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ASTRID GONZÁLEZ
Cuando la artista cumplió veintidós años decidió cambiar su natal ciudad de Medellín, en Colombia, por Santiago. Acá siguió investigando y creando obras desde la visibilización de las comunidades afrodescendientes y su herencia cultural, pero con algo extra que descubrió al instalarse en Chile: la estrecha relación del racismo con la influencia de los medios de comunicación. “Sus prácticas se han sofisticado y ya no son tan evidentes, pero siguen ahí, incluso en los espacios de cultura”.
la emancipación de los saberes
Astrid González nació en Medellín y desde el 2016 que vive en Santiago, ciudad que eligió para seguir con su trabajo artístico donde aborda la dignifi- cación de la afrodescendencia, el colonialismo y el racismo, discriminación que ha enfrentado desde su etapa escolar en que la única otra persona negra en la sala de clases era su hermana melliza, y que también ha experimentado en su actual destino. En Chile, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos, un 79% de la población ha presenciado o sabido de insultos contra inmigrantes, golpes (69%), asesinatos (51%) y agresiones sexuales (44%).
Hija de unos profesores de castellano –que emigra- ron de la zona del pacífico colombiano donde lle- gaban los barcos con personas esclavizadas desde África–, egresó de la carrera de Artes Plásticas en la Universidad de Bellas Artes, donde luego de años de pintar y dibujar, traspasó sus inquietudes sobre la cultura afro a la fotografía, la escultura, el audio y el video.
Para su proyecto de tesis Astrid ya participaba en agrupaciones afrodescendientes y pensó en la invisibilización de las historias de millones de personas negras en Colombia. Así llegó al concepto de cimarronaje, práctica de escape de los esclavizados en la época colonial, que en algunos casos terminaba en la creación de comunidades libertarias llamadas palenques.
Imagen 1. Cultura negra, 2016.
Imagen portada. Continuación Cultura negra, 2017-2018.
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“Cuando me empecé a enterar de esos procesos de libertad durante la época colonial, pude descubrir que esa emancipación también era un proceso de revitalización de las experiencias africanas en Colombia. Que incluía el pensar, la lengua y la espiritualidad de su origen”, cuenta sobre la investigación que inspiró las fotografías Cultura negra. Tres autorretratos en que la artista posa con jotos (especie de sábana) sobre su cabeza, que contienen ropa, maíz y semillas, para hablar de las dinámicas de destierro del período colonial y también de la actualidad en los territorios de América.
–Intento que cada uno de esos objetos narre algo de ese viaje de fuga de las haciendas o de las minerías, en que las personas buscan un lugar para sembrar semillas que guardaban en sus cabellos, construir comunidad y sentir ese espacio seguro –dice González, pero en su caso, en lugar de seguir haciendo obras desde la seguridad de su hogar en Medellín, armó una maleta y viajó a un país en que no conocía a nadie.
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MATÍAS C. CHANDÍA : ¿Cómo fueron tus primeros días en Chile? ASTRID GONZÁLEZ: Esos días volví a sentir cosas que me pasaban cuando estaba en la primaria, que es una infantilización hacia las personas negras, como que no entendemos lo que nos están diciendo, de no pensarnos como sujetos de conocimiento, con capacidades intelectuales y cognitivas igual que el resto del mundo. Lo sentí muy presente aquí, desde que me montaba a una micro hasta ir a un banco. Siempre me sobre explicaban cosas.
