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de Liderar con Sentido Común Soledad Waisman*
¿Te has preguntado alguna vez cómo puedes hacer una diferencia real en el mundo? A menudo, nos sentimos impotentes ante los grandes desafíos que enfrenta nuestra sociedad, pero la verdad es que cada uno de nosotros puede aportar su granito de arena, y una forma poderosa de hacerlo es a través del voluntariado.
La Fundación Liderar con Sentido Común es un espacio de esperanza y transformación, donde los voluntarios son la pieza clave en la construcción de una sociedad más justa y consciente.
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Con nuestra visión de una Civilización Tecnológicamente Avanzada, buscamos formar líderes conscientes y comprometidos con el bienestar humano. Aquí no se trata solo de hacer algo por los demás, sino de encontrar un propósito común y trabajar juntos para lograrlo.
En un mundo cada vez más tecnológico y en constante cambio, tenemos una visión clara: poner a la Persona Humana en el centro de las nuevas instituciones del futuro. Ya no se trata de seguir con las viejas formas de hacer las cosas, sino de encontrar nuevas formas de liderazgo que sean cooperativas, solidarias, altruistas y compasivas.
En un mundo cada vez más interconectado, los problemas glocales (global + local) han adquirido una importancia crucial. Estos desafíos trascienden las fronteras nacionales y requieren soluciones colectivas y colaborativas. Los pro- blemas glocales abarcan una amplia gama de temas, como la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, la falta de acceso a la educación y la salud, la crisis migratoria y muchos otros. Estos desafíos requieren de líderes comprometidos que estén dispuestos a actuar y buscar soluciones innovadoras.
Imagina un mundo en el que todas las comunidades se unen para abordar estos problemas glocales de manera colaborativa. Un mundo en el que se promueve la solidaridad, la cooperación y la compasión entre las naciones. Los verdaderos líderes del siglo XXI deben ser capaces de conectar con su comunidad, de entender sus necesidades y preocupaciones, y de trabajar juntos para encontrar soluciones.
Nuestro programa de voluntariado, altamente demandado, te brinda la oportunidad de adquirir herramientas para abordar los desafíos actuales con empatía y creatividad. A través de los talleres del Sentir, el Pensar y el Hacer, te convertirás en un agente de cambio en tu comunidad. Tendrás la oportunidad de ser parte de este movimiento global, trabajando en conjunto con personas de diferentes culturas y perspectivas para encontrar soluciones sostenibles.
Pero lo más importante es que nuestro voluntariado es un espacio donde la generosidad y el amor por la comunidad son la base de todo lo que se hace. Aquí no se trata solo de cumplir con una tarea, sino de crear vínculos profundos y significativos con las personas con las que se trabaja. Los voluntarios son una comunidad en sí misma, donde el respeto, la empatía y la colaboración son los valores que guían su trabajo.
Soledad Waisman , es consejera de la Fundación Liderar con Sentido Común. Consultora política con más de veinte años de experiencia en las áreas de coordinación general, comunicación, redes, tierra. Se ha especializado en gestión de campañas políticas y electorales. Ha desarrollado proyectos en Argentina, Sudáfrica, Ecuador y México, entre otros.
Es Licenciada en Relaciones Internacionales. Protocolo y Ceremonial.
La Fundación Liderar con Sentido Común tiene una misión clara: formar a mujeres y hombres líderes de nuevo cuño, capaces de inventar y gobernar las nuevas instituciones del futuro. La Red de Liderazgos que se está creando es una muestra de que el cambio es posible y de que juntos podemos lograrlo.
En un mundo en constante evolución, es esencial comprender la importancia del cambio en uno mismo para generar transformaciones positivas en la sociedad. El cambio comienza desde adentro. Al explorar nuestro propio ser, reconociendo nuestras fortalezas y áreas de mejora, nos convertimos en líderes más conscientes y capaces de influir en nuestro entorno de manera positiva. El programa de voluntariado ofrece una plataforma para el autoconocimiento y el desarrollo personal, permitiéndote descubrir tu propósito y contribuir de manera significativa a la sociedad.
La sociedad del futuro que anhelamos se caracteriza por la participación ciudadana activa y el fortalecimiento de la democracia. Queremos fomentar una sociedad en la que cada individuo tenga voz y voto en las decisiones que afectan su vida y su entorno. La tecnología jugará un papel crucial en la sociedad del futuro. Buscamos aprovechar el potencial de la tecnología para generar soluciones innovadoras y facilitar la conectividad global.
La sociedad del futuro a la que aspiramos es aquella en la que los valores de cooperación, solidaridad, altruismo y compasión son fundamentales. Es una sociedad en la que los líderes se guían por el sentido común, tomando decisiones basadas en el bienestar colectivo y el cuidado del entorno. Imagina un mundo en el que el progreso tecnológico se equilibre con la preservación de los valores humanos y el respeto por la naturaleza. Donde las comunidades se unen en un espíritu de solidaridad, trabajando juntas para resolver los desafíos locales y globales.
