Laberinto No.1024 (28/01/2023)

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El menú: ¿cocinar es un arte?

La poesía de José Emilio Pacheco

Irene Vallejo: guerras, inmigraciones, exilios

Suplemento cultural de MILENIO LABERINTO
SÁBADO 28 DE ENERO DE 2023 AÑO 19 - NÚMERO 1024 HOMBRE DE CELULOIDE FERNANDO ZAMORA
José Luis Martínez S./ FOTOGRAFÍA: OCTAVIO HOYOS
ENSAYO MARIO VARGAS LLOSA
Foto: Alienworx Productions Foto: Layle Silbert

EN EL BANQUILLO

Galería

Alo largo de las últimas semanas he fotografiado algunas de tus pertenencias. La garrafa opaca en la que vaciabas el vino tinto, tu copa roja, el viejo sacacorchos de tu papá. La pila de medicamentos en el comedor junto al aparato para medir la presión. Tus suéteres —dos grises, uno negro— encimados en el respaldo de la mecedora en tu estudio. El laptop en tu escritorio, el fólder con el manuscrito de tu novela inconclusa, el termómetro, el oxímetro predilecto, la taza con el dibujo de los Beatles, llena de plumas y lápices, tu celular, el pequeño atril blanco, un pisapapeles, un sacapuntas, tres cuadernos, un cenicero de cristal cortado, una maceta con un bonsái y una diminuta rana de vidrio que parece estar mirando las hojas del árbol encogido. Tu bata en el baño, tus cuatro cepillos de dientes, los tubos de cremas para la piel radiada de tu torso, las gasas, el jabón que llamábamos “prehispánico” en una orilla del lavabo. La lámpara en tu mesa de noche, tus lentes, tu reloj, una paloma de porcelana; justo encima, en la pared, una calcografía del “Filósofo meditando” de Rembrandt y una litografía de un gato sepia con un poema de Baudelaire: “en mi corazón amoroso… un aire sutil, un aroma peligroso”. Imagino vitrinas rectangulares, ovaladas, cuadradas y, dentro de cada una, la selección de tus pertenencias y una foto correspondiente.

Ya estoy escribiendo las fichas o leyendas que acompañarían las piezas de mi museo efímero.

1) Gotas de vino en el tapete. No encuentro mi lupa. De ningún modo deben borrarse las manchas ni debo olvidar el disco roto de esa tarde. 2) La sombra de los medicamentos es más oscura que la madera. Quiero que brille. Faltan las palabras de nuestro convenio. 3) Decidí no ponerte el suéter negro porque supuse que a tu cuerpo le daría mucho calor. No tomé en cuenta su tránsito por el fuego. 4) En la habitación 108 del hospital me describiste la estructura de tu novela. Un personaje –una mujer– termina por inventarlo todo, incluso tu historia y la mía. Aún no resuelvo el misterio de las numerosas iniciales. 5) La bata conserva el olor de tu cuello. La acerco a mi nariz. Inhalo y cierro los ojos. 6) Cuando anochece enciendo tu lámpara no para ver, sino para fingir que vas a llegar. Se desacomodan los lentes. Digo Da Vinci en vez de Rembrandt y alguien se ríe. En el Canto XXVII un amigo me pregunta por mi Comedia apócrifa: “¿qué es?” Le aclaro que se trata de una serie de elegías; el efecto monotemático quizá provenga de la duración misma de la muerte: no se interrumpe mientras no se distraiga con la vida. “Ya van casi once meses”. Le pido paciencia. RunsoftlytillIendmysong

En tu libro del Renacimiento leo que en los siglos XIV y XV quemaban los mármoles de las ruinas de Roma: “ricos y no pocas veces adornados con inscripciones, tallas y bajorrelieves, para convertirlos en cal”. Las vitrinas existen solo en mi cabeza. Tú existes en mi cabeza: una luz por otra a contraluz. Como si fuéramos espejos. _

HOMBRE DE CELULOIDE

El arte de cocinar

Anya Taylor-Joy, conocida por Gambito de dama, sube a un exclusivo yate que va a llevarla, junto con otros comensales, al mejor restorán del mundo. Como tentempié, el chef, el señor Slowik, ofrece caviar de limón servido sobre una ostra cruda con salsa mignonette. Los protagonistas de la película El menú (disponible en Star+) prueban el manjar y nosotros nos embarcamos con ellos en esta sátira extraordinaria que, aunque no pareciera, termina por producir en los espectadores una profunda reflexión en torno a lo que es el arte. Lo primero que hay que notar es que este caviar y todos los platos que se ofrecen en la película fueron diseñados por la chef Dominique Crenn, quien en cierto sentido es todo lo contrario a René Redzepi, el cocinero danés en quien parece inspirado El menú. Poco después del estreno de esta película, Redzepi anunció que su restorán, el Noma, en Copenhague, cerraría en 2024. Este que es considerado “el mejor restorán del mundo” cerrará porque la obsesión del chef lo estaba enfermando a él y a su ejército de colaboradores. Entre los antiguos, cocinar nunca hubiese sido considerado un arte. Para los griegos, por ejemplo, solo era arte aquello que invocase el

