Capítulo III: Prácticas
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CAMBIO DE MIRADA: DEL FOCO EN EL ALUMNO Y SU DIVERSIDAD AL FOCO EN LA RELACIÓN ENTRE EL ALUMNO Y SU CONTEXTO DE APRENDIZAJE
Una realidad innegable es que al mirar el aula todos y cada uno de los alumnos son diferentes. La diversidad es parte de la comunidad educativa y, tal como ya se ha mencionado, debe ser vista como un valor y un atributo que aporta al desarrollo de las personas. La educación inclusiva se sostiene en la premisa de valorar la diversidad, pero, a partir de esta realidad, es necesario responder con la equidad: en cuanto a oportunidades y condiciones de acceso, permanencia y promoción en el sistema educativo. Es decir, en la escuela inclusiva, todos los alumnos son diferentes y tienen el mismo derecho a aprender y participar, pero para hacerlo se reconoce que es necesario brindarles las oportunidades y condiciones adecuadas según sus propias características. Aquí es donde se identifica la gran diferencia entre el enfoque de integración e inclusión. Desde la mirada inclusiva, las diferencias entre los alumnos suponen el reconocimiento de que el sistema —desde sus políticas educativas, proyectos educativos y prácticas en el aula— debe cambiar y ajustarse a las condiciones y necesidades de la diversidad. Es decir, un sistema educativo que conciba las necesidades específicas de apoyo educativo como un freno o una dificultad para acceder, aprender o participar y que promueve la «adaptación» del «alumno diferente» al sistema, no es inclusivo. La inclusión supone este cambio de mirada, donde la diversidad y las necesidades específicas de apoyo educativo sirven para identificar las barreras que impiden el acceso, la permanencia y la plena participación de todos los alumnos. A pesar de estar tan claro cuando hablamos de educación inclusiva, no podemos evitar que se produzca una doble representación mental, una orientada a los sujetos de aprendizaje, principalmente las personas con discapacidad, y otra a los sistemas educativos. El elegir una u otra determina si hablamos de integración o inclusión. ¿De qué hablamos nosotros cuando hablamos de educación inclusiva? Hablar de educación inclusiva es habar de las barreras que impiden que haya niños o niñas que no aprenden en sus aulas. Sin embargo, si se habla de niños y niñas que no pueden aprender se está en el discurso de la integración como hemos señalado anteriormente. Si no rompemos esta doble mirada, difícilmente estaremos realizando prácticas inclusivas. Dejemos de hablar de niños o niñas con discapacidad o deficientes y hablemos de barreras que encontramos en los procesos de enseñanza y aprendizaje (López Melero, 2011, p. 41). Y en este punto es importante destacar la importancia de que todo el sistema involucrado con la educación se apropie y responsabilice de las funciones y roles que le corresponden a la hora de garantizar el acceso y la participación de todos los alumnos. Las Direcciones Generales del mec, las Coordinaciones Departamentales, las Supervisiones, las escuelas y sus comunidades, los directores, los docentes, los familiares y alumnos, tienen que:
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