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Obnubilados Eduardo Higuera*

Por lo menos desde la época de don Porfirio Díaz, los mexicanos hemos percibido la Presidencia de la República como una especie de Olimpo en la que el ocupante en turno se reviste de poderes casi sobrenaturales, que incluyen capacidades metahumanas y metaconstitucionales. Ha sido el gran premio que llena la mente de muchos políticos y marca la distancia con el pueblo, incluso con sus élites económicas y culturales.

Esta forma de acercarnos a la máxima investidura sigue vigente en el México del 2023. Basta con ver el comportamiento que han desarrollado los políticos y partidos que se dicen de oposición a la actual oleada guinda. Sin duda, constituyen los más firmes creyentes de esta mitología sexenal al punto de la obnubilación.

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Definida por la RAE como “descenso leve del nivel de conciencia con restricción de los procesos cognitivos y la percepción del mundo exterior”, la palabra obnubilación ajusta de forma casi perfecta para explicar la ausencia de pensamiento estratégico de los dos principales líderes de la oposición partidista. Tanto Marko Cortés como el impresentable Alejandro Cárdenas, “Alito” para todos, parecen no darse cuenta de la forma en que ellos contribuyen a la debacle electoral desde 2018.

El poco entendimiento del contexto que han mostrado a lo largo del sexenio obradorista les impide ver que, de acuerdo con lo que se puede vaticinar a 12 meses de la elección presidencial, “la grande” puede darse por perdida en 2024. Como muchos antes que ellos, la silla del Águi- la los hipnotiza como una llama a una polilla, previsiblemente con los mismos efectos mortales en las urnas que para el desdichado lepidóptero.

Mientras que en el lado guinda se organizan, fuera de tiempos y siguiendo las indicaciones del gran elector, en la esquina de la oposición siguen las pugnas, discusiones, destapes y ocurrencias que nada aportan en la generación de un frente unido que contenga la regresión autoritaria que este sexenio, y seguramente el siguiente, ha significado.

Pensando en quién debe buscar la presidencia, la oposición se ha transformado en la serpiente que devora su propia cola, buscando siempre el premio “grande” para compensar los egos maltrechos de dirigentes que juegan a ser caballos de lechero y siguen con sus anteojeras un mismo camino que ya no existe.

Y es que la ruta alterna a este delirio presidencial sería mucho menos difícil de lograr, si se tuviera la voluntad política y las dirigencias no se centraran en juegos de poder: el control del Congreso. La mitad más uno de los legisladores garantizaría un bloque de contención republicana mucho más efectivo que todos los anuncios y relanzamientos aliancistas.

La nublazón que cubre el discernimiento de la cúpula opositora tiene como origen pensar que, para el año próximo el “triunfo electoral” solo puede ser sinónimo de arrebatar la presidencia a Morena, llevando a una melé tragicómica a su equipo, donde todas las semanas hay autodestapes y declaraciones rimbombantes, pero ausencia de resultados.

*Eduardo Higuera es un profesional con 20 años de experiencia en el campo de la comunicación, colaborando en medios informativos, comunicación social institucional, producción de medios, posicionamiento y manejo de relaciones públicas. @HigueraB

La incapacidad o interés personal de los presidentes del PRI y el PAN de controlar sus feudos con mano de hierro, ha derivado en un alejamiento de la sociedad y en la rebeldía de los posibles candidatos, al punto de dejar la impresión de que extrañan los tiempos en que todo se decidía desde Los Pinos, cada paso y en favor de quién debe ir la cargada, justo como hoy ocurre desde Palacio Nacional en el equipo morenista. Y todo esto sigue la idea históricamente errónea, pero sumamente fomentada por López Obrador de que el presidente todo lo puede y todo lo sabe.

Las múltiples violaciones a la ley y a la Constitución que ha cometido en los últimos cinco años el inquilino de Palacio Nacional, se basan en la idea de que nadie puede decirle que no al poder de la presidencia imperial. Así fue con Juárez, así fue con Díaz, el otro López, Salinas y todo indica que así desean que sea para ellos y sus candidatos en el siglo XXI.

Olvidan que en la democracia el poder del presidente está acotado y este debe usar habilidades de negociación, argumentación y planeación para llevar adelante las agendas de su gobierno. Por ejemplo: Fox prometía todo y entregaba muy poco, en parte porque tuvo un sexenio acotado y difícil ya que su partido no controlaba el Congreso, además de que su casi nula capacidad de negociar y argumentar del presidente del “Hoy” y el “Ya”, lo transformaron en un populista que vivió en campaña y no supo gobernar, algo familiar hasta nuestros días.

Si a este escenario de acción política viable sumamos que bajo la presidencia de la ministra Piña el poder judicial se ha renovado como contrapeso al ejecutivo, y se ha mostrado como un efectivo poder contra mayoritario que garantiza los derechos de las minorías y la constitucionalidad de normas y procesos legislativos, sobran razones para pasar de la obnubilación paralizante de la silla presidencial a la acción política responsable con candidatos surgidos de la sociedad civil.

Sin embargo, hasta donde han mostrado, las presidencias priista y panista no tienen intención en ceder y continuarán haciendo política desde su mentalidad de la escasez con cero planeación a largo plazo.

Anunciar que ya decidieron que 2023 era del PRI y 24 del PAN, por ejemplo, deja de lado la posibilidad de hacer una alianza real con la sociedad civil y asegura su lugar en la historia como los presidentes de partido que le abrieron la puerta al régimen de partido hegemónico en el siglo XXI a los guindas.

La única esperanza, exigua a la vista, es que la sociedad civil salte al ruedo y presione en los comités partidistas de sus localidades, para que se elijan candidaturas ciudadanas apadrinadas por la alianza. Veremos en las próximas semanas si las elecciones de 2023 y sus lecciones sobre elección de candidatos fueron aprendidas o se decide permanecer en el limbo en el que se confunde estar obnubilado con tener liderazgo político.

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