espíritu y de ningún modo los sentidos materiales, esto es, el gusto, el tacto y el olfato. Creían que el arte debe emplazar solo a la imaginación y nunca a la vida real. Lo que había en el fondo de este modo de definir lo que significa “hacer arte” es que, si estamos dispuestos a conceder que cocinar es un arte, deberemos aceptar también que copular debe ser un arte. Es aquí donde resulta notorio que esta película haya sido diseñada para enfrentar a un chef con una prostituta. ¿Alguna vez disfrutó su oficio?, pregunta él. Antes sí, responde ella, pero ya no. El chef, encarnado por el magnífico actor Ralph Fiennes, contesta con ojos llorosos: a mí me sucede igual, hace mucho que no siento ya el placer de cocinar. Este diálogo resulta tan importante como aquel otro en que ella dice: usted ha eliminado la alegría de comer, cada plato que nos ha entregado hoy fue solo un ejercicio intelectual y no una comida con la que uno pueda sentarse simplemente y disfrutar. Y esto es lo que hace

de Elmenú una película importante. Porque esto podría decirse del arte moderno, la alegría de disfrutar de la música, del baile, de la comida o, incluso, del amor: se ha banalizado en un ejercicio intelectual. Es en el enfrentamiento entre un chef y una prostituta que el director Mark Mylod y los guionistas Seth Reiss y Will Tracy han conseguido hacernos pensar en lo que significa disfrutar el arte. De la música, claro, pero también del cine, de una obra como esta, llena de diversión, del gozo de una hamburguesa que sabe a niñez. El arte, en efecto, está en la experiencia que alimenta a la imaginación, no el ego. Con ironía, El menú trasciende películas muy profundas en torno al significado del arte en oficios como la alta moda. Si en su maravillosa Prêt-à-Porter de 1994 Robert Altman nos sorprendía con un vestido inexistente, El menú se burla de esas maromas mentales e invita a reír con un plato de pan sin pan. ¿Qué es la experiencia estética en una cultura en que unas pelotas ponchadas se llaman arte? La película El menú no ofrece respuestas. Ofrece, sin embargo, un llamado a la imaginación y a la alegría. Entretiene y permite pensar que tal vez el oficio de este chef y el de esta prostituta no sea un arte. Tal vez sean algo mucho mejor. _

-02- 28 DE ENERO 2023 ANTESALA
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA ALIENWORX PRODUCTIONS
La película ha sido diseñada para enfrentar a un chef con una prostituta
El menú. Dirección: Mark Mylod. Estados Unidos, 2022.
TEDI LÓPEZ MILLS
Las vitrinas existen solo en mi cabeza. Tú existes en mi cabeza: una luz a contraluz

ANTESALA

POESÍA

No abras la ventana

KHALID KAKI

Solo es un sueño. No abras la ventana. La verdad escapará.

¡No abras! La luz del día inundará tu habitación y un tigre de luz engullirá tu aorta.

¡No abras! Deja todo en su sitio. Este es un tiempo de marfil, que las tijeras de palabras no podrán cortar

Deja todo en su sitio, y pon una nota sobre las cortinas:

¡Esto no es una ventana!

Solo estás tú. La luz del día lava de gris tu ausencia, la abrillanta. Así pasa sus horas.

No abras. Abandona todo.

Deja a los tigres de luz tu oscuro corazón.

Khalid Kaki (Kirkuk, 1971) vive en Madrid desde 1996. Entre sus libros se encuentran Sin precaución (1998) y La ceniza del granado (2010). El poema que aquí presentamos, forma parte de la antología Campo de batalla. Poesía iraquí actual (1990-2020) publicada por Círculo de Poesía.

EX LIBRIS

ESCOLIOS

El grito

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

En el perturbador relato de Robert Graves, “El grito” (luego llevado al cine por Jerzy Skolimowski), un hombre internado en un sanatorio mental afirma haber aprendido de los aborígenes australianos el poder de matar con un grito y ejerce un aterrador influjo sobre su entorno. El grito es una modulación de la voz humana que conecta con lo más corporal y, a la vez, con lo mistérico. El libro Una historia culturaldelgrito de Ana Lidia M. Domínguez Ruiz (Taurus, 2022) ofrece una taxonomía, una sociología y una estética de este acto y de sus usos. Como señala la autora, el grito está antiguamente instalado en la memoria cultural: muchos relatos de la creación abren con la entonación de un grito o una carcajada cósmica y se supone que los elementos reproducen la potencia insondable del grito. Los dioses y los hombres se disputan la facultad de gritar y, en la Ilíada, el vozarrón del heraldo griego Esténtor desata celos e imitaciones divinas. En la tragedia griega, el grito era uno de los protagonistas y las emociones se expresaban no tanto por la acción escénica, sino por la modulación de la voz de los actores, por los dispositivos de amplificación del sonido (máscaras y otros artefactos) y por los espacios de resonancia acústica.

El grito es una reacción del portador de voz que, por su rapidez e intensidad, sustituye a las palabras. En el grito la voz despliega sus poderes acústicos independientemente de los significados lingüísticos. El grito puede ser una expresión abisal y primaria de lo humano; una reacción instintiva, una manifestación catártica, un gesto afectivo, una señal entre cómplices, un signo de presencia o una muestra de poder, que en todos los casos se separa del lenguaje articulado y tiene un alto impacto emocional. Por ejemplo, puede ser una muestra de carisma o un alarde de fuerza, pues los gritos, alaridos e insultos a menudo constituyen armas de combate. El grito también se presenta prolijamente en actos que representan placer, dolor o éxtasis, como el juego y el sexo o, bien, en ciertos cultos y variantes religiosas, o en ciertas formas de enfermedad. En todo caso, es una liberación de energía que adquiere múltiples significados. El grito puede tener un uso social cuidadosamente encauzado, aunque a veces su carácter desconcertante y subversivo (por ejemplo cuando en las sociedades patriarcales lo profiere la mujer) rebasa estas normativas. En este sentido, el grito llega a considerarse una convulsión de la voz, un resabio salvaje o una seña de posesión satánica y, por eso, se busca erradicar o domesticar los gritos sediciosos o inconvenientes. Con todo, al mutilar o edulcorar al grito se pierde una conexión con lo inefable. Por eso, la autora propone una propedéutica del acto y la escucha del grito a fin reincorporar todo el significado y potencial transformador de este acto a nuestra percepción empobrecida, plagada de ruido y gritería política, pero sorda a los misterios de este radical y oscuro giro de la voz. _

