Nuestras reglas - Fotolibro

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NUESTRAS REGLAS LIVING PERIODS

Andrea García Gómez

Mayo 2021

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A nosotras, las que sangramos

NUESTRAS REGLAS LIVING PERIODS

Andrea García Gómez

EL PROYECTO

Aún en el siglo XXI, y sin importar en qué parte del mundo nos encontremos, la menstruación sigue siendo un tabú. Aproximadamente la mitad del total de habitantes del planeta menstruarán durante unos cuarenta años de su vida. Y sin embargo, sigue siendo sucio, poco adecuado e incómodo hablar y ver nuestra sangre y nuestro cuerpo.

Nuestras reglas es un proyecto necesario. Necesario desde un punto de vista personal, pero más aún desde una perspectiva social. Este proyecto es una excusa para comenzar la conversación sobre nosotras, sobre lo que somos y lo que sentimos desde el espacio que habitamos. Es un punto de partida y, a la vez, un lugar de encuentro.

La idea surge de la necesidad personal de hablar sobre un proceso que nació como doloroso por su aparente capacidad para transformar mi cuerpo infantil en un cuerpo adulto. Ese falaz concepto de “hacerse mujer“ es una herida que arrastro y arrastramos, y que desde el año 2011 he llevado al terreno de la fotografía. Sin embargo, tras estar atascada en la representación de mi propia vivencia, llegó el momento de abrir la mirada para encontrarme

con las otras, y ese es precisamente el objetivo de este trabajo: recoger otros testimonios y darles luz.

Desde el siglo pasado, han sido muchas las mujeres que se la imagen: Judy Chicago, Laia Abril, Rupi Kaur, Annie Wong, Jen Lewis o Emma Arvida Bystrom, entre muchas otras. Contar nuestras historias nos libera y nos capacita para cambiar nuestra realidad, y hacerlo a través del arte, nos permite dejar constancia de lo que somos y generar vasos comunicantes para hacerlo llegar al resto del mundo.

parte del proyecto Nuestras reglas, que busca representar las experiencias personales y únicas de mujeres de distintas edades, culturas y orígenes. Cada una de las fotografías es el resultado

ahí, en la imagen, buscando resolver la cuestión sobre qué forma tendría la representación propia, en la que poder incluir los elementos bio-psico-sociales y culturales.

LAS EXPERIENCIAS

Cada una de las seis fotografías del proyecto se corresponde con una experiencia personal, con una historia de una mujer y su relación con su menstruación.

Una vez desarrollada la idea de llevar a cabo entrevistas a mujeres, me sentí en la necesidad de completar mi propia historia y ahondar en mi experiencia desde las que me preceden: mi madre y mi abuela. Así, ellas fueron las primeras mujeres en participar de esta parte del proceso. En ellas descubrí realidades que explican emociones y pensamientos propios, enraizados en creencias y costumbres pasadas.

El objetivo de la investigación ha sido conocer el mayor número de historias posibles de mujeres de muy diferentes lugares, culturas y edades. Por esa razón, contacté a través de las redes sociales con mujeres de todo el mundo, invitándolas a participar en el proyecto y explicándolas detalladamente en qué consistía. Aunque hubiera sido un placer conocer en persona a todas las participantes, la pandemia nos dejó la facilidad de las reuniones online, por lo que éste fue el medio por el cual nos pudimos comunicar y romper la barrera de la distancia.

Finalmente, he realizado entrevistas a un total de trece mujeres de edades comprendidas entre los 18 y los 93 años, de algunos países como India, Perú, Países Bajos, Alemania y Estados Unidos, y de hasta cuatro religiones distintas (cristina, musulmana, judía e hinduista). De estas trece entrevistas, seis han sido las primeras en convertirse en fotografías (las que, por cuestión temporal, han podido llevarse a término en el tiempo de desarrollo del proyecto), quedando aún unas cuantas pendientes, así como más entrevistas y encuentros con mujeres.

