda costa dentro de su territorio. Pero tal como se lo imaginaba no era más que un pedazo de tierra pelado, apenas adornado por dos torres de vigilancia, una a cada lado de la frontera.

A Corvalán-Pincheira le pareció tan absurda la disputa entre ambos países que compró un carrito marca canchas, le puso salitre en vez de arena blanca y en el límite fronterizo dibujó las líneas que formaban el triángulo, proceso que registró con un dron. En un periodo de cuatro horas, el mar borraba partes de esas líneas. El resultado fue su obra Costa seca. “Lo que queda como conflicto es hasta dónde llegue el agua. Y es un poco absurdo porque el agua se mueve, tiene onda, no es estable. Entonces justamente ironizando la situación, el mar se encarga de recordarnos de lo poco que le interesan los problemas humanos sobre los límites”, dice.

El artista visual realiza intervenciones espaciales, performances y piezas artísticas que se relacionan a sus dos líneas de investigación: una que habla sobre los territorios y migraciones, y la otra sobre memoria e identidad. Corvalán-Pincheira conoce de cerca ambos temas. Hijo de un detenido desaparecido, partió al exilio con apenas un mes de vida. Su padre trabajaba como asesor presidencial de Salvador Allende, y el 11 de septiembre de 1973 él estaba dentro de La Moneda. Junto a otros compañeros de trabajo fue detenido y trasladado hasta el regimiento Peldehue. Ahí lo fusilaron y sus restos fueron arrojados

Img. 3

Corvalán-Pincheira desarrolla dos líneas de investigación: una que habla sobre los territorios y migraciones, y la otra sobre memoria e identidad.

a una fosa común. A raíz del golpe de Estado y la dictadura, Máximo vivió en calidad de refugiado político en cuatro países: Alemania, Colombia, Cuba y México, hasta que a los 17 años volvió al país tras el retorno a la democracia. Fue en ese entonces cuando conectó con la historia de su padre.

Mucho tiempo después, en 2009, a Corvalán-Pincheira le informaron que se habían encontrado fragmentos de huesos de su papá. Así surgió Proyecto ADN I, una instalación de huesos humanos ensamblados a luces led y piezas eléctricas que cuelgan sobre un estanque con agua. “Hay una tensión real entre dos materiales que no se pueden unir, como el agua y la electricidad. De alguna forma lo que yo intentaba era decir que como es una temática tan potente en cualquier momento puede quedar la cagada”, recuerda. Esa fue su forma, dice, de lidiar con toda esa información.

Todas las obras que ha hecho Corvalán-Pincheira son el resultado de entrevistas y largas investigaciones. “Lo que a mí me interesa es meterme en el microrrelato de la migración porque uno ve grandes estadísticas, pero finalmente la migración no son números, son personas reales. Y lo que yo hago es conectarme con la historia de esa persona. Tampoco voy con una actitud soberbia a plantear la problemática de la migración, sino más bien es identificar el microrrelato y desde ahí hacer algunas reflexiones que terminan en obras poéticas”, señala.

A mediados de 2016 Máximo conoció a Aziz Faye, quien trabajaba como vendedor ambulante en Barcelona, España. Él se había convertido en un importante dirigente de los inmigrantes africanos que vendían ropa y objetos en la calle. Cuando ambos coincidieron, Corvalán-Pincheira le pidió que le contara su viaje desde Senegal, su país de origen, hasta Barcelona cruzando el mar Mediterráneo en una patera, pequeña barcaza que usualmente utilizan migrantes de África o de países árabes para trasladarse a Europa.

Img. 6

Aziz Faye relató los cuatro viajes que hizo por cada vez que lo deportaron, le contó que la mafia de su país llenaba las pateras al máximo, que durante los trayectos las personas no se podían ni mover porque sino el bote se daba vuelta, que la gente comía y hacía sus necesidades en el mismo lugar los cuatro días que duraba el viaje por el mar. En una oportunidad, su patera pasó cerca de otra que tenía el agua a punto de entrar al bote. Sabían que muy posiblemente esas personas se iban a ahogar, pero ellos no pudieron hacer nada más que avisar por radio a la embarcación más cercana para que los fueran a rescatar.