Como voluntario en la Fundación Liderar con Sentido Común, tendrás la oportunidad de contribuir activamente a la construcción de esta sociedad del futuro. Participarás en proyectos y actividades que fomentan el diálogo, la cocreación y la búsqueda de soluciones sostenibles. Te conectarás con personas comprometidas que comparten una visión común y trabajarás en equipo para generar un impacto positivo en tu comunidad.
Entonces, ¿te atreves a soñar con nosotros? Únete a la Fundación Liderar con Sentido Común y juntos escribamos el capítulo más inspirador de nuestra historia. Hagamos realidad el sueño de una sociedad del futuro en la que todos tengan la oportunidad de vivir una vida plena y significativa.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Tec de Monterrey Campus Ciudad de México. Productor de Teatro desde 2004. Algunos de sus trabajos más destacados, entre 26 producciones a nivel profesional son: “¡Yo Madre, Yo Hija!” con Susana Alexander y Mariana Garza, “Scherezada”, “Magnolias de Acero” con Alma Muriel, “Macario” con Ignacio López Tarso, “Cómo Envejecer con Gracia” (617 representaciones), “El Año del Pensamiento Mágico”, “Las Cuatro Estaciones”, “Yo Soy Mi Propia Esposa” con Héctor Bonilla, “Rojo” con Víctor Trujillo, “La Madriguera” con Ludwika Paleta y Mario Iván Martínez, “El Chofer y la Sra. Daisy”, “Godspell” (Broadway y México), “La Fierecilla TOMADA” con Jacqueline Andere, Héctor Bonilla y Chantal Andere, “Los Locos Suárez” con Héctor Suárez y Héctor Suárez Gomís y, actualmente, “Si te mueres… ¡Te mato!” con Susana Alexander y Azela Robinson.
Asimismo, fue Catedrático de la Universidad Anáhuac de 2012 a 2017; ha realizado colaboraciones especiales para el Periódico Reforma y, desde hace seis años, es titular de la sección semanal “Un Momento de Teatro” en Aristegui En Vivo.
RS. ¿Cómo surge tu interés por el teatro?
GW. Fíjate que tuve la fortuna, al ser hijo único, de que mis papás siempre me inculcaran la afición por el teatro, entonces le daban el mismo valor que a una película de Disney que se estrenaba en el verano, y me daban oportunidad de que también me entretuviera viendo la televisión. De niño, cuando llegaba de la escuela, cumplía yo con recetarme toda la programación de Rogelio Moreno y del tío Gamboín en el Canal 5. Recuerdo que con mucha frecuencia me llevaban al Teatro de los Insurgentes, al Teatro Helénico o al Centro Cultural del Bosque, así que me enseñaron a ver teatro como una forma de entretenimiento. Me decían “hoy no estás con tus primos, hoy no estás con tus abuelitos, hoy no hay algo divertido en la tele, entonces nos toca ir al teatro”.
La noche que me cambió la vida fue cuando yo tenía 9 años y me tocó ir a ver la primera obra pensada como entretenimiento para toda la familia, una obra que protagonizaban Angélica María y Angélica Vale, en el Teatro Aldama, que se llamaba “Una estrella” producida por la señora Angélica Ortiz. A los 9 años yo tenía claro que quería ser abogado e irme a vivir a Londres, pero esa noche, saliendo del teatro, decidí que me quería dedicar a eso que acababa de ver y que me quería casar con Angélica Vale. Ahí descubrí mi vocación, y lo que son las cosas, esta es la fecha en que no conozco a Angélica Vale, conozco a su mamá que siempre ha sido muy linda conmigo y le he platicado esta anécdota.
RS. ¿Cómo te iniciaste en la producción teatral?
GW. Yo originalmente creí que iba a ser actor, pues pensaba que para dedicarse al teatro tenía uno que serlo. Sin embargo, en la secundaria veía que las mejores oportunidades me las daba cuando yo producía la obra y dirigía, además que me quedaba con los personajes protagónicos.