Durante las entrevistas, explorábamos juntas la relación con el cuerpo, con la menstruación, la historia familiar relacionada con mujer respondía a la difícil cuestión sobre cómo representar visualmente su propia experiencia. Aunque difícil en un principio, con un poco de ayuda y orientación, cada una de las experiencias acababa por trasladarse al terreno de lo conceptual, traduciendo emociones, acontecimientos y elementos al lenguaje simbólico. conectadas.

LAS FOTOGRAFÍAS

La construcción de cada fotografía está basada en la descripción de la mujer a la que pertenece la imagen. En el proceso de creanormalmente pertenecientes al mundo simbólico (colores, elementos de la naturaleza, objetos), y se ordenaban de forma que tuviera sentido con la experiencia propia. Lo que se obtenía en la entrevista era un pequeño boceto y, posteriormente, realizaba un trabajo de creación de la imagen más exhaustivo en base a las posibilidades (según espacios, modelos y materiales).

A pesar de tratarse cada imagen de manera individual y, por tanto, generarse un mundo propio para cada una de ellas, el hilo conductor de la serie debía ser el color rojo, formando parte de cada fotografía, debiendo incorporarse como uno de los elementos principales de la misma.

Quizás uno de los momentos más especiales ha sido hacer partícipe a mi abuela de su propia fotografía, no siendo ella la modelo (sino mi madre, conectando así, en una imagen, las tres generaciones), sino pidiéndole que crease el material más importante

de su fotografía: los paños (telas que se utilizaban antaño -y aún hoy en algunos lugares del mundo- a modo de compresas). Aprovechamos la ocasión para grabar el encuentro, en el que le pedí a mi abuela que hablase de su realidad cuando ella era joven, y que explicara cómo usaban los paños y cómo se hacían.

Los paños

en su infancia y juventud en el pueblo, las mujeres utilizaban paños durante su menstruación: los paños, cuenta mi abuela, se hacían “casi con cualquier trapo“, normalmente gastado, lo que mejoraba su capacidad de absorción. Así, una camisa de hombre, una media usada o pequeños recortes de casi cualquier tela podrían hacer las veces de paño. Sin embargo, con el paso de los años (y el avance socioeconómico), los paños comenzaron a hacerse con tela de toalla, preferiblemente de color blanco, para sustituidos por compresas desechables.

La historia de mi abuela es la misma que la de muchas otras mujeres de la época: creció pensando que menstruar te convertía en una mujer sucia. Le estaba prohibido cocinar ciertos alimentos (como el pescado o la carne, que decían se pudrían tras tocarlos), participar en la matanza o bañarse, y casi todas las actividades estaban limitadas de alguna u otra manera. Por la misma razón, jamás habló de su regla frente a su madre o su padre.

En su fotografía, pensábamos, tenía que quedar constancia de la cotidianidad con la que las mujeres de la época lavaban los paños. Sin embargo, también tendría que quedar representado el tabú: aunque mi abuela hablaba de cómo blanqueaban los paños “echándolos al verde” (tirándolos sobre la hierba para que les llegase directamente la luz del sol), y también otras mujeres de la época contasen cómo las mujeres en los pueblos los lavaban frente a los niños y niñas, pensamos que la mejor manera era llevar la escena del tendido de los paños a un lugar interior de una casa rural, al lugar fuera de la vista de todos: el desván.

Para la realización de la imagen nos concedimos algunas licencias (el barreño o la estantería, cuyos materiales no se corresponden con los de la época de mi abuela), que, sin embargo, no restan al mensaje de la fotografía.

En la fotografía: Begoña Gómez

La coronación

fotografía de la experiencia propia

La coronación se conceptualiza como una imagen del ritual, una manera de hacer visible aquello que sucede en privado y que, sin embargo, tiene mucho que ver con lo público. Para esta fotografía, tenía la necesidad de ser la protagonista y necesitaba, para hacer que tuviera sentido, de otros personajes femeninos que impusieran el elemento principal del ritual: la corona. La idea de la corona nace de dos lugares diferentes: por una parte, “imponervegetación. Por otra parte, se trata de un juego de palabras en el que “menarquia“ y “monarquía“ se relacionan, pudiendo simular entonces que la llegada de la primera regla tiene que ver con la esto que en la conceptualización de la fotografía, dos personajesbeza de la protagonista.

