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CIENCIA Y ACTIVISMO: El maridaje perfecto

A lo largo de nuestro andar como activistas por la liberación animal, hemos dado con la noción de que la ciencia interfiere en nuestro propósito. De hecho, muchos han llegado a verla como un obstáculo a la hora de avanzar ideológicamente. La idea de que la evidencia científica se contrapone antagónicamente a nuestros principios éticos ha prendido ávidamente en ciertas organizaciones sociales y actores de la sociedad civil en general.

A priori, podrá tratarse de una interpretación no tan descabellada. Alcanza con repasar la historia no tan lejana para comprender que tanto el ser humano como el resto de las especies animales, han sido desarraigados de todos sus derechos en pos de los avances médicos. Se ha mutilado, experimentado y viviseccionado atrozmente en nombre del avance del conocimiento. La doctrina del mal menor, supo —y aun sabe— justificar el sufrimiento de cualquier ser sintiente a costa de permitirse trepar el siguiente escalón académico en una suerte de vorágine investigacional inagotable. El imperio farmacéutico a sabido sortear mejor que nadie dichos obstáculos éticos, tejiendo desde las sombras oportunas alianzas irreprochables para la mayoría de la sociedad, con el único fin de ensanchar sus arcas financieras y por supuesto, también las de su empleado mas fiel: el poder político de turno. Es cierto, las garantías constitucionales que protegen la integridad del Homo sapiens han dado ciertos frutos en términos de igualdad, a expensas del infatigable activismo practicado por grupos minoritarios y colectivos sociales. Infelizmente, este avance no se ha visto reflejado en la protección y reivindicación del derecho a existir y ser respetado por parte del resto de las vidas que habitan el planeta.

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Pero la ciencia, conforme el inminente avance tecnológico de los últimos siglos, también se ha convertido en un ingrediente insustituible del cocktail favorito de los amantes de las ideas conspiranoicas, también activistas por su causa. Se trata de un modelo capaz de adquirir diversas formas, sea cargando las responsabilidades de la actual pandemia sobre las espaldas del magnate de la informática Bill Gates, apuntando a un laboratorio que filtra deliberadamente el sars-cov-2 en el gigante asiático, o vinculando directamente discapacidades del desarrollo humano al empleo sistemático de vacunas.

Claro, la ciencia no puede conformar a todos. Sin embargo, debo detenerme en lo siguiente: una de las mayores virtudes de esta rama del saber humano, no es justamente su complacencia, sino su innata facultad para ser sometida al escrutinio entre pares, cuyos resultados deberán ser factibles de ser reproducibles sin excepción alguna. La ciencia nos juzga al igual que nosotros podemos juzgarla a ella. Pero para esto ultimo, nunca será suficiente con pensamientos empíricos y visiones abstractas de que todo es posible. Por el contrario, quien desee someterla cara a cara con el raciocino ético y libre, deberá aceptar conducirse por los mismos senderos que, en primer lugar, la trajeron a la vida: el pensamiento científico y la metodología de la investigación. Esta última afirmación no representa una idea caprichosa o antojadiza de mi parte. Para ponerlo en palabras mas claras, cada vez que intentemos rechazar una hipótesis, deberemos indefectiblemente rebatirla con los mismos fundamentos con los que a ella hemos arribado. No alcanza con reflexiones o sensaciones propias, es el sesgo el principal enemigo del pensamiento racional, y por lo tanto, quien desee cuestionar una aseveración y refutarla, deberá al menos, estar familiarizado con esos mismos conceptos. Celebro con gran entusiasmo que cada vez seamos mas los que nos animamos a practicar este ejercicio. El camino empirista es mas corto y accesible, no voy a negarlo. Resulta de hecho tentador.

Pero cualquier científico vegano que desee desmontar una falacia corrupta que por alguna razón a logrado alcanzar el impulso del fundamento científico para convertirse en verdad, deberá estar familiarizado con el proceso. Se combate al sistema comprendiendo al sistema, y no opinando aisladamente. El empirismo, también conocido como conocimiento popular, es por si solo incapaz de dar respuestas. De hecho, nunca a sido capaz de hacerlo, dado que fenómenos aislados, por mas real que resulten a nuestros sentidos, jamás lograran revelar los procesos intelectuales colectivos que los tiempos demandan enmarcados en una sociedad plenamente globalizada. Considerada una herramienta útil hace miles de años, el empirismo debe construirse junto con otros marcos conceptuales, multidisciplinariamente, lo que hará posible, discriminaciones importantes entre los diferentes ideales de la ciencia contemporánea.

Como cirujano oncológico, he tenido mas de una vez la sensación de que una técnica quirúrgica es superior a otra considerada estándar indiscutido. Sin embargo, afirmarlo vehementemente significaría desestimar los procesos biológicos que indefectiblemente continúan sucediendo, adelantarme a los hechos, y principalmente, una visión necia de que mi manera de ver el mundo es realmente la correcta. La pregunta sería ¿Cuál sería el resultado de omitir las técnicas quirúrgicas estándar y reemplazarlas por aquellas que la intuición me indica? Para eso esta la investigación científica amigos, para refundar las leyes biológicas, obtener resultados contrastados y reproducibles en diversos contextos.