MC : ¿Y el trato en la calle? Te lo pregunto en relación a la cosiAG : Obviamente lo viví ficación que existe en torno a los cuerpos de personas negras. y me preocupó porque existe esa mirada cosificadora, de representación mercantil y de hipersexualización hacia los cuerpos de mujeres negras. Ahí descubro la influencia de los medios de comunicación en Chile, como el programa Morandé con Compañía en que existen rutinas con chistes y expresiones despectivas hacia la población afrodescendiente en general. Y a las mujeres, animalizándolas y aumentando la voluptuosidad de su cuerpo, recordándome que así mismo lo hacían las presentaciones de entretenimiento blanco en los siglos pasados, sorprendidos de la voluptuosidad como si fuera algo anormal, como si la normalidad fuera solo de ciertos cuerpos. Ni hablar de cómo exponen a ciudadanos colombianos en matinales y noticieros, siempre asociándolo a delitos y al narcotráfico. ¿Quiénes son los encargados de construir esa representación? Lastimosamente a las poblaciones racializadas siempre nos han representado otras personas desde su posición y sus intereses.
MC : ¿Con qué te has encontrado en ese proceso de reiAG : Ha sido interesante vindicación de escribir y reescribir la historia por ustedes? encontrar artistas, autoras y autores que han estado invisibilizados por el discurso necio del racismo institucional, y eso precisamente ha hecho que no existan muchos estudios nuestros en la academia. Como el caso de Frantz Fanon, que no fue concebido durante mucho tiempo en los estudios culturales ni sociales porque precisamente creaba un choque con la academia blanca colonial. Entonces ahora que las personas racializadas estemos leyendo y visibilizando a estos pensadores, y haciendo obra o escribiendo a partir de ahí y de nuestras mismas realidades y heridas coloniales, me parece que es de un poder político gigantesco y muy necesario.
MC : ¿Cómo estas nuevas lecturas y escrituras han ido cam- AG : Hay chicas biando la relación de las personas negras con las academias? que al hacer sus tesis les decían a quienes les revisaban que no iban citar más a Hegel, que es un racista legítimo, y que iban citar a sus abuelos. ¿Por qué esa experiencia no es válida como conocimiento? Se ha dicho que es anecdótica, intimista y subjetiva, pero ahora lo que está pasando es que para muchas pen- sadoras, pensadores, activadoras y activadores sociales afrodescendientes, la experiencia está siendo motor de teorías y de levantamiento de muchos procesos sociales que están organizán- dose en comunidades. Se ha ido derrumbando simbólicamente esa idea colonial que la acade- mia blanca es la única que tiene el saber, la razón y todo lo demás. Es darle una vuelta a esa idea hegemónica del saber, que es totalmente euro- central, y hay que responder a lo colonial desde los cuerpos racializados y empezar a hacer las críticas y a construir desde lo que nos atraviesa.
MC : ¿En qué medida ha influido en tus inves- AG : Lo primero que me pasó tigaciones artísticas cambiar de territorio? fue reconocer que había otras experiencias negras existiendo en este territorio, como la migración haitiana. Pero también hay mucha migración en términos generales, hay población venezolana, perua- na, colombiana. Y la relación de los chilenos con los migrantes es diferente, desde el trato institucional hasta el común y corriente, si los otros son población negra, y las experiencias de violencia racial suceden en barrios altos como también en la periferia. Así que frené un poco la investigación que venía haciendo porque me di cuenta que aquí estaban pasando otras cosas. Como este trato del chileno hacia el inmigrante negro, que significaba que había una historici- dad en ese tipo de relaciones y me empiezo a dar cuenta que no había un reconocimiento institucional y social de la población afrochile- na. Que hay una negación de aceptar que existe herencia afro en este territorio.
MC : ¿Y te empezaste a relacionar con algunas AG : Sí, ahí empecé a conocer a organizaciones afrodescendientes locales? varias chicas del norte, que son una de las principales personas que impulsaron este reconocimiento a la po- blación afrodescendiente de Chile el año pa- sado. Acá en Santiago me empecé a relacionar con grupos de mujeres migrantes negras, que estábamos también sumándonos a estas diná- micas que hacían las chicas del norte, desde nuestras propias demandas según el contex- to de la capital. Porque el racismo aquí viene desde la negación y no reconocimiento de la existencia y la participación de las personas afrodescendientes en la construcción de país, que hasta el año pasado se firmó un documento que dice: sí, existe. Pero eso no quiere decir que ahí acabó todo.
