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8.3. Un itinerario histórico

compartidas por unos pocos sobre temas tan alejados de las preocupaciones de los directores como la relación entre fe y cultura) y las iniciativas de innovación brotan de otras fuentes y, estas sí, son planteadas como objetivos claros para todo el colectivo por medio de cursos y encuentros. Esta dicotomía, cada vez más fuertemente marcada, entre identidad y vida real, en la que las iniciativas que están repercutiendo de verdad en la vida de los centros educativos no proceden ni se inspiran en la identidad de la traditio, es uno de los dramas que está viviendo en este momento la escuela católica. La inspiración para salir de este aparente atolladero contradictorio solo puede venir de una vuelta a la experiencia fundante de las diferentes tradiciones de la escuela católica. En las dinámicas que dieron lugar a los orígenes encontraremos el sendero. Todas las diferentes tradiciones que hallamos en el seno de la escuela católica tuvieron un origen similar. La escuela católica nació de la acción de una persona o de un grupo de personas que, desde la experiencia de vivir como discípulos del Maestro, sintieron la llamada de convertirse ellos mismos a su vez en maestros, asumiendo esta misión como una manifestación directa de su experiencia de seguimiento de Jesús. En el principio, fue la ligazón intrínseca entre la experiencia de fe y el compromiso educativo como concreción de la misión a la que el discípulo se siente llamado por el maestro. La relación entre la experiencia de fe y la educación está en el corazón de la identidad, y en esta relación reside esa fuente inagotable de la que hablábamos antes. Cualquier formulación que de ella se dé tendrá necesariamente que proponer algún modo de relación entre ambas.

Pues bien, de esa relación primigenia entre experiencia de fe y compromiso con la educación como misión evangelizadora nace toda la fuerza y vitalidad de los carismas. Aunque suene extraño, la escuela católica posee en esta fuerza carismática una de sus grandes fortalezas de cara a una auténtica y potente innovación. Todos y cada uno de los grandes pedagogos que han jalonado lo mejor de la pedagogía de inspiración católica han recorrido el mismo itinerario que, en síntesis, viene marcado por estos cinco pasos:

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a. Una profunda y marcada visión de la persona y el mundo. Esa visión es fruto directo de su experiencia de fe manifestada en el seguimiento del maestro. La fe no se limita a una experiencia íntima de relación personal sino que se hace patente sin tapujos en una concepción del mundo y de la persona, como bien se manifiesta en el evangelio.

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