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Mirando lo que traen las olas por Jaime Banuchi Vargas y Aiesha Medina Hernández

Los de Añasco no tienen playa pa’ surfear, por eso vienen a Rincón y se pueden considerar locales, pero los de Isabela tienen sus playas y no tienen por qué venir acá. Cuando uno va allá se ponen con cosas y cuando vienen acá quieren que uno los reciba, pues no.

Con respecto a las personas de San Juan, todos coincidieron en que “Los sanjuaneros, no son locales. Ellos vienen queriendo ser los más importantes y menospreciando a los locales. Los sanjuaneros son de San Juan, no son locales”.

Quizás se esté preguntando, ¿de dónde parten los surfers para determinar quiénes son los locales y quiénes no? La cultura donde nacemos y/o nos criamos establece nuestros primeros esquemas mentales, es decir, nuestra cultura nos guía a través de distintos factores hacia la forma en que percibimos, asimilamos y organizamos la información que recibimos del ambiente.

El fenómeno del surfing implica un proceso, una historia colectiva y una aculturación. El surfing se ha convertido en una cultura aparte, por lo tanto, los surfers tienen sus propias ideas preconcebidas. ¿Cómo se forman esas ideas preconcebidas en los surfers sobre quiénes son “los locales” y quiénes son “los otros”? Sabemos que existen unas características con las que debe cumplir un individuo para que la comunidad surfer lo considere “local.” Aun así, cuando las personas que son consideradas “locales” no cumplen con algunas de estas características, salen a relucir otros criterios para poder hacerlos “locales”.

Este proceso, donde afloran los requisitos “originales” y donde surgen otras características del “ser local”, se conoce como acomodación cognitiva, que se refiere a la modificación de los esquemas que han sido puestos en cuestión o derrumbados por los nuevos elementos asimilados (Richter, 1965, pp. 291-294). Los surfers rincoeños, cuando entienden que un elemento no cumple con sus creencias en cuanto a las características de un surfer local, lo acomodan dentro de un ‘archivo’ bajo el nombre de “excepciones”. No se eliminan estos elementos, sino que se crean otras características alternas en caso de que las primeras no sean pertinentes. Por ejemplo, el primer requisito para “ser local” es “ser de aquí”, pero al considerar a la gente de Añasco como local también, no están haciendo ni más ni menos que una acomodación cognitiva.

La concepción del grupo está ligada a la interacción de sus miembros, objetivos, actividades en común, estabilidad, reconocimiento y conciencia de grupo, entre otros temas (Fernández Prados, 2000, p. 16). Cuando hablamos de grupo solemos asociarlo con grupos formales, con reglas establecidas, con “X” número de miembros, con un fin común. Sin embargo, esto suele dejar fuera a los grupos que se forman de manera espontánea, grupos informales, grupos de pertenencia, grupos que no tienen reglamentos o requisitos escritos para formar parte de los mismos. Ese es el caso de las personas que les gustan las carreras clandestinas de autos, de los cazadores deportivos o de los surfers.

Uno de los surfers entrevistados nos comentaba “siempre hay reglas”. Algunos criterios que siempre estuvieron presentes en las entrevistas que realizamos a los surfers, con relación a las “Los locales son los de Rincón. Varios americanos ya son locales. Los de San Juan son sanjuaneros, no son locales. El local es el nacido y criado aquí. Los surfers de Añasco son locales porque ellos no tienen playa para surfear y siempre han surfeado en Rincón. Los de Isabela no son locales, ellos tienen sus playas allá.”

Entrevista realizada el 30 de junio de 2006.

reglas del surfing, fueron seguridad, humildad y respeto. Al mismo tiempo, esos criterios eran asociados al sentido de ser local. Se dice que hay que ser humilde y respetuoso, pero también hay que velar por la seguridad no solo personal, sino por la de los otros en el agua. Esto nos sugiere un código de caballerosidad. En el surfing esto no debe de extrañarnos, ya que la práctica del surfing desde sus comienzos fue una de honor.

En las islas de Polinesia se utilizaba el surfing para resolver duelos generalmente por asuntos amorosos. Hoy quizás no se practica por los mismos fines, pero sí se mantienen unas reglas. Aunque no hay un código formalmente establecido sobre cuáles son las reglas del surfing, sí hay una ética o unas normas que todo surfer debe seguir. Estas son transmitidas entre los surfers manteniendo una buena vibra en el agua para “los boyz” y “las girlz”. Jim Kempton ha resumido la etiqueta del surfing en ocho puntos principales: respeto, solidaridad, seguridad, responsabilidad, amabilidad, no ser un pedante, conciencia y disfrute (2008, p. 285).

