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2.2.2. El qué innovar

relaciones entre todas y cada una de las personas que conforman la comunidad educativa: alumnos, familias, docentes, monitores de actividades extraescolares, orientadores, dirección, personal de administración y servicios, etc.

En la práctica, existe una gran distancia entre el ámbito de las finalidades y la actuación diaria de los centros. La presión del día a día genera cierto activismo que dificulta la conexión íntima entre la acción concreta y el propósito perseguido. La actividad en el ámbito curricular y extracurricular consume tantas energías que, a veces, se convierte en su propia autorreferencia, y olvida su verdadera finalidad.

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Por ello es tan importante actualizar el modelo educativo institucional –síntesis de la identidad, del para qué–, compartirlo y enriquecerlo con toda la comunidad educativa, y utilizarlo para establecer las prioridades y vertebrar la acción, maximizando así la visibilidad de la institución y el impacto de la transformación.

Lo que está claro es que la identidad no es algo estático, sino una fuente dinámica y creativa que puede y debe articular la innovación. Identidad e innovación son dos grandes retos que discurren en paralelo y son interdependientes: la identidad es imprescindible para diferenciarse y para mantener la misión que originó su proyecto educativo, y la innovación es necesaria para responder a las nuevas tendencias metodológicas y tecnológicas.

Esta pregunta alude al funcionamiento de la escuela como factoría especializada en promover el aprendizaje y la creatividad. ¿Qué nos dicen las ciencias cognitivas de cómo se aprende? ¿Cómo generar escenarios de plena inclusión en los que ningún niño o niña queden atrás? ¿Qué nuevas oportunidades nos ofrecen las nuevas herramientas digitales?

Se trata de preguntas bastante universales, porque los cerebros de los niños aprenden de forma parecida en cualquier lugar del mundo. Para concretarlas, lo mejor es escuchar a los expertos en pedagogía, en sociología y en neurociencia, dentro y fuera de la escuela, pero empezando por los docentes y especialistas de las instituciones educativas. Y, sobre todo, como nos advierte Perkins (2008: 83) en La escuela inteligente, hay que superar la impaciencia por alcanzar soluciones metodológicas rápidas en una tarea tan compleja como la educación:

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