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Turandot/ EKO
Es una modulación de la voz humana que conecta con lo más corporal

Con su novela Elsilbidodelarquero, Irene Vallejo entre la fundación del imperio romano y nuestro “Zambullirse en el pasado es forma de construir el porvenir”

espués del éxito de Elinfinitoenunjunco, Irene Vallejo vuelve con la reedición, en Random House, de la novela El silbido del arquero. Publicada originalmente en 2015, recrea la historia de Eneas, el héroe mitológico que luego de la derrota de Troya, en compañía de algunos hombres, abandona su ciudad. Una tormenta hace naufragar los barcos donde viajan, conduciéndolos a un sitio desconocido, que es la costa de Cartago, donde Eneas encuentra a la reina Elisa y a la adolescente sacerdotisa Ana; encuentra también la hostilidad y las intrigas de los guerreros cartagineses que desean casarse con la reina, cuya viudez y belleza aguijonean sus ambiciones.

El silbido del arquero es una novela coral en la que se escuchan las voces de Eneas, Ana, Elisa y el dios Eros, y en la que los tiempos se hilvanan con la presencia de Virgilio, quien dos siglos más tarde será elegido por el emperador Augusto para contar la historia del imperio romano, del que Eneas es la piedra angular.

La aventura, la historia, la mitología, el amor, la guerra, las bondades y miserias de la condición humana forman parte de esta novela que anima la siguiente conversación.

¿Por qué te gustaría que los lectores se acercaran a El silbido delarquero?

Me hace muy feliz que la novela tenga esta segunda vida. Cuando

Dla publiqué por primera vez en España, al ser yo desconocida, pasó casi inadvertida. Invitaría a quienes se acerquen a ella a que la vean como un relato para meditar sobre nuestro mundo. Lo que para mí vuelve apasionantes las novelas históricas es que el escritor está, de alguna manera, indirecta o metafóricamente, tratando de hablar sobre el presente, lo que, a su vez, está profundamente conectado con nuestra posibilidad de construir futuros posibles en la imaginación.

Creo que zambullirse en el pasado es una forma de salir luego a la superficie con herramientas para construir el porvenir que soñamos y protegerlo de los accidentes, de los obstáculos que quizá surgirán cuando querramos hacer realidad esas ideas y esos proyectos, porque las generaciones que han vivido de una manera tan cómoda, tan distinta a la de otras épocas, con frecuencia olvidan las tragedias ocasionadas por la guerra o la intolerancia.

Por qué elegiste como epígrafe la frase de Ana María Matute: “Algunas victorias no son ni gloriosas ni recordadas; pero algunas derrotas pueden llegar a ser leyendas, y de leyendas pasar a victorias”. Ana María Matute ha sido una escritora muy importante e influyente en mi literatura; su frase condensa la reflexión de esta novela sobre en qué consiste realmente el éxito o el fracaso, que a veces no son tan evidentes como pensamos. El protagonista, el héroe mitológico Eneas, se nos presenta como un refugiado, como alguien que después de la derrota de Troya escapa de la toma y el saqueo de su ciudad y se convierte en un emigrante. Ese es el detonante, ahí nace mi interés por recuperar esta historia y por narrarla en términos contemporáneos, porque la emigración es uno de los grandes temas del mundo

en que vivimos, que se va volviendo cada vez más complejo y cada vez más transitado por esos constantes movimientos nómadas de gente buscando una nueva vida en otros países, en otros territorios, en otras latitudes. Quise recordar que en los fundamentos de la mitología, de nuestra cultura, tenemos a este personaje que es un héroe de un perfil diferente; es un héroe que ha perdido la guerra y busca un lugar para reconstruir su vida. Esta situación engrana con muchos de los conflictos que está viviendo la humanidad, la búsqueda de un lugar donde comenzar de nuevo y construir algo más poderoso que las derrotas: una victoria como la que representa Eneas en esta novela, donde muy al principio exploro algo que sucede al inmigrante: no saber a dónde llega, su desconcierto al estar en una tierra desconocida sin saber lo que le espera.

¿Podrías ampliar tu opinión sobre ese sentimiento de los inmigrantes ante lo desconocido? El corazón de esta novela es que quien abandona su país, su tierra, es probablemente el constructor de nuevas culturas, de nuevas realidades, porque la humanidad siempre ha forjado sociedades a través del mestizaje y el encuentro con las diferencias, no con la pureza que nunca ha existido en las comunidades humanas.

Eneas aparece durante gran parte del relato como un hombre afligido por las contrariedades y los peligros que los acechan a él y a sus compañeros de naufragio, cuando está destinado a ser el origen de la fortaleza de los romanos, del imperio que construirán. Es como el gozne entre el momento en que la

experiencia vital parece una derrota, cuando en realidad Eneas está destinado a convertirse en el origen, en los cimientos de algo muy grande.