La ciencia no esta hecha a nuestra imagen y semejanza. Nunca fue ni será nuestro espejo. Cuestionarla al extremo es una de mis pasiones. Se trata de ir hasta el fondo del embrollo. De aceptar que ciertas veces creemos estar acertados y tantas otras damos en la tecla.

La ciencia no toma partido. En repudiables ocasiones, si lo toman sus investigadores, con conflictos de intereses no declarados, aunque no pocas veces explícitos. Y allí estamos nosotros para desbaratarlo, para desbarrancar todo lo que se aleje de nuestra ética compasiva para con la naturaleza y el resto de los seres sintientes. No permitiremos nunca mas que, en nombre de esta se vapulee el derecho a ser respetado. ¿Porqué? Por el simple, único y maravilloso hecho de estar vivos.

A fines de octubre de este año mantuve una conversación con el productor de un conocido programa de televisión abierta, ese tipo de circo mediático con panelistas y debates de toda índole. En aquella ocasión conversábamos sobre la demencial violencia con que matarifes del frigorífico Faraón (situado en las inmediaciones del matadero Ganadera Arenales) intentaron disuadir a un grupo de actvistas veganos que pacíficamente allí se manifestaba. Yo le recriminaba a esta persona la manera sistemática que ejercen los medios hegemónicos para intentar ridiculizar el activismo vegano cada vez que un evento se convierte en mediático. Este productor me decía: Está claro que invitamos activistas vehementes a debatir en vivo con empresarios consolidados en el negocio ganadero. No nos sirve invitarte a vos, nunca vamos a invitarte, porque estás en condiciones de hablar con argumentos científicos sólidos, y por ende, no habría debate alguno.

A mis 40 años, tengo bien claro lo que buscan los medios de comunicación, y no es que me sorprenda. No obstante, debo decir que me preocupa la carencia de líderes científicos en las filas de los grupos activistas. Estoy convencido de que la gente no escucha (o toma mal) cuando se le dice lo que tiene que hacer, generando incluso un efecto paradojal. Muy por el contrario, es agradecida de quien le explique con bases sólidas y academicamente sustentadas lo que realmente sucede. Desde el estreno del documental ¿Qué hay de cenar hoy?, estoy cada vez más maravillado con lo receptiva y agradecida que puede resultar la sociedad cuando se le habla sin sesgos ideológicos.

En este punto hemos estado fallando. Por cuestiones antes descritas, hemos llegado a creer que la ciencia es nuestro enemigo, y sin embargo, resulta ser todo lo contrario: la ciencia esta a favor nuestro y es nuestro principal aliado en esta batalla, hoy más que nunca antes.

Por citar tan un par de ejemplos, cuando la Dra. Xiyan Xu y equipo (de los Centros de Prevención y Control de Enfermedades de los Estados Unidos [cdc]) publicaron sus hallazgos en la prestigiosa revista científica Virology allá por 1999, nos estaban advirtiendo de que el abuso explotativo de aves había sido el determinante para el reordenamiento genético que condujo a la gripe aviar de 1997, y que intromisiones humanas semejantes fueron las responsables de la gripe asiática y la gripe de Hong Kong, las cuales ya venían azotando a la humanidad y aniquilando diversas especies animales infectadas desde varias décadas antes.

Volviendo a la actualidad, cuando el Dr. Kristian Andersen y colaboradores (del Instituto de investigación translacional Scripps, La Jolla, Estados Unidos) publican recientemente en Nature su riguroso análisis sobre el origen del sars-cov-2, nos están mostrando que este último surgió a partir de procesos naturales, es decir, como producto de la selección natural, ante la desvergonzada intromisión del ser humano en hábitats donde no es bienvenido, despejando cualquier tipo de teoría conspiranoica. De este modo, tras dos horas de bombardeos de datos duros y evidencia científica contrastada y verificada, ¿Qué hay de cenar hoy? llega finalmente a la conclusión insoslayable de que el origen y el desencadenante de las pandemias ha sido, es y seguirá siendo, el consumo de animales. Lo afirma rotundamente luego de una revisión sistemática y exhaustiva de la literatura disponible. Otros honrables documentales han recorrido el mismo camino para demostrarnos que la misma causa es responsable del cambio climático, el efecto invernadero, etc., etc. y más etc. La verdad no surje de observaciones aisladas. Por permitirnos apartarnos de los ensayos experimentales controlados es que las fake news y teorías conspiranoicas logran apoderarse de nuestra atención, viralizadas en cuestión de segundos, sin que nadie se detenga un momento a cuestionarlas. En el otro extremo, la ciencia lleva implícita este cuestionamiento en su razón de ser. Observaciones empíricas han resultado ser ciertas y afirmaciones científicas han causado daños irreparables en el planeta. La clave, una vez mas, radica en el arduo conocimiento de la biología y la metodología de la investigación, sujetadas firmemente a las manos de la ética compasiva, y para nuestro leitmotiv, de la mirada crítica de científicos veganos que no titubearán un instante a la hora de desmontar actitudes que de ella se aparten.

Autor Alejandro Aragona

DR. Alejandro Aragona Médico especialista en ginecología oncológica acreditado y recertificado por la UBA, Hospital Oncológico de Buenos Aires Maria Curie, docente de posgrado UBA, Director y Realizador del Documental "¿Qué hay de cenar hoy?".

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