Vivimos en un mundo que parece homogenizarnos en la vestimenta, la música, los gustos; en un mundo donde la clonación y el robo de identidad se hacen latentes, en un mundo donde parece que la búsqueda de una identidad cultural única es un elemento invisible de nuestras vidas. Vivimos en un encuentro o cruce de elementos culturales y políticos, lo que algunos autores han llamado “hibridización” (García Canclini, 2001; Sonntag & Arenas, 1995). Sin embargo, parece ser que en este mundo

globalizado las diferencias entre grupos son más evidentes que los elementos que los unen; parece ser que aún se puede observar una identidad más arraigada al sentido de pertenencia y del identificarse con un grupo determinado.

En el caso de Rincón, esto puede ser un mecanismo de defensa de identidad ante los procesos de desplazamiento social que desde hace más de dos décadas se está dando en el municipio (Carrero Morales, 2007). Un proceso que se hace permanente en la memoria de las personas crea ese sentido de identificarse y, más que eso, diferenciar “el nosotros de los otros” (Bergua, 2002). De esta forma, se construye una identidad propia, una identidad que contribuye a la autoestima colectiva y al orgullo colectivo.

Una identidad que ha ido creando toda una iconografía, como el logo de la carretera 413 (ruta escénica de Rincón en los barrios Ensenada y Puntas de este pueblo), el de “University of Rincón”, El Faro ubicado en el barrio Puntas o los conocidos epítetos “Rincón, capital del surfing” y “Rincón, pueblo de los bellos atardeceres” que muestra una forma ideológica del orgullo de ser de Rincón. Como nos afirmaban varios de los entrevistados, Rincón se ha convertido en una marca registrada, “ser de Rincón es cool”.

“Las olas son pa’ to’ el mundo, pero tienen que respetar las reglas.” “¿Qué reglas?”, preguntamos. “Que no se espoteen en el pico, que no te roben las olas…”

Entrevista el 19 de julio de 2006.

Surfing: Un deporte con historia

por Carlos J. Carrero Morales

“Yo no necesito eso. Yo escucho las olas desde mi casa”, me dijo Josué cuando le preguntaba si utilizaba el Internet para conocer las condiciones de surfing. Josué, de 56 años de edad, es uno de los primeros surfers en Rincón. Con esa afirmación, dejaba claro la diferencia generacional entre él y otros surfers más jóvenes. “Yo conozco el sonido del mar y sé cuando hay olas”, dijo mientras me relataba cómo a finales de los años 60 comenzaron a llegar los “gringos” a Rincón. Él los conoció y ellos le prestaban sus tablas y le enseñaron a surfear. Lo que me relataba Josué, quien se describía a sí mismo como un lobo de mar, que sabe salir de cualquier corriente en el agua, es el comienzo del surfing en Rincón y quizás en Puerto Rico.

En 1968, se llevaron a cabo las primeras competencias internacionales de surfing en Puerto Rico. Desde ese momento, el surfing se convirtió en una actividad esencial en la escena costera y playera de Rincón. Hay quienes afirman que el surf cambió el curso de la historia y de la economía del Municipio (Falcón, 2003). venta de artículos de surf, alquiler de tablas y clases de surfing. Algunos han hecho negocios que indirectamente se relacionan con el deporte, como barras, restaurantes en las playas y venta de artesanías hechas con materiales marinos.

El caso de Josué es uno de estos ejemplos. Vivía de la confección de artesanías preparadas con caracoles y otros materiales marinos recolectados en las costas de Rincón. “Yo los recojo ya cuando están muertos en la orilla”, refiriéndose a los caracoles y pedazos de corales que utiliza para sus collares. Al momento de la edición final de este texto, Josué había fallecido hacía algunos meses. Sirva este escrito como un homenaje a su memoria.

Comienzos del surfing

Aunque el Campeonato Mundial de Surfing de 1968 marcó el comienzo de este deporte en Rincón, el origen del mismo es mucho más antiguo, ya que tuvo su nacimiento en las islas de Polinesia (Warshaw, 2005, pp. 714-715; Kempion & Brown, 2003, p. 29). Mucho antes de la Edad Media, los polinesios se reunían para hacer campeonatos que tenían un alto grado de religiosidad. Las tablas de surfing eran consideradas como un símbolo religioso; el surfing era considerado como un acto de reverencia dentro de la religiosidad de estas islas (Marcus, 2007, p. 15). Esta es una de las teorías del nacimiento del surfing.

