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Respiras y yo. Francisco Javier Campano Lancharro
Respiras y yo
Francisco Javier Campano Lancharro
Hace ya tres años. Tres años de acompañarte a esas consultas… Da igual el día o la hora y da igual que llueva o nos derritamos sobre el asfalto bajo el sol, que allí estarás tú y yo contigo. Tres años de aquel día que nos cambió la forma de ver la vida, que cambió la forma de entender la pareja y que hizo más profundo aún el sentido de ser dos personas en uno. Un diagnóstico que se clavó en nuestras entrañas, sentando un antes y un después de aquello… y que nos hizo tan insignificantes ante la vida y el sufrimiento que sólo nos quedaba echar ese paso atrás para coger impulso y hacernos más fuertes. Nos costaría, pero lo superaríamos juntos… (dijimos, como la típica frase predeterminada de película; sólo que aquella no se arreglaba con un cambio de cadena).
Recuerdo aún llegar a casa con ese silencio incómodo. No quería decir nada para no parecer forzado… tampoco es que quisiera hablarlo entonces. Solo intentaba escudriñar tu mirada esquiva para saber qué sentías y de qué forma buscar un apoyo que nos mantuviera con el ánimo a flote.
El mundo seguía, pero nuestro mundo cambiaba. Y nosotros (como pareja) con él.
Es verdad que nos costó. Aceptar cada realidad como es, cada día como un regalo, cada sonrisa como un recuerdo y cada prueba como un reto para conseguir avanzar juntos hacia donde la vida nos permitiese. Sacaste esa fuerza interior que me hizo darme cuenta de tantas y tantas cosas… darme cuenta de porqué me enamoré de un ser tan infinito como eres.
Y ahí empezó nuestra lucha… una lucha “encarnizada” por no separarme de ti nunca. Cada prueba, cada pinchazo, cada tratamiento, cada efecto secundario, cada noche de suspiros y sueños rotos, cada derroche de ira contenida… se veía mermada por una fuerza y una sonrisa que me empujaba a estar contigo.
Aquí seguimos.
Te oigo respirar y en lo más profundo de mí soy consciente de como mi respiración se acompasa con la tuya… como un diapasón que se ajusta a los márgenes del tiempo, como un hálito de querer acompañarte hasta en ese impulso vital.
No hay destinos, sino caminos. Y mientras camino contigo por ese interminable pasillo de hospital, ese pasillo impoluto y frío, respiro hondo contigo… con esa mezcla de incertidumbre y miedo (sí, ya sé, hemos pasado por este mismo pasillo muchas otras veces; nos conocemos bien cada rincón, la silla que cojea, el ruido de esa máquina de café, el grifo que gotea en ese baño, la puerta desde la que te llamarán… pero es diferente, cada vez te noto más débil y de eso no hablas ni hablamos). Una cara sonriente, que se asoma a una puerta recién abierta, rompe ese letargo. Aprietas mi mano con tu mano y me sueltas; te levantas y caminas decidida… Sigo respirando hondo como si pudiera aún imprimirte ese hálito de fuerza para que todo salga bien. Me importas mucho… me importas tanto que cada vez que te veo resoplar u oigo ese jadeo siento que me falta el aire como a ti (extraña y angustiosa sensación que me recuerda, cuando de pequeños, probabas a ver quien aguantaba más en apnea en la piscina de tus abuelos… y ganabas).
Sé que algún día llegará tu momento, esa segunda oportunidad. Sé que la vida te tiene deparado tantos momentos por vivir que nos faltarán años para cumplirlos todos (pero tengo la seguridad que vendrán esos años). Confío en ti, confío en tu cuerpo y confío en esa gente que se sienta a tu lado y (con voz franca pero suave) te dice lo que esperamos cada día.
Has sabido dar un valor diferente a la palabra esperanza. Hemos sabido convivir con palabras, fármacos, visitas, citas, analíticas, esperas y rutinas. Y ahí estamos…frente a frente a la realidad, mirándola fijamente con tus ojos decididos y sin miedos.
Llega el día y estamos preparados (en mí cabe aún mucho miedo e incertidumbre, pero tu sola presencia y compañía les impide salir afuera). No quiero perderte nunca.
Y funciona. Empezamos a ver los resultados. La vida no puede ser injusta con un ser como tú… y tú lo estás consiguiendo. El camino es largo pero seguiré caminando a tu lado.
Respiras hondo… y yo, respiro contigo.