La literatura occidental comienza narrando una guerra, un fenómeno que sigue presente en el mundo. La historia de la literatura occidental comienza en la Ilíada con la palabra cólera, es una literatura que arranca en el ruido y la furia. Durante mucho tiempo, en Europa pensamos que la guerra ya no formaba parte de nuestra experiencia, que los estallidos violentos pertenecían al pasado, que el progreso y los procesos de integración de la Unión Europea los habían alejado. Pero nos hemos encontrado con lo contrario. Históricamente, la guerra es la constante y la paz es la excepción; la paz es lo que tenemos que construir, la guerra es lo que sucede si simplemente nos abandonamos a la inercia de los acontecimientos y de los conflictos. Si se computan los primeros milenios de la humanidad, apenas hay constancia de unos escasos años en los que no hubo ninguna guerra, en todas sus formas e intensidades. Filosóficamente, estamos en constante tensión de opuestos y esto, si no tenemos la madurez democrática para encontrar soluciones a través del diálogo, desemboca en la violencia y en la agresión. Esa es la razón por la que seguimos ocupándonos de la guerra, para recordar lo destructiva y catastrófica que resulta. Es una manera de intentar abogar por las soluciones pactadas, dialogadas, en

-04- 28 DE ENERO 2023 DE PORTADA
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. FOTOGRAFÍA OCTAVIO HOYOS
“Quien abandona su país es probablemente el constructor de nuevas culturas”

Vallejo tiende puentes nuestro presente una porvenir”

un mundo que se nos vuelve cada vez más agresivo, más inhóspito para el razonamiento cuando todos los conflictos, incluso en las redes sociales, tienen esa propensión hacia la agresión, el insulto y la incomprensión de las posturas ajenas, de las formas de mirar el mundo desde otros ángulos, desde el bagaje de otras experiencias.

El silbido del arquero tiene una estructura en la que a través de monólogos se van delineando los personajes mientras se avanza en la historia. No quise acudir a la voz de un narrador omnisciente, que es la del mito antiguo, esa voz que conoce a todos los personajes, sus motivaciones e ideas y cuenta la historia desde un punto de vista unívoco. He querido llevarme la narración a unas técnicas compositivas y literarias contemporáneas, que son las de las múltiples perspectivas, de manera que vamos escuchando un relato que encadena distintas voces e incluso, en algunos momentos, varios personajes cuentan la misma historia, los mismos acontecimientos, la misma escena desde diferentes puntos de vista. Esa estructura fue uno de los desafíos de la novela, porque toda la historia tiene que estar narrada, no solo en sus hechos, sino también en las confusiones que la ignorancia va provocando en cada uno de los personajes que toman la voz, excepto en el dios Eros que es el único que, como los viejos narradores, puede adentrarse en el interior de los personajes, aunque lo he querido plasmar como un dios un poco frustrado porque los seres humanos escapan a su poder, escapan a los escenarios que ha preparado para ellos y a los planes que diseña para su comportamiento. A través de este dios, un poco juguetón y envidioso, trato de representar las vidas de quienes protagonizan la novela desde otra óptica, planteando cómo este dios, que vive en la aburrida y tediosa eternidad, contempla las aventuras y los sufrimientos y las pasiones de los seres humanos con profunda avidez y siempre, en el fondo, con la pena de no participar de esa realidad apasionada.

Dentro de las voces que hay en tu novela, ¿cuál fue la más difícil de construir, de imaginar? Son cuatro las voces que articulan Elsilbidodelarquero: dos mujeres (Elisa y Ana), un hombre (Eneas) y un dios (Eros). La voz de Ana, una adolescente en la pubertad, es la que más espacio a la creación y a la interpretación me ha dejado, porque en la Eneidaes un personaje que tiene escasa presencia. Entonces, he intentado no traicionar lo que cuenta la Eneidasino traerlo a una

mirada más contemporánea, ser fiel a los datos, a los hechos de la historia, pero allá donde la historia no se pronuncia, donde el mito no nos explica, es donde tengo más terreno como novelista para imaginar las motivaciones y los antecedentes de los personajes. En este sentido, Ana era como una terra incognita. Virgilio le dedicó escasos hexámetros en el poema y entonces yo podía imaginar a esta niña a punto de hacerse mujer y cómo se defiende, cómo intenta construir su propia seguridad dentro de ese mundo a través de los oráculos, que presuntamente recibe de los dioses pero que son invenciones suyas, que utiliza astutamente para conseguir el respeto de los demás, para lograr una cierta protección para sí misma y para llevar adelante sus fines y sus proyectos invocando a la autoridad de los dioses; es un juego muy peligroso para ella, pero fue muy interesante construirlo. El otro gran desafío fue intentar crear la voz de un dios, de Eros. Él comparte su mirada sobre los seres humanos, es una forma de introducir una cierta ironía y el distanciamiento que él siente porque no está participando de los acontecimientos, sino solo siendo su testigo. Es también una forma de reivindicar nuestras experiencias como seres humanos, porque aunque a veces puedan resultar frustrantes, injustas y duras, al mismo tiempo son intensas y fascinantes.

Hay una conexión muy profunda entre Elinfinitoenunjuncoy Elsilbidodelarquero: el mundo antiguo, la combinación entre la narración y el ensayo… Siempre me he propuesto hacer este experimento de explorar territorios fronterizos entre el ensayo y la novela. Elinfinitoen unjuncoes un acercamiento del ensayo a técnicas narrativas novelescas y Elsilbidodelarquero intenta ser una novela de ideas, que se acerca de alguna manera a la reflexión sobre algunos de los grandes temas y problemas del mundo contemporáneo, como la censura, el intento de los poderosos de convertir a los escritores (como Virgilio) y a las voces de los intelectuales en propagandistas, y por supuesto los grandes temas de la guerra, la inmigración y el exilio. Tengo la sensación de que, en estos últimos años, aun sin haber sido plenamente consciente, estaba intentando explorar estos territorios fronterizos desde uno y otro lado, desde la novela y desde el ensayo, intentar cruzar esos senderos y experimentar con la versatilidad de las formas literarias. _

-05- 28 DE ENERO 2023 DE PORTADA
La filóloga y autora del ensayo El infinito en un junco.