Ya en siglo XVIII, comienzan los primeros registros escritos de este deporte en las descripciones de los marinos. De ahí nos llega el primer relato de ese encuentro entre el surfing y el hombre occidental. El capitán James Cook y su tripulación relatan la destreza para realizar maniobras peligrosas e increíbles por los nativos en el archipiélago de Hawaii. En esa época, en Hawaii la sociedad se dividía en dos clases: los Ali’i (reyes y jefes) y los Maka’Ainana (el pueblo común). Ambas clases practicaban el surfing y según el tipo de tabla que utilizaban se diferenciaba la realeza del resto de la comunidad (Gault-Williams, 2005, p. 67).

El surfing era tan importante que, cuando las olas aparecían, todo lo demás quedaba en un segundo plano: la familia, el trabajo y toda responsabilidad. Además, tenían templos (Heyau) donde hacían ofrendas y se rezaba por el deporte. El “kahuna” oraba pidiendo buenas olas cuando no había (Kampion, 2003, p. 38).

Muchas personas han construido su vida alrededor de este deporte. Algunos han establecido negocios de

Mirando lo que traen las olas

por Jaime Banuchi Vargas y Aiesha Medina Hernández

Aquel día en un bar de Rincón, mirando a nuestro alrededor, nos surgió la curiosidad de querer saber quiénes eran los locales. Intentando descifrar esta incógnita y sumergiéndonos de lleno en la sociedad rincoeña, observamos algo que también consideramos digno de estudiar, y es el hecho de que en Rincón todo gira en torno al surfing, incluso para personas que no practican el deporte: la jerga, la forma de

vestir, la economía y muchas otras actividades diarias.

Para verificar si esto era cierto, durante el mes de junio de 2006, nos dimos a la tarea de hacer una serie de observaciones en el pueblo de Rincón. Los indicadores que nos interesaba identificar incluían aspectos principalmente de la vestimenta: baggies (trajes de baños o pantalones cortos de marcas de surf), playeras (camisetas o t-shirts de marcas de surf), chanclas, gafas de sol,

Playa Sandy

etc. Además, buscábamos identificar autos con racks, stickers y tablas de surf. Estos indicadores se pueden observar comúnmente en las imágenes que presentan los individuos, los establecimientos y el municipio de Rincón, lo cual refleja el impacto que ha tenido el deporte del surfing en el estilo de vida de este pueblo.

Decidimos ir a tres lugares que consideramos serían, tanto por el número como por el tipo de gente, local y no local, surfer y no surfer, adecuados para nuestras observaciones. Los lugares visitados fueron: Taíno’s Café en Rincón Shopping Center, Sunset Village (un pequeño complejo comercial/turístico con tiendas y restaurantes en el balneario de Rincón) y el hotel/ restaurante/barra, Tamboo.

Llegamos a Taíno’s Café a eso de las tres de la tarde. En el lugar, había varias personas disfrutando de la música celta interpretada por una pareja que para muchos podrían ser considerados como extranjeros. Ella, una puertorriqueña que ha vivido mucho tiempo fuera del país y él, un estadounidense que tocaba el violín mientras ella le acompañaba con el arpa. Sus niños, mientras tanto, se reían y corrían entre el público.

La música celta, el aroma del café puertorriqueño, imágenes de épocas pre-colombinas en las paredes y varios turistas estadounidenses formaban un “sancocho cultural,” típico en Rincón, donde diferentes culturas conviven, interactúan y, en ocasiones, dan forma a identidades ambiguas y hasta contradictorias como la de un gringo local o una boricua extranjera. Sin embargo, dentro de toda esta contradicción y diversidad, los baggies de los jubilados, el bronceado playero de las chicas, el logo de la carretera 413 en las camisetas (este logo se ha convertido en un ícono de orgullo e identidad para los rincoeños y un recordatorio turístico del pueblo), las calcomanías y los racks de los carros estacionados al otro lado de las ventanas del café, unían toda esta mezcla de personajes en una sola cultura o estilo de vida: el estilo de vida de Rincón, donde el surfing toca de alguna manera a cada uno de los actores de estas escenas independientemente de que alguna vez hayan cogido una tabla.

“…interés en el inglés, los cambios en la vestimenta, el imitar a los americanos. El surfing le da más importancia al mar. Otra forma en que los puertorriqueños imitaban a los americanos fue en su dieta, poco a poco fueron apareciendo negocios de comida americana (sándwiches, pizza, etc.).”