Siempre fui de buenas calificaciones y siempre negocié con mis papás que el premio por ello o el regalo de cumpleaños fuera ir al teatro; en algún momento les pedí ir a clases de actuación y a los 13 años empecé a tomar clases en la escuela que tenían Silvia y Eugenio Derbez en la Colonia Del Valle, ese era como mi hobby de la semana y me encerraba de 9 de la mañana a 3 de la tarde, era feliz. Cuando mis papás vieron que esto iba muy en serio, se alegraron porque la escuela cerró y dijeron “ya se le va a quitar, se le va a pasar”. Entonces empecé a buscar otras escuelas, pero únicamente daban clases entre semana y mis papás siempre dejaron muy claro que la prioridad era cumplir con la escuela, y por eso precisamente veía yo anunciadas las obras, igual que Juan Torres (también productor teatral), y de eso eran nuestras pláticas. Curiosamente los dos desde los 12 años, tres años antes de conocernos, llegábamos a casa de nuestros abuelitos y revisábamos la cartelera teatral de la Ciudad de México; entonces veía en el periódico que se iba a estrenar una obra que se llamaba “Adorables enemigas” con Marga López y Carmen Montejo, y en el Teatro Hidalgo estaba una obra de Ignacio López Tarso que se llama “Tirano Banderas”, esa era la información que a mí se me pegaba fácilmente.
Yo veía que el Tec de Monterrey alquilaba el Teatro de la Ciudad para unas producciones descomunales, entonces pensé que si entraba a la prepa del Tec mis papás no me iban a poder decir nada si me escribía en algún taller porque iba a ser una actividad ex- traacadémica y además no costaba, era parte de la escuela y en el mismo lugar.
Logré entrar a la prepa del Tec en agosto del 95, pero cuando vi el tamaño de talento de los bailarines, los cantantes y los actores, pensé “no tengo nada que hacer a su lado”, así que nunca me atreví a hacer una sola audición en los siete años y medio que pasé ahí como estudiante de prepa y de la carrera, sentí pánico de verdad. Entonces conocí a mi mejor amigo desde la prepa, Juan Torres, y por él es que me enteré de que se podía llegar al teatro como productor y podía uno ganarse la vida así. Dentro de las miles de cosas que le agradezco a Juan es que él siempre fue como mucho más aventado que yo. Pronto empezamos a publicar una columna en el periódico del Tec que se llamaba “En común”, nuestra columna se llamaba “Tras bambalinas”, así que hablábamos por teléfono y decíamos: oiga somos fulano y sultano, somos estudiantes de la prepa del Tec de Monterrey Campus Ciudad de México, queremos ir a ver esta obra, queremos ir a cubrir esto, ¿quién lleva prensa, quién lleva relaciones públicas? Nosotros nos sentíamos grandes de que nos permitieran ir a cubrir alfombras rojas, revelaciones de placa y demás, hasta que en una de esas resultó que fuimos a cubrir “Houdini” una producción de un ex a Tec del Campus Estado de México, Antonio Calvo, y llegamos en un momento clave, porque “Houdini” era una coproducción de él con OCESA cuando esta apenas estaba empezando a producir teatro. En ese momento OCESA y Antonio Calvo se estaban “divorciando” porque esa obra no había sido rentable para las expectativas de OCESA, y Juan y yo la verdad es que empezamos a ir de metiches cada fin de semana, no sabíamos ni con qué pretexto colarnos, nosotros nos sentíamos importantes de que aunque fuera sin percibir un sueldo nos mandaran a comprar la utilería de la obra; ese mismo productor, Antonio Calvo, tenía en cartelera una obra, que sigue a la fecha, llamada “La dama de negro” y un fin de semana nos encargó la obra tres días, y esos tres días se convirtieron en cinco años.
Llegó un momento en que cuando acabamos la carrera en el Tec de Monterrey, los dos somos licenciados en Ciencias de la Comunicación, dijimos: bueno pues intentémoslo por nuestra cuenta, y en 2004 fue que decidimos independizarnos, de ese año a la fecha hemos levantado más de 20 obras y desde hace ocho años cada uno de nosotros produce con su respectiva empresa productora.
RS. ¿Cuáles son las principales funciones de un productor?
GW. Lo fundamental es andar leyendo historias, tiene uno que vivir leyendo y evaluando libretos constantemente, siempre cito una entrevista que le hicieron, quizá hace como 25 años, a Carla Estrada, que es una productora de televisión a la que respeto enormemente, le dijeron: Carla, ¿cómo sabes que esa es tu novela? y ella contestó: “en la primera cuartilla”. Yo también sé muchas veces en la primera página que esa es mi obra, sé en dónde están los personajes, en dónde se desarrolla la acción y cuál es el conflicto que tienen que resolver.
Héctor Bonilla, que ha sido uno de los maestros que más me ha enseñado y con quien tuve el privilegio de producir dos montajes, me enseñó que el éxito tiene que ver con lo inusitado, entonces puede ser que estés montando "Romeo y Julieta", la historia de amor que todos conocemos, pero desde un ángulo que a nadie más se le ha ocu- rrido, entonces siempre que abro un libreto pienso y digo, ¿en dónde estará lo inusitado?, ¿en dónde está el ángulo que no se ha explorado?, y gracias a Dios a la fecha he producido 26 obras, y aunque siempre hay experiencias de todo tipo, te puedo decir que en un 90% han sido experiencias satisfactorias.