La poesía de José Emilio Pacheco

Los primeros escritos de un poeta suelen ser egoístas, testimonios exclusivos de una historia individual.

Luego, con el tiempo y en ejercicio mismo de la vocación —si se trata de un verdadero poeta, claro está—, sus poemas van rompiendo esos límites estrictos de la experiencia personal y abarcando temas, problemas, cada vez más amplios y generales; así, poco a poco, de autobiográficos se convierten en históricos. La madurez de un creador puede medirse por la culminación de este proceso, tránsito más bien, de lo particular a lo general, de lo concreto a lo abstracto. En otras palabras, de la integración del poeta, mediante su obra, en la comunidad.

Lo que sorprende, justamente, en este libro de poemas de José Emilio Pacheco, joven mexicano destinado a ocupar un lugar sobresaliente en la literatura latinoamericana a juzgar por los méritos excepcionales de esta obra, es la ausencia de ese primer estadio de balbuceo y de indecisión frecuente en el poeta que comienza. Tanto la actitud frente al mundo, como la elección de los temas y el uso de la palabra del autor de Los elementos de la noche muestran a un creador perfectamente formado, con una visión lúcida y muy personal de la realidad, y dotado de facultades expresivas nada comunes. José Emilio Pacheco merece figurar, desde ahora, entre ese grupo de autores —Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Alfonso Reyes, Octavio Paz— que han hecho de la poesía mexicana una de las más ricas y profundas de la lengua en nuestros días.

Aislados o fundidos, enmascarados o desnudos, dos temas principales aparecen en todos los poemas de Los elementos de la noche y dan al libro, a pesar de su heterogeneidad formal, una sólida unidad. El primero es el descubrimiento del mundo exterior. Frente a los elementos y los objetos que lo rodean, el hombre adquiere la noción de su existencia y,

simultáneamente, comprende que la vida tiene carácter provisional, efímero: las cosas se defienden mejor contra la muerte, son menos perecederas que él. Como estimulada por una especie de horror contra el destino del hombre, que es la extinción, esta poesía se aproxima a las cosas, las invade, quiere instalarse en el corazón de la materia inerte y allí, imitando su inmovilidad y su silencio, conquistar la supervivencia. El poeta escudriña la realidad inanimada, la captura por medio de la palabra: “Letras, incisiones en la arena, en el vaho. Signos que borrará el agua o el viento. Símbolos neciamente aferrados a la hora que se cumple dentro de mí, al silencio.

¿Para qué hendir esta remota soledad de las cosas? ¿Por qué llenarlas de plegarias, de trazos, de invocaciones? Porque es un modo de redescubrir el espacio, el origen; de iluminar, mediante el pobre conjuro, la ávida sombra que se cierne sobre el instante. Porque así las murallas de esa cárcel de azogue que yo mismo he erigido, no prevalecerán contra mi nada”. Esta orgullosa afirmación de la palabra como instrumento capaz de descubrir el origen, de “iluminar la sombra”, significa también: la palabra es un fin. La poesía ayuda a vivir, es vida en sí misma, y José Emilio Pacheco afirma una y otra

Y, además, en nuestra edición digital:

vez que la poesía contiene lo mejor del hombre y es una garantía contra la muerte. Ella dignifica todo lo que abraza, incluso lo más ínfimo y pequeño, hasta esos imperceptibles “pasadizos de una hoja de sauce”. En uno de los poemas más bellos del libro, el soneto titulado “Presencia”, se define la poesía como una entidad contra la cual no prevalece el tiempo: ¿”Qué va a quedar de mí cuando me muera/ sino esta llave ilesa de agonía;/ estas pocas palabras con que el día/ apagó sus cenizas y su hoguera?/ ¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera/ esa daga final? Acaso mía/ será la noche áspera y vacía/ que nace y fluye de una oscura era./ No quedará el trabajo, ni la pena/ de creer y de amar. El tiempo abierto,/ semejante a las aguas o al desierto,/ ha de borrar de la confusa arena/ todo lo que me salva o encadena./ Mas si alguien vive yo estaré despierto”. Del descubrimiento del mundo, deriva el segundo de los temas de Los elementos de la noche: la dramática tentativa del hombre por escapar a su soledad. Para José Emilio Pacheco la poesía es también la llave maestra que tiene el hombre para tomar posesión del mundo. Pero la palabra no es un utensilio dócil, sino rebelde, escurridizo, que solo se somete por momentos y después de combates y persecuciones sin tregua. Solo cuando evoca la lucha secreta, invisible y feroz, entre el poeta y el lenguaje, la poesía de José Emilio Pacheco abandona el tono de fría inteligencia que emplea para hablar del tiempo irreversible, de los laberintos del aire, o del rostro del mar cuando amanece, y se apodera de ella cierta angustia, cierta ansiedad impaciente. Esto recuerda una de las preocupaciones de otro poeta mexicano, Octavio Paz, para quien la palabra es “la libertad que inventa cada día”. Pero aunque próximo al autor del admirable Piedra de sol por los temas de su poesía, Pacheco se diferencia de