Entrevista realizada en junio de 2006. Después del café y las conclusiones sacadas en Taíno’s Café, fuimos a Sunset Village en el balneario de Rincón donde hay diversos establecimientos y pequeñas tiendas dirigidas a turistas. En esta ocasión, el balneario estaba repleto de familias y gente acampando en los alrededores. Pasamos algún tiempo aquí observando el tránsito de individuos, turistas y locales, surfers

y no surfers que paseaban por el lugar. A pesar de algunas similitudes en vestimentas e imágenes relacionadas al surfing, era fácil notar las diferencias entre el montón de gente, especialmente familias disfrutando del balneario y las parejas e individuos en los alrededores. Al parecer, los campistas eran mayormente locales de Rincón y/o de los municipios aledaños. Aunque no vimos tablas ni algún indicador de que eran surfers, la moda de la cultura playera—baggies, playeras o camisetas de manguillos, chanclas y gafas de sol—era la orden del día. En general, la apariencia era que estas personas eran de clase trabajadora o nivel económico modesto. La contraposición a esto eran los turistas extranjeros y locales de clase media, media-alta, que utilizaban las facilidades del Sunset Village. En realidad me parece que los únicos “locales de verdá” que estaban en el lugar eran dos de los dueños de establecimientos y los demás “boyz del corillo”. Y estos últimos no se encontraban expresamente en el área, sino que estaban sentados en los banquitos, mirando al mar. La línea divisoria que trazaba el estacionamiento del balneario creaba una escena muy común en Rincón, especialmente en el desarrollo turístico de este municipio. A un lado, tenemos a la multitud de residentes y vecinos del área, de clase trabajadora o nivel económico modesto, para quienes los desarrollos turísticos no están dirigidos. Por el otro lado, tenemos a los pocos, el mercado de turistas extranjeros y puertorriqueños de nivel económico mucho más alto, a quienes está dirigido como tal todo este desarrollo.

Salimos del balneario y a poca distancia, en frente de nosotros, estaba la musa de muchos de los stickers y t-shirts que observamos aquella tarde, a su vez, el camino a la meca para aquellos que van en busca de olas dentro de Rincón: estábamos frente a la carretera 413 o “Road to Hapiness”. Seguirla significaba entrar en un paisaje distinto a los anteriores, un escenario cuyo principal protagonista es el surf.

Siguiendo la 413, dejamos a nuestra izquierda Tres Palmas y la desviación que te lleva a María’s y Domes. En el camino, nos cruzamos con varios carros, pero en esta ocasión los racks iban cargados de tablas. Después de un poco, llegamos a una tarde de olas en Sandy Beach en el barrio Puntas, y allí empezó nuestra tercera ronda de observaciones.

Nos estacionamos en el parking del Tamboo; allí los stickers de los carros eran los mismos que los que llevábamos observando toda la tarde por Rincón, pero esta vez un poco más llenos de salitre, consecuencia de la adicción a la playa de sus dueños. En el deck del Tamboo, se mezclaban turistas que surfeaban, turistas que no surfeaban, surfers que no eran turistas y puertorriqueños que no surfeaban. Cada uno de estos grupos disfrutaba del paisaje y la tranquilidad que brinda la combinación de las palmas, la arena y la luz del atardecer a esas horas. Incluso, algunos de ellos disfrutaban (como si de una película se tratase) de los trucos de algunos de los surfers que se encontraban aquel día corriendo en Sandy Beach.

Todos ellos, al igual que en Taíno’s y en Sunset Village, vestían algo alusivo al surf, pero en esta ocasión lo que más demostró que en Rincón el surf está presente de alguna manera en el diario vivir de la gente fue el hecho de ver a distintos grupos de turistas puertorriqueños y extranjeros que habían decidido pasar su tarde en el balcón del Tamboo y entrar en el mood de la playa y las olas, ver el espectáculo que los surfers les brindaban y comentar cada uno de sus movimientos con la jerga típica que cualquier surfer usaría. En varias de las conversaciones entre ellos, se hablaba de lo tarde que había llegado ese swell o lo bueno que estuvo Isabela el día anterior a pesar de que ninguno de ellos surfeara. Definitivamente, las olas y el surf de aquel día en Sandy tuvieron un impacto en los surfers y en la economía del Tamboo de manera activa; a su vez, tuvo un impacto de manera pasiva en los no surfers, turistas y boricuas, los cuales experimentaron el surf como atentos espectadores.

Nuestras observaciones reflejan que el impacto que ha tenido el surfing desde su llegada al pueblo de Rincón en los años 60 ha sido uno

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