La protagonista debía llevar una ropa que nos llevase a lo puro, a la infancia y al recato: por eso debía vestir con un camisón con

mangas, de corte clásico, que evidenciara su largura. Para generar contraste, las jóvenes que sujetasen la corona deberían vestir del mismo color, blanco (la pureza que se espera de las mujeres), pero la forma de su ropa debía ser diferente, más atrevida, que evidenciase partes del cuerpo que ahora sí, se entenderían como sexualizadas.

En esta fotografía, además, la sangre debía tener una presencia evidente: la protagonista tendría que estar sangrando en ese mismo momento, porque es justo en ese primer día de regla que se te impone la nueva realidad (“te haces mujer“). A nivel simbólico, esta sangre caería a partir de ahora por las piernas, y se acumularía, tintando de rojo las piernas al completo. Es por eso que las muchachas llevarían, entonces, medias rojas: ellas ya están completamente manchadas, porque llevan ya un tiempo sangrando.

En la fotografía: Clara Barquín, Andrea García y Ana S. Viaje

La escena del crimen

fotografía de la experiencia de Paula Kragten

La creación de la imagen de la experiencia de Paula, la fundadora de (revista independiente especializada en el ciclo menstrual) fue muy sencilla en cuanto a la conceptualización, puesto que tenía clara su fotografía: ella hablaba de un espacio frío, con luces y apariencia de ciudad, en el que una mujer estaba tirada en el suelo, como si fuera víctima de un crimen.

Esta idea recogía cómo había sentido su propia historia de la menstruación: durante toda su vida, sus menstruaciones fueron abundantes. A nivel médico, se sentía casi acosada por no hacer algo al respecto (como acceder a tomar medicación que sirviera de regulador endocrino), y a nivel social, sentía el estigma de las que vi- ven sus reglas con mucha sangre. “Nada nunca podía ser normal, me he sentido juzgada prácticamente toda mi vida.“

Por eso, Paula quería plantear esta experiencia como un crimen: la mujer que la representaría estaría tendida en el suelo, y sería un ente sin movimiento, sin vida, sin capacidad de decidir. A su alrededor, la sociedad la miraba, la señalaba, pero sin establecer con-

habrían acordonado su cuerpo aparentando guardar su bienestar, la habrían dejado a merced de los paseantes. Esta última metáfora representa el aparente cuidado que nos llega de quienes velan por nuestro bienestar y nuestra salud (en especial, la medicina), que sin embargo acaba por dejarnos al descubierto, sin partir de la realidad de nuestro bienestar individual, como había ocurrido en su caso.

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En la fotografía: Amanda González

Fuego

fotografía de la experiencia de Nina Ahmedow

La fotografía de la experiencia de Nina Ahmedow está íntimamente relacionada con el dolor. Su relato, que se relaciona con el de muchas otras, está lleno de anécdotas relacionadas con el padecer físico y sus respectivas consecuencias emocionales.

A lo largo de la entrevista, Nina contaba cómo había viajado de médico en médico en busca de una solución al dolor físico que le producía la llegada de la menstruación, cómo había llegado a desmayarse en lugares públicos, y cómo toda esta vorágine le había afectado a nivel personal, pero también familiar y laboral. Por otra parte, también contaba cómo su relación con su cuerpo había ido cambiando a lo largo de los años: no solamente en cuestión de la vivencia de su menstruación, sino su forma de entenderse, respetarse y darse tiempos a todos los niveles. Esto había tenido consecuencias también en sus reglas: aunque los dolores seguían presentes, sus recursos para descansar y organizar su tiempo en base a su bienestar hacían más liviana su llegada.