Víctor Núñez Jaime: Centenario de Norman Mailer • Adrián Acosta Silva: David Crosby: el hombre que olvidó su nombre • Hiram

Ruvalcaba: Inventario de burros hidráulicos • Alma Gelover: El verano de la vergüenza • Godofredo Olivares: Primer quebranto al corazón

• Alberto Blanco: Ciudad • Carlos Chimal: Fueguitos de César Milstein • Mauricio Montiel Figueiras: Keegan y Lee: narrar desde las islas

• Carlos Illades: El tiempo que nos roban • David Noria: Entrevista con François Dosse

-06- 28 DE ENERO 2023
LITERATURA
ENSAYO
MARIO VARGAS LLOSA FOTOGRAFÍA LAYLE SILBERT El autor de Las batallas en el desierto (1939-2014) en una imagen de la década de 1970.
Con motivo del noveno aniversario de la muerte del polígrafo mexicano, con autorización de la editorial Alfaguara ofrecemos este ensayo, incluido en Elfuegodelaimaginación, dedicado a Los elementos de la noche, publicado hace 60 años

aquél por su temperamento. La exaltación, el furor y la violencia imaginativa y verbal que caracterizan la poesía de Paz no asoman nunca en la de José Emilio Pacheco, poeta de palabra moderada, contenida, fundamentalmente alusiva: “Vuelve a mi boca sílaba, lenguaje/ que lo perdido nombra y reconstruye./ Vuelve a tocar, palabra, ese linaje/ que con su propio fuego me destruye./ Regresa así, canción, a este paraje/ en donde el tiempo se demora y fluye./ No hay muro o sombra que su paso ataje/ —lo perdurable, no el instante, huye./ Ahora te nombro, incendio, y en tu hoguera/ me reconozco. Vi en tu llamarada/ lo destruido y lo remoto. Era/ como pisar una isla calcinada./ Mas vuelve a mí, canción deshabitada,/ antes que el tiempo, como el tiempo, muera”.

En Los elementos de la noche son ensayadas con igual sabiduría formas métricas clásicas y modernas, y se emplean los procedimientos expresivos más diversos con idéntico rigor. Desde el poema en prosa hasta el soneto de ley rígida, Pacheco pasa de una a otra forma de construcción, y su desenvoltura y su destreza formales son semejantes en el verso libre o el rimado, en la poesía consonante y asonante. El conocimiento del lenguaje y la vasta cultura poética que su libro manifiesta, permiten a Pacheco una asombrosa libertad de movimiento en el dominio de la forma. Entre las técnicas que utiliza, una de las más constantes es la alegórica, como el poema “La enredadera”, que para él prefigura la vida y la muerte: “Verde o azul, fruto del muro, crece;/ divide cielo y tierra./ Con los años/ se va haciendo más rígida, más verde,/ costumbre de la piedra, cuerpo ávido/ de entrelazadas puntas que se tocan,/ llevan la misma savia, son una breve planta/ y también son un bosque;/ son los años/ que se anudan y rompen;/ son los días/ del color del incendio;/ son el viento/ que a través del otoño/ toca el mundo,/ las oscuras/ raíces de la muerte/ y el linaje/ de sombra que se alzó en la enredadera”.

En la última parte del libro de José Emilio Pacheco, bajo el título de “Aproximaciones”, aparecen traducidos al español con fidelidad y belleza, poemas de John Donne, Baudelaire, Rimbaud y Salvatore Quasimodo. En todas estas versiones, Pacheco sale airoso de esa operación infinitamente audaz y casi imposible que es trasplantar un poema a otra lengua. El ejemplo mayor es la versión de “Le Bateau ivre” de Rimbaud, que Pacheco ha conseguido adaptar al español conservando las imágenes, la música y la vehemencia subversiva del texto original. También en este sentido puede decirse que Los elementos de la noche enriquecen la poesía de lengua española y son un acontecimiento. _

París, agosto de 1964

POESÍA EN SEGUNDOS NARRATIVA, ENSAYO

La librería de Monsieur Picquier

El gran farol

Rilke: muy lejos

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

Como Borges, Monsieur Picquier ha perdido la vista, y con ello el placer de la lectura. En su auxilio acude el joven cocinero que trabaja en su residencia, casi un analfabeta, que hará las veces de lazarillo y con el paso del tiempo caerá rendido ante el poder abrasador de las historias. Un tributo a los libros que conducen a la libertad de espíritu.

El acto de leer

A la pregunta de si el ser humano puede tener un control total de sus acciones, la respuesta es no porque el azar también participa. En este libro, con el póquer como protagonista, la psicóloga y escritora cuenta cómo, a partir de que ciertos hechos alteraran su vida, decidió acercarse a este juego de un modo profesional.

Calle de sentido único

La personalidad y la obra de Rainer María Rilke tienen un carácter formidable y, a la vez, fantasmal y fugaz. Por ello, la recepción de su presencia literaria en las conversaciones es fácil, pero la comprensión cabal de sus textos, difícil. Podemos ver su nombre aquí y allá: en casi todas las bibliotecas hay un ejemplar de sus poemas y en las librerías siempre hallamos algunos de sus libros; los filósofos lo han vuelto una de sus lecturas preferidas y nunca falta un joven poeta obnubilado con la deslumbrante oscuridad de sus últimas composiciones. En el imaginario de los lectores de poesía, quizá representa, él más que nadie, la singularidad y la resistencia del poeta en un mundo donde el dinero es, como él mismo dijo, “un órgano sexual”. Contemporáneo de Apollinaire, Cendrars, Valery, Eliot, Yeats, Machado y Vallejo y del desplante violento de renovación de las vanguardias, Rilke se afirmó con una voz que prolongaba y engrandecía la nobleza de la representación sutil y elevada, a pesar de la degradación creciente de los valores metafísicos. El fuerte “simbolismo” de sus imágenes y la elaborada necesidad de sus visiones lo hacían un extraño en la nueva estética de la espontaneidad, las ideas rápidas de aplicación urgente y la poesía en derivación hacia la prosa.

