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El desafío del siglo XXI - La protección de los animales

La humanidad tardó miles de años en darse cuenta que los seres humanos debían ser iguales en derechos y ante la ley, comenzando un largo proceso a partir del siglo xix que permitió abolir la esclavitud, aunque hoy en día aparezcan nuevas formas de sometimiento como la trata de personas. Tardo también varios siglos en comprender que cada persona tiene la necesidad y el derecho de pensar libremente, elegir su religión, su estilo u orientación en la vida, aunque al día de hoy aun existan dictadores o intolerantes. Se demoró más de un siglo en universalizar el derecho a voto desde que las democracias comenzaron a regir el destino de la gran mayoría de los países de occidente y permitir la participación de las mujeres en la política y los asuntos del estado. Y tardo mucho más en entender que los hombres y las mujeres deben ser iguales en derechos y oportunidades. Y así sucesivamente se podrían describir cientos de temas y de cuestiones en los cuales la humanidad ha demorado una eternidad en comprender y evolucionar, cosas que para el pensamiento de este siglo xxi resultan inconcebibles y eran naturales en el pasado.

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Sin embargo, en el cómputo de los tiempos, los seres humanos estamos tardando demasiado en comprender que el daño que se le está haciendo al planeta puede resultar, si ya no lo es, irreversible. El consumismo, el afán de progreso desmedido, el derroche, la irresponsabilidad, la inequidad están desapareciendo los bosques y las selvas, llenando de basura los mares y los ríos, contaminando la tierra, provocando lentamente la desaparición de cientos de especies animales y vegetales y transformando para mal el clima. Pero todos estos largos procesos que la humanidad ha necesitado para comprender, asimilar, adaptarse y respetar los cambios que han sucedido a lo largo de cientos de años, aún no se han producido con los animales. Los animales han servido para progreso de los seres humanos desde que no había mucha diferencia entre unos de otros. Fueron alimento, sirvieron como apoyo para tareas de fuerza, transporte, experimentación, diversión, compañía, situaciones todas, que parecieran no haber evolucionado en miles de años y de la misma manera que otras.

Siglos atrás era natural esclavizar a todos aquellos que cometían delitos o eran prisioneros de guerra porque eran pecadores o enemigos de la sociedad, en tanto que el sometimiento de las personas de color se basada en la creencia que carecían de alma. Argumentos absurdos que lejos de ser las justificaciones moral y socialmente aceptadas de la época, ocultaban en realidad un gran negocio económico como ocurre en la actualidad con los animales. Desde hace varias décadas, pero en particular desde la llegada del siglo actual, un sector de la sociedad fue comenzando a comprender que los animales son seres vivos, que tienen conciencia y sentimientos; que experimentan el sufrimiento, miedo o emociones. Algo que se sabía de hace mucho y que sin embargo no había podido instalarse con fuerza en las ideas o corrientes filosóficas que hicieron al avance de nuestra especie.

No caben dudas que los animales sienten. Todos hemos tenido la oportunidad de relacionarnos con alguno a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, no todos lo han comprendido o querido comprender. El especismo, que es la discriminación moral de individuos por el solo hecho de pertenecer a otra especie es el equivalente en estas épocas al racismo que justificaba la esclavitud de las personas de color.

El especismo es aquel que salvaguarda la vida de un perro pero está dispuesto a sacrificar la de una vaca. El que quiere a un loro de colores y pide exterminar a las palomas. Este es el estado actual de nuestra sociedad. Tan contradictorio como varios siglos atrás. Pero la relación de los seres humanos con los animales es mucho más compleja que lo que genera el especismo. Legalmente en todo el planeta los animales son considerados cosas, susceptibles de ser apropiados por las personas, salvo aquellos que afortunadamente han obtenido alguna protección especial como los silvestres que viven en territorios resguardados como bosques o selvas.

“Legalmente, en todo el planeta los animales son considerados cosas”

Y es ese estatus, el de cosa que puede ser propiedad de una persona, el que imposibilita no solo que tengan mayores derechos, sino también que los propietarios hagan con ellos la más brutal de las relaciones.

Utilizar animales para el consumo es una de las prácticas más crueles e inhumanas que forman parte de nuestra sociedad, hoy solamente justificada por una tradición cultural. Adquirir especies silvestres para

compañía o colección es el ejemplo más claro del desinterés por la vida del animal. Matarlos por diversión es una de las formas en que se manifiesta una personalidad perversa y violenta.

Y es este el desafío que hay que llevar adelante. Generar conciencia, cambiar la cultura, cambiar las tradiciones, terminar con el negocio económico de la explotación de los animales, como sucedió con la esclavitud dos siglos atrás.

Los seres humanos hemos presumido de nuestra conciencia e inteligencia para ubicarnos por encima de todo. Sin embargo esa conciencia e inteligencia ha sido incapaz hasta ahora de comprender el sufrimiento animal y de evolucionar de tal manera que permita conseguir alimentos, vestimenta y productos sin explotarlos o destruir el planeta.

Todos los animales deben tener los mismos derechos, que no son ni más ni menos los que les garanticen su vida en las mismas condiciones que las que queremos para todos nosotros. Los animales silvestres en su hábitat, sin la destrucción de bosques y selvas, y sin cazadores que los persigan por ego o perversión. Los animales domésticos cuidados y protegidos ya no como propiedad de las personas sino como parte de la convivencia multiespecie.

No hay dudas que el siglo xxi ha iniciado una transición que dejará atrás miles de años de sufrimiento de los animales para sostener la vida de las personas. Y avanzará a un sistema de protección. El proceso recién comienza, difícil y complejo, pero la buena noticia es que está en marcha.

Autor Martín Scotto

Dr. Martin Scotto Abogado. Docente de la Cátedra de Derecho Animal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Integrante de la Asociación Civil de Ayuda a las Aves.

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