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MC : Te invitaron a compartir con comunidades mapuche y ahí creaste la video instalación AG : Estando ahí decidí no Saberes diaspóricos. ¿Cómo fue esa conexión entre el Wallmapu y tu país de origen? relacionarme desde la posición del etnógrafo, sino que me vi en la necesidad de construir un puente desde mi experiencia en relación con los demás. Íbamos todas las mañanas a rucas diferentes donde nos recibían mujeres muy fuertes, defensoras de su territorio, y cada una dentro de una práctica de presentación bastante bella donde ellas contaban quiénes son, hablaban que su placenta y la de sus hijos había sido enterrada en ese territorio. Ahí empecé a recordar que amigas y familiares negras en Colombia me habían dicho que sus abuelas y madres lo habían hecho y empecé a encontrar vínculos en las conversaciones. Pero más allá de interesarme en una reflexión sobre la maternidad en sí misma, me interesaba cómo la industrialización, la institución de la salud, de los hospitales y toda la persecución hacia las parteras desvinculó completamente este saber ancestral, tanto aquí como en Colombia. Parir en las casas con una partera fue visto como algo contra la salud. Y también quería hablar de las relaciones de sembrar la placenta con pertenecer a un territorio, ya que es una relación de cuerpo y tierra, espiritual y de pertenencia.
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MC : ¿Cómo relacionas esa visión con los feminismos de mujeres blancas? AG : Para empezar, creo que cada territorio y grupo social debe decidir qué conceptos e ideas les representa. Y desde los feminismos blancos se ha pensado la maternidad o el dar pecho como algo que las aleja de la posibilidad de emanciparse de ciertos roles históricos de la mujer, es como un retroceso a ese proceso que, según ellas, han caminado hace mucho tiempo. Es arbitrario observar a las comunidades racializadas desde esa lupa del feminismo blanco de ciudad, sin entender cuáles son las agencias históricas que tienen estas comunidades, de autodefinirse y de autopercibir cómo quieren vivir su realidad como feministas o qué decisiones quieren tomar ellas con su cuerpo, con sus realidades sociales e históricas, sin necesidad que alguien venga y diga que aquello que les funciona a ellas me tiene que funcionar a mí. Creo que la autora dominicana Yuderkys Espinosa hizo un gran aporte sobre este tema. MC : Al buscar información de tus exposiciones y conversatorios, casi todos son encuentros ligados a la migración. AG : Muchas veces me he sen¿Sientes que te invitan para cumplir con una cuota de diversidad, en este caso migración afrodescendiente? tido la cuota porque hay una necesidad de ciertos espacios, que se piensan políticamente correctos, que creen que deben tener a una persona negra, una de pueblos originarios, una de disidencia sexual, un migrante. Pero todo sigue siendo desde una posición neocolonial en que hay una especie de expectativas hacia tu participación como persona racializada. O es desde la victimización y la falta de oportunidades, o desde el estereotipo del afrodescendiente como la persona negra del Caribe, que es buena para la rumba, el baile y que sonríe todo el tiempo. Cuando no encajas en ninguna de esas dos perspectivas, básicamente no les sirves como cuota dentro de sus programas. Por eso digo que es neocolonial, porque deciden cómo te ves, qué es lo que tienes que decir y cómo te van a mostrar.
MC : Uno pensaría que los centros culturales son espacios donde esas prácticas no ocurren. AG : Ocurren, además que han sido muy pocas las experiencias que he tenido de participar con honorarios. Y también hubo una situación de racismo estereotipado en que yo estaba viendo unos grafitis en una feria de arte y llega un señor que trabajaba en ese lugar y me dijo: “Oye, ¿ya te pasaron los guantes y la escoba?”. Él asumió que si yo estaba ahí, solo era porque estaba haciendo trabajo de limpieza. El sistema del racismo está en todos lados y debemos denunciarlo. Sus prácticas se han sofisticado y ya no son tan evidentes, pero siguen ahí, incluso en los espacios de cultura.