Para la estudiosa Cristina Oñoro, como lo expone en el prólogo, 1967 resulta un año fundamental para la teoría literaria porque el alemán Hans Robert Jauss expuso un nuevo paradigma en el que el lector ocupa un lugar central. Apoyándose en su propuesta y en las ideas de Virginia Woolf como ensayista, Iser propuso su teoría de la “interacción”.

Juguetes, relojes, artículos de papelería, timbres postales, materiales de oficina, escaparates, máscaras, guardarropas… son algunos de los fetiches con los que el escritor y pensador interroga a la Alemania de Weimar, en los años previos al nazismo. La escritura fragmentaria y la estampa urbana son sus divisas literarias.

Elegías de Duino y Sonetos a Orfeo, publicadas en 1923, ofrecen para ciertos lectores el grado más alto de la visión poética —así como Golpededados encarna la máxima potencia de ensimismamiento verbal y La tierra baldía, la comedia erótica del mundo contemporáneo—. En aquellas obras, Rilke avanza iluminándonos con sus revelaciones y desconcertándonos con su profunda noche estrellada. En un singular tejido de poderosos versos cegadores y nebulosas exposiciones, casi inconcebibles, surge de manera inopinada la dimensión de lo suprasensible, no bajo la forma de los arquetipos platónicos —aunque hay palabras elementales (árbol, animal, viento, amada…)—, ni en el dominio de las alegorías universales del cristianismo; surge en el contorno seductor e incontestable de la experiencia de lo invisible, peligroso compañero necesario de lo humano. Por eso Rilke pregunta: “¿Quién, si yo gritase, me oiría desde los órdenes celestes?”; y más adelante, la conclusión forzosa: “Todo ángel es terrible”, con el recuerdo de la visita del arcángel Rafael a Tobías. Eustaquio Barjau, uno de sus principales traductores al español, junto con Jaime Ferreiro y Juan José Domenchina, señaló la necesidad de leer muchas veces estos libros para vislumbrar su significado. Tal vez por ello vale la pena recordar los versos del Libro de las horas: “Amo de mi ser las horas oscuras,/ en las cuales se ahondan mis sentidos”. Así, el tiempo interior y el cuerpo orgánico de los cinco sentidos forman, en el cántaro solitario de la oscuridad, el círculo creciente de las cosas. Rilke, los primeros cuatro años de su vida, fue vestido como niña por su madre; después, entró al colegio militar; luego, conoció a Lou Andreas-Salomé y visitó Rusia para conocer a Tolstoi; viajó por Europa y tuvo una hija con Clara Westhoff (a las que abandonó); fue amante de muchas mujeres refinadas y fuertes; trabajó con Rodin y, casi siempre, vivió solo. Enfermo de leucemia, murió por el pinchazo de una rosa que tenía como destinataria a una hermosa joven egipcia. _

-07- 28 DE ENERO 2023
Maria Konnikova Libros del Asteroide España, 2022 384 páginas Walter Benjamin Periférica España, 2022 166 páginas Marc Roger Duomo España, 2022 224 páginas
www.librotea.com El placer de leer
Wolfgang Iser Taurus México, 2022 424 páginas

EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO

TOSCANADAS

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Góngora y las homilías

AGóngora no lo querían mucho en su época. Uno de sus contemporáneos, Francisco de Rojas Zorilla, hace decir a un personaje sobre una noche cerrada: “Está hecho un Góngora el cielo, más oscuro que su libro”.

A mí me vienen últimamente a la cabeza aquellos gongorinos versos de:

“Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno naranjada y aguardiente, y ríase la gente”, porque cada vez me aburren más las conversaciones sobre política.

Pero más que a Góngora, hoy estaba recordando a Hortensio Félix Paravicino, un sacerdote que, además de tener retrato pintado por el Greco, era conocido en su época como el “Góngora del púlpito”.

De un sermón suyo, oscuro como la noche, tomo unas líneas en las que pierdo el significado: “Que ni la damería

de una mujer aventura toda la honra, ni la galantería del señor ensangrentó el poder, que lo más de una amistad para en la conversación, que no es ser ángel, ser hombre, que pecados son de flaqueza gustar de ver una buena cara, no es vender a Dios, ni vos tenéis tratos ni contratos, es palabra de los flacos, ni gobierno la República, ni penden de mí los errores o aciertos de ella, no son muy gruesas, ni de escándalos los cordeles sueltos, o las hebras del cordel…”.

