5 minute read
EL SENTIDO DE TU VIDA
Enriqueta Páez Gutiérrez Directora del CRIE, zona 12 federal de educación especial
Advertisement
Uno de los aspectos más importantes en el estudio del hombre lo constituye sin duda, el problema del sentido de la vida.
El sentido de la vida es un concepto que abarca problemas muy amplios relacionados con la conducta del hombre, con sus actos y su responsabilidad ante ellos, el sistema de valores que motivan su conducta individual y colectiva, así como la concepción general del mundo del cual se nutre su propia conducta. ¿Quién soy?, es entonces, una pregunta retórica, que parece absurda y sin embargo tan difícil de responder. Pregunta eminentemente adolescente, y quien sabe de cuántos adultos sin contestar. Y enseguida como implícita, agregan las preguntas: ¿A dónde voy?, ¿Cuál es el sentido de mi vida?
Preguntas milenarias y al unisonó, siempre de vanguardia. Porque el individuo mismo, por muy culto o inculto que sea, toca dentro de sí el punto que implica el sentido de su existir. El principio que nos hace superiores sobre las especies vivientes, ¿Superiores?; quizá, diferentes sí, porque por gracia divina o azar del cosmos, somos la única especie capaz de cuestionarnos el sentido de nuestra vida, somos los únicos sobre la faz de la tierra que buscamos algo mas allá del transitar, de la ley natural de: naces, creces, te reproduces y mueres. Buscamos un sentido a nuestros actos, un fin en nuestro proceder.
Y en ocasiones le damos la vuelta al cuestionamiento, y no pensamos en la respuesta, no queremos responder; porque la respuesta al sentido de la vida nos compromete con nosotros mismos y con ella, en un mismo compás.
Entonces, están dos vertientes, el que busca y el que prefiere nunca encontrar, aquel que cuyo miedo lo hace evitar la sola idea de la respuesta buscar, que pasa por la vida dejándose por el tiempo llevar, sin rumbo, sin metas, sin compromisos, sin la vida saborear. Imitando a los seres vivos, sin tomar en cuenta su divinidad, su esencia humana.
Pero, aquel ser, que reconociendo su pequeñez ante lo natural, busca en los recovecos de su inconsciente, en las huellas de su pasado y en las virtudes de su prestante, saber quién es, a dónde va, y sobe todo cuál es el sentido de su vida, que a su vez determinará quién es, su sistema de valores y su patrón comportamental en el camino que le toque recorrer.
Este ser insignificante ante la magnificencia de la creación, divino por gracia suprema y, regio so-
bre las especies vivientes. Busca respuesta, teniendo por condición sine qua non a un creador; la misiva del agradecimiento y el perdón como divisas en su misión, su intelecto como estandarte y su razón como baluarte.
Entonces, resultan varias respuestas:
El psicólogo Jorge Bucay, en su libro “El camino a la felicidad”, propone 4 posibles estilos actitudinales que responden al sentido de la vida: -El sentido del disfrute: donde todo aquello que el individuo realiza, lo disfruta, y lo que no se disfruta no tiene sentido hacerlo. -El sentido de la misión: donde el individuo vive por un ideal, que por ser ideal nunca se alcanza, pero se vive por él. -El sentido del poder: en el que la persona tiene que demostrarse a sí misma de que es capaz, lo que puede lograr independientemente del reconocimiento o la ganancia que se obtenga, es el logro por el logro mismo. -El sentido de trascendencia: donde lo importante es dejar huella, sin importar cómo ni dónde, pero la meta es que se sepa que uno estuvo ahí, que el individuo deje algo.
Estas son solo algunas de las perspectivas del sentido de la vida, pero podemos mencionar otras, que a lo largo de un pequeño recorrido por el pensamiento del hombre, se hacen notar: -El sentido del servicio: donde el fin será ayudar, servir, sin esperar nada a cambio, hacer el bien sin mirar a quien, sin importar el momento o la transcendencia, solo estar dispuesto a servir. -El sentido de conocer: el cual lleva implícito el poder aprender algo, hacer propio el conocimiento, sin importar si algún día se llega a ser el conocimiento mismo. Es saber y saber más, aun a pesar de no saber para qué sirve. -El sentido de poseer, incluso a otra persona: donde acumular es el propósito, controlar la ganancia. Acumular por el hecho de adquirir de tener más y más, de ser el dueño, el poseedor de lo que sea. -El sentido, de no tener sentido: que es afín de cuentas más ofensivo que no buscarlo, porque en este, sabiendo que se tiene, se reniega de él, denigra a la vida misma. Se rechaza el sentido, negando la esencia del individuo, rechazando las oportunidades que da la vida.
El sentido de tu vida, te dice quién eres, te da una pauta del camino a seguir, determina tu actuar; cuando lo encuentras, puede ser uno, dos o tres ¡Qué más da! Sabes a qué has venido, sabes cómo andar, aprendes a la vida saborear; paladear cada evento, enfrentar cada obstáculo, disfrutar cada pequeño logro. ¡Aprendes a vivir!
Debe haber muchos más sentidos de vida, y al encontrarte contigo mismo, quizá descubras otros. Conforme vamos creciendo, vamos definiendo el ¿Quién soy?, ¿A dónde voy? y más importante: ¿Cómo quiero vivir?
Navegar sin rumbo fijo, es fluir, es divertido pero desgastante, pues no se sabe a qué puerto se puede llegar, no se encuentra resguardo donde estar en paz. Navegar con brújula y una dirección a donde encaminar la fuerza, un lugar donde atracar, da la satisfacción de la inmensidad del océano disfrutar.
Pregúntate tú: ¿Sabes el sentido de tu vida?
Dite a ti: Sé el sentido de vivir, y entonces vive, vive con un sentido, vive por lo que a ti te da sentido.