RS. ¿Cómo ves el teatro en México actualmente?
GW. Hay un antes y un después de la pandemia. A finales de 2019 yo estaba haciendo mancuerna con un amigo al que quiero y respeto profundamente, Alejandro Gou, quién me invitó para hacer mancuerna con él en cinco proyectos que fueron espectaculares; en ese momento teníamos en cartelera “Jesucristo Superestrella” él era el productor general y yo era el productor ejecutivo; En ese momento estábamos levantando el que iba a ser nuestro siguiente proyecto que era “Hoy no me puedo levantar”, para estrenar en febrero de 2020, estábamos programando los ensayos y escuché muy temprano a Danielle Dithurbide en su noticiero platicando de una especie de gripe aviar que se localizaba en un poblado de China, y dije “ay no vaya a ser que venga otra epidemia como la de 2009, otra influenza”, porque yo recordaba cómo en 2009 los productores la pasamos fatal porque tuvimos que cerrar las puertas de los teatros cinco semanas; si alguien en ese octubre-noviembre de 2019 me hubiera dicho lo que se venía con el COVID, me hubiera vuelto loco en ese momento.
Logramos estrenar “Hoy no me pue- do levantar”; me acuerdo que estábamos de gira en marzo de 2020 por segunda vez en Monterrey, y me mandan a llamar a su camerino Erik Rubín y don Enrique Guzmán, estábamos en esa segunda ocasión en un lugar más chico, y con chico quiero decir 3500 personas; me dijeron, “oye nos acabamos de asomar, ¿por qué no están agotadas las localidades si vinimos a la arena Monterrey hace tres meses y vendimos 20000 boletos”?; les dije, señores no se asusten, pero yo creo que la gente está muy sacada de onda con esto de la pandemia que ya está encima, al día siguiente fue cuando empezaron a cerrar museos y otros lugares, lo demás ya es historia. El papel que asumimos los productores de teatro en ese momento, ante la situación que desgraciadamente hemos sabido tiene el teatro en este país, al no importarle a las autoridades, fue crear un grupo de WhatsApp de un consejo consultivo que integró la presidenta de TEATROMEX (la sociedad de productores de teatro de México), la señora Tina Galindo, quien además maneja el Teatro de los Insurgentes, en este grupo de WhatsApp nos integramos varias personas como Jorge Ortiz de Pinedo, Claudio Cabrera, Alejandro Gou, Gerardo Quiroz, Manuel Lara, Juan Torres y Morris Gilbert, entre otros, para compartir puntos de vista diversos, así como la experiencia; llegó un momento en que nos volvimos familia. Yo, por ejemplo, confieso que antes de la pandemia no sabía cocinar nada, el sábado en mi casa preparaba lo más elemental. Todos los días de lunes a domingo comía en la calle porque estaba viviendo encerrado en el búnker de los teatros de la Colonia Roma, y entonces nos hablábamos y de pronto Tina Galindo, muy linda, me decía “¿no se te quemó la sopa o la pasta?, ¿cómo va hoy la carne?”.
Empezamos a tocar puertas, cuando lo juzgamos pertinente decíamos “cómo vamos a distraer a las autoridades en medio de una emergencia sanitaria con “oigan y cuándo vamos a reabrir los teatros”, si veíamos cómo estaba la cosa en Broadway y en Londres, hasta que tomamos nuestro lugar en la fila -te doy mi palabra de que fuimos cordiales, correctos, educados, respetuosos, institucionales- y entonces entramos en una mesa de diálogo -virtual naturalmente- con quien entonces era el secretario de Cultura de la Ciudad de México, el doctor Suárez del Real, tuvimos citas con la secretaria de Salud de la Ciudad de México, la doctora López Arellano, también con el secretario de Desarrollo Económico, y así te podría enumerar cualquier cantidad de instancias que fuimos recorriendo, y te puedo decir en una sola palabra lo que recibimos: ¡Nada!, ni un kilo de frijol con gorgojo. No nos preocupaba tanto nuestra propia supervivencia, nos preocupaban los taquilleros, las acomodadoras, los músicos, los bailarines, los empleados; nos tuvimos que rascar con nuestras propias uñas. Tuvimos que acercarnos otra vez de manera institucional a todas las autoridades para decirles: “esto es lo que están haciendo en Israel, esto en Nueva York, esto en Londres, esto es lo que va a pasar en España”; nosotros mismos tuvimos que empezar a generar soluciones. Después de dos conferencias de prensa invitando a las autoridades a que se dieran cuenta de que las familias que dependían de la actividad teatral la estaban pasando francamente mal, tuvimos que declarar la guerra y decir: para tal fecha nos tienen que dar una respuesta, fue entonces cuando nos empezaron a permitir el regreso a las actividades con un aforo limitado y con miles de restricciones.