Así, cuando llegamos a la última pregunta de la entrevista, Nina

no sabía cómo dar forma a su fotografía. Con intención de provocar, le planteé abiertamente que quizás, siendo sus dolores los que eran, podrían aparecer los medicamentos como elemento principal de la imagen. Su reacción de negación fue muy intensa: “¡No! En realidad... ese dolor es como fuego. Es fuego“. Automáticamente nos asentamos en el terreno de lo simbólico, y nos sonreímos: se empezaba a dibujar la fotografía. Me indicó que, aunque claramente tendría que haber fuego, sentía que no era justo para ella imaginarse entre tanto dolor. Por eso me planteó la necesidad de incluir un espacio seguro en la fotografía: su cama. Me describió una cama mullida, cómoda, entre cojines, donde estaría a salvo de las llamas. El dolor podría estar en el exterior, pero de ninguna manera querría que le llegase a su lugar de cobijo.

En la fotografía: Patricia Bernardos

Bañera y mar

fotografía de la experiencia de María Peña

La imagen de María llegó para romper el mundo oscuro de algunas de las experiencias. En su discurso, María reconoce que ella ha vivido la menstruación como un tabú durante toda su vida, en espacios públicos y privados. Sin embargo, con los años decía haber aprendido a hacer una convivencia con su propio cuerpo que le había conducido a entenderse, quererse y cuidarse, al igual que contaba Nina, con sus propios ritmos y necesidades.

Su fotografía tenía que estar, necesariamente, alejada del drama

simbólico fue complicado, consiguió encontrar su propio hilo conductor: el agua. María se imaginaba conviviendo con su menstruación allá donde todas nos encontramos con nuestra sangre: el momento del baño. Ella quería recuperar la imagen con la que se recordaba de joven: metida en la bañera de casa, disfrutando de un momento para sí misma, sin preocuparse por teñir el agua de rojo. Sin embargo, esta imagen evidenciaba una realidad literal de la que estábamos huyendo. Por eso, al continuar hablando del agua, planteó la necesidad de poder ver el

mar desde su perspectiva (desde la bañera): el mar representaba la calma y lo salvaje a la vez, las mareas, la luna y nuestra conexión con la naturaleza. La bañera, sin embargo, debía estar en un espacio que la representase: el verde, el campo de su Villacarriedo natal (pueblo de Cantabria), vinculándola directamente con sus raíces.

En la fotografía: María Peña

Nosotras

fotografía de la experiencia de Miren Rodrigo

La experiencia de Miren, aunque única, está muy emparentada con otras historias de mujeres: a través del feminismo, su relación con la menstruación ha ido creciendo y evolucionando con los años. Este discurso resulta fundamental, porque nos sirve de análisis para entender cuál es la realidad del feminismo y cuál es su repercusión, no solo en la sociedad, sino en las personas individuales y, en este caso, en el sujeto del mismo.

Miren contaba cómo su relación con qué es y qué implica ser mujer, cómo entiende su rol en la sociedad y cómo comprende a las otras, a las demás mujeres, ha ido cambiando conforme se ha sentido interesada por la nueva ola del feminismo (tal y como lo vivimos desde España) y ha ido buceando en él. Ella hablaba de la importancia que han tenido y tienen las redes sociales, que son el marco perfecto para formarse, cuestionarse y consumir divulgación al respecto. En concreto, con respecto a la menstruación, hace un tiempo que sigue cuentas relacionadas con la educación menstrual, y cuenta que, gracias a los relatos ajenos, ella ha cambiado su relación con el cuerpo y con su regla.

En concreto, hablaba de cómo habían cambiado sus hábitos con respecto a los productos de higiene menstrual, utilizando ahora otros productos más sostenibles para con el medio ambiente.

Por esta razón, la propuesta de Miren para su fotografía tenía que incluir mujeres. Después de varias ideas y conceptos, su fotografía se fue dibujando como una escena en un bosque, y mujeres reunidas, haciendo una ofrenda a sus cuerpos, retratando la sororidad. La fotografía tendría también que versar sobre la relación con la madre tierra, por lo que planteó un posible desnudo (al que, posteriormente, le añadí la idea de las bragas rojas, elemento que serviría para unir a las protagonistas como grupo, y a vincular la imagen con las demás).

