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Evolución del sistema de partidos políticos en México Carlos
Ezeta*
México cuenta desde hace muchos años con un sistema de partidos que se caracteriza por el establecimiento de un conjunto de organizaciones políticas que permiten a las personas el acceso a los cargos de elección popular pertenecientes a los Poderes Legislativo y Ejecutivo, ya sea a nivel federal o local. En específico, la Constitución federal dispone que los partidos políticos son entidades de interés público que tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática; contribuir a la integración de los órganos de representación política; así como hacer posible el acceso de la ciudadanía al ejercicio del poder público, por medio del sufragio universal, libre, secreto y directo.
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Sin embargo, pese a que la norma fundamental otorga a estos institutos una relevancia fundamental para la democracia de nuestro país y aun cuando también está permitido el registro de candidaturas independientes para contender por un cargo en el poder, lo cierto es que los partidos políticos no han estado exentos de críticas que han alcanzado la discusión sobre la necesidad de su desaparición, ante la imposibilidad de lograr fehacientemente aquellos objetivos que constitucionalmente les fueron encomendados, pues en algunas ocasiones su actuación se ve opacada por los intereses que naturalmente defienden aquellas personas que forman parte de su integración.
Por ello, resulta importante repasar brevemente la evolución histórica del sistema de partidos en México, con el objeto de comprender si hay razones que justifiquen verdaderamente su existencia.
En términos generales, un sistema de partidos puede entenderse como el conjunto de interacciones y relaciones que concurren entre las organizaciones partidarias que fueron creadas como medios de acceso al poder en un Estado de derecho determinado, y entre dichas orga- nizaciones y el propio Estado y la sociedad que lo conforma. En la realidad, estas interacciones y relaciones se reflejan generalmente en el grado de competencia que existe entre los partidos políticos; el número de éstos; los principios e ideales que defienden; así como su actitud frente al régimen de gobierno y la ciudadanía.
Originalmente, las organizaciones partidarias nacieron en los parlamentos de distintas partes del mundo cuando las personas congresistas se agrupaban únicamente para la toma de decisiones que involucraban al interés público; no obstante, a raíz de los movimientos y luchas sociales que iniciaron los grupos de población que no contaban con el derecho al voto y que culminaron con la obtención de este último, se instituyeron organizaciones que posteriormente permitieron el ejercicio de ese derecho en algunos países. Así, los partidos políticos surgen paradójicamente como verdaderas organizaciones ciudadanas que se unieron para participar en las elecciones de las personas representantes que tomaban las decisiones de gobierno, al proponer a las candidaturas que se convertían en opciones a escoger para ocupar un cargo público.
Y México no fue la excepción, ya que la creación del Partido Nacional Revolucionario (ahora Partido Revolucionario Institucional) derivó del movimiento revolucionario desarrollado de 1910 a 1917, con la salvedad de que la ley electoral de 1918 reguló por primera ocasión el registro de candidaturas independientes a la par de las candidaturas propuestas por partidos políticos. Pero es hasta la reforma electoral de 1946 cuando se fortalecen las organizaciones partidistas en nuestro país ya que tal reforma desapareció la figura de las candidaturas independientes, dando lugar a un sistema puro de partidos políticos; sin embargo, el sistema de partidos recién creado tuvo también como consecuencia la consolidación de un partido hegemónico, debido a que a pesar de que otros partidos tenían la posibilidad de proponer candidaturas para ocupar puestos de elección popular, el PRI era el único que realmente alcanzaba estos puestos, ante la ausencia de reglas electorales efectivas que garantizaran la competencia entre todos los partidos; lo que muy probablemente dio origen a las primeras críticas contra el sistema de partidos.
*Carlos Ezeta es Licenciado en Derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México; con estudios de Especialización en Derecho Civil y estudios de Maestría en Derecho Electoral por la Escuela Judicial Electoral del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Cuenta con diversos cursos y diplomados, entre ellos, Diplomado en Análisis Político Estratégico por el Centro de Investigación y Docencia Económicas. Se ha desempeñado como Secretario Auxiliar con funciones de Secretario de Estudio y Cuenta en el Tribunal Electoral de la Ciudad de México. En 2019 obtuvo la incorporación a la Lista de Personas Habilitadas para el cargo de Secretario de Estudio y Cuenta de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Así, el sistema de partidos en ese entonces se integraba por un partido principal y por partidos secundarios que solo existían de facto, pues aunque se desarrollaban elecciones para la renovación del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo, el PRI tenía en su control el Congreso y el propio gobierno, ocasionando que las “reglas del juego” fueran fijadas por dicho partido; que las contiendas electorales fueran inequitativas; y que no existieran interacciones entre los partidos en el proceso de creación de normas, custodiado en su totalidad por el partido hegemónico.
Este sistema de partidos poco fiable desapareció paulatinamente con el proceso de transición democrática en México, originado por el descontento social y político que motivó una serie de reformas electorales que propiciaron la aparición de autoridades electorales sólidas, autónomas e independientes, pero sobre todo con el establecimiento de normas que rigieron de una forma más clara y justa las contiendas electorales; todo esto permitió que las organizaciones partidistas sufrieran un proceso de institucionalización que permitió su fortalecimiento y autonomía interna, a efecto de que pudieran conseguir los fines (principalmente fungir como medios de acceso de la ciudadanía al ejercicio de cargos de elección popular) para los que primordialmente fueron creados.
De esta manera, el sistema de partidos evolucionó para convertirse en una estructura organizacional que interactúa en competencias electorales reales, efectivas y en igualdad de circunstancias, haciendo indispensable la cooperación entre partidos políticos para la aprobación de nuevas reformas que repercuten en el funcionamiento del gobierno; lo que jamás se hubiera imaginado en el sistema de partidos surgido con posterioridad al periodo revolucionario. Inclusive, el nuevo sistema de partidos propició la aparición de nuevas organizaciones partidistas que también han tenido la posibilidad real y efectiva de acceder al poder público, como una opción adicional para que la ciudadanía participe en la vida democrática del país.
Aunque, paradójicamente, el fortalecimiento del sistema de partidos también generó que en ocasiones las organizaciones partidistas otorguen un mayor peso a aquellas decisiones que privilegian los intereses que tienen en común las personas que forman parte de ellas, por encima del beneficio de la propia ciudadanía. Esto sin duda es una consecuencia natural (pero no adecuada) de una mala interpretación de los fines constitucionales de los propios partidos políticos, los cuales buscan mayores espacios de poder para la toma de decisiones públicas; sin embargo, ello no necesariamente implica que la existencia del sistema de partidos en México no esté justificada, mucho menos cuando en periodo de elecciones la ciudadanía tiene la última palabra para “castigar” con su voto a quienes no rigen su actuación conforme al interés público.
Tal vez, la clave radica en redirigir las críticas que buscan la desaparición del sistema de partidos hacia otras que busquen su mejoramiento. REFERENCIAS