RS. ¿Cómo fomentar en los jóvenes el interés por el teatro?
GW. Siempre he dicho que, si yo llegara a ser secretario de Educación, no empezaría por mandar a los estudiantes a ver “Romeo y Julieta”, “Otelo” o “Hamlet” de Shakespeare, ¡que aburrido!, no se entiende y menos a esas edades. Yo empezaría por mandarlos a ver “La corneta de mi General” con
Luis de Alba o los hubiera mandado a ver en su momento “Todos a la piscina” con el Caballo Rojas, hasta una obra de otro tipo de humor.
En países como Reino Unido, la reina Isabel a sus 90 y tantos años eventualmente iba al teatro, en Estados Unidos cuando Chelsea, hija de Hillary y Bill Clinton, les dijo “fíjense que se está volviendo a contar la historia de nuestros héroes patrios a ritmo de Hip hop en un teatrito de 400 personas, se llama “Hamilton” y el autor es un latino que se llama Lin-Manuel Miranda”, los Clinton fueron a ver la obra y se empezó a correr la voz. La obra pasó a Broadway y Hillary Clinton compró cinco funciones para fondear su campaña, lo cual le hizo quedar muy bien ante el público consumidor de las artes y ante quienes las procuran.
En cambio, en México es extrañísimo o atípico que un secretario de Estado o un Primer Mandatario se pare por un teatro, son contadas las ocasiones y te las puedo decir. A quien he visto en repetidas ocasiones en un teatro es a la señora Margarita Zavala; la señora Carmen López Portillo venía muchísimo al teatro, pero ya falleció. Quien tuvo el gran gesto de ir al teatro pagando su boleto para ver “El beso de la mujer araña”, en la producción de Juan Torres, fue José Antonio Meade, pero no es algo que se dé todos los días.
A diferencia de países donde sí se valora el teatro, aquí en México quienes hacemos teatro es por locos y necios, pero no porque representemos ese reflejo de la madurez de un pueblo. No somos vistos como un servicio indispensable, que sí somos, hasta en términos de salud mental.
RS. ¿Qué efecto han tenido las nuevas tecnologías y cómo han influido en la producción teatral?
GW. Sin duda una gran pregunta. Durante la pandemia hubo actrices como Susana Alexander y actores como el maestro López Tarso, que se arriesgaron a incursionar en el terreno del streaming, pero esto es como un remedio temporal porque varios productores lo intentamos y no es la solución en términos de rentabilidad, ni para los autores, los artistas, o los productores.
Una de las cosas que me preguntaba, era “cuando los teatros reabran las puertas ahora cómo se van a anunciar, considerando que los presupuestos son sumamente limitados, porque todos veníamos de una época de vacas flacas para poder reabrir y disponer de un presupuesto para imagen pública.
Un papel determinante lo juegan actualmente las redes sociales; por ejemplo, yo retomé mi actividad independiente en octubre del año pasado con una comedia que hago con Susana Alexander y Azela Robinson, que se llama “Si te mueres te mato” y te puedo decir que, a diferencia de hace algunos años, yo me acuerdo cuando Juan Torres y yo hacíamos nuestros presupuestos, por supuesto no podía faltar el desplegado en El Universal, en Reforma, en el Excélsior, el cuadrito en la cartelera, y ahora ya nadie se anuncia en medios impresos; hoy por hoy lo que es indispensable es tener un community manager que va asignando un presupuesto para Facebook, Instagram y Twitter, también se encarga de generar mensajes que cumplan con ciertas características y sean congruentes con el perfil de cada espectáculo.
Como productor además de estar al pendiente de la operación del teatro, de que se pague la nómina, de la administración de recursos, de supervisar el calendario de gira etc., tienes que estar distribuyendo material gráfico para las redes; ahora hay muchos productores, sobre todo de medios audiovisuales, que para contratar a sus protagonistas se fijan en la cantidad de seguidores que tienen en redes sociales. Personalmente, para el caso del teatro, no le doy tanta importancia a ese dato, porque muchas veces cuando tú llamas a una figura de la televisión, si es alguien que tiene millones de seguidores, habría que pensar cuántos de ellos viven en Rusia, Brasil, Argentina o Chile, y a lo mejor en la Ciudad de México únicamente está medio millón de ellos, pero sí tengo que admitir que la jugada ha cambiado radicalmente con esta tecnología digital.
