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Eskerrik. María Belén Alonso Ortiz
Eskerrik
María Belén Alonso Ortiz
Apenas podía respirar, sentía de forma muy angustiosa que me faltaba el aire. Sobre la marcha, eché mano de mi inhalador habitual, el de toda la vida, o por lo menos así me lo parecía. Realicé de forma instintiva varias inhalaciones consecutivas, como siempre, con mis tiempos y mis pausas. Me sabía al dedillo todos los pasos de la técnica inhalatoria. No en balde había repasado cada uno de estos pasos con Begoña, la enfermera de la consulta monográfica. Ya no recordaba cuántos años llevaba yendo a consulta, pero eran muchos.
Por mi reloj, habían pasado más de cinco minutos desde la última inhalación, sin embargo, no percibía mejoría alguna. Inmediatamente, cogí de nuevo el inhalador y comprobé horrorizado que el marcador de dosis indicaba “cero dosis”. No era posible, pero sí, me estaba pasando a mí, ¡aquí y ahora!
Inmediatamente, noté palpitaciones, una sensación muy desagradable tipo opresión torácica, sudoración intensa y desagradable y, por supuesto, mucha falta de aire. Sentía que me moría, literalmente. Me acordé entonces de las clases que había recibido de una técnica nueva que no recordaba muy bien y me dije: “Tú puedes, respira con conciencia plena… inhala y exhala con tranquilidad sin pensar en nada, sin pensar en nadie… coge el aire que puedas sin agobios por la nariz de forma pausada, durante todo el tiempo que puedas, y lo sueltas por la boca… una y otra vez, con tranquilidad, pon el foco en tu respiración, lo demás no importa, lo demás no existe, solamente el aire que respiras y tú”.
Los minutos siguientes me parecieron horas, pero no dejé de hacer la técnica de respirar como me había enseñado Maite, la profesora de yoga. Poco a poco, empecé a notar cierta mejoría física, ya no sentía tan intensas las palpitaciones, la opresión torácica estaba cediendo, los sudores fríos habían casi desaparecido y por fin empezaba a notar “que respiraba adecuadamente”. Había vuelto a la normalidad.
De repente, sentí una voz muy familiar. Al principio, no entendía muy bien lo que decía, pero después de unos segundos, escuché claramente: -Despierta, aita (papá, en euskera), te has quedado dormido viendo la telenovela y se te han caído las gafas del oxígeno.
Sobre la marcha, me las recoloqué, sonreí y respiré tranquilo.Todo había sido un mal sueño, y además comprobé que podía superar cualquier crisis gracias a las técnicas de Maite.
Eskerrikasko Maite, nunca te olvidaré! (Muchas gracias, Maite, nunca te olvidaré).