Para parodiar gente así, el religioso José Francisco de Isla publicó la novela FrayGerundiodeCampazas

No dejaban de ser tiempos en que los curas recibían educación en asuntos retóricos, teológicos y literarios, y se daba entre ellos una competencia para ver quién ofrecía los mejores sermones. Los malos oradores podían quedarse con poco público; los flamígeros, al estilo Savonarola, llenaban las catedrales con sobrecupo. Se publicaban antologías, llamadas

BICHOS Y PARIENTES

“homiliarios”, con dignos sermones de buenos oradores, para que curas con menos luces los tomaran como guía, a veces aproximándose al plagio. Son famosos los de San Agustín, fray Luis de Granada y el propio José Francisco de Isla. Ahora el papa Francisco declaró que las homilías son un desastre y hay que hacerlas durar apenas ocho o diez minutos. Le doy la razón. En mi pasada vida de católico, la santidad se alcanzaba con el martirio de asistir a misa para escuchar a un monótono cura balbucear obviedades. El problema no era la duración, sino la falta de sustancia y de talento. Dejé de ir a misa porque los curas me hacían perder la fe. Comoquiera la perdí. Es una lástima, pues el cristianismo es cosa apasionante. El alma se empobrece cuando deja de creer en cosas fantásticas, como el cielo y el infierno, la resurrección o los embarazos vírgenes, o que Diosito me está mirando cuando escribo esto, y a usted, mientras lo lee. _

Dos teorías de la estupidez

No he hallado libro de Carlo Cipolla que se deje leer sin sonreír, ya porque su inteligencia es súbita e iluminadora, ya porque es capaz de, por ejemplo, explicar el trayecto de la Edad Media hacia el Renacimiento por el quemante apremio de conseguir pimienta. Y no es caricatura: es un ensayo, marcado por la cliometría, que demuestra que “la tasa de crecimiento de la renta aumentó más rápidamente que la tasa de población”. En el trayecto cuenta historias de violencias, de santidades, la caída de Roma, las Cruzadas. Todo en 30 páginas. Quien conozca su Historiaeconómicadelapoblaciónmundial sabe que todo este título inmenso se cumple en menos de 200 páginas.

Se hizo famoso, sobre todo, por un juego teórico que derivó en un recurso notable de crítica social, moral, política: su “Teoría de la estupidez” (en Allegro ma non troppo, 1988) que es lo único destacado en su pobre entrada de Wikipedia. Se trata de una matriz en cuadrantes. Hay cuatro clases de personas: los inteligentes (benefician a los demás y a sí mismos); los incautos (benefician a los demás y se perjudican a sí mismos); los malvados (perjudican a los demás y se benefician a sí mismos), y los estúpidos, que perjudican a los demás y a sí mismos. Estos son los más peligrosos, porque “siempre son más de los que uno cree” y, sobre todo, porque “el estúpido es el tipo de persona más peligrosa que existe”.

El juguete de Cipolla no es un divertimento. Él pudo ver al monstruo, evadirlo y describirlo. Pero evadir la estupidez no siempre es una opción.

Dietrich Bonhoeffer dejó su testimonio sobre esa misma bestia. Le costó la vida, apenas a los 39 años de edad, en 1945. Su legado es práctico y, muchos años después, también teórico. Fue un pastor luterano, sincero, culto, que escribió un par de libros de pedagogía filosófica y parecía destinado a una vida académica y de templo. Pero le tocó atestiguar el ascenso de Hitler y sus hordas y cohortes nazis. Alzó la voz para denunciar esa suerte de “contagio en el mal”, tras la cual se asomaba Satán (los luteranos viven a las patadas con el diablo) y quiso

hacer todo lo que pudiera hacer un ciudadano honesto en contra de la infección de la atrocidad.

Arguyó, escribió, denunció y quiso discutir racionalmente con los militantes y simpatizantes de aquel régimen. Nada. No solo no había manera de razonar con aquéllos, Bonhoeffer, en prisión, conservó su visión religiosa del ser humano, pero había entendido que, cuando la estupidez se reúne con el poder, no queda más recurso humano que salir o quedar aplastado bajo el monstruo.

Y dijo lo mismo que Carlo Cipolla: “la estupidez es un enemigo más peligroso que la maldad”. Contra el mal se puede protestar e incluso someterlo por la fuerza. Como hay una racionalidad en el mal, puede ser calculable y remediable. “Contra la estupidez estamos indefensos. Ni las protestas ni el uso de la fuerza logran nada aquí; las razones caen en oídos

sordos; los hechos que contradicen el prejuicio de uno simplemente no necesitan ser creídos —en esos momentos la persona estúpida incluso se vuelve crítica— y cuando los hechos son irrefutables simplemente se los deja de lado como intrascendentes, como incidentales. En todo esto, la persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está completamente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa” (traduzco de Letters&Papersfrom Prison, Simon & Schuster).

Luego añade un punto que Cipolla no toca: que las personas aisladas de los demás o solitarias “manifiestan este defecto con menos frecuencia que los individuos o grupos de personas inclinadas o condenadas a la sociabilidad”, y que cuando el poder político, público, crece, “infecta a una gran parte de la humanidad con la estupidez”.

Pero “el poder de uno necesita la estupidez del otro”, y no es que se atrofie el intelecto sino que el sujeto queda abrumado por el poder creciente y renuncia a su autonomía. Y esa renuncia los vuelve como sordos. “El hecho de que el estúpido sea a menudo testarudo no debe cegarnos ante el hecho de que no es independiente. Al conversar con él, uno siente virtualmente que no está tratando en absoluto con él como persona, sino con eslóganes, consignas y cosas por el estilo que se han apoderado de él. Está bajo un hechizo, cegado, maltratado y abusado en su propio ser. Habiéndose convertido así en una herramienta sin sentido, la persona estúpida también será capaz de cualquier mal y al mismo tiempo incapaz de ver que es el mal” _

28 DE ENERO 2023
LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G. JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA BUNDESARCHIV BILD El pastor luterano Dietrich Bonhoeffer.
Cuando la estupidez se reúne con el poder, no queda más recurso humano que salir
DAVID TOSCANA

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