RS. ¿Qué es lo que más te gusta de ser productor? GW. Curiosamente lo que más me gusta es esto que no hace ningún otro productor, que es traducir y adaptar los libretos, por ejemplo, una vez que se acabe “Si te mueres te mato”, que va a regresar una temporada brevísima de despedida del 5 de agosto al 24 de septiembre, 8 fines de semana y se acaba para siempre, voy a asociarme con Alejandro Gou para hacer en teatro una historia por la que Anthony Hopkins ganó el Óscar al mejor actor hace dos años: “The father”, que trata sobre un hombre con alzhéimer. Leí la obra hace años, la volví a leer hace año y medio que compramos los derechos, y le explicaba yo al maestro Luis de Tavira, quien va a ser el protagonista, que aunque la acción está planteada para que todo se desarrolle en París, yo decidí traer la acción a México -naturalmente dentro de lo que es una obra de lo más serio y solemne-, para mí esencialmente esta particular historia es acerca de lo doloroso de perder a un ser querido que se está yendo día con día, que está perdiendo la capacidad de ser autónomo, y ese dolor es tan duro en la Ciudad de México como en Barcelona, Buenos Aires o Vancouver.
A mí me encanta traducir y adaptar los libretos, porque hago una investigación al levantar proyectos que tienen que ver con un contexto histórico y con personajes que han existido; el panorama es mucho más limitado, porque adquiere uno un compromiso de otras dimensiones. En este caso, que es una ficción que se desarrolla en el tiempo actual, me encanta porque puedo meterme en la piel de cada uno de los personajes, y ya le entrego el libreto al director y a los actores con toda la certeza del resultado que me van a dar sobre el escenario; no voy a experimentar y no voy -con lo aprehensivo que soy- con la incertidumbre de ver si lo leen como yo, si entienden en dónde está el remate de esta frase o por qué estoy haciendo una pausa. A mí me gusta mucho formar parte de esta primera etapa de los ensayos que se conoce como trabajo de mesa, donde se llegan a acuerdos sobre “estas son las características de este personaje, este es un hombre mucho más rígido que este otro y esta es una mujer que se crió en este ambiente”, porque entonces ya no hay sorpresas, y una vez que el director y los actores lo hacen suyo, entonces yo ya me dedico a lo mío que es generar una imagen para ese espectáculo y armar un plan de medios para que la obra se dé a conocer.
Y fíjate que eso lo aprendimos Juan y yo a base de trancazos; en 2006 juntamos un elenco que nosotros consideramos importantísimo para hacer “Magnolias de acero” y decíamos, bueno hay historia y un elenco muy padre, teníamos a Alma Muriel, Tiaré Escanda, Norma Herrera, Norma Lazareno, Adriana Roel y Andrea Torre, pero de pronto, por una mala traducción para una historia de la vida cotidiana que se desarrolla en un salón de belleza, el día del estreno decíamos “no puede ser, ¿por qué para una historia con lenguaje coloquial las señoras hablan como de la Edad Media?” y dije, “esta es la última vez, si yo hablo inglés no vuelvo a permitir que nadie le meta mano a nuestros libretos nunca más”. Hay aprendizajes que en ocasiones son a golpazo limpio, duras lecciones, pero desde entonces es una de las características que yo planteo como indispensable para mis proyectos, yo traduzco, yo adapto y siempre les digo a los actores “¿quieres hacer un cambio?, proponlo y, si vemos que es algo razonable, con mucho gusto lo hacemos”.
RS. ¿Cuál de todas las obras qué has hecho es tu consentida?
GW. Hay muchas, “Yo madre, yo hija” que fue la primera y me acuerdo que cuando Juan y yo platicamos con Susana Alexander y Mariana Garza les decíamos, bueno pues ojalá que podamos hacer 100 representaciones para alcanzar a develar una placa con ustedes; acabamos haciendo 601 funciones, fue un éxito de locura que Juan y yo comparamos con aquel exitazo de Chespirito 11 y 12, llegó un momento en que se acababan los boletos y le decíamos a la gente “es que ya no nos quedan más que las escaleras, pues deme tres escalones” la gente pagaba por entrar a los escalones del teatro Rafael Solana. Dos veces le dimos la vuelta a la República Mexicana a lo largo de dos años de temporada. Otra obra consentida también con Susana Alexander fue “Cómo envejecer con gracia”, que estrenamos con Susana y con Blanca Sánchez e hici- mos 617 funciones; también la primera que hicimos con Héctor Bonilla que era una obra fantástica que se llamaba “Yo soy mi propia esposa” y tenía que ver con un travesti que había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, pero, sin lugar a dudas, uno de nuestros trabajos top fue lo que hicimos con Víctor Trujillo en el Teatro Helénico, “Rojo”, una obra sobre un pintor con trastorno bipolar y alcoholismo, era un trabajo precioso que hacía Víctor Trujillo, entonces para la gente que lo veía en las mañanas cotorreando la noticia como Brozo, era un cambio de 180° para la cosa tan solemne que hacía en las noches, espectacular.
RS. Dentro de todas estas experiencias, ¿cuál consideras que ha sido muy enriquecedora?