En la fotografía: Amanda González, Laura González, Yaiza Rasines, Carla Alcalde y Eva Conde

CONCLUSIONES

Si de alguna manera puedo sentirme es, sin duda, agradecida. Agradecida de todas las formas y maneras, agradecida a decenas de personas que han hecho que esto haya sido posible. Sin duda, agradecida por el primer abrazo, por haber recibido no solamente un “sí“, sino un “es necesario“ desde el planteamiento teórico del proyecto. A partir de ese momento todo ha ido llegando solo, a su ritmo, tiempo y manera.

Uno de los grandes aciertos, sin duda, ha sido realizar este viaje acompañada de otro cámara, soporte y luz. La decisión de incluir a Fran Santa Cruz como parte del equipo, he de reconocer, aunque me emocionaba, se salía absolutamente de mi zona de confort. Ahora sé que puedo y quiero trabajar con personas que, como él, complementen mi actividad. Hemos construido esquemas de luz complejos, hemos resuelto problemas técnicos y hemos sabido, en la medida de lo posible, adaptarnos a las circunstancias.

En cuanto al contenido del proyecto, ha sido increíblemente enriquecedor. Las entrevistas, una a una, han sido experiencias maravillosas. He tenido la oportunidad de hablar durante horas con mujeres de todas partes, de conectar con las personas

como nunca antes había hecho. He conocido a gente maravillosa: la primera entrevista internacional, con Maitri, una de las jóvenes de la India, duró casi tres horas y, honestamente, no fue más porque las tres horas y media de diferencia entre nuestros respectivos países hicieron que llegase la hora de irse a dormir. Con Nina sucedió algo similar: más que una entrevista, fue casi una charla entre amigas. Nina, además, tiene unos amplios conocimientos sobre sociología y antropología, y nos descubrimos compartiendo, felices, pensamientos sobre el funcionamiento del mundo. También fue una experiencia singular el conocerla, porque tuve la oportunidad de hablar largo y tendido sobre el feminismo dentro del islam (su religión natal), y fue bellísimo escuchar cosas que desconocía total- mente sobre su cultura, pero que me conectaban fuertemente con ella. Y otra de las experiencias maravillosas fue con Paula Kragten, la fundadora de Period! Magazine, toda una mujer a la que admirar. Hablaba desde la experiencia pero, sobre todo, desde la ilusión, y fue maravilloso poder contarle mi proyecto a alguien con tantos conocimientos sobre arte y menstruación (y más aún que lo recibiera con los brazos abiertos).

Por otro lado, gracias a este proyecto he conseguido romper mi materna. Y no solamente con ella: también con mi madre, con quien comparto tabú -aunque cada día un poco menos-, y quien, al principio de toda esta historia, se aventuró a decir que mi abuela “no soltaría ni media palabra al respecto“. Sorprendentemente y eternamente agradecida, mi madre se equivocaba, y de hecho, gracias a las largas charlas con mi abuela, ella misma acabó hablando con su hija, por primera vez en su vida, sobre la regla.

También ha sido satisfactorio hablar de mi proyecto, en general, a las personas de mi entorno: a muchas de ellas no les sorprendió en absoluto, pero otras, quizás las más lejanas, quedaron muy sorprendidas y muchas veces, interesadas. Y con esto, he descubierto el poder (y el placer) de destapar el tema: automáticamente hay alguien que se siente en la necesidad de comentar una experiencia personal que, de otro modo, no hubiera compartido. Y ahí comienza el efecto dominó, hasta acabar profundizando en la conversación, hombres incluidos.

AGRADECIMIENTOS

Nacho Viadero

Begoña Gómez

Fran Santa Cruz

Isabel Seco

Marcos Fernández

Charli Ibañez

Iván Mena

Eva Conde

Anshita Banka

Maitri H. Modi

Nina Ahmedow

Paula Kragten

Sophie Ascheim

Andrea Holland

Nerea García Toral

Noelia Cáceres

María Peña

Patricia Bernardos

Ana S. Viaje

Clara Barquín

Amanda González

María Dávalos

Paula Dávalos

Nacho Díaz

Laura González

Carla Alcalde

Yaiza Rasines

Mila · Fibra Sensible

Paula · Botánica Textil

ONG be artsy

Familia

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