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Arrecifes con chambones
Por: Michelle Schärer-Umpierre
La superficie o caparazón de algunas tortugas marinas sirve como un ecosistema en movimiento constante en donde se alberga una comunidad marina de gran biodiversidad. La tortuga carey (Eretmochelys imbricata) y la tortuga cabezona (Caretta caretta) son dos especies colonizadas por una diversidad de organismos marinos que componen una comunidad similar a los arrecifes sobre plataformas movedizas. Esta relación de comensalismo ha evolucionado a través de millones de años y parece ser de beneficio para los diminutos organismos marinos, los epibiontes, y no tiene (en teoría) ni beneficio ni perjuicio para el hospedero, la tortuga. A bordo de este arrecife con chambones, los inquilinos tienen un ventaja de dispersión, ya que las tortugas pueden migrar miles de kilómetros a través del océano y en contra de las corrientes predominantes en el área. Este mecanismo puede ser una forma de mantener la conectividad genética entre poblaciones distantes para los organismos que habitan sobre la tortuga y pueden tener limitaciones de dispersión. Los inquilinos se conocen como epibiontes u organismos no parásitos que viven, por lo menos, una fase de su ciclo de vida encima de otro de mayor tamaño. Se cree que los epibiontes no les causan ningún problema a las tortugas que sobrecrecen. Sin embargo, esta relación puede convertirse en una carga para la tortuga, si sobrecrecen demasiados epibiontes. La acumulación de epibiontes puede llegar a reducir las características hidrodinámicas de su caparazón, lo cual puede aumentar el gasto
Varias bayocas de Chelonibia caretta sobre el caparazón de un carey de concha adulto.
energético durante migraciones de larga distancia. Por esto, se cree que las tortugas llevan a cabo distintos comportamientos para limpiar sus caparazones, ya sea rascándose contra rocas y corales, raspando contra las paredes de las cuevas donde duermen y permitiéndoles a los peces que limpien las algas sobre sus caparazones.
Para algunos de estos inquilinos, las tortugas son la única superficie donde se establecen y, por lo tanto, se encuentran tan amenazados de extinción como sus anfitriones. Los fósiles de tortugas, de al menos 50 millones de años atrás, muestran evidencia de ser colonizados por bayocas, balanos o percebes que han co-evolucionado con los quelonios. Tanto las bayocas, como los balanos y los percebes, son organismos cirrípedos, es decir, crustáceos que en su etapa adulta viven fijos sobre objetos sumergidos. Esta evidencia está disponible, ya que los balanos tienen unas placas duras que se preservan intactas a través de los procesos de fosilización. Hoy día, existe una diversidad de especies de bayocas que colonizan la superficie de otros organismos marinos, como el crocodilo, la serpiente marina, el manatí, los moluscos, los crustáceos y hasta las ballenas. No obstante, hay algunas especies de bayocas que solamente habitan en las tortugas marinas, como Chelonibia caretta y Chelonibia testudinaria.
Las escamas superficiales del caparazón de las tortugas proveen un micro-hábitat especial, por sus irregularidades a pequeña escala. Sobre y entre estas superficies de queratina (proteína responsable de la dureza y de la resistencia del caparazón), crecen algas filamentosas y se acumulan granos finos de arena, lo cual provee una diversidad de hábitat para esponjas, tunicados, foraminíferos, briozoarios, gusanos marinos, isópodos, camarones, erizos y hasta insectos voladores (chironomidos). En nuestro archipiélago, las tortugas carey llevan a bordo una gran diversidad de epibiontes, ya que éstas atraviesan distintos hábitats marinos, como por ejemplo, praderas de hierbas marinas, manglares, arrecifes y aguas abiertas.
Los epibiontes también sirven como evidencia de los hábitats o los comportamientos de las tortugas en las que habitan. Por ejemplo, si una tortuga pasa tiempo en los mares de sargazos, en el centro del Océano Atlántico, es colonizada por unos cangrejitos conocidos como el Cangrejo de Colón (Planes minutus), ya que fue Cristóbal Colón quien los describió por primera vez. Estos cangrejitos, usualmente, se quedan entre la cola y el caparazón de las tortugas pequeñitas y le sirven de limpiadores a sus hospederos, debido a que se alimentan de otros epibiontes que colonizan las tortugas.
Si las tortugas están letárgicas, pasan mucho tiempo en el fondo o nadan muy lentamente, los epibiontes se acumulan y sobrecrecen todas las superficies, incluyendo las aletas o chambones. Estas acumulaciones excesivas de epibiontes son
Cangrejito de Colón (Planes minutus) bajo el caparazón posterior de un carey juvenil, por lo cual se deduce que recientemente habitaba en el sargazo flotante donde el cangrejo es muy común.
indicadoras de que el comportamiento de la tortuga no es normal, ya sea por condición de enfermedad u otra causa.
La relación entre las tortugas marinas y los epibiontes nos sirve de indicador de varios hábitos y condiciones ambientales. Al reconocer esta relación como una simbiótica o no-parasítica, que ha evolucionado a través de los milenios, nos surgen varias preguntas o hipótesis sobre las conexiones que existen entre la diversidad de organismos marinos. Se ha planteado incluso, que las tortugas son un tipo de vector que ayuda en la dispersión de organismos a nivel oceánico, ya que sus migraciones entre continentes han sido estables a través del tiempo. Si es así, entonces existe mayor peso aún para la conservación de estos quelonios y sus epibiontes en aras de preservar la biodiversidad marina.