GW. Mira, cada obra va teniendo su complejidad, cuando Alejandro Gou me invitó a hacer “Jesucristo Superestrella”, a la hora de ir cerrando a todo este elenco de cantantes que conocían la disciplina, cantantes que tenían tablas, pero que no eran gente de teatro propiamente, una leyenda viviente como Enrique Guzmán que tenía 40 años de no pisar un escenario teatral, y mis respetos por lo amoroso, cordial y lo caballero de don Enrique Guzmán. Durante los ensayos a veces llegaba dos horas antes nada más para ver ensayar a sus compañeros, y durante toda la temporada siempre fue puntualísimo, llegando hora y media antes, siempre acompañado de su esposa y de su mánager. Un día antes del estreno, en un ensayo general, me dicen “oye que te manda a llamar el señor Guzmán a su camerino”, voy y le digo“, qué pasó, ¿se siente mal don Enrique?, nada, que un fan le había llevado de regalo un LP de “Jesucristo Superestrella”, la versión de 1968, y me dijo, “mira, lo quiero compartir contigo”. Ese es el tipo de experiencias que no cambias por nada, como también ver a un Leonardo de Lozanne interesado en crecer como actor, a una María José dándolo todo para sus fans o incluso a un Beto Cuevas que por primera vez protagonizaba un musical. Estas han sido experiencias maravillosas e invaluables que, como te decía, no cambio por nada, el amor con el que siete figuras de talla internacional se entregaron al teatro fue espectacular.
RS. ¿Quién te ha dado uno de los mejores consejos para tu vida profesional?
GW. Han sido tantos los maestros, pero alguien a quien quise mucho y curiosamente no se concretó la obra que quería yo hacer con él fue el Loco Valdez, -no sabes cómo lo quise- yo soy de carácter fuerte y él alguna vez me dijo -me hablaba de usted- “don Guillermo no se enoje, enójese para afuera, pero no haga corajes, nada más que lo vea enojado su gente, pero no se enoje”. Consejo de vida, lección de vida. Un genio el Loco Valdés, era fantástico, era un ser humano tan especial y educado, tan querendón, cordial, cálido y admirable, y siempre, siempre, de buen humor de verdad; se daba a querer.
Me acuerdo de uno de los últimos trabajos que le vi, fue una obra que hacía con el maestro López Tarso, “Aeroplanos”. Fui un viernes cualquiera y estaba viendo yo todos los detalles, cómo estaba la escenografía, el vestuario, en qué colores habían vestido cada uno, y en cuanto se sienta veo que se levanta un poco el pantalón y tiene unos calcetines rosa fosforescente. Siempre entraba uno de visita a su camerino y el señor te decía “¿Le preparo un choco loco?” y tenía una licuadora para preparar vodka con choco milk, yo decía “qué asco qué es eso”, pero él hacía de anfitrión para que uno la pasará bomba, no me cabe duda de que él vino a la vida de vacaciones, a pasarla bien, siempre amable, siempre educado; lo quise mucho.
RS. ¿Nos podrías compartir alguna anécdota que haya influido en tu carrera profesional como productor?
GW. Hay alguien a quien también quise mucho, pero mucho de veras, siempre he dicho que en este negocio tengo dos papás y dos mamás, mis dos papás ya no están aquí, eran Héctor Bonilla y Héctor Suárez y mis dos mamás son Jacqueline Andere y Susana Alexander.
Con Héctor Suárez era muy chistosa mi relación porque hicimos juntos dos obras, “Los locos Suárez”, un espectáculo que hacían él y su hijo Héctor Suárez Gomís, porque eso fue lo que don Héctor decidió regalarse de 80 años, me dijo “el único género que me falta por hacer es el stand up y no me quiero morir sin hacerlo, luego hicimos la “Señora Presidenta”, fue una etapa en la que también fui mánager de los dos y Héctor era como mi hijo de 8 años, jugaba todo el tiempo conmigo; de pronto me lo llevaba yo un día antes a cada una de las ciudades en que íbamos a dar show para hacer prensa y me decía, “bueno y si acabamos las entrevistas a las 6:00 de la tarde de premio me llevas al cine” , yo le contestaba,“ sí, te llevo al cine”. En una ocasión fuimos a trabajar a Mexicali, y dentro de las cosas que pedíamos eran dos vuelos en clase premier, pero esa vez no íbamos juntos, yo venía en la fila 1 y él en la fila 2 , era un vuelo de tres horas, y en cuanto nos bajamos, como él no oía bien a veces usaba audífono para la sordera, pero otras no y hablaba a grito pelado; nos bajábamos del avión y me dice “oye hijo que envidia de la vieja nalgona que venía sentada junto a mí, se durmió durante todo el vuelo, ojalá que yo me pudiera dormir así”, y todavía no nos bajábamos, todos estaban oyendo… bueno, fuimos a dar la conferencia para Coparmex para la que habíamos sido contratados, 24 horas después estábamos abordando el mismo avión para el vuelo de regreso, se sube la vieja nalgona y le dice “Don Héctor salúdeme mucho a su hijo, ¿todavía tienen la casa de Cocoyoc?, perdón señora, ¿nos conocemos?, don Héctor, soy Edith Márquez, qué vergüenza, y le tocaba sentarse junto a él. Era cómo mi hijo, en serio, y sí lo extraño mucho, muchas veces pienso qué hubiera hecho Héctor con esto, qué hubiera hecho Héctor con esto otro.