Así la conversación duró horas. Y luego, con ese material, el artista hizo la instalación Aziz, donde proyecta bajo el agua un video del protagonista y en el que cada vez que habla se producen ondas. “Él es un tipo que no habla desde la victimización, por eso me atrevo a exponerlo. Es un líder social muy inteligente, con su lucidez agarra mecanismos de este sistema de mercado para introducir su discurso político”, opina el artista.

En Hacerse la América pasó algo similar. La pieza, una escultura de cemento que simula ser una mochila, surgió a raíz de una conversación que Corvalán-Pincheira tuvo en 2016 con un inmigrante ecuatoriano en Ciudad Juárez, México, mientras seguía su ruta hacia Estados Unidos. O eso intentaba, porque no lo dejaban cruzar la frontera. Cómo haces tu equipaje, le preguntó al joven migrante. El hombre le contó que tenía tres hermanos, todos inmigrantes, y que cada uno llevaba una muda y así compartían la ropa. En esa obra en particular, el artista quiere representar dos dimensiones: la carga de dejar a la familia en otro territorio y el trabajo que se les suele asignar en Estados Unidos a los migrantes como obreros de la construcción.

Acostumbrado a hacer las entrevistas, el artista se encontró con un escenario diferente durante la residencia que hizo en 2015 en Seúl, Corea del Sur. Allá se contactó con 20 inmigrantes que llegaron a ese país, sin embargo, muchos no hablaban coreano ni otro idioma que él supiera. Entonces la comunicación derivó en una especie de juego del teléfono: Corvalán-Pincheira se comunicaba con una amiga que hablaba coreano, quien a su vez le transmitía el mensaje a un traductor y este a la persona. Las preguntas que hacía el artista, y que luego pasaba por varias traducciones, tenían que ver con lo onírico. De hecho, el nombre Proyecto MOR (Movimiento ocular rápido) hace referencia a la etapa del sueño en que los ojos de la persona se mueven rápidamente cuando están cerrados mientras sueña. La misma obra juega con eso al sobreponer videos, audios y fotografías a partir de los relatos, voces y rostros de los y las migrantes.

Img. 7

Img. 8

"Lo que señalo (en La ropa sucia se lava en casa) es el gesto fascista de blanquear, purificar o desinfectar".

Img. 9

El blanqueo en Chile

El mismo mecanismo de conversaciones las replicó en Chile. Desde hace un par de años, la inmigración llegó a una cifra nunca antes vista en el país, siendo un 6,6% de la población según el Censo 2017. Pero la alta presencia de latinoamericanos y latinoamericanas ha generado resistencia en ciertos sectores del país. En La ropa sucia se lava en casa, Corvalán-Pincheira habla de eso. En el registro audiovisual de la acción, hecho en 2017, se ve al artista lavando con cloro 31 prendas de vestir donadas por inmigrantes que viven en las comunas de Santiago y Cerrillos. Al secar la ropa al aire, inevitablemente se empieza a decolorar, teniendo como resultado un conjunto de prendas muy parecidas en colores. “Lo que señalo es el gesto fascista de blanquear, purificar o desinfectar. Pero también se puede leer como quitar la idiosincracia de cada país”, indica, agregando que una de sus entrevistadas, una mujer haitiana, contaba que ella nunca se había dado cuenta del color de su piel y lo que eso podría significar hasta que llegó a Chile y la gente en la calle se lo hizo notar.

Otra forma de representar algunas experiencias vividas por inmigrantes en Chile se ve en La partida, hecha en 2017 y que está compuesta por una escalera de avión conectada con un tobogán. El ejercicio que da cuenta que si bien la gran mayoría deja su país de origen para encontrar mejores condiciones de vida en otro lugar, las restrictivas políticas migratorias que rigen actualmente frustran ese anhelo. Inspirado en el juego de mesa de la serpiente, en el que avanzas si llegas a una escalera, o bajas si llegas a la serpiente, Corvalán-Pincheira hace eco de ese azar y busca reforzar la idea de “subir al cielo para irse por un tubo”, haciendo que la persona llegue al mismo lugar donde partió todo.

47

This article is from: