Foto: Pedro Padilla
ARRECIFES CON CHAMBONES
Por: Michelle Schärer-Umpierre
Los inquilinos se conocen como epibiontes u organismos no parásitos que viven, por lo menos, una fase de su ciclo de vida encima de otro de mayor tamaño. Se cree que los epibiontes no les causan ningún problema a las tortugas que sobrecrecen. Sin embargo, esta relación puede convertirse en una carga para la tortuga, si sobrecrecen demasiados epibiontes. La acumulación de epibiontes puede llegar a reducir las características hidrodinámicas de su caparazón, lo cual puede aumentar el gasto
Foto: Michelle Schärer
La superficie o caparazón de algunas tortugas marinas sirve como un ecosistema en movimiento constante en donde se alberga una comunidad marina de gran biodiversidad. La tortuga carey (Eretmochelys imbricata) y la tortuga cabezona (Caretta caretta) son dos especies colonizadas por una diversidad de organismos marinos que componen una comunidad similar a los arrecifes sobre plataformas movedizas. Esta relación de comensalismo ha evolucionado a través de millones de años y parece ser de beneficio para los diminutos organismos marinos, los epibiontes, y no tiene (en teoría) ni beneficio ni perjuicio para el hospedero, la tortuga. A bordo de este arrecife con chambones, los inquilinos tienen un ventaja de dispersión, ya que las tortugas pueden migrar miles de kilómetros a través del océano y en contra de las corrientes predominantes en el área. Este mecanismo puede ser una forma de mantener la conectividad genética entre poblaciones distantes para los organismos que habitan sobre la tortuga y pueden tener limitaciones de dispersión.
Varias bayocas de Chelonibia caretta sobre el caparazón de un carey de concha adulto.
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