Lo tenía yo viviendo en un hotel de la Ciudad de México porque su casa estaba en Cocoyoc, andábamos con un ritmo de trabajo tan fuerte que a veces le decía “Héctor me toca ir al súper y me contestaba, te acompaño al súper hijo” y entonces se iba empujando el carrito y yo echando las cosas que necesitaba. A veces le decía no tengo tiempo de ir al banco, pero necesito ir a cobrar este cheque en este momento, entonces él se quedaba manejando el coche de mi papá dando vueltas alrededor de Coyoacán. Fueron muy bonitas experiencias.
RS. Si te preguntaran ¿quién es Guillermo Wiechers en lo personal y en lo profesional que dirías?
GW. Hay algo que procuro no perder que es el sentido del humor, pero no todo el mundo entiende el sentido del humor con el que juego, Susana Alexander me regañaba, me de- cía "¿cómo es posible que un hombre como usted, con una licenciatura por el Tec de Monterrey, por qué ve usted telenovelas del señor Juan Osorio?"señora porque esto me lo enseñó Diana Bracho, yo tomo mi trabajo en serio, pero no me tomo a mí en serio, entonces me divierto mucho, me divierte de pronto romperle el esquema a la gente porque para qué nos vamos a sentar a platicar nada más de estructuralismo, semiótica, semántica y demás, ¡qué horror!
Procuro mantenerme humilde, sencillo y vivo la vida de cualquier ser humano; un diseñador gráfico -muy picudo- me decía, me caes bien porque me tomas la llamada igual si estás haciendo el súper, que si estás comiendo con Verónica Castro, y pues así es como funciono.
En el trabajo soy muy cuadrado,una disciplina que ya traía yo en la carga genética por ser descendiente de alemanes y, por otra parte, el empaque me lo terminó de dar la escuela, entonces en ese sentido soy un hombre madrugador, me levanto 5:30 o 6 de la mañana y de pronto en los acuerdos que hago con la gente para vernos, si quedamos de vernos a las 5, perfecto a las 5, pero no llegues a las 5:20 o al 20 para las 6, a menos de que, como ahorita estoy viendo, hubo un accidente en el Periférico, uno entiende que hay imponderables. Me pone muy nervioso, por ejemplo, cuando firmo los contratos para trabajar en el interior de la República, que establezca las fechas de pagos y que estos se atrasen, puedo entender un día o dos de retraso, pero cuando han pasado tres o cuatro días y no dan señales de vida, digo esta plaza va a estar difícil, por eso es que he hecho tan buenas migas con estas leyendas con las que me ha tocado trabajar que dicen fulano o perengano es muy neurótico; yo les digo, a ver don perengano, ¿qué necesita?, que el camerino esté limpio y que me abran hora y media antes, listo, delo por hecho, y necesito una camisa limpia todos los días, pues delo por hecho, así de fácil; entonces siempre les comento a los actores “no puedo pagarles las perlas de la Virgen porque no estoy operando en Nueva York, pero soy capaz de cumplir aquello a lo que me comprometo” ese soy yo.
RS. ¿Qué sigue para Guillermo Wiechers?
GW. Ahorita viene la recta final de “Si te mueres, te mato”, regresamos 8 semanas nada más, del 5 de agosto al 24 de septiembre, es esta obra en el que la he pasado bomba con Susana Alexander y Azela Robinson. Después, en teoría el 27 de octubre, estreno la obra “El padre” con el maestro Luis de Tavira, y tengo ahí comprada una obra que se llama “La velocidad del otoño”, pero todavía no tengo el elenco, yo calculo que se estará estrenando por ahí de febrero o marzo aproximadamente.
RS. Por nuestra parte es todo, ¿qué te gustaría agregar?
GW. Nada más decirle a la gente que siempre tiene sus beneficios ir al teatro y que en este país siempre nos han hecho ver que pagar un boleto de teatro es un gasto, hay que verlo al revés, es una inversión, estás invirtiendo en un servicio de esparcimiento, estás invirtiendo en una actividad cultural, pero, sobre todo, estás invirtiendo en una memoria gráfica a largo plazo.